lunes, 20 de marzo de 2017

"La nueva piel del capitalismo", de Xosé Carlos Arias y Antón Costas (2016)

Resumen de "La nueva piel del capitalismo", de Xosé Carlos Arias y Antón Costas (2016)


Resumen original y actualizado en el siguiente link:
http://evpitasociologia.blogspot.com/2017/03/la-nueva-piel-del-capitalismo-de-xose.html

Autor del resumen: E.V.Pita, doctor en Comunicación, licenciado en Derecho y Sociología

Sociologia, Economía, capitalismo, globalización,

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Título: "La nueva piel del capitalismo"
Autores:  Xosé Carlos Arias y Antón Costas

Editorial y fecha de publicación: Galaxia Gutenberg,Barcelona, 2016

Número de páginas: 344

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Biografía del autor Xosé Carlos Arias

Xosé Carlos Arias es catedrático de Política Económica en la Universidad de Vigo. Entre sus últimos libros publicados destaca la coedición de Nuevo institucionalismo: gobernanza, economía y políticas públicas (CIS, 2013), así como capítulos en libros de editoriales internacionales como Springer, Routledge o Intersentia.
Es columnista de La Voz de Galicia. Junto a Antón Costas es autor del libro La torre de la arrogancia (Ariel, 2º edición, 2012)

Biografía del autor Antón Costas

Es catedrático de Política Económica en la Universidad de Barcelona y presidente del Círculo de Economía. Autor de numerosos libros y artículos en torno a las políticas de liberalización, el análisis de reformas y la relación entre ideas e intereses, entre ellos La crisis del 2008. De la economía a la política y más allá. Es columnista de El País, El Periódico y La Vanguardia. Junto a Xosé Carlos Arias es autor del libro La Torre de la Arrogancia (Ariel, 2º edición, 2012).

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Texto de la contraportada

La economía de mercado ha experimentado una profunda transformación en las últimas décadas, al principio de una forma silenciosa y luego con notable estruendo. En el capitalismo de ahora destacan tres rasgos novedosos. El primero es la dimensión ultrafinanciera, con los mercados de capital situados fuera de cualquier escala razonable. El segundo, la creciente desigualdad, que origina amenazas para algunos de los grandes procesos que las sociedades avanzadas alcanzaron a mediados del siglo pasado. Y el tercero, una dinámica de internacionalización que abre nuevos caminos para la prosperidad, aunque también grandes riesgos, debido sobre todo a su composición muy desequilibrada.

Esos tres rasgos, que guardan densas relaciones entre sí, se vieron exacerbados a partir de la explosión de la gran crisis financiera de 2008. Pero también mostraron entonces sus múltiples e intrincadas contradicciones. Y no sólo en el ámbito estrictamente económico, en el que la posibilidad de un crecimiento lento en una perspectiva a largo plazo se ha ido haciendo cada vez más verosímil. También se plantean notables interrogantes para el futuro de la democracia, ya que la lógica de los mercados y la de la política democrática avanzan por sendas diferentes. Y en relación con todo ello, surge asimismo una amenaza para el proyecto de integración europea, pues la transformación económica de fondo ha acabado por mostrar las deficiencias estructurales sobre las que aquel proyecto fue diseñado.

En este libro, Xosé Carlos Arias y Antón Costas estudian con detalles las principales ideas y la sucesión de acontecimientos, contribuyendo a la conformación de la nueva piel del capitalismo.

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ÍNDICE (resumido)

Prólogo por Josep Ramoneda

Capítulo 1. Algo habremos aprendido

Capítulo 2. Una recuperación por sendas escabrosas

Capítulo 3.  La desigualdad, la peor cara del capitalismo

Capítulo 4. Europa y los bordes del despeñadero

Capítulo 5. De cómo las ideas importan, y no siempre para bien

Capítulo 6. Los límites del mercado. Una cuestión de eficiencia y  mucho más

Capítulo 7. La política económica y la gestión de la complejidad.

Capítulo 8. A modo de conclusión: capitalismo, democracia y moral pública.

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RESUMEN

Comentarios iniciales: Ambos autores se suman a una corriente que trabaja en las mutaciones del capitalismo, una tradición iniciada por Schumpeter. Hablan de internacionalización y megaestructuras financieras, globalización, desigualdad pero estas características son las propios de finales del siglo XIX del capitalismo. En mi opinión, deberían haber añadido otras novedades como la robotización o la economía colaborativa. En todo caso, ellos hablan de que da la sensación de que se ha vuelto al "capitalismo salvaje" del siglo XIX.

Resumen: Los autores arrancan con un análisis de las causas de la crisis del 2008 y de cómo se resolvió. Asumen que los gobiernos democráticos se quedaron paralizados y que fueron los Bancos Centrales los que lucharon contra la deflación (de una forma ademocrática). Sobre las causas de la larga duración de la crisis, lo atribuyen a una trampa de liquidez.
Además, asumen otros problemas "olvidados" como la dinámica de la internacionalización, la inestabilidad del mercado y las crisis cíclicas inherentes al capitalismo, las respuestas simplonas a problemas complejos de la economía y la distribución de la renta y que ahora afloran como una creciente desigualdad.
Al igual que otros autores, sitúan el cambio de ciclo en la década de los años 70, cuando se comenzó a desmantelar el Estado de Bienestar y se avanzó en la internacionalización y la globalización mediante políticas desregulatorias. También se tuvo una fe ciega en que ya no había crisis ni ciclos (Lucas) en la economía y que los problemas se autoarreglaban solos, por lo que no hacían falta cautelas ni controles. Desde 1975 se ha vivido la llamada "era de la fractura" en la que los ciudadanos dejaron de participar en la esfera pública a causa de la "exaltación extrema" del individualismo. Creen que se ha roto el "contrato social" de los años 50 y 60 entre el Estado benefactor y los ciudadanos, o mejor dicho, entre democracia y capitalismo inclusivo. Pero ahora, no está claro que avancen en la misma dirección, señalan los autores, y desde los 70 se observa un retroceso de este contrato social para incentivar el gasto social. Desde el 2008, no han dejado de agrandarse los problemas de distribución de riqueza (la economía del 1 %) y de desigualdad. Cuestiones que antaño parecían zanjadas han vuelto a ser iluminadas por los focos y surjen problemas que más que resolverlos hay que recordar cómo se resolvieron en los años 30. A lo largo de estas décadas, una ideología neoliberal ha reforzado la sensación de que "no hay alternativa" al libre mercado (el lema TINA : There is not alternative).

Los autores admiten que antes del 2008 nadie (salvo Rodrik en"La paradoja de la globalización" e historiadores económicos como Harold James) se esperaba que la globalización fuese a retroceder, algo que ahora parece muy probable. Pero ya ocurrió en 1930-1945, cuando el comercio internacional mundial se cerró por la cadena de guerras y el proteccionismo.

Señalan que hay actualmente un "malestar" general por la política (con sus bordes territoriales desbordados, lenta, corrupta) a lo que se suma una destrucción creativa poco sana. Recuerdan las palabras de Angus Deaton: "La combinación de pedir austeridad y después mostrar debilidad frente a la corrupción es una bomba social".

 "El panorama descrito sugiere que, junto a algunos aspectos radicalmente modernos, estamos ante el retorno de algunas de las características más agrestes y antipáticas del capitalismo histórico, lo que en otro tiempo se llamó "capitalismo salvaje", caracterizado pòr llevar hasta el final, con impulsos marcadamente depredadores, la lógica de la maximización del beneficio. Esa evolución se podría estar alzando como el pero enemigo del propio capitalismo", dice los autores (Arias y Costas, 2016:38), Señalan que pensadores contemporáneos como George Soros, Warren Buffet y Nick Hanauer están haciendo el papel de moderadores que en los años 30 correspondió a Keynes y Beveridge.

Una de las cuestiones que se plantean es la contradicción entre teoría económica y política, sobre todo la aplicada por el llamado Consenso de Washington (que asume el programa neoliberal de libre comercio y privatización) a diestro y siniestro sin tener en cuenta la peculiaridad de cada país donde se implantó y que acabó en rotundos fracasos a lo largo de 30 años. Consideran que, como señaló Rodrik o los ortodoxos Carmen Reinhart y Kennet Roffogt (expertos en deuda), es necesario que no se caiga en una contradicción de la política  y de la economía implementada porque eso bien puede generar más problemas y riesgos que los que pretende solucionar y obtener resultados contrarios a los esperados.

Por otra parte, los autores señalan que tras la crisis del 2008 cobra protagonismo dos soluciones: el Estado emprendedor (que acometería inversiones en nuevas tecnologías de la información o nuevas energías) y la distribución de la renta.

Los autores también estudian los cuatro grandes problemas de la UE:

1) su propia identidad, ¿qué es la UE, un sistema federal o confederal, solo cooperación supranacional?

2)  la crisis de legitimidad democrática de sus instituciones (estos modelos ademocráticos han permitido los grandes saltos adelante pero generó desconfianza en los burócratas y tecnócratas de Bruselas)

3) conviven diferentes culturas económicas: los alemanes están obsesionados con la inflación (a causa de su hiperinflación de los años 20) y el endeudamiento frente a la menor preocupación de los países del sur de Europa. Y por otra parte, la Europa continental adora el Estado social frente al Reino Unido [nota del lector: ahora autoexpulsado de la UE tras el Brexit], que apuesta por la privatización y el Estado mínimo.

4) la elección de cómo hacerse más fuerte: con 15 miembros (consolidándose lo que ya tenían) o ampliando a 27 (lo que dio entrada a países con estructuras distintas y generó una estructura tan compleja que imposibilita políticas comunes con los refugiados). Además, el eje ha basculado al norte y el este, lo que disminuyó el afán solidario.

Todo esto dio lugar a errores de diagnóstico y confluyeron en una dinámica destructiva y desintegradora (Arias y Costas, 2016:160).

La crisis dejó al descubierto el pobre diseño del euro y la lógica de simple mercado común y no de una genuina unificación macroeconómica.

Los autores señalan que lo novedoso de esta crisis "no es tanto la grave tardanza en la aparición de mecanismos de cortafuego contra los procesos de especulación y contagio en el sistema del euro, como los errores de identificación de las causas que originaron esta crisis".
Añaden que la causa principal del sobreendeudamiento está en los desequilibrios financieros en el sector bancario privado de la UE "y no a una prodigalidad fiscal de los gobiernos que en realidad nunca existió". Añade que España e Irlanda fueron quienes mejor cumplieron las reglas fiscales del Pacto de Estabilidad hasta la llegada de la crisis mientras que Alemania era de los incumplidores.

Los autores se preguntan cómo transformar una crisis fundamentalmente desintegradora en otra muy distinta que acabe por impulsar el proyecto común hacia una mayor integración. La respuesta es que solo se podrá avanzar en la consolidación de la moneda común si se dan los pasos coherentes y firmes hacia la unión política. Estas son sus cinco conclusiones:

1) Recuperar la idea de solidaridad por encima de las fronteras y las soberanías

2) Los intentos de separar la estrategia monetaria de la fiscal acaban en grandes fiascos

3) Es absurdo construir una moneda única y fraccionar su espacio en las finanzas (un único banco central y muchos reguladores; una única moneda y muchas deudas públicas denominadas en ella)

4) Es muy costosa la política de hacer descarnada presión sobre los países en riesgo de colapso inminente.

5) la idea de integración no debe negar una democracia genuina.

Además de la UE. los autores estudian los mercados financieros que posibilitaron productos tóxicos como los CDO (obligaciones garantizadas de deuda). Hablan del Nuevo Consenso Macroeconómico: pretendía proporcionar fundamentos microeconómicos a la macroeconomía. Confluyen las hipótesis de los "mercados eficientes" (EMH) con las de las "expectativas racionales" (REH), y que constituye el núcleo de la teoría económica de las últimas décadas. Samuelson criticó la REH porque creía en la existencia de burbujas y en elementos de inestabilidad en la dinámica agregada de la economía. Se hizo atractiva por la quiebra del keynesianismo (a causa de la inflación) y los "fallos del Estado". Además, los bancos presionaron para una mayor desrregulación.Y a todo esto ayudó la revolución de las nuevas tecnologías de la información y las telecomunicaciones.

Algunos autores contribuyeron a difundir que los mercados son infalibles y camisas de fuerza para disciplinar las políticas públicas (como el libro "Maestro" de Bob Woodward, donde ensalzaba a Greenspaan; o el libro El lexus y el olivo, de Thomas Friedman (el autor de La Tierra es plana), así como el libro The Wisdom of Crowds, de James Surowiecki, donde ensalza la sabiduría de las multitudes). Todo este apoyo contribuyó a generar la Gran Recesión del 2008. Las administraciones Clinton y Bush propiciaron la expansión del crédito (dejad que coman créditos) para favorecer la cohesión social y contrarrestar la creciente desigualdad de la renta y la riqueza debido a la presión a la baja sobre los salarios. Pero la consecuencia fue una gran burbuja crediticia. El colapso del 2008 vino a desmentir estos postulados: "Ni los mecanismos de mercado (las agencias de calificación) funcionaron de modo aceptable ni existía en realidad la pretendida transparencia (se desconocía la existencia de buena parte de los productos estructurados) ni la reacción de los operadores tuvo nada de racional" (Arias y Costas, 2016:204). La innovación financiera había creado una bomba de deuda fuera de control.

Estas teorías tras el colapso del 2008 derivaron en un austeridad expansiva, sinónimo de motor del estancamiento. "El estancamiento no es una amenaza retórica sino muy real para la Europa de ahora mismo" porque el programa de austeridad ha dañado los más importantes servicios públicos, corazón del Estado de Bienestar europeo, lo que afectó a los sectores de renta media y media-baja, a lo que se sumó el alza del paro, el empobrecimiento causado por la devaluación salarial, la desigualdad y la pérdida de oportunidades (en España). "La política de consolidación fiscal ha tenido un importante coste humano", dicen los autores.
La política de la austeridad se basó en un problema real (el sobreendeudamiento de deuda soberana), un planteamiento de orden moral (los países que cometieron exceso de gasto durante las vacas gordas deberían pagar por sus pecados) y un razonamiento económico erróneo presentado como cientificamente inobjetable (equivalencia ricardiana o austeridad expansiva).

Los autores también explican el pensamiento económico alemán: el ordoliberalismo. Nacida esta teoría en 1930 en Friburgo, defiende políticas para fijar el orden económico: estabilidad de precios, independencia de la banca central, finanzas públicas sanas, regulación de los mercados para favorecer la competencia (y frenar los oligopolios). Es la teoría predominante en Alemania, incluidos los economistas cercanos al Bundesbnak y el Ministerio de Finanzas. No saben ni quién es Keynes pero sus ideas mercantilistas se han extendido a la UE.
Detrás de la austeridad está la idea de "equivalencia ricardiana": cuando el déficit y la deuda pública son altos, tanto los consumidores como las empresas reducirán sus gastos presentes para aumentar su ahorro con el fin de hacer frente a lo que suponen será un inevitable incremento futuro de los impuestos para pagar la deuda de hoy, De ahí que el crecimiento se verá afectado negativamente por ese comportamiento privado. Robert Barro contribuyó a difundir estas ideas, apoyados por los resultados experimentales de Alesina, que se hicieron muy influyentes a partir del 2010 en la eurozona para atajar la crisis.
El problema es que la austeridad tiene un "efecto multiplicador" (el reverso del multiplicador keynesiano) y su caída del PIB fue el triple de lo esperado, con lo que empeoró la crisis. Tras cinco años con una máquina a toda marcha que generaba recesión y estancamiento, no se ha logrado ni el objetivo de la consolidación fiscal: reducir el déficit y la deuda pública. La contracción productiva, al provocar una caída en la capacidad recaudatoria de los estados (bajos impuestos) y un inevitable aumento de  prestaciones públicas (al desempleo) obliga a un recorte adicional del gasto para conseguir el objetivo inicial y el proceso recomienza. Estos efectos perversos y autodestructivos de la austeridad expansiva se prolongan a medio y largo plazo. Los autores culpan a Jean-Claude Juncker y al FMI.

Tras la crisis, han quedado prestigiados autores como Dani Rodrik y Daron Acemoglu (referentes de la moderna economía política y de la economía del crecimiento), los macroeconomistas Oliver Blanchard, James Galbraith y Carmen Reinhart; el historiador de la economía internacional Barry Eichengreen; el experto en finanzas conductuales Robert Schiller o el especialista en economía europea Paul de Grauwe. A ellos se suman nuevas voces: Richard Koo (economista jefe del banco Nomura), Claudio Borio. del BIS de Basilea, el cerebro gris del Banco de Inglaterra, Andrew Haldane; Jonathan Ostry, del equipo de investigación del FMI, y la estrella fulgurante de Thomas Piketty, profesor de París. "Estos últimos no son economistas académicos sino gente que trata con la dura realidad de los desequilibrios económicos desde distintas organizaciones" (Arias y Costa, 2016:228).

Los autores también examinan los fallos del mercado. Señalan que, a partir de 1990, la creencia de la autorregulación del mercado se vio reforzada por la percepción de que los mercados son extraordinarios procesadores de información (el bien más preciado de la sociedad de la información). Entre los críticos del mercado que señalaron sus límites están Thomas Maltus, Keynes, Marx, Schumpeter y Polanyi. De ahí surgió la idea de la economía cíclica del capitalismo (que traía paro). Según los autores, Keynes resaltó un aspecto clave: la incertidumbre que rodea a un buen número de transacciones. Por su parte, Polanyi señaló que el laisser-faire no tenía nada de natural y los mercados libres no podrían haber surgido jamás con solo permitir que las cosas tomaran su curso sino que fue impuesto por el propio Estado. El mercado no era un fenómeno espontáneo sino una construcción humana contingente y necesaria. La corriente neopolanyiana estaría formada por Rodrik y Stiglitz, los que más lejos se sitúan de la "mano invisible" (Smith). A ello Coase añadió los costes de transacción.
"Todo ello conduce a una notable y muy preocupante conclusión: el funcionamiento de una economía compleja en base al mecanismo simple del puro mercado libre no es más que una utopía" (Arias y Costas. 2016:241).

Tras la crisis del 2008, los fallos del Estado y el acierto del mercado quedaron en entredicho. De ahí que surjan autores "neopolanyianos" como Mariana Mazzucato que escribió El Estado emprendedor, en la que revela que las grandes innovaciones en Estados Unidos se originaron a través del apoyo del Estado. El capital riesgo que financió los "milagros tecnológicos de garaje" llegó tiempo después de grandes inversiones en fondos públicos. Mazzucato y otros autores (Fred Block, William Lazonik) demostraron que los mercados no son espontáneos sino que el Estado es "el verdadero catalizador de la nueva inversión privada" y el "moldeador y creador de mercados" que asume riesgos para fomentar un crecimiento futuro. Por su parte, Rodrik dice que "estamos en un tránsito del Estado benefactor al Estado innovador" y subraya contradicciones como que las ganancias de la era de Internet se las lleven las empresas privadas cuando fue el Estado el que montó todo.
Por su parte, Michel Sandel pide un regreso a la economía moral ante el fracaso de la tecnocracia.
Además, el sociólogo Wolfang Streeck insiste en que en el sistema económico contemporáneo se acumulan los factores de desorden (crecimiento declinante, oligarquía, privación de la esfera pública, corrupción y anarquía internacional que llevan a pronosticar un largo período de decadencia acumulativa y fricciones). La carga de la deuda, desigualdad y peligro de estancamiento son vectores de esa progresiva desintegración.

Los autores consideran un "mito peligroso" la creencia del mercado como generador de un orden social espontáneo y que constituye uno de los rasgos definidores de la piel del capitalismo reinante desde 1970. Añaden que "es una de esas utopías que acaban por transformarse en distopías" (Arias y Costas, 2016;263) pues "reconocer los límites de los mercados en el sentido moral y en el de contribución a la eficiencia constituye una precondición para intentar relanzar los proyectos de progreso".

Más adelante señalan que "si el capitalismo se quiere salvar de quien ahora es su peor enemigo (esto es, él mismo), debe corregir en profundidad los excesos de los últimos decenios. Para ello la economía tiene que hacerse más inclusiva y revertir su preferencia por lo especulativo frente a lo productivo". Hablan de una pequeña transformación. (Arias y Costas, 2016:306). Ensalzan a los países escandinavos porque han sabido mantener una combinación virtuosa de funcionamiento eficiente de los mercados, servicios sociales y asistenciales de altas prestacciones y calidad institucional. La pequeña transformación incorpora la necesidad de mantener la vocación de cohesión social. El modelo social europeo representaría la "cota más ambiciosa".

Entre sus soluciones está impulsar un conjunto de instituciones que favorezcan la estabilidad macroeconómica en sentido realista y la preservación de servicios básicos. El uso de políticas anticíclicas es el "único modo de bregar" con el gran trade-off de la deuda. También ven prioritario defender el funcionamiento de la competencia en los mercados y combatir los monopolios. Además, las políticas empresariales deben experimentar un viraje radical desde su actual énfasis en la rentabilidad hacia las ganancias de productividad. El nuevo progresismo debe impulsar un Estado menos intervencionista y más innovador y emprendedor. Y hay que revertir la fuerte tendencia hacia la desigualdad porque constituye ahora mismo una necesidad prepolítica o civilizatoria.

En definitiva. el capitalismo ha de ser inclusivo, capaz de reconciliar la lógica económica con una idea de democracia y moral cívica. "Porque quién sabe si la alternativa a eso no será la decadencia y la barbarie". (Arias y Costas, 2016:318).




(continuará)


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