martes, 1 de enero de 2019

"Trabajos de mierda", de David Graeber (2018)

Resumen del libro "Trabajos de mierda", de David Graeber (2018)

Resumen original y actualizado en:
https://evpitasociologia.blogspot.com/2019/01/trabajos-de-mierda-de-david-graeber-2018.html

Resumen elaborado por E.V.Pita, doctor en Comunicación, licenciado en Derecho y Sociología

Sociología, Economía, empleo, precariedad

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Ficha técnica

Título: "Trabajos de mierda"

Subtítulo: Una teoría

Título original en inglés: "Bullshit Jobs"

Autor: David Graeber (2018)

Editorial: sello Ariel, Editorial Planeta, Barcelona, 2018

Número de páginas: 432

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Biografía oficial del autor David Graeber (hasta 2018)

David Graeber es profesor de Antropología en el Goldsmiths College de Londres. Autor de En deuda o La utopía de las normas, tiene un largo historial como activista y es uno de los líderes intelectuales del movimiento Occupy Wall Street. Colabora habitualmente en medios como The Nation, Mute, New Left Review y Harper's Magazine. En 2006 la London School of Economics le reconoció como "un destacado antropólogo que ha transformado radicalmente el estudio de la cultura".

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Texto de la contraportada

"¿Su trabajo tiene algún sentido para la sociedad? En la primavera de 2013, David Graeber hizo esta pregunta en un ensayo lúdico y provocativo titulado "Sobre el fenómeno de los trabajos de mierda". El artículo se volvió viral. Con más de un millón de visitas en línea en 17 idiomas, la gente siguió debatiendo la respuesta. Este es ahora el libro.

Olvide a Piketty o Marx. es Graeber, uno de los antropólogos y activistas más influyentes del momento, quien dice alto y claro que muchas de las tareas que se realizan en una economía de esclavos asalariados son una forma de empleo tan carente de sentido, tan innecesaria o tan perniciosa que ni siquiera el propio trabajador es capaz de justificar su existencia y pese a ello se siente obligado a fingir que no es así.

Según el autor, los trabajos de mierda suponen cerca de la mitad de los empleos de la economía actual e incluyen categorías tan refinadas como los "lacayos", subordinados cuya tarea principal es hacer que sus superiores parezcan o se sientan importantes, supervisores que asignan labores innecesarias y se dedican a supervisarlas. Como dijo Orwell, "una población que está ocupada trabajando, aunque sea en tareas totalmente inútiles, no tiene tiempo para hacer mucho más". De ahí que, como afirma Graeber en este libro, "lo que tenemos es una mierda permanente"."

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ÍNDICE

Prefacio: Sobre el fenómeno de los trabajos de mierda

1. ¿Qué es un trabajo de mierda?

2. ¿Qué tipos de trabajos de mierda hay?

3. ¿Por qué los que tienen trabajos de mierda suelen estar descontentos?

4. ¿Cómo es tener un trabajo de mierda?

5. ¿Por qué profileran los trabajos de mierda?

6. ¿Por qué no protestamos como sociedad ante el crecimiento de los empleos inútiles?

7. ¿Cuáles son los efectos políticos de los trabajos de mierda, y qué se puede hacer al respecto?

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RESUMEN

Comentarios iniciales: el autor David Graeber hace una diferencia entre "shitbull job" (trabajos de mierda) y "shit job" (trabajo basura). En el primer caso, se refiere a trabajos que no son necesarios y el empleado es consciente de que su esfuerzo es inútil y su tiempo se está desperdiciando (burócrata chupatintas, auxiliar financiero...). En el segundo caso, se trata de empleos útiles y necesarios pero mal pagados o con condiciones precarias (camarero, basurero, repartidor de comida rápida, peluquero, secretaria, recepcionista, conductor de bus o metro, periodista...). El libro tiene cierto sesgo hacia los trabajadores de altas finanzas que, anteriormente, fueron bohemios y artistas y que se sienten desgraciados con su empleo inútil para la sociedad aunque ganen mucho dinero. La solución que propone el autor es implantar la renta básica universal para que cualquiera elija trabajar en lo que le haga más feliz y huya de los trabajos inútiles para crear una distribución más eficiente del trabajo que la actual y mejorar la libertad humana. Augura una importante expansión del sector cuidados (lo que incluye el trabajo doméstico).

El autor se define como anarquista (pp. 355), lo que significa que "no solo espero impaciente la llegada del día en el que los gobiernos, las grandes corporaciones y organismos similares sean considerados una curiosidad histórica del pasado, como la Inquisición española o las invasiones de los pueblos nómadas, sino que prefiero buscar soluciones a los problemas inmediatos que no impliquen otorgar el poder a estos gobiernos o corporaciones, y que ofrezcan a las personas los medios para gestionar sus propios asuntos". Curiosamente, sus tesis defienden el adelgazamiento del Estado burocrático, lo mismo que los ultraliberales o libertarios que abogan por un libre mercado sin interferencia del Estado.

Graeber recalca que la distribución del trabajo (tan ineficiente) es como es pero no tiene nada que ver con la economía ni la naturaleza humana, sino que es "pura política". Proponer reformular el trabajo.

El autor recopila en su libro testimonios de "brokers" quemados pero también de activistas de oenegés que tienen que ayudar a sintecho a hacer el papeleo burocrático y "kafkiano" para cobrar las ayudas que necesitan. La idea es que si todos los burócratas dejasen de hacer sus trabajos inútiles (como supervisar si los pobres se merecen las ayudas e imponiendo sanciones a los desempleados) y se les encomendasen tareas útiles (instalar paneles solares) o cobrasen la renta básica e hiciesen trabajos con los que sentirse felices (tocar el laúd hawaino o restaurar muebles...). Detrás subyace la propuesta de desvincular el sustento del trabajo (trabajar para comer).

Este libro surgió después de que David Graeber publicase un artículo en la primavera del 2013 en la nueva revista radical Strike!. Lo tituló: "Sobre el fenómeno de los trabajos de mierda". Se refería a trabajos que no parecen servir de mucho: consultores de recursos humanos, coordinadores de comunicación, investigadores de relaciones públicas, estrategas financieros, abogados corporativos o los miembros de comités de expertos. El autor se preguntaba si estos trabajos son realmente inútiles y si quienes los llevan a cabo son conscientes de esto? Ve muy "desmoralizador" levantarse todos los días a las cinco de la madrugada para hacer algo que, en su fuero interno, considera que no hace falta, que es una pérdida de tiempo (exceso de dependientes en una oficina pública) o de recursos (excesiva burocratización ineficiente y absurda que encarece una actividad sencilla), o que incluso hace el mundo algo peor (sicario, traficante de armas o drogas, ladrón).

Su análisis de la actual sociedad se podría resumir así: ahora mismo, las grandes burocracias están en la educación (universidades), que forman la mente de los ciudadanos, y la sanidad (hospitales), que cuidan al ciudadano. Ni izquierda ni la derecha trumpiana van a poder cambiar las cosas, ni centrarse en retornar a la industria pesada o negar el cambio climático (atacar a las universidades). Según su análisis, la izquierda tradicional controla la mayor parte de la producción de los seres humanos y la derecha tradicional controla la mayor parte de la producción de las cosas. En este contexto surge la "financierarización" y la "mierdificación" del sector corporativo y del sector de cuidados, que genera unos costes más altos y mayor presión para los trabajadores de cuidados.

El libro arranca explicando que ha oído a mucha gente hablar del descontento de muchos trabajadores porque su empleo y actividad laboral no aporta nada al mundo ni la sociedad. En este caso, serían altos ejecutivos que están cobrando por no hacer nada, lo que recuerda a la creación de empleos burocratizados de la URSS donde había que pasar primero por tres dependientes para comprar una barra de pan. Los autores modernos, como Graeber, suponen que una economía planificada como la soviética habría necesitado de una tecnología eficiente para coordinar automáticamente un volumen de datos tan grande (para saber en cada momento qué productos eran los más demandados y fabricarlos).

El autor ve detrás del trabajo actual "una dinámica sadomasoquista" que genera la organización jerárquica del trabajo y que se exacerba cuando "todo el mundo sabe que el trabajo carece de sentido y que es la causa de gran parte del sufrimiento cotidiano de los trabajadores". Al contrario que en los juegos sadomaso, la gente "normal" no tiene una palabra "clave" para decirla al jefe y escapar del trabajo (menciona a Foucault, teórico del poder como juego de estrategia frente a la dominación, como forma de condicionar la conducta de otros). El problema, indica el autor, es que no puedes decir al jefe la palabra clave "dimito" para que cese el juego de sadismo gratuito sin sufrir consecuencias económicas. El autor indica que en un mundo de ingresos garantizados (renta básica), resultaría difícil imaginar que siguiesen existiendo puestos de trabajo chungos.

El autor sospecha que la creación de empleos inútiles está programada porque permite tener ocupada a la gente y evitar que monte conflictos si está muy ociosa o es feliz en su trabajo. Recuerda el augurio de Keynes en 1930 de que, dentro de cien años, entorno al siglo XXI, sus nietos solo trabajarían 15 horas a la semana y tendrían tiempo libre para disfrutar de su ocio o dedicarse a sus aficiones. A ello contribuiría la automatización y, según Graeber, ya sería posible tecnológicamente. Su predicción ha resultado ser justo la contraria porque actualmente la gente trabaja un mínimo de 7 u 8 horas al día (cuando no diez) a pesar de que tampoco hay pleno empleo y se podían haber repartido mejor las horas. [nota del lector: a lo mejor la gente compite por lograr largas jornadas laborales porque necesita ese dinero] La réplica general a porqué nunca se materializó la profecía de Keynes es que no contó con el enorme incremento del consumismo, lo que llevó a la gente a trabajar más para tener más dinero para comprar más productos de consumo (sushi, iPhone, zapatillas deportivas caras).

También observa otro fenómeno: mientras se redujo en un siglo el número de trabajadores en el servicio doméstico, industria y sector agropecuario, creció el triple el sector terciario de los profesionales, gestores, administradores, vendedores y empleados de servicios, en general. Los trabajos productivos se automatizaron, como predijo Keynes, pero no se redujeron las horas de trabajo porque aumentó el sector servicios (administración académica, venta a distancia, servicios financieros, relaciones públicas, derecho corporativo, pero también bañar a perros o servir pizzas a domicilio las 24 horas). Serían estos últimos los que denomina "trabajos de mierda" (trabajos sin sentido que parecen creados para mantenernos ocupados).

La tesis del autor es que se están creando empleos inútiles para generar trabajo, con un gran sesgo hacia los trabajos que las élites consideran "importantes", entre ellos los colaboradores financieros, burócratas, etc..., los cuales se aburren en su trabajo y se dedican a jugar on line o descargarse series (lo que lleva a que la gente trabaja realmente esas 15 horas de trabajo efectivo que pronosticó Keynes). Sin embargo, se desprecia y se pagan mal otros trabajos que sí son necesarios como el basurero, limpiador o repartidor. Cree que hay cierto "resentimiento" por parte de quienes hacen trabajos "inútiles" o trabajos que no les gustan respecto a quienes hacen un trabajo necesario aunque mal pagado. Añade que cualquier preso condenado a trabajos forzados prefiere construir un muro que sea útil que mover arena de un lado a otro sin ningún fin concreto salvo mantenerlo ocupado sin hacer nada útil.

Su teoría es que, al igual que los regímenes socialistas crearon millones de pseudotrabajos proletarios, los regímenes capitalistas han creado innumerables empleos inútiles de oficina con la única intención de tener ocupada a la gente para que no disfrute de su tiempo de ocio ni se ponga a pensar sistemas alternativos de gobierno. Lo que hacen estos trabajadores es mucho horario presencial en la oficina sin hacer mucha cosa más allá de acudir en horario laboral a seminarios de motivación, consultar el Facebook o descargar series [nota del lector: parece más lógico pensar que los trabajadores dediquen largas jornadas laborales por necesidad de ganar más dinero o, ya puestos, por avaricia o codicia en una sociedad en la que se valora mucho ganar montañas de dinero].

Para entender su teoría, pone como ejemplo el caso de una base de un ejército occidental. Un oficial tiene que cambiarse de despacho a otro situado dos puertas más allá. Para la mudanza, el militar tiene que rellenar diversos formularios, el ejército subcontrata a una empresa privada que se encarga de mover el material de oficina, en concreto un ordenador portátil. Un operario tiene que viajar 400 kilómetros para desenchufar el portátil y enchufarlo en la cercana oficina. Luego, rellena varios formularios para cobrar el servicio, que incluye 8 horas de viaje y cuyo coste supera los 400 dólares. Detrás subyace la teoría privatizadora de los servicios públicos. La idea de fondo es que al privatizar ciertas actividades (como mover un portátil de una oficina a otra) se está generando crecimiento económico y, efectivamente, es así pero en una gama de trabajos inútiles o innecesarios y excesivamente burocratizados, por lo que no se acaba de ver dónde está el beneficio para la sociedad aunque sí para la empresa privada de mudanzas. Lo paradójico es que se defiende la privatización porque la empresa privada es más eficiente que la pública, según la tesis liberal, pero por qué iba a pagar una empresa privada a trabajadores que realmente no necesita. Recuerda que los despidos masivos recaen en los trabajadores productivos (reemplazados por máquinas) y no en los chupatintas, que suelen aumentar.

Graeber menciona una encuesta de YouGov en la que los hombres confiesan que tienen la sensación de que sus trabajos carecen de sentido (42 %) mientras que las mujeres son el 32 %. Sostiene que casi la mitad del mundo cree que su trabajo es absurdo.

Tipos de trabajos de "mierda"

El autor cita, al menos, cinco tipos básicos (pp.222) :

1) Los lacayos... Se crean porque los que ocupan un puesto de poder en una empresa ven a los subalternos como símbolos de prestigio.

2) Los esbirros... Se contratan por un deseo de superioridad (si nuestros rivales contratan a un prestigioso bufete de abogados, nosotros también deberíamos hacerlo)

3) Los parcheadores.... Existen porque a veces a las empresas les resulta más difícil arreglar un problema que lidiar con las consecuencias.

4) Los marca-casillas.... Estan ahí porque en muchas grandes empresas son más importantes las pruebas de que una acción se está llevando a cabo que la acción en sí misma.

5) Los supervisores.... Son básicamente los efectos secundarios de diversas formas de autoridad impersonal.

El autor añade otra categoría especial de aquellas empresas que enredan continuamente (con mala formación a sus empleados para que haya que repetir la misma tarea pero con otros contratados nuevos e igualmente poco formados) con la misión de alargar lo máximo posible el tiempo facturado en un servicio a su cliente (lo que vale también para retardar el pago de indemnizaciones, devolver dinero a clientes, etc...)


El autor dice que hay que reconocer que los seres humanos son básicamente un conjunto de metas y objetivos, por lo que sin propósitos definidos apenas existimos. Si el trabajo es desagradable, eso es un gesto de autosacrificio y abnegación. Los trabajadores se sienten dignos porque "odian" su trabajo. El sadomaquismo (las desagradables cadenas de mando) es un componente que otorga validez al trabajo. El sufrimiento es parte de ser ciudadano. Y el hecho de que un trabajo tenga "valor social"  (como cuidar niños) supone que estará mal pagado porque la gratificación de ayudar a los demás es recompensa suficiente. Lo que ayuda a pagar las facturas son los trabajos carentes de sentido y degradantes que destruyen nuestra mente, afirma el autor.

Dice que en los años 70 y 80, surgió el "feudalismo gerencial" (en la que grandes ejecutivos llevaban a una corte de ayudantes y asistentes que no hacían un trabajo efectivo pero tampoco lo hacía el jefe, que se movía en helicóptero de una reunión a otra posponiendo siempre las decisiones). Este modelo de trabajo es visible en Hollywood donde se tardan meses en tomar una decisión sobre un guión de una película, ya que debe pasar por muchos filtros, reuniones, revisiones, recordatorios, sin llegar a tomar nunca una decisión porque si la película fracasa, la culpa será del superejecutivo, el cual quiere eludir esa responsabilidad. Por tal motivo, se reúne con una corte de asesores para que le den informes en los que basar sus decisiones. Para Graeber, todo este montaje de cortesanos no es más que espectáculo para resaltar la importancia del superejecutivo.

El autor indica que "existen razones éticas de peso para pagar a todos [una renta básica], independientemente del tipo de trabajo que realicen" (aunque requeriría burocracia para controlar que los receptores sí trabajan aunque no evalúen su productividad o esfuerzo).

Teoría del valor-trabajo

La teoría del valor-trabajo entronca directamente con los autores clásicos (desde Smith a Marx). En este caso, Graeber comenta que las teorías del valor se han utilizado para explicar los precios de los productos (variaciones de oferta y demanda que gravitan sobre el precio natural que debería tener un producto, el precio justo). La idea de trasfondo es que el mercado puede sobrevalorar o infravalorar las cosas. Este razonamiento lo aplica al trabajo productivo e improductivo. El autor ve una segunda dimensión del valor (el moral: honestidad, integridad). De ahí llega a que el trabajo no remunerado son labores domésticas y cuidado de niños son ensalzados como valores familiares, lo mismo que los artísticos. La diferencia es que el valor de mercado se puede comparar con otros pero los valores molares o artísticos no. De ahí, señala que habría que medir el valor social (pues ve una relación inversa entre utilidad y sueldo).
Entre los trabajadores que añaden más valor social están los investigadores clínicos (añaden 9 dólares por cada dólar de sueldo) y los que menos los asesores financieros (sustraen 1,5 dólares por cada dólar cobrado).



En sus páginas aborda la moral del trabajo y su valor (como sacrificio y disciplina), algo que surgió tras la Revolución Industrial. Dice que antes la gente trabajaba en sus casas y los libros buscaban cómo hacer mejores personas, no cómo organizar la sociedad para crear las condiciones necesarias para generar el máximo nivel de riqueza global.

Ve un resurgimiento del "puritanismo" (un evangelio de la riqueza, una como forma de decir que el trabajo forma el carácter, una fusión de la maldición bíblica de Adán y Eva y la noción noreuropea de que el trabajo remunerado convierte a uno en adulto, un autosacrificio, un autocastigo que obliga a renunciar a la alegría y el placer y a ver el trabajo como una forma de ayudar a los demás). Pero hay otro cambio y que ya no se evalúa a uno por lo que produce sino por lo que consume (consumismo), de forma que el trabajo da sentido a las vidas y el desempleo tiene efectos psicológicos devastadores.

Ve una paradoja del trabajo moderno: Por un lado, los trabajadores dicen que con el trabajo se ganan la vida, lo que les da sentido de dignidad y de propia valía. Por otro, la mayoría de la gente odia su trabajo. Según el sociólogo Al Gini, el trabajo es ahora considerado menos como un medio para conseguir un fin (obtener recursos para hacer proyectos) y más como un fin en sí mismo (lo que la gente encontraba nocivo, degradante y opresivo).

Automatización
Graeber también aborda la crisis actual provocada por la automatización. Positivamente, las máquinas podrían eliminar un gran porcentaje de las actuales tareas mecánicas más monótonas y tediosas (habrá menos trabajo productivo y más de cuidados). Pero, en la realidad, muchos trabajos fabriles se exportaron a países pobres en donde la mano de obra era barata.

Respecto a los trabajos a sustituir por las máquinas, el autor se pregunta por qué siempre salen profesiones como sociólogos o periodistas pero nunca el puesto de "emprendedor, inversor, financiero o directores capitalistas que buscan formas óptimas de invertir recursos para responder a la demanda presente y futura". Añade que es difícil imaginar un sistema económica más irracional que aquel que considera un "problema" el eliminar los trabajos pesados, monótonos y/o penosos.

También estudia la posibilidad del llamado "comunismo de lujo automatizado por completo" en el que los futuros robots y replicadores deberían ser propiedad de la humanidad. Las fábricas públicas automatizadas harían la vida más fácil pero sin eliminar trabajos necesarios como "buscar niños perdidos y calmar a los borrachos" (como hacen las taquilleras de Londres). Considera que el auténtico valor de la automatización es incluir el "trabajo de cuidados". Los robots clasificadores de frutas darían tiempo para que la gente decidiese qué curso de Historia podría hacer.

El autor recalca que la automatización ha creado un desempleo masivo pero fue ocultado creando empleos ficticios para que no se note (y que la tasa de desempleo no pase del 3 al 8 %; pero si se eliminan los trabajos de "mierda", el desempleo subiría al 50 o 60 %, según el autor).


Renta básica
Una de sus conclusiones es que la renta básica universal serviría para separar el trabajo de la remuneración y poner fin a los dilemas que el autor describe en el libro. El autor recalca que se ocupa de temas como una reducción masiva de las horas de trabajo o una política de renta básica universal pero Graeber recalca que no da soluciones concretas sino que indaba en un "problema que la mayoría de la gente ni siquiera reconoce que existe". El autor señala que "no existen movimientos antitrabajos de mierda" y recuerda que aunque se redujesen las jornadas a 15 horas semanales sería difícil eliminar rápidamente eliminar los trabajos y los sectores laborales innecesarios. Y dice que la nueva burocracia del gobierno para evaluar la utilidad de los trabajos generaría más trabajos inútiles. Su solución pasaría por la renta básica universal.

La carrera por la renta básica entronca con las ONG que guían a los ciudadanos por la carrera de obstáculos para dificultar "lo más posible" que los desempleados o los que carecen de ingresos puedan acceder al dinero que el propio gobierno afirma que reserva para ellos. (pp. 356) La solución de estos activistas pasa por eliminar todo el sistema a través de la implantación de la renta básica universal (una prestación única que recibirían equitativamente todos los residentes en el país).

Otros activistas son las feministas (mencionan a Wages for Housework y a su sucesor Global Women's Strike), que criticaba que la "máquina global de trabajo" (diseñado para extraer más esfuerzo) considerase el trabajo masculino como trabajo "real" mientras que el de las mujeres hacían "trabajo no real" (doméstico y gratuito, hecho por "amor" y sin mercantilizar pero sin riqueza se carece de poder real). Reclamaron dinero para aquellos que hacen cuidados (pero el cuidarse a sí mismo lleva de nuevo a la renta básica). Una tesis del feminismo es que las mujeres entraron en el mercado laboral no para empoderarlas sino para disciplinar a los hombres.

Mencionan una experiencia piloto en la India en la que las niñas recibieron la misma comida que los niños; los discapacitados tuvieron mayor aceptación en las actividades locales y las mujeres empezaron a dejarse ver con hombres. La tesis de la renta básica es que todo el mundo merece tener como mínimo lo necesario para vivir, sin condiciones (para eliminar las trabas burocráticas). La idea es separar el sustento vital del trabajo (y reducir la burocracia que hace que los pobres se sientan mal consigo mismos; un juego moral muy caro).

Graeber analiza las distintas versiones de la renta básica:

- La conservadora ofrece un modesto estipendio a cambio de eliminar todas las prestaciones del Estado de bienestar (educación, atención sanitaria gratuitas) y someterlo todo al mercado.

- La radical ve la renta básica como la forma de promover la expansión de los servicios públicos.


Señala que aquellos adictos al trabajo que deseen trabajar y ganar más dinero podrán hacerlo ya que la mayoría de la gente no desea pasarse el día ganduleando y viendo la tele y aunque hubiese algún parásito, no sería una carga significativa para la sociedad. Al decidir libremente en qué trabajar, las calles se llenarían de malos poetas y mimos ambulantes pero también habría gente dedicada a pensar cómo trabajar para ayudar a la Humanidad. Aquellos que dedicasen su actividad a la política podrían intentar cambiar las cosas y arreglar la situación.







(en preparación)

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