Resumen de "El Estado emprendedor", de Mariana Mazzucato (2014)
Resumen original:http://evpitasociologia.blogspot.com/2017/05/el-estado-emprendedor-de-mariana.html
Autor del resumen: E.V.Pita, doctor en Comunicación y licenciado en Sociología y Derecho
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Título: "El Estado emprendedor"
Subtítulo: "Mitos del sector público frente al privado"
Título original: "The Entrepreneurial State"
Autora: Mariana Mazzucato
Fecha de publicación en inglés: Anthem Press, 2014
Editorial en español: Barcelona, 2014, RBA Libros SA
Número de páginas: 385
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Biografía de la autora Mariana Mazzucato (2014)
Mariana Mazzucato nació en Roma en 1968. Es economista experta en finanzas, innovación y desarrollo. Ha sido recientemente calificada por New Republic como una de las pensadoras más innovadoras en la actualidad. Doctorada en Económicas por la New School for Social Research, de Nueva York, ha sido profesora universitaria en Estados Unidos, Reino Unido e Italia, ha trabajado como asesora para la Comisión Europea y el Gobierno británico, y actualmente imparte clases en la Universidad de Sussex. Entre sus trabajos y colaboraciones destacan Firm Size, Innovation adn Market Structure: The Evolution of Market Concentration and Instability, la obra colectiva Personal Investiment: Financial Planning in an Uncertain World y El Estado Emprendedor.
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Texto de la contraportada
Desde la perspectiva capitalista, siempre se ha considerado que el sector privado es innovador, dinámico y competitivo, mientras que el Estado desempeña un rol más estático, interviniendo en el mercado tan solo para subsanar posibles fallos en el desarrollo de sus actividades. La economista Mariana Mazzucato se encarga en desmontar ese falso mito ampliamente extendido para demostrar que el Estado es la organización más emprendedora del mercado y la que asume inversiones de mayor riesgo. Mazzucato no se limita a exponer argumentos teóricos y ofrece casos reales, poniendo al descubierto las innovaciones asumidas por el Estado y las estrategias empresariales que se esconden detrás del iPhone de Apple o del desarrollo del sector de las energías renovables.
El Estado emprendedor es un libro revelador que propone cambiar los parámetros del tradicional debate Estado versus sector privado para plantear los términos de una nueva relación simbiótica en la que ambas partes resulten beneficiadas.
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ÍNDICE
Prólogo de Carlota Pérez
1. De la ideología de crisis a la división del trabajo innovador
2. Tecnología, innovación y crecimiento
3. El Estado que asume riesgos: del "reducir el riesgo" al "hacer que ocurre"
4. El Estado emprendedor estadounidense
5. El Estado detrás del iPhone
6. Ejecutar "versus" alentar la revolución industrial verde
7. Las energías eólica y solar: historias de éxito del Gobierno y tecnologías en crisis
8. Riesgos y beneficios: de las manzanas podridas a los ecosistemas simbióticos
9. Socialización del riesgo y privatización de los beneficios: ¿puede el Estado emprendedor comer también de su tarta?
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RESUMEN
Carlota Pérez, en su introducción, señala que el libro desmonta varios mitos como, por ejemplo, el celebrado papel del capital riesgo pues según Mazzucato ha dependido del gobierno para la investigación más cara e incierta. Recuerda que la mayoría de los argumentos a favor de la intervención del Estado en el proceso de crecimiento y desarrollo olvidan mencionar la innovación. El libro defiende que las tecnologías más radicales (Internet, sector verde, ) tienen su origen en una inversión del Estado atrevido y que asume riesgos. Entre las agencias que más inversiones han hecho están Arpa-E (de Estados Unidos, una versión del Darpa, la Agencia de Proyectos de Investigación Avanzada en Defensa que desarrolló Internet en los años 60 y 70) y los bancos de inversión del Estado como el KfW de Alemania, el Banco Nacional de Desarrollo Económico y Social de Brasil (BNDES) o el Banco de Desarrollo de China. Estas inversiones requieren paciencia y tiempo mientras que la inversión privada se ha vuelto cortoplacista. Según Carlota Pérez, Mazzucato defiende una postura en la que necesita las ideas keynesianas y schumpeterianas.
La autora recupera el concepto de "destrucción creativa" de Schumpeter (las crisis, los innovadores y emprendedores y los ciclos económicos ayudan a reestructurar la producción económica) y lo combina con el nuevo mundo de Internet. Mariana Mazzucato considera que el gran emprendedor no es empresario que se mete en un garaje y saca Microsoft o Apple sino el Estado, pues fue el que invirtió miles de millones de dólares en sus departamentos de I+D para montar la red Arpa (precursora de Internet) o desarrollar los ordenadores o la red de satélites y el GPS. Esta investigación civil consumió grandes recursos públicos pero el resultado salta a la vista al ver el "smartphone". La autora señala que Apple vendió un producto nuevo pero cuyos componentes eran dispositivos creados por la investigación pública.
La autora recupera el concepto de "destrucción creativa" de Schumpeter (las crisis, los innovadores y emprendedores y los ciclos económicos ayudan a reestructurar la producción económica) y lo combina con el nuevo mundo de Internet. Mariana Mazzucato considera que el gran emprendedor no es empresario que se mete en un garaje y saca Microsoft o Apple sino el Estado, pues fue el que invirtió miles de millones de dólares en sus departamentos de I+D para montar la red Arpa (precursora de Internet) o desarrollar los ordenadores o la red de satélites y el GPS. Esta investigación civil consumió grandes recursos públicos pero el resultado salta a la vista al ver el "smartphone". La autora señala que Apple vendió un producto nuevo pero cuyos componentes eran dispositivos creados por la investigación pública.
Mazzucato se pregunta por qué se permite que los empresarios privados se enriquezcan a partir de un producto público que costó millones de dólares y años de investigación. Una posible explicación es que el Estado recupera lo que invirtió porque la empresa que amasa fabulosos beneficios después ha de devolver parte de sus ganancias en forma de impuestos. Es entonces cuando la autora replica que precisamente grandes corporaciones como Apple o Google, que se han beneficiado enormemente de las infraestructuras públicas de Internet, esconden su dinero en paraísos fiscales o países blandos en materia fiscal para no pagar impuestos. Por lo tanto, el Gobierno no obtiene gran beneficio de su enorme inversión. Recalca que no ha sido el tan cacareado mercado autorregulado el que decidió que era bueno montar Internet con su dinero sino que fue el Estado el único que asumió su condición de emprendedor y que apostó por invertir y arriesgar sus recursos de investigación en ese área. Las empresas solo aparecieron después a recoger sus beneficios y, a pesar de ello, criticaron al Estado por ser una ineficaz máquina burocrática semiparalizada. La verdad es otra, dice Mazzucato.
La profesora añade que el Estado siempre ha estado ahí: construyendo los ferrocarriles en el siglo XIX o financiando la investigación básica en Sanidad, unos conocimientos que luego las empresas farmacéuticas han aprovechado para lanzar al mercado sus medicamentos a precios estratoféricos. Todos esos beneficios no revierten en el Estado emprendedor sino en empresas que se suben al carro de los últimos descubrimientos.
El Estado norteamericano financió los laboratorios Bell y Xerox, en los que se basan los grandes avances de las comunicaciones. La pregunta que se hace la autora es qué habría pasado si el Estado no hubiese invertido nada y lo hubiese dejado a la buena mano de la empresa privada con la esperanza de que el mercado autorregulado destinase fabulosos fondos hacia aquellos sectores más innovadores. La respuesta es que eso no ocurrió ni ocurrirá porque las empresas son conservadoras en general y el capital se invierte en negocios seguros que ya conocen los riesgos y los beneficios. Al igual que otros autores, piensa que el dinero tiene miedo. En cambio, el Estado puede invertir a largo plazo en ciencia básica, que es lo que hacen las universidades sin buscar una rentabilidad concreta.
El Estado norteamericano financió los laboratorios Bell y Xerox, en los que se basan los grandes avances de las comunicaciones. La pregunta que se hace la autora es qué habría pasado si el Estado no hubiese invertido nada y lo hubiese dejado a la buena mano de la empresa privada con la esperanza de que el mercado autorregulado destinase fabulosos fondos hacia aquellos sectores más innovadores. La respuesta es que eso no ocurrió ni ocurrirá porque las empresas son conservadoras en general y el capital se invierte en negocios seguros que ya conocen los riesgos y los beneficios. Al igual que otros autores, piensa que el dinero tiene miedo. En cambio, el Estado puede invertir a largo plazo en ciencia básica, que es lo que hacen las universidades sin buscar una rentabilidad concreta.
Otro de los comentarios que hace Mazzucato es que países como España o Italia, que van un poco flojos en cuanto a inversión pública en investigación, no se han destacado por su innovación industrial mientras que países potentes y locomotoras económicas de la talla de Alemania invierten una fortuna en I+D, tanto en universidades para la investigación básica como en institutos técnicos de alto nivel. Al parecer, la inversión en ID está disminuyendo.
La autora indaga sobre las políticas de patentes e I+D. Por ejemplo, sostiene que muchas grandes compañías están comprando patentes para aumentar su "biblioteca de patentes" y multiplicar su capital social. Todo correcto salvo que no están generando innovación real aunque sus directivos lo vendan como inversión en innovación. Muchas de esas patentes son inútiles pero es una política que se realiza por temas legales de protección de los derechos intelectules o para controlar un sector tecnológico concreto. Mazzucato señala que nadie debe confundir estas políticas empresariales con verdadera inversión en I+D del sector público. Y recuerda la contestación de un funcionario a un ejecutivo privado de capital riesgo que presumía de lo mucho que había hecho su compañía por cierto medicamento en el siglo XXI: "¿Y dónde estábais vosotroscuando el Gobierno hacía investigación básica en los años 60 y 70 sobre dicho medicamento?". La autora señala que fue esta ciencia básica la que puso los pilares de toda la industria posterior y de la que se beneficiaron recién llegados como la multinacional del ejemplo y que nada hicieron por innovar salvo buscar modos de comercializar un producto al que no aportaron ninguna mejoría adicional.
El capital riesgo también es analizado por la autora. Sostiene que el mercado aplaude el capital riesgo porque va dirigido a mercados innovadores, lo que permite el progreso. Pero Mazzucato sostiene que el capital riesgo solo invierte en aquellos mercados maduros y consolidados precisamente porque los inversores se juegan su propio dinero.
En un capítulo aborda cómo los componentes del iPhone, por ejemplo el GPS o la pantalla táctil, habían sido desarrollados previamente por el Gobierno para uso militar a pesar de lo mucho que Steve Jobs insistía en que la compañía era una gran innovadora. Por tanto, el "smartphone" no estaba aportando nada realmente nuevo sino que combinaba elementos ya existentes [nota del lector: una crítica que se puede hacer a este argumento es que el inventor de la rueda tampoco aportó ninguna innovación puesto que los troncos cortados ya existían y los ejes eran los travesaños de toda la vida. La combinación de elementos existentes puede dar lugar a un producto innovador].
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