martes, 20 de abril de 2021

"No hay apocalipsis", de Michael Shellenberger (2020)

Resumen del libro "No hay apocalipsis", de Michael Shellenberger (2020)

Resumen original y actualizado en:

https://evpitasociologia.blogspot.com/2021/04/no-hay-apocalipsis-de-michael.html

Resumen elaborado por E.V.Pita, doctor en Comunicación, licenciado en Derecho y Sociología

Sociología, ecología, medioambiente, cambio climático, huella de carbono

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Ficha técnica:

Título: "No hay apocalipsis"

Subtítulo: Por qué el alarmismo medioambiental nos perjudica a todos

Título en inglés: Apocalypse Never

Autor: Michael Shellenberger

Fecha de publicación en inglés: 2020

Editorial en español: Centro de Libros PAPF SLU, Barcelona, 2021

Número de páginas: 490 (aprox)

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Biografía del autor

Michael Shellenberger es un activista medioambiental estadounidense. Es fundador y presidente del Environmental Progress, una organización de investigación independiente con sede en Berkeley, California, que lucha por la energía limpia y la justicia energética.

Asimismo, durante más de dos décadas, ha escrito sobre energía y medioambiente para The New York Times, The Washington Post, The Wall Street Journal y Nature Energy, entre otras publicaciones. La revista Time lo nombró "Héroe del medioambiente" en 2008.

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Texto de la contraportada

"Michael Shellenberger lleva luchando por un planeta más verde durante décadas. Ayudó a salvar las últimas secuoyas del mundo. Participó en el precedente del actual nuevo pacto verde. Y lideró una exitosa iniciativa de científicos y activistas del clima para mantener en funcionamiento las plantas nucleares y evitar así un pico de emisiones. Pero en 2019, mientras algunos afirmaban que "miles de millones de personas van a morir", generando una enorme ansiedad entre la ciudadanía, decidió que, tras una vida como activista medioambiental, como experto en energía y padre de un adolescente, tenía que pronunciarse para separar la ciencia de la ficción.

Porque, en la mayoría de los países desarrollados, las emisiones de carbono se han ido reduciendo durante más de una década tras haber alcanzado su máximo. Las muertes debidas a condiciones climáticas extremas, incluso en las naciones pobres, han disminuido un 80 % en las últimas cuatro décadas. Y el riesgo de que la Tierra se caliente hasta temperaturas muy altas es cada vez más improbable, gracias a la ralentización del crecimiento de la población y de la abundancia del gas natural.

¿Qué hay detrás del auge del ambientalismo apocalíptico? Poderosos intereses financieros. Pero sobre todo existe un deseo de transcendencia entre personas supuestamente laicas. Este impulso espiritual puede ser natural y saludable. Pero al predicar el miedo sin amor, y la culpa sin redención, la nueva religión no está logrando satisfacer nuestras necesidades psicológicas y existenciales más profundas"

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ÍNDICE

1. No es el fin del mundo

2. Los pulmones de la Tierra no están ardiendo

3. Basta de pajitas de plástico

4. La sexta extinción está cancelada

5. Los talleres clandestinos salvan el planeta

6. La codicia salvó a las ballenas, no Greenpace

7. Toma tu entrecot y cómelo, también

8. Salvar la naturaleza es la bomba

9. Destruir el medio ambiente para salvarlo

10. Todo sobre el verde

11. El negacionismo de la energía

12. Dioses falsos para almas perdidas

Epílogo

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RESUMEN

El autor Michael Shellenberger, forma parte de esa corriente de autores "optimistas" como Steven Pinker (que dice que vivimos en la época menos violenta de la historia).  Shellenberger defiende una especie de "humanismo medioambiental" frente al "alarmismo ambiental" o el "ambientalismo apocalíptico" porque según dice, en su epílogo, "la gran mayoría de la gente del mundo quiere tanto prosperidad como naturaleza, no naturaleza sin prosperidad". Afirma que están "confundidos" acerca de cómo lograr ambos. Asegura que en un mundo orgánico, de bajo consumo orgánico, de bajo consumo energético y con energía renovable sería peor, y no mejor, para la mayoría de las personas y para el medio ambiente natural. Sostiene que el alarmismo ambiental debe suavizarse porque el sistema global está cambiando, con nuevos riesgos y nuevas oportunidades.

Critica estudios como el Club de Roma de 1972 que veían un mundo superpoblado y también el IPCC sobre cambio global, demasiado catastrofistas a su gusto.

El autor  Shellenberger dice que incluso ha aceptado ser revisor en informes sobre el estado de la ciencia del clima del IPCC, tras criticarlo en el 2018. Indica que el escenario del alto uso del carbón del IPCC, el RCP 8,5 era muy improbable y más probable que las temperaturas alcanzasen un pico por debajo de los tres grados centígrados por encima de los niveles preindustriales.

 Shellenberger critica que cierren centrales nucleares prematuramente que proporcionan energía confiable, de bajo coste y libre de carbono a unos 6 millones de personas en California tras la presión de NRDC, EDF, el Sierra Club y 350.org. Ahora incluso hay activistas pronucleares que desacreditan los mitos respecto a esta energía. El autor recalca que las plantas pueden funcionar durante 80 o 100 años y él mismo trabajó con humanistas ambientales para salvar las centrales nucleares y organizaron manifestaciones al estilo de Greta Thunberg.

En el primer capítulo,  Shellenberger cuenta cómo los ecologistas juveniles de Extiction Rebellition (ER), de los que formó parte Greta Thunberg, hicieron manifestaciones en Londres y se descolgaron desde edificios para protestar por la próxima catástrofe que se avecinaba en el cambio climático, porque solo quedaban una docena de años, hasta el 2030, para frenar el alza de las temperaturas hasta que fuese irreversible. Pero el autor niega que en el 2030 sea el fin del mundo, ya que en todo caso, la temperatura media global alcanzaría los 1,5 grados de exceso respecto a la época preindustrial y para ser una catástrofe tendría que estar entre 3, 4 o 6 grados de más. Además, el nivel del mar desde el siglo XIX ha subido solo 19 centímetros, lo que no parece que vaya a inundar las costas (aunque sí pone en peligro otras islas).

Del mismo modo,  Shellenberger niega que los bosques del mundo estén ardiendo. Recuerda que él fue al Congo (a la reserva de los gorilas en el monte Virunga) y que la gente quemaba madera y leña porque no tenía electricidad. Unos filántropos americanos (Bill y Melinda Gates y Buffet) crearon allí una central eléctrica de 20.000 megavatios pero eso era insuficiente para las ciudades de alrededor, por lo que cobraban 300 dólares de suministro, y ningún aldeano pobre se lo podía permitir, por lo que siguieron quemando madera. El autor dice que el carbón es mejor que la madera (más energético) y que la gasolina todavía es más energética que el resto (y fácil de usar), por lo que prevé que nadie renuncie a los combustibles fósiles por electricidad si no se le da una alternativa barata.

Respecto a las pajitas de plástico, no entiende por qué hubo ese histerismo ya que solo forman un pequeño porcentaje del plástico y además, precisamente, las pajitas se degradan con la luz solar y el agua. De ahí surgen los microplásticos, pero cree que el problema es menor si se compara con el servicio que hacen al evitar talar bosques ya que el plástico procede del petróleo y es muy barato y sirve como sustituto de elementos costosos como la madera.

Respecto a la sexta extinción, dice que quizás estén disminuyendo las poblaciones de algunas especies pero no se trata de una extinción, si no de una reducción de población. 

En cuanto a los talleres clandestinos, sostiene que estos supusieron una alternativa para aquellas jóvenes del rural que vieron una salida en la ciudad. Aunque empezaron en condiciones duras pudieron ascender y mejorar en sus empleos hasta disponer de su propia casa. Estos talleres han permitido a muchas familias del rural (en Indonesia y otros países de Asia) salir de la pobreza y acceder a las comodidades de la ciudad y labrarse un futuro. Por eso, cree que las marcas de ropa han sido "buenas" al crear prosperidad y oportunidades para los más pobres y permitirles acceder a la clase media.

Respecto a las ballenas y las tortugas de carey, dice que fueron salvadas varias veces de la extinción por los avances tecnológicos y la lógica del mercado. Primero, porque su aceite fue sustituido por el petróleo en el siglo XIX y después, en el siglo XX, por el plástico. Las mayores matanzas de ballenas fueron a finales del siglo XX por balleneros rusos y japoneses, pero incluso estos estaban sometidos a unas cuotas. Fue el mercado el que acabó con el interés económico por las ballenas.

Lo mismo pasa con la carne. Dice que si se quisiese criar a las gallinas y las vacas en libertad en vez de en granjas mecanizadas, no habría suficiente terreno y se tendrían que talar más bosques para pasto. Además, sostiene que la carne aporta energía que es imposible de conseguir solo con una dieta vegana (la cual debilita al hombre). Por ello, al tomar carne, uno se vuelve más fuerte y productivo, lo que ayuda a generar prosperidad. Ve las granjas industriales de producción de pollos como un mal menor para alimentar de forma barata a la población sin destruir más bosques.

En el mismo sentido se pronuncia sobre la energía, donde apuesta por las centrales nucleares como la mejor solución para producir energía y electricidad ya que el carbón es contaminante, lo mismo que el petróleo, y la electricidad renovable solo supone un escaso porcentaje de la producción y obligaría a ocupar mucho espacio. El gas natural es otra buena solución por su disponibilidad. Dice que sin energía o electricidad, es imposible salir de la pobreza y que usar energías renovables (como la madera, el viento o el aire) nos devolvería directamente a niveles de producción de la economía rural de la Edad Media.

Finalmente, cree que la "ciencia medioambiental" se ha convertido en otra "religión" donde el dogma es el "cambio climático" donde fieles como Greta Thunberg lo defienden a capa y espada, los sacerdotes y hechiceros son los "científicos" con los que es difícil discutir sin recibir palos, y hay tintes judeo-cristianos como que la culpa del desastre ambiental sea del hombre (y su pecado original es la huella de carbono). Tiene esos ecos bíblicos de que el hombre ha fallado y por su culpa vamos hacia la catástrofe. Se ofrecen pequeñas acciones individuales (como el veganismo, o el fin de las bolsas de plástico) para ayudar a que no llegue el fin del mundo (que sería el equivalente al catastrófico Apocalipsis bíblico).









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