Resumen del libro "Manifiesto contra el trabajo", de Grupo Krisis (1999)
Resumen original y actualizado en el siguiente link:https://evpitasociologia.blogspot.com/2018/01/manifiesto-contra-el-trabajo-de-grupo.html
Autor del resumen: E.V.Pita, doctor en Comunicación Social y licenciado en Derecho y Sociología
Sociología, teoría del trabajo, empleo, capitalismo, estructura social
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Título: "Manifiesto contra el trabajo"
Título original en alemán: Manifest gegen die Arbeit
Autor: Grupo Krisis (Zeitschrift Krisis)
Edición en castellano: 2002, Barcelona, Virus Editorial
Número de páginas: 79
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Biografía del autor Grupo Krisis
No consta
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Texto de la contraportada
"Un cadáver domina la sociedad, el cadáver del trabajo. Todos los poderes del planeta se han unido para la defensa de ese dominio: el Papa y el Banco Mundial, Tony Blair y Jörg Haider, los sindicatos y los empresarios, los ecologistas alemanes y los socialistas franceses. Todos conocen una única consigna: ¡trabajo, trabajo, trabajo!
A quién todavía no se haya olvidado de pensar, no le resultará difícil darse cuenta de la inconsistencia de una posición semejante. Pues la sociedad dominada por el trabajo no está pasando por una crisis temporal, sino que está llegando a límites absolutos. La producción de riquezas se está alejando cada vez más -en una medida que hasta hace pocas décadas sólo era concebible en la ciencia-ficción - del uso de mano de obra humana como consecuencia de la revolución microelectrónica. Nadie puede afirmar seriamente que este proceso se vaya a parar o que tenga marcha atrás.
Es precisamente en el momento de su muerte cuando el trabajo se revela como un poder totalitario que no admite otro dios a su lado. ¡El que no trabaje, no come! Esta cínica fórmula todavía es válida, a pesar de declarar "excedentes" a millones de personas. En vista de esto, todo grito reclamando trabajo y "puestos de trabajo" se convierte en regresivo. Lo que es necesario, de verdad, es la lucha contra el trabajo. La emancipación social presupone la ruptura categorial con este principio de coerción social, al que la humanidad se ha sometido durante más de dos siglos".
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ÍNDICE
1. El dominio del trabajo muerto
2. La sociedad neoliberal del "apartheid"
3. El "apartheid" del Estado neosocial
4. Agudización y desmentido de la religión del trabajo
5. El trabajo es un principio social coercitivo
6. Trabajo y capital son las dos caras de una misma moneda
7. El trabajo es dominio patriarcal
8. El trabajo es la actividad de los incapacitados
9. La historia de la imposición sangrienta del trabajo
10. El movimiento obrero fue un movimiento por el trabajo
11. La crisis del trabajo
12. El final de la política
13. La simulación casino-capitalista de la sociedad del trabajo
14. El trabajo no puede ser redifinido
15. La crisis de la lucha de intereses
16. La abolición del trabajo
17. Un programa de abolición contra los amantes del trabajo
18. La lucha contra el trabajo es antipolítica
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Texto de la contraportada
"Un cadáver domina la sociedad, el cadáver del trabajo. Todos los poderes del planeta se han unido para la defensa de ese dominio: el Papa y el Banco Mundial, Tony Blair y Jörg Haider, los sindicatos y los empresarios, los ecologistas alemanes y los socialistas franceses. Todos conocen una única consigna: ¡trabajo, trabajo, trabajo!
A quién todavía no se haya olvidado de pensar, no le resultará difícil darse cuenta de la inconsistencia de una posición semejante. Pues la sociedad dominada por el trabajo no está pasando por una crisis temporal, sino que está llegando a límites absolutos. La producción de riquezas se está alejando cada vez más -en una medida que hasta hace pocas décadas sólo era concebible en la ciencia-ficción - del uso de mano de obra humana como consecuencia de la revolución microelectrónica. Nadie puede afirmar seriamente que este proceso se vaya a parar o que tenga marcha atrás.
Es precisamente en el momento de su muerte cuando el trabajo se revela como un poder totalitario que no admite otro dios a su lado. ¡El que no trabaje, no come! Esta cínica fórmula todavía es válida, a pesar de declarar "excedentes" a millones de personas. En vista de esto, todo grito reclamando trabajo y "puestos de trabajo" se convierte en regresivo. Lo que es necesario, de verdad, es la lucha contra el trabajo. La emancipación social presupone la ruptura categorial con este principio de coerción social, al que la humanidad se ha sometido durante más de dos siglos".
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ÍNDICE
1. El dominio del trabajo muerto
2. La sociedad neoliberal del "apartheid"
3. El "apartheid" del Estado neosocial
4. Agudización y desmentido de la religión del trabajo
5. El trabajo es un principio social coercitivo
6. Trabajo y capital son las dos caras de una misma moneda
7. El trabajo es dominio patriarcal
8. El trabajo es la actividad de los incapacitados
9. La historia de la imposición sangrienta del trabajo
10. El movimiento obrero fue un movimiento por el trabajo
11. La crisis del trabajo
12. El final de la política
13. La simulación casino-capitalista de la sociedad del trabajo
14. El trabajo no puede ser redifinido
15. La crisis de la lucha de intereses
16. La abolición del trabajo
17. Un programa de abolición contra los amantes del trabajo
18. La lucha contra el trabajo es antipolítica
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El Grupo Krisis, de origen alemán, comenzó a finales de los años 90 a hablar del fin del trabajo, algo que en 1996 ya había hecho Rifkin con "El fin del trabajo". Mientras Rifkin proponía trabajar de voluntarios, el Grupo Krisis cree que el trabajo, efectivamente ha muerto por culpa de la revolución microinformática (que elimina más puestos de trabajo de los que crea). Estos autores añaden que el "trabajo" sigue siendo asistido artificialmente para preservar una sociedad que está totalmente basada en él.
El manifiesto arranca con esta frase: "Un cadáver domina la sociedad, el cadáver del trabajo".
A continuación reproduzco los primeros párrafos del primer capítulo, disponible en la web del grupo Krisis, para entender plenamente los argumentos del pensamiento crítico:
"Un cadáver domina la sociedad, el cadáver del trabajo. Todos los poderes del planeta se han unido para la defensa de este dominio: el Papa y el Banco Mundial, Tony Blair y Jörg Haider, los sindicatos y los empresarios, los ecologistas alemanes y los socialistas franceses. Todos conocen una única consigna: ¡trabajo, trabajo, trabajo!
A quien todavía no se haya olvidado de pensar, no le resultará difícil darse cuenta de la inconsistencia de una posición semejante. Pues la sociedad dominada por el trabajo no está pasando por una crisis temporal, sino que está llegando a sus límites absolutos. La producción de riquezas se está alejando cada vez más –en una medida que hasta hace pocas décadas sólo era concebible en la ciencia-ficción– del uso de mano de obra humana como consecuencia de la revolución microelectrónica. Nadie puede afirmar seriamente que este proceso se vaya a parar o que tenga marcha atrás. La venta de la mercancía mano de obra va a ser tan prometedora en el siglo XXI como la de sillas de posta en el XX. Sin embargo, en esta sociedad, a quien no puede vender su mano de obra se le considera «excedente» y se le manda al vertedero social.
¡El que no trabaje, no come! Esta cínica fórmula todavía es válida, y hoy en día incluso más, porque se vuelve irremisiblemente obsoleta. Es absurdo: la sociedad nunca ha sido tan sociedad del trabajo como en un momento en que el trabajo se está haciendo innecesario. Es precisamente en el momento de su muerte cuando el trabajo se revela como un poder totalitario que no admite otro dios a su lado. Determina el pensar y el actuar hasta en los poros de la cotidianidad y la psique. No se ahorran esfuerzos para prolongar artificialmente la vida del ídolo trabajo. El grito paranoico de «empleo» justifica que se fuerce incluso la destrucción, hace tiempo conocida, de los fundamentos de la naturaleza. Cuando se abre la perspectiva de un par de miserables «puestos de trabajo», se permite dejar de lado acríticamente los últimos obstáculos a la comercialización total de todas las relaciones sociales. Y se ha convertido en un acto de fe comúnmente exigido la idea de que es mejor tener «cualquier» trabajo que ninguno.
Cuanto más patente es que la sociedad del trabajo está llegando a su final definitivo, con tanta más violencia se oculta ese final a la conciencia pública. Los métodos de ocultación pueden ser tan distintos como se quiera, pero tienen un denominador común: el hecho mundial de que el trabajo se evidencia como un fin absoluto irracional, que se ha hecho obsoleto a sí mismo, es redefinido con la terquedad de un sistema enloquecido como el fracaso personal o colectivo de individuos, empresas o «enclaves». El límite objetivo del trabajo debe parecer, pues, un problema subjetivo de los excluidos".
El capitalismo, señalan los autores, consiste en reproducir el capital y eso se hace mediante el trabajo, da igual de lo que sea o por absurdo que sea. El trabajo, dicen, ha esclavizado al hombre moderno desde la Ilustración, hace dos siglos y lo ha sometido a horarios esclavizantes, le ha obligado a abandonar la tranquila vida en el campo para malvivir en las ciudades contaminadas, todo ello motivado por un ídolo llamado "trabajo" sobre el que se supedita todo. Recuerdan que si una empresa quiere explotar una zona con recursos naturales protegidos solo tiene que decir la frase mágica: "Vamos a crear X puestos de trabajo". Bajo esta fórmula, hay permiso y licencia para destruir el medioambiente y agotar los recursos naturales, todo en bien de crear empleo.
Tanto la izquierda como la derecha no han liberado al hombre del trabajo sino solo se ha debatido quién debía controlar el capital y la fuerza de producción pero nadie ha cuestionado que el hombre esté obligado a trabajar mucho durante toda su vida y sin parar.
El manifiesto arranca con esta frase: "Un cadáver domina la sociedad, el cadáver del trabajo".
A continuación reproduzco los primeros párrafos del primer capítulo, disponible en la web del grupo Krisis, para entender plenamente los argumentos del pensamiento crítico:
"Un cadáver domina la sociedad, el cadáver del trabajo. Todos los poderes del planeta se han unido para la defensa de este dominio: el Papa y el Banco Mundial, Tony Blair y Jörg Haider, los sindicatos y los empresarios, los ecologistas alemanes y los socialistas franceses. Todos conocen una única consigna: ¡trabajo, trabajo, trabajo!
A quien todavía no se haya olvidado de pensar, no le resultará difícil darse cuenta de la inconsistencia de una posición semejante. Pues la sociedad dominada por el trabajo no está pasando por una crisis temporal, sino que está llegando a sus límites absolutos. La producción de riquezas se está alejando cada vez más –en una medida que hasta hace pocas décadas sólo era concebible en la ciencia-ficción– del uso de mano de obra humana como consecuencia de la revolución microelectrónica. Nadie puede afirmar seriamente que este proceso se vaya a parar o que tenga marcha atrás. La venta de la mercancía mano de obra va a ser tan prometedora en el siglo XXI como la de sillas de posta en el XX. Sin embargo, en esta sociedad, a quien no puede vender su mano de obra se le considera «excedente» y se le manda al vertedero social.
¡El que no trabaje, no come! Esta cínica fórmula todavía es válida, y hoy en día incluso más, porque se vuelve irremisiblemente obsoleta. Es absurdo: la sociedad nunca ha sido tan sociedad del trabajo como en un momento en que el trabajo se está haciendo innecesario. Es precisamente en el momento de su muerte cuando el trabajo se revela como un poder totalitario que no admite otro dios a su lado. Determina el pensar y el actuar hasta en los poros de la cotidianidad y la psique. No se ahorran esfuerzos para prolongar artificialmente la vida del ídolo trabajo. El grito paranoico de «empleo» justifica que se fuerce incluso la destrucción, hace tiempo conocida, de los fundamentos de la naturaleza. Cuando se abre la perspectiva de un par de miserables «puestos de trabajo», se permite dejar de lado acríticamente los últimos obstáculos a la comercialización total de todas las relaciones sociales. Y se ha convertido en un acto de fe comúnmente exigido la idea de que es mejor tener «cualquier» trabajo que ninguno.
Cuanto más patente es que la sociedad del trabajo está llegando a su final definitivo, con tanta más violencia se oculta ese final a la conciencia pública. Los métodos de ocultación pueden ser tan distintos como se quiera, pero tienen un denominador común: el hecho mundial de que el trabajo se evidencia como un fin absoluto irracional, que se ha hecho obsoleto a sí mismo, es redefinido con la terquedad de un sistema enloquecido como el fracaso personal o colectivo de individuos, empresas o «enclaves». El límite objetivo del trabajo debe parecer, pues, un problema subjetivo de los excluidos".
El capitalismo, señalan los autores, consiste en reproducir el capital y eso se hace mediante el trabajo, da igual de lo que sea o por absurdo que sea. El trabajo, dicen, ha esclavizado al hombre moderno desde la Ilustración, hace dos siglos y lo ha sometido a horarios esclavizantes, le ha obligado a abandonar la tranquila vida en el campo para malvivir en las ciudades contaminadas, todo ello motivado por un ídolo llamado "trabajo" sobre el que se supedita todo. Recuerdan que si una empresa quiere explotar una zona con recursos naturales protegidos solo tiene que decir la frase mágica: "Vamos a crear X puestos de trabajo". Bajo esta fórmula, hay permiso y licencia para destruir el medioambiente y agotar los recursos naturales, todo en bien de crear empleo.
Tanto la izquierda como la derecha no han liberado al hombre del trabajo sino solo se ha debatido quién debía controlar el capital y la fuerza de producción pero nadie ha cuestionado que el hombre esté obligado a trabajar mucho durante toda su vida y sin parar.
Es más, aunque cada vez hay más paro y desempleo, hay una obligación moral de tener que trabajar y se estigmatiza al parado que además cobra ayudas públicas, de ahí el cinismo de crear políticas sociales basadas en el "el que no trabaja, no come". No se tolera al que no quiere trabajar voluntariamente. Señalan que incluso los ejecutivos más ricos del mundo, como Bill Gates, tienen que ir todos los días a la fábrica y estar pendientes de su negocio; a pesar de los millones que han amasado no se pueden permitir no faltar al trabajo, algo que sorprendería a los aristócratas del siglo XVIII, que ellos sí que no trabajaban nada. Recuerdan que la palabra "trabajo" deriva de "yugo" y está relacionada con las ingratas tareas que hacían los esclavos obligatoriamente.
Consideran que el "trabajo" comienza cuando los Estados absolutistas movilizan recursos para recaudar impuestos con los que, primero mover su maquinaria de guerra, y después, cuando los burgueses toman el control del Estado, para mantener guerras coloniales con el fin de extraer recursos. El trabajo supuso causar sufrimiento a los esclavos de África, que murieron literalmente extenuados de trabajo forzado para producir bienes. Señalan que solo un grupo muy reducido del planeta (Europa y USA) se benefició de la riqueza generada mientras que el resto del planeta fue asolado. A partir del fin de la Segunda Guerra Mundial hubo unas décadas en las que los obreros, que también creían firmemente en el trabajo, acariciaron el sueño burgués de consumir todo tipo de productos. El sueño apenas duró tres décadas, en las que había pleno empleo, hasta que volvió el problema del paro y las presiones para ejercer el "derecho a trabajar" aunque fuese imposible lograr un empleo.
Otro de los aspectos que aborda el Grupo Krisis es el de la gran competencia entre todos los ciudadanos de la sociedad del trabajo, una competencia feroz que relacionan con la selección natural de los más aptos y que, al final, desemboca en una sociedad del "apartheid" donde unos pocos trabajan y el resto no tiene dinero y no puede sobrevivir; sería como una especie de "eutanasia del pobre". En el caso de la incorporación a la mujer, creen que fue totalmente cínico permitirle trabajar sin aplicar a la vez unas medidas para compaginar su vida familiar; el resultado, es que la mujer está ahora doblemente esclavizada, tanto en casa como en el trabajo.
El libro tiene algunos puntos interesantes como el hecho de haber sido uno de los primeros en olerse la gran crisis del 2008. Lo hicieron en 1999, después de un ciclo de crisis en Latinoamérica, Asia y Rusia. Lo atribuyeron a que, al no poderse crear más trabajo, la riqueza se obtenía de la especulación financiera como un camino para seguir adelante a toda costa. Dedujeron que el mismo problema que hubo en la periferia iba a reventar tarde o temprano en las economías más avanzadas como USA o Europa, lo que así ocurrió en el 2008. Su análisis era correcto: fue por culpa de la especulación financiera aunque el Grupo Krisis aclaró que el problema real de fondo es que ya no se puede generar más trabajo porque las mercancías son invendibles.
También explican la progresiva desmantelación del Estado porque es necesario seguir generando capital a costa de servicios sociales como la educación o la sanidad, dinero ahorrado que revertirá en las empresas, se supone.
Entre las soluciones que proponen está la de haya una "actuación social consciente" para que la riqueza producida sea aprehendida directamente según las necesidades. Sería el lema "Cojamos lo que necesitamos" sin arrastrarse de rodillas bajo el jugo de los mercados de trabajo. Proponen organizaciones sociales como consejos o asociaciones libres sobre las condiciones de reproducción de toda la sociedad. A las réplicas hechas por los defensores del libre mercado conforme estas ideas no son sensatas ellos responden que precisamente el mundo del trabajo basado en la libre competencia ha arrasado el planeta y ha excluido a millones de marginados que no son rentables. Para que la libre competencia y mercado funcionase primero tuvieron que exterminarse otro tipo de sociedad más humana. Hablan de paralizar sectores peligrosos como el automóvil, las armas, lo nuclear sino también la industria del entretenimiento, así como la publicidad y la mercadotecnia, que solo sirven para vender cosas inútiles a las masas.
También son críticos con la educación universitaria y los títulos porque la realidad es que ahora una doctora en Filología está en el paro o trabaja de taxista. Como dijo Ulrich Beck, el sistema de empleo estandarizado ha comenzado a deshacerse. Las palabras nuevas son "flexibilidad" en el empleo, o lo que es lo mismo, subempleados multifunción sin oficio. Esto era cómo funcionaban las cosas en los años 80, algo que luego se generalizó.
También critican la renta básica acompañada de actividades voluntarias porque no es más que otra forma de "dumping" social al tener la gente que coger dos o tres trabajos para sobrevivir. Además, al desaparecer el trabajo estandarizado no surge más tiempo para el ocio y la autorealización, sino trabajos por encargo o bajo demanda, así como que genera una gran movilidad del trabajador hacia otros países. La flexibilidad también convierte al trabajador en autónomo o empresario de sí mismo, para ahorrar la Seguridad Social y no se paga por convenio sino por trabajos concretos. Hay más rendimiento y más estrés y menos dinero. Las oficinas centrales se vacían y operan free-lances. Mencionan a Sennet y el libro "El hombre flexible".
Añaden que la flexibilización del trabajo no ha resuelto la crisis del trabajo porque genera trabajadores desmotivados y que el capitalismo ha caído en el absurdo y solo genera energías autodestructivas, según señalan.
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