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domingo, 28 de junio de 2020

"La paradoja de la globalización", de Dani Rodrik (2011)

Resumen del libro "La paradoja de la globalización", de Dani Rodrik (2011)

Resumen original y actualizado en el siguiente link:

Resumen elaborado por E.V.Pita, doctor en Comunicación, licenciado en Derecho y Sociología

Sociología, globalización, comercio mundial, economía internacional

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Ficha técnica:

Título: "La paradoja de la globalización"

Subtítulo: Democracia y el futuro de la economía mundial

Autor: Dani Rodrik

Título original: "The Globalization Paradox. Why Global Markets, States and Democracy Can't Coexist"

Fecha de publicación: 2011

Editorial en español: Antoni Bosch editor, SA, Barcelona, 2011

Número de páginas: 366

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Biografía del autor Dani Rodrik (hasta 2011 y nota del 2020)

Dani Rodrik era en el 2011 catedrático de economía política internacional en la Universidad de Harvard y ha recibido entre otros galardones el premio Albert O. Hirschman del Social Science Research Council. Es colaborador ocasional de The Economist, New York Times, Financial Times, New Republic y otras publicaciones.

En el 2020, fue galardonado con el Premio Princesa de Asturias de las Ciencias Sociales

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Texto de la contraportada

"En esta crítica incisiva, Dani Rodrik, combina el relato histórico con astutas observaciones que cuestionan la creencia de que el avance de la globalización es inevitable - e inevitablemente positivo - y argumenta que la globalización va acompañada necesariamente de tensiones muy graves.

La paradoja de la globalización plantea un tema que ha adquirido, a raíz de la crisis del euro, una candente actualidad. Se trata del conflicto entre decisiones democráticas a escala de cada nación y decisiones tecnocráticas a escala supranacional. En el libro, el autor presenta un argumento a favor de un modelo de globalización atemperado, que sea respetuoso con las democracias nacionales y que esté fundamentado en un entramado muy elemental de reglas internacionales.

Ahora que nos enfrentamos a unos desafíos globales tanto en el comercio, como en las finanzas como en los mercados laborales, la bien fundamentada propuesta de Rodrik muestra el camino hacia una prosperidad equilibrada y sostenible".

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ÍNDICE

Nuevo casting para narrar la globalización

1. De mercados y Estados.
La globalización en el espejo de la historia

2. Ascenso y caída de la primera gran globalización.

3. ¿Por qué no todos entienden el argumento a favor del libre comercio?

4. Bretton Woods, el GATT y la OMC. 
Comercio en un mundo politizado.

5. Despropósitos de la globalización financiera.

6. Los zorros y los erizos de las finanzas.

7. Países pobres en un mundo rico.

8. El fundamentalismo del comercio en los trópicos

9. El trilema político de la economía mundial

10. ¿Es viable un gobierno global? ¿Es deseable?

11. Diseñemos Capìtalismo 3.0.

12. Una globalización en sus cabales

Cuento para adultos

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RESUMEN

El autor Dani Rodrik inicia el libro haciendo un repaso de la primera globalización (la del siglo XIX, que llegó hasta 1914 (inicio de la Primera Guerra Mundial)) y que se basó en la liberalización del comercio mundial (librecambio) de la mano del Imperio británico y luego secundado (entre 1860 y 1880) por los países europeos y Estados Unidos). Era un sistema basado en el patrón-oro.

En la primera época, en Gran Bretaña hubo una discusión parlamentaria entre los industriales, que querían derribar las leyes proteccionistas del cereal Corn Laws para abaratar los alimentos de los obreros y rebajarles los salarios, y los terratenientes, que querían proteger los precios altos de sus productos agrícolas. La victoria de los industriales librecambistas abrió la puerta a las importaciones de cereales de América (y otros productos). En línea con el libro Capitalismo global, los agricultores europeos se arruinaron y emigraron en masa a América. Hubo un gran movimiento de capitales mundial (del aumento del 1 % anual en el siglo XVII y XVIII, al 4 % en el siglo XIX). Finalmente, el libre cambio se fue asentado pero parcialmente, mediante acuerdos entre países para rebajar las barreras a ciertas importaciones (alcohol, manufacturas...).

En aquellos debates parlamentarios, los proteccionistas hablaron del "comercio justo" a lo que sus detractores contestaron que la palabra "comercio justo" les recuerda mucho a la vieja palabra "protección".

Otro tema que comenta el autor es que ve una correlación entre gobiernos fuertes democráticos de naciones ricas y mayor comercio mundial. Eso puede deberse a que un gobierno fuerte sabe regular el comercio y mantener cierto poder de mercado para negociar. Él mismo se negaba a creer en ello (pues se supone que el Estado no debe interferir).

Los países europeos movieron su comercio mundial, primero con las grandes compañías que operaban en Asia (India, Indonesia, China) y América (pieles de castor en Canadá) tuteladas por el gobierno inglés y holandés [y quizás español, pero no mencionan ninguna]. Las principales mercancías eran especias (clavo), opio y el triángulo tabaco-esclavos-azúcar. Después, en el siglo XIX, los comerciantes operaron amparados por el Imperio Británico, Francia y EE.UU. Fue entonces cuando comenzó la época de la "diplomacia de las cañoneras" (bombardear o bloquear a los países morosos para cobrar las deudas del comercio internacional). El Reino Unido intervino en Egipto (perteneciente al imperio otomano) para controlar sus finanzas tras varios impagos, hubo problemas con Grecia, EE.UU. reclamó dinero a la República Dominicana, y los países europeos comenzaron después a montar protectorados para cobrarse las deudas y administrar sus recursos.

El autor dice que el libre comercio se basa en la teoría de la ventaja competitiva de David Ricardo (aunque, a nivel académico, hay discusiones y matices). Se basa en que es más barato comprar bienes importados a otro país si cuesta más producirlos en el propio. La innovación tecnológica y el comercio ayudan a rebajar los costes pero tienen efectos perversos como, por ejemplo, la generación de desempleo de trabajadores que son desplazados. Y los males de la globalización siempre les toca a los mismos: a los trabajadores sin cualificación, que no pueden moverse a otros empleos. A pesar de ello, los académicos tienden a alabar el libre comercio porque es una "consigna" de cara al público.

Otra de las cuestiones que aborda es la creación del GATT (tras los acuerdos de Bretton Woods en 1944 donde los países aliados y vencedores idearon un nuevo orden de comercio internacional). Según el autor, el GATT era una especie de chanchullo que servía para que cada país comerciase con aquello que le interesase (y excluía la agricultura). Los conflictos debían resolverse por unanimidad (incluido el demandado), lo que era inviable para alegría de todos. Según el autor, los países estaban muy contentos con el GATT porque no se metía en sus chanchullos. El GATT, tras la ronda de Uruguay, fue sustituido por la Organización Mundial del Comercio (OMC) en los años 90, y que ya incluyó la agricultura e intentó hacer un comercio más global aunque ello generó protestas ciudadanas y quejas de que se estaba favoreciendo a los países más ricos, motivo por el que trasladaron el evento a la lejana Doha. Respecto a la OMC, muchos países pobres se tuvieron que atener a unas reglas y quedaron atrás respecto a China o Corea del Sur que se las saltaron en los años 80. Mientras los tigres asiáticos pudieron proteger su industria para permitirle crecer a salvo del exterior, las nuevas reglas del OMC impidieron hacer eso mismo a los nuevos socios en desarrollo, con lo que quedaron atrapados. A ello se sumaban una férrea legislación sobre propiedad intelectual, y dejaba la vía cerrada a copiar, que era el viejo truco que antes permitía crecer rápido a los países más subdesarrollados.

Empezaron a surgir voces críticas con la globalización, como la de Krugman.

A ello se añadió la inestabilidad de la libertad de movimientos del capital y de inversiones financieras (sin tasas), lo que los liberales defendían como una forma de que el mercado decidiese dónde era mejor invertir libremente, ya que el inversor era más sabio que el Gobierno. Pero estas decisiones eran muy inestables y los inversores financieros se dejaron llevar fácilmente por el pánico y retiraron millones de capital de varios países de Asia, Argentina o Rusia, dejándolos al borde de la quiebra. En algunos casos,  como Corea del Sur, eran países muy serios y con una base sólida y tardaron dos años en recuperarse; otros, se hundieron.

El autor pone que el mejor ejemplo de globalización que funcionó bien fueron los acuerdos de Bretton-Woods (1944-1973) y que ese debería ser el modelo (una economía mixta y una globalización limitada). En esencia, Bretton-Woods no imponía nada a cada país, sino que comerciaban entre ellos lo mejor posible. El autor dice que si India vende prendas textiles fabricadas por niños que son muy baratas, Estados Unidos podría vetarle su importación pero otros países no; del mismo modo, si la India quisiese vender su textil en EE.UU. debería certificar que no explotaba a la infancia. Y aclara que no es lo mismo que a determinado club te obliguen a ir de corbata que te obliguen a llevarla en todas las situaciones. Ese sería el espíritu del GATT, fomentar los acuerdos bilaterales

Bretton Woods estableció, dice el autor, una forma "superficial" de integración económica internacional, con controles sobre los flujos internacionales de capital, una liberalización comercial parcial y abundantes excepciones para los sectores socialmente sensibles (agricultura, textil, servicios) así como para las naciones en vía de desarrollo. Esto dejaba a cada país su propia versión nacional del capitalismo 2.0 (el capitalismo 1.0 es el de Adam Smith, con el Estado como "vigilante nocturno", el capitalismo 2.0 es la economía mixta de Keynes) siempre y cuando acatara unas pocas reglas internacionales sencillas. El capitalismo 3.0 intentaría hacer una economía global mixta con un mejor equilibrio entre los mercados y las instituciones que lo sustenten a escala global pero advierte que una gobernanza local es un "callejón sin salida" para la mayoría de las naciones (Dani Rodrik busca una solución mejor que salvaguarde los beneficios de una globalización moderada mientras reconoce las virtudes de la diversidad nacional y la centralidad de la gobernanza nacional)

El capitalismo 2.0 fue sustituido por la "hiperglobalización" (presión de la globalización financiera y una integración comercial profunda). Pero tenía 2 fallos: uno era pensar que se podía impulsar una integración rápida y profunda en la economía mundial y dejar que los avances institucionales llegasen más tarde. Y la otra era pensar que la hiperglobalización no tendría efectos sobre las instituciones nacionales o estos serían benignos. Las crisis, tanto financieras como de legitimidad, que produjo la globalización culminaron con el hundimiento del mercado financiero en el 2008 y dejaron al descubierto estos puntos ciegos.

El autor propone las siguientes soluciones para que la globalización se actualice como una nueva versión de Bretton Woods y que tenga en cuenta que ahora el comercio es libre, el genio de la globalización financiera se ha escapado de la botella, Estados Unidos ya no es la superpotencia económica que domina el mundo y no se puede ignorar a mercados emergentes como China o dejando que sigan siendo los que se aprovechan del sistema. Dice que no se puede volver a una mítica "era dorada" con altas barreras comerciales, feroces controles de capital y un débil GATT. Su idea es admitir que la hiperglobalización es una "quimera" y reorientar las prioridades.

Otro concepto del que habla es la "camisa de fuerza dorada" (descrito por Thomas Friedman en El Lexus y el olivo) de la globalización que consiste en imponer reglas fijas a todos los países: libre comercio, mercados de capitales libres, libre empresa y sector público pequeño. Dani Rodrik replica que "Friedman exageró las ventajas económicas de la hiperglobalización y subestimó el poder de la política. Se equivocaba al suponer que las reglas de integración profunda daban lugar a un rápido crecimiento de la economía y al tratar su camisa de fuerza dorada como una realidad fehaciente como fue el fracaso de Argentina).

Cree incluso que la globalización interfiere en las opciones democráticas al imponer estándares laborales (y reacción de las empresas a externalizar  su producción en países más baratos y laxos con la explotación infantil), competencia en el impuesto de sociedades (de momento, solo se persiguen a pequeños paraísos fiscales), estándares de salud y seguridad (hay libertad pero sin que discriminen a las importaciones), políticas industriales en países en desarrollo (la OMC deja poco margen de crecimiento para que países pobres crezcan).

A ello se suma un "trilema" (hay que elegir dos entre tres opciones: hiperglobalización (camisa de fuerza dorada), nación Estado (compromiso de Bretton Woods) y Política democrática (gobernanza global) e hiperglobalización. Su conclusión es que una globalización inteligente puede mejorar la democracia nacional.

Los principios para la nueva globalización son:

1) Los mercados deben estar profundamente integrados en sistemas comunes de gobernanza.

(Bretton Woods no empujó la globalización más allá de la capacidad de una gobernanza global para mantenerla. Dice que debemos recuperar ese espíritu para salvar a la globalización de sus entusiastas).

2) La gobernanza democrática y las comunidades políticas están organizadas, en gran medida, dentro de naciones Estado y es probable que sigan así en un futuro inmediato.

(Un mundo con una globalización moderada sería un lugar mucho mejor para vivir que uno atrapado en la quimérica búsqueda de la hiperglobalización)

3) No existe "un único camino" hacia la prosperidad

(una economía global que reconozca la necesidad y el valor de la diversidad institucional más bien fomentará que reprimirá la experimentación y la evolución).

4) Los países tienen derecho a proteger sus propios sistemas sociales, normas e instituciones.

(Las preguntas no se pueden dejar en manos de los tecnócratas o de instituciones internacionales. Los acuerdos internacionales deben reforzar la integridad del proceso democrático y no sustituirlo)

5) Ningún país tiene derecho a imponer sus instituciones a otros.

(El empleo de restricciones al comercio o las finanzas exteriores para conservar los valores y las normas nacionales debe diferenciarse del empleo de este tipo de restricciones para imponer estos valores y regulaciones a otros países).

6. El objetivo de los acuerdos económicos internacionales debe ser la adopción de reglas de tráfico para gestionar la interfaz entre las instituciones nacionales.

(Para evitar el proteccionismo descarado, habría que hacer cláusulas de no participación o de exclusión voluntaria que se negocian de forma multilateral o con salvaguardias procesales concretas)

7. Los países no democráticos no pueden contar con los mismos derechos y privilegios en el orden económico internacional que las democracias.

(Hay que aceptar las diferencias nacionales en estándares y normativas porque son fruto de decisiones colectivas aunque ello suponga una desviación de la hiperglobalización. Propone activar cláusulas o un principio de discriminación contra países no democráticos).

Uno de sus temores es que los países grandes "con poder de mercado" usen su ventaja para imponer sus reglas de exportación o importación a su antojo, en detrimento de sus vecinos. Eso es algo que ya se ve con las emisiones de CO2 para evitar el calentamiento global.

También descarta una gobernanza global (para imponer un mercado único) y pone como ejemplo el fracaso de la UE, que dejó abandonados a España y Portugal durante la crisis del 2008.

Respecto a las objeciones a estos principios, señala que primero hay que reformar el régimen comercial internacional, regulación de las finanzas globales, aprovechar las ventajas de los flujos globales de mano de obra y encajar a China en la economía mundial.

Añade que el error es pensar que la hiperglobalización es deseable y que tampoco hay que verla como un conjunto único de instituciones o una superpotencia económica principal. Se debería ver como una agregación de países dispares cuyas interacciones están reguladas por una fina capa de reglas sencillas, transparentes y de sentido común. Este planteamiento no construirá un camino hacia un mundo "plano" [nota del lector: se refiere al libro de Thomas Friedman "La Tierra es plana"], una economía mundial sin fronteras. Ve mejor una economía mundial sana y sostenible que deje espacio para que cada democracia decida su propio futuro.



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