lunes, 25 de febrero de 2019

"Así se domina el mundo", de Pedro Baños (2017)

Resumen del libro "Así se domina el mundo", de Pedro Baños (2017)

Resumen original y actualizado del libro:
https://evpitasociologia.blogspot.com/2019/02/asi-se-domina-el-mundo-de-pedro-banos.html

Resumen elaborado por E.V.Pita, doctor en Comunicación y licenciado en Derecho y Sociología

Sociología, geopolítica, relaciones internacionales, poder mundial, política internacional, globalización

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Ficha técnica

Título: "Así se domina el mundo"

Subtítulo: Desvelando las claves del poder mundial

Autor: Pedro Baños

Fecha de publicación: 2017

Editorial: Ariel, Editorial Planeta. Barcelona

Páginas: 468

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Biografía del autor Pedro Baños (hasta 2017)

El autor Pedro Baños es coronel del Ejército de Tierra y diplomado del Estado Mayor, actualmente en situación de reserva. Ha sido jefe de Contrainteligencia y Seguridad del Cuerpo de Ejército Europeo en Estrasburgo. Ha participado en misiones en Bosnia-Herzegovina (Unprofor, Sfor y Eufor) y hoy es uno de los mayores especialistas en geopolítica, estrategia, defensa, seguridad, terrorismo, inteligencia y relaciones internacionales.

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Texto de la contraportada

"Alianzas, manipulación, rivalidad, guerra psicológica... todas las claves de la geoestrategia mundial.

"Desde hace algunos años, debido a la compleja situación actual, la ciencia de la geopolítica - y su aplicación práctica, la geoestrategia. que tiene como objetivo la influencia de los países a escala mundial - está adquiriendo una importancia que en cierto modo había perdido tras la Segunda Guerra Mundial. Pero ¿cómo se relacionan los países? ¿Qué estrategias de poder utilizan?

A través de numerosos ejemplos, veremos que existen diversas estrategias clásicas, todas con un trasfondo de hipocresía y de aprovechamiento de las debilidades ajenas, que ha prevalecido a lo largo del tiempo. También descubriremos que durante toda la historia se han cometido una serie de errores geopolíticos que se siguen repitiendo. Aunque hoy en día las reglas han cambiado por una serie de condicionamientos - como los avances tecnológicos- que obligan a modificar las acciones geopolíticas, existen unos fundamentos inamovibles en este campo.

El coronel Pedro Baños, un experto estratega, nos adentra en las incógnitas de estos juegos de dominio entre países y nos desvela numerosas claves y trucos del poder mundial que se pueden condensar en unas eficaces reglas universales para conseguir nuestros objetivos, con títulos tan sugestivos como "El mundo visto como patio de colegio", "El portero de discoteca", "Empobrece y debilita a tu vecino", o "Miente, que algo queda".

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ÍNDICE

1. Geopolítica y geoestrategia

2. Cómo es el mundo

3. Principios geopolíticos inmutables
    El estado es un ser vivo
    La economía manda
    El determinante peso de la Historia
    No hay aliados eternos, sino intereses permanentes

4. Las geoestrategias inmortales
    La intimidación
    Cerco y contracerco
    Patada a la escalera
    Empobrece y debilita a tu vecino
    Simula y disimula
    El "breaking point"
    Fomenta la división
    La dominación indirecta
    Retuerce la ley para retorcer a tu enemigo
    Quítate tú para ponerme yo
    El que parte y reparte se queda con la mejor parte
    No hagas lo que los demás pueden hacer por ti
    La creación del enemigo
    El contrapeso
    Miente, que algo queda
    Las armas de comunicación masiva
    El pensamiento único
    El abuso de los pobres
    Siembra cizaña
    El fervor religioso
    La vía de escape
    El "buenismo"
    La creación de la necesidad
    El loco
    La sinergia
    Las copas de champán
    El burro y las alforjas
    
5. Errores frecuentes en geopolítica
    Ignorar la idiosincrasia de los pueblos
    Mostrar el poder exponiendo las debilidades
    No estar preparado para lo inesperado
    Confiar en vencer con rapidez y sin pérdidas propias
    Despreciar las religiones y ofender a sus fieles

6. Los pecados capitales de la geopolítica

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RESUMEN

Comentarios iniciales: El libro es muy ameno y se lee de un tirón. Sus capítulos se estructuran en una especie de lección magistral o análisis seguido de sus correspondientes ejemplos históricos o anécdotas diplomáticas o militares para ilustrar su estudio. Cada pieza de análisis es encabezada por una frase de un destacado historiador, militar, diplomático o político (Tucídides, Napoleón, Maquiavelo, Clausewitz, etc...).

Se observan algunos errores de traducción de textos procedentes del inglés como "deception" que es un falso amigo (no significa "decepción" sino "engaño").

Entre sus fuentes cita a los clásicos ( Robert D. Kaplan) y también a los generales chinos Peng Guangqian y Yao Youzhi, así como los estrategas Qiao Liang y Wang Xiangsui.

No obstante, el libro no muestra una potente teoría para interpretar el mundo y la política internacional (salvo la de que el más fuerte es el que manda) en el sentido en el que lo haría Kaplan con su análisis del factor geográfico ("La venganza de la geografía") y los movimientos poblacionales en las planicies. Más bien, la tesis de Baños es que los países son como personas armadas con garrotes y los más fuertes atizan a los débiles para robarles todo a la menor oportunidad. Es bastante crítico con las causas ocultas de la guerra pues, en su opinión, los movilizadores son hipócritas y engañan a la sociedad con causas humanitarias o en búsqueda de la paz mientras priman intereses económicos (defender a una compañía nacional) o geoestratégicos (necesidad de controlar un estrecho para cortar la salida al mar a un país rival).

Recuerda que, según el tratado bélico Wu Zi las motivaciones de la guerra son cinco: lucha por la fama, lucha por el beneficio, acumulación de animosidad, desorden interno y hambre. Recuerda también lo que dijo el conde Alexandre de Marenches en 1986: el conflicto internacional actual consiste en la lucha por el dominio de las materias primas y en el control psicológico de las poblaciones por los medios de comunicación, las Iglesias, la educación y la desinformación. También cita al militar Michael Howard que denunció los excesos de usar a los militares al servicio de intereses económicos. El autor advierte: "En un escenario de hipocresía y cinismo, confía solo en tus propias fuerzas".

En este sentido, considera efectivamente a cada país con su propia personalidad y características físicas: el matón de la clase (robusto y pendenciero), los amigotes del matón y sus desdichadas víctimas, los que hacen frente al matón y son independientes (pero excluidos del juego y condenados al ostracismo), el que finge ser amigo de todos (Suiza), y los que no pintan nada y son indiferentes para el resto (lo mejor es pasar desapercibido). Las naciones serían como "niños" en un patio.

Y luego están los desarrapados (6.600 millones), que ansían que cambien las tornas para ocupar el sitio de los ricos y los privilegiados (900 millones). El autor cree que hay una enorme desigualdad en el mundo. Otro problema, según dice, es que las nuevas generaciones de gran parte del mundo no han conocido las guerras ni sus horrores y podrían caer en el error de buscar honor y gloria, y botín rápido, y montar otro calamitoso desastre. Ve improbable otra guerra mundial (pero no imposible) ya que las grandes potencias apuestan por enfrentarse a través de países secundarios (Vietnam, Corea) y además ahora se actúa mediante "guerras híbridas" (en países interpuestos, manipulación de la opinión pública, guerra comercial y financiera, ciberguerra...).

El mundo actual sería una especie de estado natural sin Estado hobbesiano que imponga el orden (Kaplan). Y recuerda lo que dijo Friedrich Ratzel (en "Sobre las leyes de la expansión espacial de los Estados") sobre la expansión de los países más poderosos (cultura, economía) hacia una frontera viva y cuya lógica de absorber territorios más ricos en la periferia para ampliar su "espacio vital" (el Lebensraum). Por otra parte, el padre de la geopolítica fue el sueco Rudolf Kjellén, que consideraba que el Estado tiene vida (nace, lucha, se desarrolla, ejerce su influencia, entra en declive y muere y da lugar a otro sistema social). Otro geopolítico fue Karl Haushofer (que justificaba la expansión de la Alemania industrial en el siglo XX debido a su limitación de recursos y materias primas). 

En general, varios geopolíticos coinciden en ver una constante histórica en el hecho de que los grupos son expansionistas. El autor dice que tales necesidades de un Estado "vivo" siguen vigentes: el Estado debe cubrir las necesidades básicas de su población (alimentación) y la industria (materias primas y recursos energéticos).

Según esta teoría, el país más fuerte ahora es Estados Unidos, el cual es desproporcionadamente poderoso y prácticamente domina los mares y ejerce un poder real en todo el globo. Según el autor, tal poder americano está en declive y ahora tiene a dos rivales ganando protagonismo: Rusia, que intenta recuperar su esplendor e influencia, y China, una poderosa potencia comercial en expansión. Los frentes son diversos: hay choques con Rusia en el Ártico, en Europa del Este (donde se ha expandido la OTAN) y en Siria (zona de influencia rusa en el Mediterráneo) con China en el mar de China y el Pacífico. A ello se suma la carrera o pugna mundial por captar materias primas mineras y energéticas en África (en las que están involucrados Francia, EE.UU., y China, entre los más activos). Son los llamados "minerales estratégicos": primero fueron el hierro y el cobre, luego el petróleo, y ahora el uranio, cobre, cobalto, manganeso, cromita, tierras raras (de las que Corea del Norte tiene grandes reservas sin explotar), germanio, berilio, bauxita, litio, grupo del platino. El coltán ni siquiera es comercializado abiertamente.

La economía fue razón para las guerras púnicas (Cartago se convirtió en un rival comercial de Roma en el Mediterráneo), napoleónicas (Inglaterra, potencia manufacturera, hundió en Trafalgar la flota de España y Francia y se convirtió en dueña de los mares), la Guerra de Cuba (EE.UU. necesitaba controlar los pasos de Cuba para ir seguro al Canal de Panamá y las islas Filipinas era su puente en tierra para controlar el Pacífico) o la Primera y Segunda Guerra Mundial (guerras proteccionistas, el Imperio Británico contra la Alemania industrial necesitada de petróleo, independiente de los préstamos internacionales mediante el trueque sin interés y que estaba aumentando su flota, Japón y EE.UU. pugnando por el control del Pacífico) y las guerras de Oriente Medio (control del petróleo en Irán y equilibrio con Irak en una guerra de desgaste entre ambos, el interés de Francia en los hidrocarburos de Libia) y finalmente China-Corea (la guerra por el dólar de China, las minas de tierras raras (magnesita) de Corea del Norte). 

 Las necesidades estratégicas y críticas actuales están en Guinea (bauxita), cobalto (Congo), cromita (Sudáfrica, Kazajistán, India), manganeso (Gabón, Brasil, Ucrania), germanio, grafito y tierras raras (China), estaño (Indonesia), hierro (Brasil), uranio, niquel y paladio (Rusia) y el caso especial de Afganistán (lleno de oro, cobre, hierro, cobalto, tierras raras, litio, cromo, plomo, zinc, berilio, fluorita, niobio y uranio). Sin olvidar que el petróleo y el gas mueven el mundo y, en un futuro, el mundo estará en manos de quien controle la producción y distribución de electricidad (el país que sea dependiente, se convertirá en un esclavo tecnológico de los más desarrollados).

El autor también habla de las "guerras postmodernas", que se caracterizan por usar abrumadoramente instrumentos económicos y financieros para debilitar y derrotar al enemigo: concesión de préstamos, imposición de sanciones, informes de agencias de calificación, inversiones de fondos soberanos y capital riesgo, dominio de los mercados, control de las bolsas, manejo de la deuda y otras herramientas bancarias en evolución. Los estrategas chinos Liang y Xiangsui creen que en las guerras futuras aumentarán las hostilidades financieras.

La "neoglobalización" es la nueva globalización en la que el actor dominante sería China aprovechando las infraestructuras ya creadas por los occidentales (inundaría los mercados a precios baratos y los beneficios los derivaría al campo militar o ciberespacio). La Ruta de la Seda a Europa y su paralela por el mar (a África y Sudamérica) enlazaría el 60 % del mercado global. El autor vaticina que EE.UU. no se quedará de brazos cruzados y baraja Corea del Norte como campo de batalla entre las potencias (sin hacerse daño entre sí, claro).

Respecto a quien domina la economía mundial cita a la discreta e invisible familia Rothschild (tiene 2 billones de dólares; se ignora su capacidad real para influir en decisiones clave de alcance mundial), la casa Saúd (1,4 billones), los Walton (Wallmart, solo 152.000 millones), Koch (petróleo, 89.000 millones) y los Mars (dulces, 80.000 millones).

Por otra parte, el mercado mundial del grano está dominado por cuatro grandes, las ABCD: AMD (USA), Bunge (Brasil), Cargill (USA) y Dreyfus (franco-holandesa).
En cuanto a pesticidas, fertilizantes y alimentos transgénicos están Monsanto, Dupont y Dow (USA), Bayer (Alemania), Syngenta (Suiza) y ChemChina.

A todo ello se suma, según el autor, la "inteligencia económica" llevada a cabo por Francia, ya que el Estado pone facilidades a las empresas privadas para informarles de concursos, ventas, obras públicas... para ganar ventaja sobre otros países.

Esto es en cuanto a la Economía.

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Otros conceptos que maneja, además de la "guerra híbrida" (que mezcla presión mediática, bloqueo económico, ciberguerra, desestabilización interna de un país financiando a facciones y azuzando cizaña entre ellas) es el de "lawfare" (guerra jurídica en la que se usa el derecho internacional para deslegitimar al enemigo, por ejemplo, por no respetar los derechos humanos, elecciones tramposas, con lo que se logra paralizarlo financieramente). Lo curioso es que este derecho internacional solo se aplica a los países del montón pero los importantes no se someten a él. El autor recuerda que Japón, sutilmente, suele dejar caer que si le procesan por crímenes de guerra durante la Segunda Guerra Mundial, él podría sentar a EE.UU. por arrojar dos bombas atómicas contra dos ciudades llenas de civiles desarmados.

Otro concepto que usa es el de "soft power", que sería el que usaba Obama para mantener el control en el mundo sin presionar demasiado a sus oponentes, usando la diplomacia, el uso de la desestabilización interna, o violencia de baja intensidad (mediante ataques selectivos de drones). En todo caso, todos saben quién manda.

El autor habla de otros factores históricos. Recuerda que Corea del Norte fue bombardeada hace medio siglo por EE.UU. y perdió al 20 % de la población. El autor concluye que los siguientes dictadores presumieron de misiles intercontinentales y bomba nuclear para disuadir a USA de futuros bombardeos, lo que aplaudió la población al garantizarles seguridad. También menciona otros casos de países "indomables", caso de Afganistán (partido en dos en el siglo XIX por las intrigas del Imperio Británico para cortarle el paso a Rusia hacia el Índico y crear un tapón de tierra, con lo que dejó al pueblo pastún dividido por la mitad; el autor recuerda que Afganistán fue una piedra en el zapato para Alejandro Magno, Inglaterra, la URSS y EE.UU. debido a la fiereza de sus moradores de las montañas que solo obedecen la ley de venganza de su clan).

Otro de los factores es el cultural y recuerda la dificultad de que las ideas occidentales convenzan a los países de Oriente Medio para "occidentalizarse". El autor advierte que no todos los países piensan con la lógica de Occidente ni ven la democracia ni los derechos humanos ni la libertad de expresión tan atractivos, por increíble que les pueda parecer a los occidentales (y recuerda esas misiones "humanitarias" que dejan bombardeos y caos a su paso). En el caso de China, el autor cuenta que esta potencia se "vende" a los países africanos y sudamericanos como un país bueno que no se mete en los asuntos internos ni les da la consejos ni "moralina" como los occidentales.

El autor también refiere lecciones de estrategia que dio la historia pero también la vida misma. Recuerda por ejemplo el hecho de la "patada a la escalera": una vez que una potencia ha subido a la cima tira la escalera para que no suban sus rivales. Sería el caso de EE.UU. rodeando a la exURSS por Europa del Este y el Báltico (al expandirse su flanco la OTAN), boicoteando la presencia de Rusia en Siria y ejerciendo influencia en el Mar Negro y Aral, donde ya tiene bases americanas, así como en Thule (Groenlandia, para controlar el Ártico). En Asia, EE.UU. intenta mostrar músculo a China, con un gran despliegue en Corea del Sur, y China, a su vez busca crear un "mar interior" sin extranjeros.

La idea general es que por muy poderoso que sea un país, debe saber primero a qué se enfrenta cuando invade un país. Recuerda que el día-D del desembarco en Normandía, los aliados vieron frenado su avance por muros vegetales de 3 metros que habían creado los celtas 2.000 años antes. En otros países, un "patinazo" cultural generó graves tensiones: la revuelta de los cipayos en la India contra los británicos (por untar con grasa animal los cartuchos), las rebeliones religiosas en Afganistán o Pakistán porque los americanos hicieron algún sacrilegio, o la tenacidad vietnamita (que ya había echado a los colonizadores franceses) y con los que para EE.UU. fue imposible negociar  nada que no fuese la inmediata retirada americana del país. También está el caso filandés, cuya pequeña población se dividió en guerrillas y paró a los carros de combate soviéticos en 1939 durante todo el invierno hasta que Stalin tuvo que desistir. O cómo los guerrilleros españoles convirtieron en un infierno la presencia de las tropas napoleónicas en la Guerra de la Independencia (donde Napoléon perdió medio millón de hombres en cinco años, "gota a gota").

El autor recuerda que la guerra es "incontrolable" e "impredecible" y que aunque todos van con la idea de ganar suele haber "sorpresas". Un enemigo débil puede atacar el punto más vulnerable de su prepotente atacante. O el conflicto, previsto para unos días, puede encenagarse durante décadas (pone como ejemplo Afganistán, Vietnam).

El fervor religioso también es un catalizador para que las poblaciones vayan a la guerra pero el autor recuerda que, generalmente, los poderosos tienen otros intereses inconfesables (generalmente económicos o geopolíticos), por lo que suelen disfrazar toda guerra como una "causa justa" (un concepto que se remonta  a los monjes-guerreros de las Cruzadas y ahora a los "muhaidines"). Eso ha dado pie a guerreros fanatizados por una total fidelidad a una religión, del signo que sea, y que le han venido muy bien a algunos gobernantes. El autor recuerda la película de Rambo III, quien lucha junto con los talibanes (los "buenos") contra los soviéticos (los "malos") en los años 80 y 20 años después, se invierten las tornas, y son estos guerreros de las montañas con un férreo control del honor los "malos" porque pelean contra EE.UU.

Del mismo modo, remover demasiado un avispero lleno de exaltados guerreros fanáticos no es una buena idea, según explica el autor. Recuerda que si un enemigo débil no tiene salida para la derrota puede actuar a la desesperada, caso de la población que se suicidó en Numancia (cercada por los romanos) y de otras ciudades que siguieron la misma suerte para no claudicar. Eso lleva a la figura del terrorista suicida que actúa a la desesperada para defender su país o echar a los invasores más fuertes: se han visto muchos casos a lo largo de la Historia, desde los judíos kamizaces (zelotes) contra los romanos a las mujeres cargadas de explosivos que atentaban contra los alemanes en Varsovia, los ataques japoneses contra los portaaviones, los vietnamitas o los terroristas globales "muhaidines" de las torres del 11-S y otros cientos de ataques.

El autor también comenta cómo se divide el mundo en los "buenos" y "malos". Si un país no rinde pleitesía al más dominante, o no hace lo que él quiere, pasa a entrar en la lista de los "malos" y se convierte en un paria internacional si es que no lo invaden directamente. También está la técnica del "portero de discoteca" (solo un puñado de países tienen derecho de veto en la ONU, solo unos pocos son admitidos en el distinguido club del G-8, o no tienen por qué someterse a los dictados del FMI sino que reciben préstamos amistosos por otras vías). China usa ese poder de veto para "vender" a sus socios comerciales que si tienen algún problema con Occidente, puede bloquear cualquier decisión de la ONU.

Otro factor es la influencia cultural y la presión en la opinión pública. El autor relata tantos ejemplos de cómo las grandes potencias interfirieron en la opinión pública de otros países y lo siguen haciendo (para amoldarlos a sus intereses crean institutos de opinión, financian partidos que defiendan estos intereses) que no le cabe más que concluir que "todos lo hacen". Un caso paradigmático es el del magnate de la prensa Hearst que lanzó en 1898 una campaña mediática contra España (que les tocaría hacer el papel de los "malos") para convencer con todo tipo de falsedades a los estadounidenses de que había que declarar la guerra para liberar a los cubanos de la opresión. En una guerra rápida, EE.UU. se hizo con el control de Cuba, Filipinas y Puerto Rico mientras que España, que desde 1808 era una potencia menor, perdió sus últimas colonias oceánicas. Ningún país europeo se atrevió a desafiar a USA, convertida ya en una gran potencia.

La conclusión del autor es que el mundo sigue siendo inestable y es probable que aumenten los "microestados" y las fragmentaciones de países por una sencilla razón: son más fáciles de controlar por los grandes (en concreto EE.UU., Rusia y China). En vez de haber grandes estados medianos o incluso continentales (como la UE), o un poder fuerte de la ONU, existe un mosaico de países débiles o instrumentales (caso de Panamá o Yemen) que tienen importancia geoestratégica y tienen que amoldarse a lo que digan los países más poderosos. A todo ello se une que entre los propios aliados se espían (como se ve en los papeles y cables diplomáticos de Wikileads, etc...) por lo que conviene ir con precaución en el mundo global.


lunes, 4 de febrero de 2019

"Capitalismo Big Tech", de Evgeny Morozov (2018)

Resumen del libro "Capitalismo Big Tech", de Evgeny Morozov (2018)

Resumen original y actualizado del libro:
https://evpitasociologia.blogspot.com/2019/01/capitalismo-big-tech-de-evgeny-morozov.html

Resumen elaborado por E.V.Pita, doctor en Comunicación y licenciado en Derecho y Sociología

Sociología, sociedad de la información, tecnología, Internet, redes sociales, capitalismo, fin-tech

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Título: "Capitalismo Big Tech"

Subtítulo: "¿Welfare o neofeudalismo?"

Autor: Evgeny Morozov

Nota: son artículos publicados en The Guardian (desde el 2011)

Publicación en español: Madrid, 2018 / Editorial Enclave de libros

Páginas: 272
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Biografía del autor Evgeny Morozov hasta el 2018

Evgeny Morozov nació en 1984 en Soligorks, en Bielorrusia. Es escritor e investigador de las implicaciones políticas y sociales de la tecnología. Editor y colaborador de The New Republic y autor de The Net Desilusion: The Dark Side of Internet Freedom (premio Notable Book del NYT 2011 y del Kennedy School de Harvard). Otros libros son To Save Everything click here, La locura del solucionismo tecnológico (2013).
Los escritos de Morozov han aparecido en revistas y periódicos como NYT, Wall St. Journal, FT, The Economist, The Guardian, The New Yorker, New Scientist, The New Republic, Corriere della Sera, El País, Newsweek International, International Herald Tribune, San Francisco Chronicle, Frankfurter Allgemeine Zeitung, Folha de S. Paulo

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Texto de la contraportada

"Las grandes empresas tecnológicas se encuentran en una posición envidiable: durante casi dos décadas han utilizado las más extravagantes fórmulas de extracción de datos a bajo precio, y en este momento pocas instituciones, incluidas las gubernamentales, pueden competir con ellas. Paradójicamente, han recibido numerosas ayudas gubernamentales así como fondos militares del Pentágono e instituciones similares y ahora van a vender el fruto de esas ayudas a los gobiernos y a los contribuyentes a precios elevados. No parece precisamente una transición a algún modelo de poscapitalismo.

La industria tecnológica en su conjunto está pasando de una economía basada en bienes y servicios gratuitos y fuertemente subvencionados a una economía que cobra cada bien y servicio e incluso tenderá a personalizar el precio según la capacidad de pago. Es decir, una economía en la que nuestra infraestructura rica en sensores puede cobrarnos precios flexibles dependiendo de cuánto hayamos utilizado un determinado recurso y, tal vez, incluso de cuánto nos haya satisfecho, supone que los consumidores actuales tienen el dinero para pagar estos bienes y servicios - y que el dinero no sólo proviene de más deuda. Desde la perspectiva de los inversores de capital riesgo de Silicon Valley, la agenda de una renta básica universal (RBU), asociada con una economía dominada por rentistas que controlan gran parte de la infraestructura que impulsa la vida cotidiana, es una fantástica subvención encubierta para Silicon Valley.

El libro recoge una selección de artículos publicados en The Guardian y dos ensayos inéditos".

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ÍNDICE

Facebook y Twitter son lugares frecuentados por revolucionarios

Reseña de Free Ride, de Robert Levine

Reseña de La Catedral de Turing, de George Dyson

¿Quién paga para que podamos navegar por la Red? Cuidado con la última solución de Google.

¿Quién es el verdadero enemigo de la libertad en Internet: China, Rusia o Estados Unidos?

Facebook no es una organización benéfica. Los pobres pagarán con datos.

Google puede cambiar de nombre, pero el juego sigue siendo el mismo

¿Anuncia el reinado de Silicon Valley el final de la socialdemocracia?

¿Por qué envejecer? La solución de Silicon Valley es una receta contra la soledad

Silicon Valley explota el tiempo y el espacio para expandir los límites del capitalismo

Cuidado, los forofos de Silicon Valley quieren hacer de ti un rebelde disruptivo

¿Carrera barata en taxi? Tal vez no te hayas enterado del auténtico precio de Uber

Silicon Valley parlotea  sobre "ingresos básicos", pero son palabras vacías

El Estado ha perdido el control, ahora son las empresas tecnológicas las que dirigen la política occidental

Los gigantes tecnológicos están muy ocupados privatizando nuestros datos

La privacidad de los famosos como ejemplo de la hipocresía de los sectores poderosos de Silicon Valley

Cuidado con el "blanqueo empático" de los que quieren hacerse pasar por "capitalistas solidarios"

Silicon Valley iba a transformar al capitalismo. Por ahora solo lo está potenciando

Solo a un sector público carente de liquidez le puede parecer atractiva la tecnología "inteligente"

Rockefeller donó dinero en subvenciones no reintegrables ¿Podemos decir lo mismo de los barones tecnológicos actuales?

Los populistas de los datos deben aprovechar nuestra información... por el bien de todos nosotros

El pánico moral en torno a las noticias falsas está ocultando al verdadero enemigo: los gigantes digitales

¿De verdad quieres salirte del mundo digital? Me temo que te va a costar...

Al desmantelar las leyes nacionales de privacidad, Estados Unidos va a perder el control de la red mundial de Internet.

¿Por qué necesitamos "héroes por accidente" para lidiar con los ataques cibernéticos globales?

La inseguridad cibernética es un regalo para los "hackers", pero son nuestros propios gobiernos quienes la crean

Para controlar el poder de Google, los reguladores tienen que perseguir su propiedad de los datos

Internet como ideología

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RESUMEN

Comentarios iniciales: El autor arremete contra los gigantes tecnológicos al considerar que se están aprovechando del usuario para extraer sus datos. Ahora que la minería de datos ya está completa (lo saben todo de cada usuario y nuevos datos no van a aportar nada), cree que ha llegado la hora de cobrar por el servicio. Para pagarlo, la solución es instaurar una Renta Básica Universal (RBU) para que todos cobren una renta mínima. Por un lado, se compensa económicamente a los perdedores de la automatización (un gurú tecnológico propone poner a esos desdichados que quedaron sin empleo por la robotización unos cascos virtuales para que sean felices todo el día). Por otro, el dinero de la renta básica volverá a Silicon Valley porque los ciudadanos tendrán que abonar sus servicios en las redes sociales e Internet. El autor concluye que Internet no abrirá un mundo de posibilidades en una sociedad postcapitalista (altruista y medioambiental) sino que, cínicamente, seguirá explotando a los usuarios aún más por unos gigantes tecnológicos (las plataformas Big Tech) convertidos en señores neofeudales que lo controlan todo gracias a una tecnología fuera del alcance del común y establecen los términos del debate político y social. Ve un sistema problemático con muchas desigualdades, aletoriedad y arbitrariedad.

Otros están usando los datos para otras cosas: por ejemplo, dice que Google está usando a los internautas que hacen búsquedas para entrenar a una Inteligencia Artificial, que es el producto que sí va a dar mucho dinero [nota del lector: es la tesis final de "Superficiales. Cómo Internet está cambiando nuestras mentes", de Nicolas Carr]. Otros como Uber no se sabe muy bien para qué quieren los datos de los pasajeros, que es algo que interesa a países ricos de Arabia, pues están invirtiendo mucho. 

El autor señala que las Big Tech se consideran una solución a la crisis económica mundial, el debilitamiento de las leyes antimonopolio y la privatización de los servicios públicos. La esperanza de una revolución digital estructuralmente transformadora son compartidas por diversos autores.

Sostiene que aunque el auge del sector big tech ha logrado mantener la economía global a flote sin provocar transformaciones políticas sistémicas (las élites compraron tiempo), a largo plazo solo multiplicarán las contradicciones del sistema actual y habrá prácticas más jerárquicas.

En la izquierda, Paul Mason piensa que la digitalización no solo alimentaría una nueva clase de identidad político-cosmopolita en los ciudadanos, sino que también fomentaría distintos modelos económicos, flexibles, descentralizados (un socialismo no determinado que subsanaría los inconvenientes de la planificación central).

En el centro, Jeremy Rifkin cree que la aparición de Internet de las Cosas promoverá la apareción de productos y servicios producidos a un coste marginal cero, lo que alterará de forma considerable la economía de los acuerdos comerciales y señalará el comienzo de un futuro descentralizado, humano y amigable con el medio ambiente.

Los libertarios pospolíticos Ray Kurzweil y Peter Diamandis (impulsores de la Singularity University) consideran que las tecnologías digitales afectarán de manera radical a muchos sectores económicos ahora mismo estancados (educativo y sanitario) mediante nuevos modelos de negocio y la redifinición de instituciones viejas y anticuadas, como el Estado de bienestar.

En todos los casos, el autor duda que aunque no domine la lógica de la acumulación de capital, tampoco habrá el nirvana igualitario, ecológico y poscapitalista que esperan Mason, Rifkin o Kurzweil.

El autor estudia la nueva tendencia de dotar a todo de Inteligencia Artificial avanzada una vez que todos los datos del mundo ya están conseguidos (mantener servicios gratis a cambio de datos ya no ayudaría a obtener nuevos datos por lo que ya no tiene sentido). La siguiente fase sería de pago, que cada usuario pague por búsquedas concretas. El autor dice que se necesitan empresas gigantes para amasar esos datos y reordenarlos mediante IA y construir nuevos servicios pero el problema es que no tiene porque ser necesario que esa empresa sea Google (Alphabet) sino una empresa de un país o continente (Europa) para facilitar un entorno competitivo y no monopolístico (pues ahora la Ley de Competencia no está frenando la transición a un feudalismo de datos, donde el recurso clave es propiedad de una o dos corporaciones).

El autor dice que los intelectuales que reflexionaron en los inicios de Internet (y auguraron la emancipación cibercultural y la soberanía popular sobre la tecnología) eran unos ingenuos, dice que los sueños utópicos que impulsaron la visión de Internet como una red cosmopolita, democratizadora y antagónica con el poder constituido han perdido hacía tiempo su atractivo universal. La aldea global nunca se materializó, "pero obtuvimos un feudo completamente parcelado entre las corporaciones tecnológicas y los servicios de inteligencia".

El autor señala que Europa se quedó atrás (al no montar una superplataforma como Facebook) y ahora le han comido su parte del pastel. Mientras en EE.UU. el sector tecnológico estaba montado desde "arriba" (e integrado en un capitalismo New Age, un capitalismo más inteligente e integrador, como los Ted Talks, así como el empoderamiento del consumidor; el Whole Earth Catalog y Stewart Brand). En cambio, en Europa, se vinculó más a movimientos "hackers" contraculturales que luego se esfumaron. El resultado es que Silicon Valley ofrece servicios creados por ellos mismos: Uber, Amazon, Airbnb, etc... Para el autor "somos peces muertos que seguimos nadando en el acuario".

Hay dos tendencias: una posmoderna (sospecha de las imposiciones) y la ideología neoliberal que hizo que triunfase la identidad del consumidor sobre el ciudadano. Según dice el autor, Silicon Valley se aprovechó de que los lazos de solidaridad de la sociedad ya estaban disueltos y ofreció una retórica de la movilidad social (todo a precios más bajos). Wipikepia se puede ver con una doble lenta: la gente abandonada a su suerte es capaz de hacer grandes proyectos públicos o bien, no hace falta gastar en cultura pública porque ya se puede hacer sola y de forma más eficiente (a través del crowdfunding). Y respecto a la economía colaborativa no se sabe si es un poscapitalismo auténtico y cooperativo o capitalismo que convierte todo en mercancía. El problema, dice el autor, es que para entender Internet (y sus efectos en el empleo, la automatización y la financiarización), hay que tener una visión "desde fuera" y no los "cuentos de hadas" del complejo industrial de Silicon Valley (ligado a gigantes como Goldman Sachs y a tratados comerciales como Tisa, Ttip, Tpp que abogan por el libre flujo de datos (y capitales)).

El autor señala que aplicando esta lógica de las lentes "post Internet" (de poner cara a quién está detrás de la "libre circulación de datos") se empiezan a interpretar algunos fenómenos como las "smart cities" (nuestra infraestructura urbana es entregada a gigantes tecnológicos poco transparentes y luego es imposible remunicipalizar a Google)

Otra clave es que la crisis impidió destinar dinero a la innovación (lo que concedió ventaja a las tecnológicas de Silicon Valley) ni generar alternativas públicas (un futuro tecnológico no liberal). Por contra, no ve esperanza en un Internet ligado al capitalismo global que aboga por un papel dominante del mercado en la vida social pues los nuevos valores que Internet lleva implícitos "quedarán aplastados por la fuerza de la subjetividad neoliberal". Sería el "fin de la historia" pero el autor tampoco descarta que los ciudadanos recuperen la soberanía popular sobre la tecnología (una vez recuperada la soberanía sobre la economía y la política).

El autor señala que el recurso más importante del siglo XXI es la inteligencia artificial (concentrado en Silicon Valley) y las empresas se dedican a "extraer rentas" (monopolios buscadores de rentas) en un entorno no competitivo. De esta forma, las empresas monopolísticas (tipo Microsoft) idean nuevos métodos de extraer rentas (ingresos adicionales de sus usuarios) en materia de ciberseguridad (en vez de hacer más seguro su software) o los servicios en la nube. El autor cree que Silicon Valley es un obstáculo para el resto de la economía porque no se dedica a producir la abundancia digital infinita que promete.

Respecto a las noticias falsas (fake news), el autor dice que son el subproducto del capitalismo digital lo mismo que el cambio climático del capitalismo de la energía fósil. El problema, dice el autor, es que gigantes como Google o Facebook están monopolizando la resolución del problema cuando debería ser una tarea de las democracias.

Otro problema es el "derecho a desconectarse", que todo el mundo tiene pero nadie ejerce. Parece contradictorio que usemos el correo electrónico para ahorrar tiempo y luego lo perdamos viendo Facebook. Al final, no es posible salirse de las redes sociales.

Por otro lado, dice que las tecnologías "revolucionarias" de Silicon Valley ya no lo son (sus productos, incluido, el blockchain) son tan reaccionarios que les encantan a las compañías de seguros para tener todos nuestros datos. El autor teme que la tecnología sea la puerta de entrada para el capitalismo mafioso (en referencia a grandes grupos inversores globales, farmacéuticas, aseguradoras) que se apodera de nuestros datos y crea una estructura de la que luego es dificil salir ya que para que funcione un coche autónomo se necesita IA, todo el negocio está conectado.

A mayores de la "cháchara" innovadora de Silicon Valley, la economía basada en datos masivos está arruinando la asignación eficiente de recursos (suena a planificación; recuerda a un Gosplan 2.0 soviético en el que las élites despilfarran sus enormes recursos en proyectos moonshot, inútiles, por capricho o para favorecer a amigos). El gran problema que subyace es que Google o Facebook acaben gestionando la infraestructura básica mundial. El autor dice que el coste real es mucho mayor que el que paga el usuario (se supone, que todo se financia con la publicidad pero se entiende que hay unos costes ocultos que, en condiciones de libre mercado, dispararían el coste al usuario pues ahora muchas empresas tecnológicas están perdiendo dinero mientras los inversores inyectan capital con esperanza de recuperarlo con creces). El siguiente paso es "cobrar" por los servicios de las plataformas, cuando todos dependan de ellas, y por ello se está mejorando el servicio de micropagos con bitcoins y blockchain. Y los balances son ficticios ya que los datos recopilados pueden carecer de valor para el sector publicitario.

También habla de las "minieconomías de mando" (conglomerados financieros con subvenciones cruzadas) y que no pagan impuestos (porque ello socavaría la "innovación"). Ve una posible mutación desde el Estado de Bienestar  a un "feudalismo hipermoderno" (las personas atrapadas en su infraestructura tendrán que pagar por todos los servicios).

Cuando llega un momento en que las aseguradoras tienen tus datos y te "recomiendan" hacer más deporte para estar más sano, ¿qué pasa si te tumbas el sofá a leer? El autor dice que es difícil retirarse de este tipo de economía en la que el valor está en la interacción de datos masivos propios de un futuro distópico donde prolongan nuestra existencia para sacarnos todavía más datos. "El neoliberalismo prometió liberarnos a todos pero hoy es más difícil que nunca escapar de sus garras", dice el autor.

Morozov explica que mientras la socialdemocracia se desmorona, la gente tiene fe en unos dispositivos móviles y plataformas pero no hay más que ver cómo es el modelo de Uber (condiciones draconianas para sus empleados no-contratados)


(continuará)