domingo, 16 de mayo de 2021

"El triunfo de la injusticia", de Emmanuel Saez y Gabriel Zucman (2019)

Resumen del libro "El triunfo de la injusticia", de Emmanuel Saez y Gabriel Zucman (2021)

Resumen original y actualizado del libro:

https://evpitasociologia.blogspot.com/2021/05/el-triunfo-de-la-injusticia-de-emmanuel.html

Resumen elaborado por E.V.Pita, doctor en Comunicación y licenciado en Sociología y Derecho

Sociología, impuestos, distribución económica, justicia social, desigualdad

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Ficha técnica:

Título: "El triunfo de la injusticia"

Subtítulo: Cómo los ricos eluden impuestos y cómo hacerles pagar

Título en inglés: "The Triumph of Injustice: How the Rich Dodge Taxes and How to Make Them Pay"

Autores: Emmanuel Saez y Gabriel Zucman 

Publicación en inglés: 2019

Edición en español: Taurus, Penguin Random House Grupo Editorial, Barcelona, 2021

Páginas: algo más de 265

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Biografía oficial de Emmanuel Saez y Gabriel Zucman  

Emmanuel Saez es catedrático de Economía y director del Centro para el Crecimiento Equitativo de la Universidad de California, Berkeley. Su investigación se centra en la política fiscal y la desigualdad tanto desde un punto de vista teórico como empírico.


Gabriel Zucman es catedrático de Economía y políticas públicas en la Universidad de California, Berkeley. Su investigación analiza la acumulación y distribución de la riqueza a través de una perspectiva global e histórica. Es autor de la "La riqueza oculta de las naciones", traducido a 18 idiomas.

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Texto de la contraportada

"Una reinvención visionaria y pragmática de los impuestos, y una hoja de ruta para alcanzar la justicia social.

La desigualdad desbocada que padecemos tiene un claro motor: un sistema fiscal injusto. Por primera vez, en más de un siglo, a los multimillonarios estadounidenses se les aplican tasas impositivas más bajas que a ningún grupo social. Mientras tanto, a la clase media se le pide un esfuerzo contributivo mayor. Enmanuel Saez y Gabriel Zucman, dos economistas que han revolucionado el estudio de la desigualdad, analizan las decisiones (y los pecados de la indecisión) que han llevado a semejante triunfo de la injusticia fiscal. Combinando el análisis histórico y las aportaciones económicas más punteras con una prosa amena y sin jerga económica, Saez y Zucman muestran cómo el fin de la progresividad de los impuestos termina por sacudir los cimientos de la democracia.

Estados Unidos, que estuvo a la vanguardia de la lucha por la justicia fiscal, ha dado la espalda a su propia tradición. Si queremos evitar que Europa caiga en una deriva injusta y oligárquica como la que llevó a Donald Trump al poder, es urgente actuar. Aunque el deterioro de la escalada fiscal en un contexto de aumento de las desigualdades ha sido especialmente exacerbado en ese lado del Atlántico, no es un absoluto específico de Estados Unidos. La injusticia fiscal, uno de los grandes fracasos políticos de nuestro tiempo, es un fenómeno global que exige soluciones integrales. 

"Sin impuestos no hay cooperación, ni prosperidad ni destino común: no hay ni tan siquiera una nación que necesite un presidente".

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ÍNDICE

Introducción: reinventando la democracia fiscal

1. Renta e impuestos en Estados Unidos

2. De Boston a Richmond

3. Cómo triunfa la injusticia

4. Bienvenidos a Bermulanda

5. La espiral

6. Cómo detener la espiral

7. Gravar a los ricos

8. Más allá de Laffer

9. Un mundo de posibilidades

Conclusión: Justicia fiscal ya

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RESUMEN

Los autores Emmanuel Saez y Gabriel Zucman examinan la evolución de los impuestos y proponen una fórmula global para solucionar la evasión fiscal que consistiría en una especie de mínimo de estándar global de tipo impositivo efectivo del 25 %, que consideran que no es especialmente elevado en la perspectiva internacional o histórica. Eso acabaría con los paraísos fiscales, que es una forma de "dumping" financiero de los pequeños estados (las Bermulandias) y otros poco dispuestos a colaborar en dar información de transacciones financieras. Otra idea es si una empresa declara el 2 % de sus beneficios en USA y el resto en Irlanda o Bermudas, clavarle un impuesto del 23 % más hasta completar ese 25 % (es decir, EEUU les cobraría a las multinacionales su parte de las ventas que estas hiciesen en el extranjero hasta completar un suelo fiscal del 25 %, por ejemplo). Este "suelo" fiscal dejaría sin sentido la competencia entre los países por las rebajas fiscales y se dedicarían a competir por infraestructuras, acceso a la educación y financiar la investigación. Dicen que con estos métodos en vez de mejorar principalmente el balance de los accionistas, la competencia internacional fomentaría la igualdad dentro de los países.

Los autores insisten en que la globalización no impide que los países graven a las corporaciones a tipos altos. Rechazan a quienes dicen que la carrera hacia el abismo en las tasas impositivas sobre la renta corporativa es algo natural y que imponer sanciones en contra de los paraísos fiscales es un atentado contra el libre comercio, y esta gente no deben ser vistos como defensores de la globalización.

Los autores insisten en que las sociedades pueden decidir qué nivel de progresividad fiscal desean. Emmanuel Saez y Gabriel Zucman indican que la globalización ha planteado asuntos espinosos acerca de la manera de gravar a las multinacionales y a los ricos pero la apertura internacional no nos condena a un mundo con que la injusticia social sea cada vez mayor. Indican que la evasión de impuestos se ha tolerado desde los años 80 pero técnicamente nada impide ponerle freno. Creen que la progresividad se haya amenazada.

Entre sus medidas destacan: 

1) Un impuesto de gran progresividad sobre la riqueza para poner coto a las formas de extracción de renta asociadas a la riqueza extrema y consolidada.

2) Una tributación efectiva de las empresas internacionales para reconciliar la globalización con la justicia tributaria

3) Un impuesto sobre la renta nacional para financiar el Estado social actual y un alivio del coste abrumador de la asistencia sanitaria.

Los impuestos fueron altamente progresivos (con un importante recargo para los más importantes) desde la postguerra de 1945 hasta 1980. Los impuestos colapsaron por los costes de la asistencia sanitaria y de los impuestos sobre los salarios, "lo que transformó el sistema tributario estadounidense en un motor de injusticia". Recalca que los países ricos se han hecho ricos gracias a la inversión colectiva en educación, sanidad y otros bienes públicos "y no mediante la deificación de una ínfima minoría de ultrarricos".

Si los abogados de los millonarios descubrían un vacío legal para reducir sus pagos (elusión, no evasión), el Gobierno iba detrás y lo tapaba para desincentivarlo. Se llegaron a pagar el 80 % de los beneficios. A partir de esa fecha, Ronald Reagan y Thatcher rebajaron los impuestos hasta el 30 % y permitieron fórmulas como los paraísos fiscales pero eran tan descaradas que tuvieron que ir tapando huecos. Los recortes de impuestos bajaron hasta el 25 % en la era Trump mientras subían las tasas a los trabajadores.

Una de las claves es que los impuestos al capital se mantuvieron bajos de forma que alguien podía hacerse rico si reinvertía sus ganancias y no sacaba el dinero de la Bolsa. Mientras, los impuestos al salario siguieron constantes, lo que supone que se pagaban menos impuestos moviendo capitales y rentas que trabajando. Eso quiere decir que era más fácil enriquecerse a quienes tenían capital que los que trabajaban (coincide con la tesis de Piketty).

En el caso de los paraísos fiscales, les acusan de generar "externalidades negativas" a otras naciones. Los autores dicen que ahora que ya disponemos de los datos relativos a la cantidad de beneficios registrados por las multinacionales en los países que operan sería posible calcular cuánto reduce exactamente la política fiscal de Irlanda la recaudación de impuestos en Estados Unidos y en Francia. Mantienen que ya no hay excusas para ignorar las externalidades fiscales que unos países imponen a otros. Recuerda que EE.UU. y la UE representan el 50 % del consumo mundial y si ambas adoptasen conjuntamente el sistema que Emmanuel Saez y Gabriel Zucman proponen, hasta el 75 % (50 % de occidente y 25 % del resto) de los beneficios mundiales se gravaría como mínimo al 25 %.

En el capítulo 3, los autores indicaron que Estados Unidos recurrió con éxito a la amenaza de imponer cargas tributarias a las transacciones financieras para obligar a los paraísos fiscales  a compartir automáticamente los datos bancarios con el IRS, allanando el camino para una nueva forma de cooperación mundial que muchos juzgaban imposible. Los autores señalan que la misma estrategia podría emplearse para convencer a los que se resisten a unirse al estándar común del impuesto sobre sociedades.

En un gráfico, muestran cómo en 1960, los 400 estadounidenses más ricos pagaban tipos impositivos del 60 % y antes de 1980, abonaban el 50 %, mientras que el 50 % con los ingresos más bajos pagaban un 20 % en 1960 y un 30 % en 1990. En el 2020, la base de clase trabajadora paga en torno a un 25 % y los ultrarricos, un 24 %, aproximadamente.

Otro detalle que señalan es que las diferencias por los impuestos comenzaron entre el Sur de EE.UU. (sudista, esclavista, favorable a rebajar los impuestos) y el norte industrial.

Respecto a la distribución de los impuestos, la clase trabajadora paga la mayoría de los impuestos sobre el consumo (que son regresivos, porque afectan a todos igual sin tener en cuenta lo que ingresa) y los impuestos sobre la nómina. La clase media, paga sobre todo impuestos sobre la renta individual e impuestos sobre sociedades y patrimonio y solo los muy ricos, impuesto sobre sucesiones. Los autores concluyen que los superricos pagan menos que los demás grupos porque la mayoría de sus ingresos no están sujetos a tributación (porque no proceden del trabajo sino del capital y las herencias). Los autores comenta que no hay impuestos sobre las ventas en la ópera, ni sobre los clubs de campo pero si compra ropa o electrodomésticos sí se imponen; aunque bajaron los impuestos sobre alimentos suben para combistibles, alcohol y tabaco. Son regresivos porque absorben el 10 % de los ingresos de los pobres (que lo consumen todo) y solo el 2% de los supermillonarios. Los servicios, que es lo que usan los ricos, apenas están gravados. "Estados Unidos no tiene un IVA; sino un IVA para los pobres", dicen Emmanuel Saez y Gabriel Zucman.

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