domingo, 11 de enero de 2015

"Desigualdad y cambio industrial", de James K. Galbraith (y Maureen Berner) (2001)

Resumen del libro: "Desigualdad y cambio industrial", de James K. Galbraith (y Maureen Berner) (2001)

Ver el resumen original y actualizado en: 

Autor del resumen y comentarios: E.V.Pita (2015), licenciado en Derecho y Sociología

Sociología, desigualdad, cambio social, estructura social

Título: "Desigualdad y cambio industrial"
Subtítulo: Una perspectiva global

Título original: Inequality & Industrial Change. A Global View.

Autores: James K. Galbraith y Maureen Berner

En colaboración con otros autores, aunque la mayor parte de los capítulos corresponden a Galbraith y otros autores.

Edición en inglés: 2001

Edición en español: 2004, Ediciones Akal SL, Madrid

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Biografía oficial de los autores y editores (hasta 2004)

James K. Galbraith es profesor en la Lyndon B. Jonhson School of Public Affairs y en el Departamento de Gobierno de la Universidad de Texas en Austin. También es senior scholar en el Jerome Levy Economics Institute y presidente nacional de Economist Allied for Arms Reduction, En 1981-1982 fue director ejecutivo del Comité Económico Conjunto del Congreso de Estados Unidos y en 1985 guest scholar en la Brookings Institution. Entre sus obras destacan Created Unequal, The Crisis in American Pay (1998) y Balancing Acts; Technology, Finance and the American Future (1989).

Maureen Berner es assistant professor en el Instituto de Gobierno de la Universidad de Carolina del Norte, en Chapel Hill. Galardonado con el Excellence in Teaching Award de la Universidad de Texas (1996-1997), enseñó en la Public Service Academy de la Universidad del Sudoeste del Estado de Texas y trabajó en la Accounting and Information Management Division de la US General Accounting Office, Autora de diversos artículos en gran número de publicaciones de investigación y política económica, su tesis doctoral recibió en 1999 el premio de la National Association of Schools of Public Affairs and Administration.



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Texto de la contraportada: 

"El presente libro ofrece un análisis global de la distribución de la remuneración salarial, aportando nuevas medidas sistemáticas. Sus distintos capítulos abarcan desde la estructura salarial estadounidense de 1920 a 1998 hasta la desigualdad de la remuneración y el desempleo en Europa desde 1970, pasando por la evolución de la desigualdad, el crecimiento industrial, la liberalización, las crisis financieras, la violencia estatal y la política industrial en más de 50 países desarrollados.
En sus páginas, en las que se evalúan los principales debates sobre el incremento de la desigualdad, se apoya la existencia de una poderosa dinámica macroeconómica de la desigualdad en la remuneración, tanto en los países ricos como en los pobres, un punto de vista que se remonta a Keynes y Kutnets. Algunos capítulos presentan descripciones detalladas de un nuevo conjunto de datos sobre la desigualdad global de la remuneración basado en el estadístico T de Theil, mientras que los dedicados a la teoría y la metodología permiten acceder a las medidas y técnicas estadísticas no paramétricas fundamentales en estos estudios.

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ÍNDICE

Parte I. Introducción a la teoría y el método

1. La teoría macroeconómica de la distribución de la renta

2. Midiendo la desigualdad y el cambio industrial


Parte II. Desigualdad, desempleo y cambio industrial

3. La estructura salarial estadounidense: 1920-1947

4. Desigualdad en los salarios manufactureros estadounidenses: 1920-1948: una estimación revisada

5, Estructuras salariales interindustriales: nuevas evidencias en la OCDE

6. Desigualdad y desempleo en Europa: el remedio estadounidense

7. Hacia una nueva hipótesis de Kuznets: teoría y evidencia sobre crecimiento y desigualdad

8. Midiendo la evolución de la desigualdad en la economía global

9. Regionalización económica, desigualdad y crisis financieras

10. Desigualdad y violencia estatal: un breve informe

11. Valorando el comportamiento de los regímenes latinoamericanos: 1970-1995

12. La evolución de la desigualdad en los ingresos industriales en México y Brasil.

13. El legado de la industrialización pesada: un análisis empírico de la política industrial coreana.

14. Desigualdad y desarrollo económico: reflexiones a modo de conclusión


Parte III. Métodos y técnicas

15. Construyendo series temporales de la desigualdad largas y densas a partir del índice de Theil

16. El análisis clúster y discriminante de las series temporales como una herramienta de investigación.

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Motivo de la elección del libro:

 James K, Galbraith ha publicado en el 2014 el libro: "The End of the Normal". Esta era su obra más reciente que he encontrado disponible. A ello se suma el interés que ha despertado la desigualdad salarial tras la obra de Piketty El capital del siglo XXI.

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Resumen:

Mejor la T de Theil que el Indice de Gini

El primer interés del libro es distinguir entre la medición de la desigualdad con el método del índice de Gini o de la T de Theil. El autor señala que el conjunto de datos industriales en manos de los economistas ha permanecido como un recurso infrautilizado, en parte, debido a que normalmente no están adaptados a las técnicas estadísticas diseñadas fundamentalmente para operar con encuestas muestrales. Precisamente, el autor y sus colaboradores han elegido sus técnicas con las características de los datos industriales agrupados, jerárquicos y evolutivos en mente. El estadístico de Theil les ha dotado de un método para explotar estos conjuntos de datos con el objeto de obtener evidencias sobre el cambio en la desigualdad a lo largo del tiempo. El análisis cluster les ha permitido dotar de algún significado a las pautas subyacentes del cambio salarial. Y el análisis de funciones discriminantes les ha permitido delimitar, en cierto modo, las causas de la variación intergrupal con el objeto de obtener alguna intuición sobre los acontecimientos macroeconómicos, políticos o externos que han desarrollado los principales papeles en la determinación de los cambios en la distribución de las rentas industriales.

Proceso histórico de desigualdad

Al final de la Primera Guerra Mundial, la estructura de los salarios en la economía estadounidense era muy similar a la que existiría una generación más tarde. Pero tras el breve periodo de prosperidad que sucedió a la guerra, este alineamiento salarial relativamente igualitario se desintegró bajo el peso de la recesión de 1920-1922, en el que el desempleo subió vertiginosamente. Una recuperación al comienzo de los años 20 dio paso a una meseta durante el resto de la década hasta el crash de 1929.

La Gran Depresión de 1929-1932 elevó la desigualdad, según se derrumbaba el salario en el sector agrícola, que aún representaba el 40 % del desempleo total. La depreciación del dólar frente a la libra esterlina agravó este efecto. Durante los años 30, los movimientos en los tipos de cambio provocaron un incremento en la desigualdad por medio de dos vías: el dólar cayó y permaneció bajo en relación con la libra esterlina, pero creció frente a las divisas de países con bajos salarios, por lo que presionaban al incremento de la desigualdad en ambos frentes. Unicamente las políticas de pleno empleo y los controles directos de la Segunda Guerra Mundial, acompañados de un fuerte empuje hacia una mayor igualdad salarial en el interior del movimiento sindical, devolvieron a la estructura salarial, hacia 1946, a algo que se parecía a la de 1920.

De hecho, el incremento en los salarios más bajos en el periodo de guerra fue tan poderoso que el mercado laboral entero comenzó a cambiar en una forma que no se explica satisfactoriamente en el estudio de los autores. Según se disparó el precio del trabajo no cualificado, los empleadores comenzaron a aceptar y en muchos casos a reclutar nuevas fuentes de empleo no cualificado. Dependiendo de la naturaleza del proceso de trabajo, la localización de la producción y otras variables, empezaron a contratar a numerosas mujeres, afroamericanos, mexicanos y puertorriqueños. El pleno empleo sostenido reestructuró el mercado de trabajo no cualificado. Y muchos de los mayores beneficiarios fueron grupos que habían sido excluidos en buena medida del empleo manufacturero y de la educación antes de la guerra.

En opinión de J,K, Galbraith y otros, los teóricos que consideran que la evolución de la desigualdad está dominada por la educación y por el cambio en los niveles de cualificación corren el riesgo de situar el carro delante de los bueyes. Las G1 Bills llegaron justo al final del periodo analizado y las National Defense Education Acts y los programas de educación de la Gran Sociedad tardarían todavía bastante en llegar. A pesar del éxito de las escuelas públicas, el acceso a la educación entre 1921 y 1947 permaneció muy lejos de ser igualitario, De hecho, es probable que el gran incremento en los niveles de educación que siguió a la guerra se debiera a la nivelación anterior de la estructura salarial y a las nuevas estructuras políticas que surgieron del New Deal. El autor sospecha que los grupos empresariales que aceptaron las G1 Bills, pero que trabajaron duro para evitar que la Ley de Empleo de 1946  se convirtiera en lo que sus promotores pretendían que fuera - una ley del pleno empleo - entendieron bien que el Gran Nudo podía ser desemarañado. Sabían que ninguna política pública consigue reducir tan fielmente la desigualdad como un esfuerzo deliberado y simultáneo para combinar el pleno empleo con los derechos de negociación colectiva y los incrementos en los niveles salariales.

Las nuevas medidas mensuales de la desigualdad en la estructura de los salarios manufactureros desde 1947 e incluso desde 1939 permiten al autor refinar y extender las medidas anteriores de la desigualdad en la tasa salarial hasta 1920. También le permiten calcular la evolución de la desigualdad en la tasa salarial hasta fechas recientes. Piensa que estas nuevas medidas respaldan una interpretación keynesiana y macroecónomica de la evolución en las distribuciones salariales, según la cual, la tasa de desempleo se erige como el principal determinante de la distribución de la tasa salarial. Sostiene que aún queda trabajo por hacer para desarrollar la relación entre la desigualdad en la tasa salarial manufacturera y la desigualdad en el resto de la economía. En especial, el autor cree que hay que explicar la estabilidad de las desigualdad en las rentas de los hogares de Estados Unidos durante los años 50 mientras que la desigualdad en las tasas salariales creció rápidamente. Lo que ha visto el autor hasta ahora respalda el sentido común de aquella época: lo que produjo esta distribución de la renta estable durante esos años fue el crecimiento del gobierno y del Estado de Bienestar, no la igualdad en las tasas salariales privadas.

En el estudio de la distribución de los sueldos y salarios en los sectores industriales, en la OCDE, existen modelos comparativamente sencillos de diversidad intergrupal que explican una gran parte del cambio total en los salarios relativos interindustriales en el tiempo. Dice que llegar a una opinión firme sobre la naturaleza de las fuerzas detrás del cambio industrial es una tarea más difícil, cuya culminación deberá contar con los esfuerzos de otros investigadores armados de conjuntos de datos nacionales más detallados y de un mayor conocimiento de las economías nacionales individuales que el que se posee. No obstante, el autor considera que ha demostrado la utilidad de esos métodos para los investigadores que quieran ir más allá en los análisis microeconómicos convencionales del cambio salarial.

Desempleo en Europa

Señala que para erradicar el desempleo en Europa habría que restablecer a los gobiernos nacionales individuales las herramientas necesarias para reducir la desigualdad y el desempleo a escala nacional (establecer los Estados de Bienestar de los que todavía carecen los países más pobres de Europa. Además, los europeos podrían estimular a los países para que adopten la solución portuguesa de permitir a las personas que se trasladen a los Estados con mayor bienestar (eso daría una presión a los más ricos). Otra solución es una política de pleno empleo a escala continental, lo que implica transferencias, ya no a los gobiernos sino fundamentalmente a los individuos, y en niveles continentales comunes. El autor cree que eso es posible y podemos ver su funcionamiento en Estados Unidos ( 1) EE.UU. llevó a cabo una política de intereses bajos en favor de la igualdad desde 1995 junto a una estructura bancaria y una política crediticia muy favorables a la acumulación privada de deudas; los hogares alimentan el pleno empleo al tomar dinero prestado 2) Estados Unidos tiene un sistema de Seguridad Social, principal agente para reducir la pobreza entre los ancianos desamparados 3) A diferencia de Europa, EE.UU ha incrementado en 1996 las rentas de los trabajadores con bajos salarios en los últimos años. Los recortes en el bienestar cortaron programas sociales pero en un contexto de pleno empleo no incrementaron la pobreza).

Un programa de pleno empleo en Europa consistiría en 1) establecer tasas de interés más bajas, creíbles y permamentes con el objeto de promover usos del crédito privado para los negocios y los gobernantes locales 2) expandir los bienes de consumo público de la clase media, en particular la sanidad, los servicios urbanos y la educación. 3) Comenzar a expandir los sistemas de seguridad social de los países europeos ricos - sobre todo los sistemas de pensiones - a los países más pobres de Europa, incrementando así la demanda y la igualdad, ayudando a los ancianos en primer lugar y de forma preferente. 4) El aumento gradual del salario mínimo de los países más pobres de la UE podría subsidiar la consecución de un ingreso mínimo continental en la Europa de rentas bajas, a través de un programa con financiación europea parecido al ETC.

El autor dice que la receta es un estado de bienestar verdaderamente europeo con un programa de pensiones europeo, incrementando los salarios bajos y con un salario mínimo denominado en euros así como un estado del bienestar continental modelado a partir de la socialdemocracia comparativamente exitosa de Estados Unidos.

Kutnets predijo que la desigualdad debería decrecer con el crecimiento de la mayoría de las economías manufactureras.
J.K.Galbraith se pregunta cómo supera la hipótesis de Kuznets la confrontación con los datos de Deininger y Squire. Ve relaciones sistemáticas entre el crecimiento y la desigualdad. Dice que la desigualdad ha crecido en los últimos años y de forma muy pronunciada en los más ricos (en forma de "U" entre la desigualdad y el crecimiento) antes que una "U" invertida.
Cree que la hipótesis de Kuznets es válida para las economías cuyos sectores manufactureros estén esencialmente dominados por la producción en serie de bienes de consumo (los que están en desarrollo y muchos industriales). Pero tras un cierto momento, la desigualdad en la renta aumenta con el crecimiento de los países con rentas más altas [nota del lector: doce años después, Piketty escribió "El capital del siglo XXI" donde explica porqué crecen las rentas más deprisa que los salarios en los países ricos].
Galbraith saca cuatro conclusiones:
1) El crecimiento rápido reduce la desigualdad en la mayoría de los países en desarrollo pero las crisis y recesiones las aumentan.
2) Los gobiernos populistas y sustitutivos de importaciones suelen tener mayores registros de desigualdad que los regímenes liberalizadores y promotores de las exportaciones.
3) Las crisis financieras, especialmente las depreciaciones de moneda, incrementan la desigualdad en la mayoría de los países en desarrollo.
4) Las diferentes formas de violencia estatal, incluidos golpes de Estado, son preludios de un rápido crecimiento de la desigualdad. Y las revoluciones la reducen.

Tras examinar la evolución de la economía global (a través de la T de Thirel), el autor dice que hay una tendencia al aumento de la desigualdad pese a que los países ricos logran mantener el control de sus estructuras salariales. Asegura que las liberalizaciones han provocado un empeoramiento y solo unos pocos países en desarrollo han escapado a este efecto mediante la mejora de la estructura de su empleo. Sostiene que el mayor crecimiento global solo puede lograrse si está liderado por las naciones comparativamente exitosas, estables y ricas del centro global, y por las instituciones financieras internacionales que controlan. No se puede lograr a través de las reformas liberalizadoras en las pequeñas naciones de la periferia.

Respecto a Asia, el autor señala que el comovimiento del crecimiento del PIB en Asia no se debió a similitudes fundamentales en la política económica o en las etapas del desarrollo económico entre aquellos países sino que más bien tuvo lugar a pesar de sus grandes diferencias. Una vez que los países  asiáticos liberalizaron sus sistemas financieros, sus crisis fueron más duras que en América Latina y en ambas regiones supusieron un mayor riesgo que en Europa y el conjunto de la OCDE puesto que la diversificación de las instituciones financieras asiáticas en otros mercados de la región les expuso a riesgos sistémicos que no podían valorar de forma apropiada y contra los que no estaban protegidos.

Recalca que las crisis tienden a aumentar la desigualdad y la incrementan más en los mercados laborales más desregulados y menos en los fuertemente regulados. Así las crisis tuvieron más efectos en los trabajadores de América Latina que en Asia y a su vez estos más que en los trabajadores organizados de la OCDE.
Sostiene que los proponentes de los planes de ajuste estructurales para las naciones en desarrollo tienden a pasar por alto que las economías ricas, avanzadas y exitosas son las que cuentan con los trabajadores mejor pagados, estructuras salariales más estables y las formas más poderosas de aislamiento frente a las perturbaciones económicas, incluyendo las financieras y cree que eso no es accidental.

Crítica al libro de Robert Barro (1997) donde dice que el capitalismo global se caracteriza por la convergencia condicional: los países más pobres suelen crecer más rápidamente y convergen con sus vecinos y socios más desarrollados "siempre que" se doten de las instituciones y políticas adecuadas. Galbraith añade que una de las claves, además de educación, esperanza de vida o democracia, es una remuneración justa y estable. Añade que los ricos no son abejas ahorrativas que reinvierten su dinero, y dado que no necesitan seguridad social para ellos es tentador evitar pagar impuestos o eludirlos. Sus excedentes acaban a buen resguardo en el extranjero, lo que genera un déficit de inversión pública crónico y de demanda. En cambio, las sociedades igualitarias operan sobre la base de una carga compartida y un beneficio común (sus instituciones generan estabilidad).

Concluye que el mundo está dividido en dos grupos, uno democrático que vive en paz y prosperidad y otro semidesarrollado inmerso en guerras, crisis y desigualdad. Dice que aunque existe una economía global pero es de un tipo que favorece a los fuertes, ricos, estables, industrialmente diversificados y democráticos. Los países pequeños "vuelan" según los precios, mercancías...

Dice que hubo dos décadas (los 60 y 70) con un crecimiento de la igualdad y otras dos décadas (80 y 90) con aumento de la desigualdad [nota del lector: podemos añadir del 2000 al 2015]. J.K.Galbraith sostiene que con la globalización y la liberalización, los países han quedado más expuestos a las condiciones globales precisamente cuando han empeorado. Tras las inversiones que generó la época del petróleo hasta los años 70, nos encontramos con que la globalización desencadenó una crisis de coordinación global. La crisis de 1997 demostró, en opinión del autor, que ni siquiera se han ideado formas para establecer un crecimiento estable y una bajada de la desigualdad en el mundo liberal. J.K.Galbraith sostiene que "a largo plazo el orden mundial neoliberal no puede, no podrá y probablemente no deberá perdurar".

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