lunes, 5 de febrero de 2018

"Progreso; diez razones para mirar al futuro con optimismo", de Johan Norberg (2016)

Reseña de "Progreso; diez razones para mirar al futuro con optimismo", de Johan Norberg (2016)

Link del resumen original y actualizado en:
https://evpitasociologia.blogspot.com/2018/02/progreso-diez-razones-para-mirar-al.html

Resumen por E.V.Pita. doctor en Comunicación Social, licenciado en Derecho y Sociología

Sociología, progreso, crecimiento económico, globalización

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Título: "Progreso; diez razones para mirar al futuro con optimismo"

Título original en inglés: Progress

Autor: Johan Norberg

Publicación en inglés: Oneworld Publications, Londres, Reino Unido, 2016


Fecha de publicación en español: Deusto, Grupo Planeta, Barcelona, 2017,

Número de páginas: 317

Menciones: The Economist escogió Progreso como libro del año 2016.

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Biografía oficial del autor Johan Norberg (hasta el 2017)

Ensayista económico sueco y activo conferenciante internacional, colabora habitualmente con medios globales y escribe una columna en el periódico Metro. Sus trabajos tratan sobre el emprendimiento, la libertad, la economía y la globalización. Es miembro del consejo de la Sociedad Mont Pelerin de Suiza, experto del Cato Institute de Washington y senior fellow del European Centre for Internacional Political Economy de Bruselas.

Ha escrito quince libros, de los cuales en España se han publicado En defensa del capitalismo global (Unidad Editorial, 2005) y Fiasco Financiero:  Cómo la obsesión de los americanos por la propiedad inmobiliaria y el dinero fácil causó la crisis económica (Unidad Editorial, 2015).

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Texto de la contraportada

"Las malas noticias son omnipresentes en las televisiones, los periódicos y las conversaciones. Sea por razones económicas, políticas o debido a catástrofes naturales, parece que nuestro mundo va cada vez peor. Sin embargo, eso no es cierto. El progreso que la humanidad ha experimentado en las últimas décadas ha sido asombroso y no tiene precedentes. Y así lo demuestra el detallado examen que Johan Norberg hace en este libro de las cifras oficiales de organizaciones internacionales como Naciones Unidas, el Banco Mundial o la Organización Mundial de la Salud.

Nuestra percepción puede decirnos que todo va mal, pero los datos indican que el mundo mejora y que lo hace, en muchas ocasiones, para aquellos que se encuentran en un peor punto de partida: en casi todos los rincones del mundo la gente vive más años, con mayor prosperidad, más seguridad y mejor salud.

Por supuesto, ni todos los problemas han sido resueltos ni todas las partes del mundo pueden compartir ese optimismo. Pero en la mayoría de los casos sabemos, al menos, qué herramientas pueden ayudarnos; muchas veces, una tecnología tan simple como la que permite el acceso al agua potable y sistemas de fontanería domésticos puede marcar una enorme diferencia. La educación y la nutrición son también claves y constituyen indicadores que mejoran. Nada debería hacernos pensar, en consecuencia que el mundo del futuro va a ser peor que el actual. De hecho, y como nos recuerda Norberg en las páginas de este libro, vivimos en la mejor época de la comunidad.

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ÍNDICE

Prólogo de Juan Ramón Rallo
Introducción. Estamos mejor que nunca
Capítulo 1. Alimentación
Capítulo 2. Saneamiento
Capítulo 3. Esperanza de vida
Capítulo 4. Pobreza
Capítulo 5. Violencia
Capítulo 6. Medio ambiente
Capítulo 7. Alfabetización
Capítulo 8. Libertad
Capítulo 9. Igualdad
Capítulo 10. La próxima generación
Epílogo. ¿Aún no estás convencido?

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Comentarios previos (por E.V.Pita): 

El libro ya fue publicado y en prensa hay disponibles reseñas. El interés del libro es que aporta una visión optimista al debate sobre el progreso.

El debate sobre el progreso comienza con Habermas en los años 80 y la crítica al racionalismo que aunque trajo inicialmente prosperidad (tren, telégrafo, electricidad, aviación....) desembocó en dos guerras mundiales y genocidios con matanzas a escala industrial nunca vistas. A partir de la crisis del 2008, el concepto de progreso se volvió a atacar, esta vez porque una de las promesas, tanto del marxismo como del neoliberalismo, se volvía paradójica. La revolución informática no ha traído un gran progreso ni en la productividad ni en los salarios, que han descendido. No solo eso, sino que las desigualdades sociales se han incrementado.

Ante estas voces surgen otras optimistas, entre ellas de las de Steven Piker, Johan Norberg o Edmund Phelps ("Una prosperidad inaudita") o Diamandis y Kotler ("Abundancia") que sostienen que, a pesar de los cataclismos mundiales y las megacrisis, la Humanidad cada vez vive más y mejor gracias a la globalización y el liberalismo democrático. En la misma línea de progreso estaría Ian Morris ("La guerra ¿para qué sirve?"). El autor cita numerosas veces al premio Nóbel Angus Deaton, quien recordó que su abuelo era minero y que, en solo una generación, él es un prestigioso economista mundial.

El autor comienza el primer capítulo hablando de las hambrunas que asolaron Suecia o países tan ricos como Francia en la Edad Media, Moderna y hasta el siglo XIX en el campo sueco. El hambre era una tragedia cíclica que segaba las vidas de la décima parte de la población o incluso el 30 % en Finlandia. En China o India era peor. A todo ello, aunque hubiese comida no se podía conservar y se consumía de inmediato comiendo el mismo menú de avenas, gachas y arenque durante toda la semana y con las cucharas relamidas por toda la familia y sin lavar. La comida que llegaba a las mesas de Europa en el siglo XVIII equivalía a lo que hoy se considera desnutrición en África. La gente era bajita y pequeña para consumir menos comida. Y cita a Angus Deaton que recuerda que la propia Inglaterra sufría en aquella época una "trampa nutricional" pues no comían lo bastante para trabajar más y producir más alimentos. Algunos estaban tan mal alimentados que solo podían caminar unas horas al día. Malthus predijo que la situación continuaría así de por vida y que el lacra del hambre seguiría ahí. Países como Francia tenían a gran parte de la población sumida en la pobreza, el que lograba pan para consumir cada día, se consideraba que no era pobre, los demás no sabían si llegarían al día siguiente.

Pero el autor replica que Malthus se equivocó porque subestimó los avances tecnológicos, tales como los fertilizantes y la fijación industrial del nitrógeno, que disparó las cosechas (aunque a la larga generó un problema medioambiental). En el siglo XX, las hambrunas eran cosa del pasado. A ello se suma la maquinaria que hace el trabajo de un día de 25 hombres en solo cinco minutos. La productividad es 2.500 veces mayor. El comercio o la refrigeración mejoraron esto mucho más. A todo ello se sumó la caída de la natalidad (ligada a la educación y a menos hijos), que impidió que se hiciese realidad la pesadilla malthusiana. A pesar de aumentar la comida, la población no aumentó en la misma proporción. Además, hay una sorpresa añadida porque se redujo la mortalidad, lo que se compensó con una menor natalidad (debido a que aumentó la esperanza de vida). Mientras la producción de alimentos se disparaba sobre la misma superficie cultivada (quizás un 15 % más) y la población crecía, desaparecieron las hambrunas.

A día de hoy, los occidentales son 15 veces más ricos que en 1800 y eso a pesar de que la población se ha duplicado varias veces desde entonces.

El autor menciona la Revolución Verde iniciada por Borlaug en México (con un trigo super-resistente) y luego en la India y Pakistán, que en pocos años se volvieron autosuficientes en cereales y eliminaron las hambrunas de un plumazo. A ello se ligó una economía de precios de mercado para dar salida a todo el producto frente a los precios fijos anteriores. El aumento de calorías medios en los países pobres pasó de 2.000 al día a 2.800. Solo Zambia se queda por debajo. Y el precio del cereal en el Índice Grilli-Yang es la mitad que hace 60 años. El autor recuerda que países como Perú siguen reduciendo la desnutrición a pasos agigantados. Y en Vietnam, al reducirse los impuestos y liberalizarse el precio del arroz, se salvaron 20 millones de vidas.En África, aunque bajó el porcentaje de malnutrición, aumentó la población, y por tanto la cifra absoluta de malnutridos subió a 46 millones de personas.

Otro factor importante ha sido la sanidad. Las pestes y las enfermedades han mantenido a raya a la población humana entre el año 1 y 1800, en la que el PIB solo creció un 50 %. Incluso en el Londres de 1850 había muertes por cólera que diezmaban barrios enteros. Angus Deaton recuerda cómo se descubrió el foco de contagio del cólera: era una compañía suministradora de agua. El cólera se propagaba por el agua (contaminada con residuos fecales) y ese es el punto de inflexión para dispararse la esperanza de vida a nivel mundial. Tras este descubrimiento, seguido de los hallazgos de Pasteur sobre los gérmenes, el lavado de manos con jabón de los médicos y enfermeras en los hospitales, y la penilicina y antibióticos de Fleming, la salud mundial se disparó y la esperanza de vida pasó de 30 o 40 años en 1900 a los 85 actuales, algo que se consideraba imposible.

El autor recuerda que a día de hoy en África hay muchas dificultades para acceder al auga potable y que las enfermedades siguen diezmando a la población. Se han hecho esfuerzos para eliminar los baños comunales o la "bolsa volante" (excrementos metidos en una bolsa y lanzados a la calle o los ríos). El problema de una buena gestión de los residuos data de la Antigüedad pero, de una u otra manera, las grandes Civilizaciones inventaron su propio retrete, caso de Roma. El temor al agua contaminada llevó a griegos y romanos a beber vino o desinfectar heridas con vino, señal de que no se fiaban del agua. Hasta la época moderna, la población e incluso las élites evitaban bañarse. El llamado "water close" no se difundió por las ciudades occidentales hasta el siglo XX. En general, la higiene era lamentable y solo cuando se adoptaron las medidas adecuadas, la esperanza de vida se disparó.

Norberg también recuerda cómo ha avanzado la esperanza de vida y cómo se ha logrado que la mayoría de los recién nacidos logren sobrevivir al parto y a los cinco años de vida, excepción hecha de Francia.

El autor también repasa cómo las naciones más pobres han escalado puestos. Explica que los países europeos más avanzados de 1800 tenían una riqueza similar a la actual de Haití, Liberia o Zimbawe [nota del lector: puede ser casualidad el haber mencionado a estos países pero las tres destacan por haber sido repúblicas fundadas por antiguos esclavos que se independizaron del hombre blanco. Haití se fundó tras un brutal motín contra los franceses y se convirtió en un país poscrito; Liberia fue la república fundada en África por los afroamericanos liberados de la esclavitud; Zimbawe echó a los blancos de sus plantaciones]. En general, un europeo anciano de hace dos o tres siglos dejaba en herencia su ropa, una silla y una mesa.

El autor cree que el aumento del PIB ha sido tan extraordinario que ha beneficiado incluso a casos que se consideraban perdidos como es Asia. Si a principios de los años 80, dos periodistas suecos relataban la miseria en países asiáticos, dos décadas después veían gran actividad económica y, en su viaje más reciente, había rascacielos levantados por todas partes. Norberg cree que el capitalismo y la globalización han logrado disparar el crecimiento mundial, y sus logros son mucho mejores que los otros sistemas fallidos como el feudal (el campesino no era dueño de las tierras) o el comunista (el Estado era el dueño de las tierras y los medios de producción).

El éxito de Asia tiene que ver, según el autor, con la pequeña revolución iniciada en 1978 en una aldea china que acabó con las hambrunas maoístas. Los campesinos estaban colectivizados bajo un régimen post-maoísta y producían poco. En una remota aldea, los vecinos decidieron en secreto repartirse la propiedad de las tierras comunales, que registraron en papeles, y al año siguiente multiplicaron por seis su producción de cereales. La fórmula circuló como la pólvora y otros campesinos de otros pueblos les imitaron. El partido no pudo evitar hacer la vista gorda ante los espectaculares resultados de producción. Unos años después, el líder chino aprobaba que el enriquecimiento era bueno.

El libro también aborda la violencia y de cómo ha descendido. Menciona los trabajos de Pinker. El autor comenta las brutalidades que se cometían en la Antigüedad, con las peleas a muerte de los gladiadores, o en la Edad Media, donde la tortura estaba a la orden del día y se hacía a la vista del público. El autor señala que a medida que algunos países mejoraron económicamente, también se volvieron más sensibles hacia los derechos humanos. Por otra parte, el autor señala que en el Neolítico la tasa de homicidios era altísima, era un mundo salvaje, donde la probabilidad de ser asesinado era alta. En la Antigüedad, la violencia se redujo algo pero recuerda que en la Edad Media los Estados europeos guerreaban continuamente entre sí, a lo que se añadieron las masacres de los hunos contra Roma o de los mongoles contra Oriente. En cambio, a medida que pasaron los años, las poblaciones se fueron pacificando, salvo episodios como la Guerra de los 30 Años que se cobró la vida de un tercio de los alemanes, hasta llegar al siglo XIX, donde tras las guerras napoleónicas, hubo casi un siglo de paz. Asegura que, incluso con las dos guerras mundiales, que se cobraron en total cien millones de víctimas, la tasa de muertes violentas estaba muy debajo de lo habitual, y cayó más. Las recientes guerras de Afganistán o Irak, asegura el autor, dejaron menos muertos que las libradas en los años 80. Añade que ya no hay guerras entre grandes potencias.
[nota del lector: diversos autores insisten en que el siglo XX, a pesar de sus guerras industriales con millones de muertos, no fue tan violento como lo pintan. No sé qué pensaría un caballero de la Edad Media sobre la brutalidad del siglo XX al ver los millones de muertos de las trincheras, las guerras relámpago, los campos de concentración, los bombardeos de ciudades o la bomba atómica]

Respecto al medio ambiente, el autor dice que hay mucho debate sobre el cambio climático. Argumenta que el hambre y la miseria es peor que la contaminación y que muchos países emergentes tienen que elegir entre dar de comer hoy a sus hijos (y montar industrias contaminantes) o dejar todo limpio para venideras generaciones futuras. Asegura que la contaminación en los países industriales se ha reducido paulatinamente gracias a los avances tecnológicos: pone como ejemplo el "smoog" (neblina de humo tóxico) que anegaba Londres en el siglo XIX y hasta mediados del XX, y en el que el Támesis era un cloaca. Esos humos han desaparecido y los peces han vuelto al Támesis. Este proceso se reproduce en otros países ricos. Añade que la vegetación está aumentando otra vez. Los casos de "smoog" en China (por ejemplo, Pekín) es el precio a pagar por la industralización acelerada en los países emergentes pero cree que también se tomarán medidas para preservar el aire y el agua.

En el tema del calentamiento global, evita el negacionismo pero se muestra cauteloso y dice que ahora mismo hay muchos debates teóricos al respecto y que todo está un poco embrollado. En todo caso, aclara que la gente no parece tan preocupada porque haga un poco más de calor pero que sí habría alarma si estuviesen descendiendo las temperaturas, ya que el frío sí es más problemático, lo que no se ve. En todo caso, es optimista y asegura que los avances tecnológicos y científicos siempre han encontrado soluciones y que cree que la técnica también resolverá los desajustes climáticos.

En cuanto a la alfabetización, el autor también ve un progreso, sobre todo desde mediados del siglo XX. Hasta el XIX, apenas un 12 % de la población sabía leer o escribir (pero la tasa era mucho más alta en los países europeos del Norte, que alcanzaron el 80 % a partir de 1870, además de implantar la escolarización obligatoria). En los últimos 20 años, se ha avanzado mucho en los países emergentes, donde las nuevas generaciones saben leer y escribir y conviven con abuelos o padres que aún son analfabetos. Ve un gran avance en apenas un siglo. Cuenta la anécdota de un pueblo muy pobre del Norte de Suecia en 1630 donde todo el mundo sabía leer porque los habitantes se habían aficionado a mantener correspondencia y unos y otros se enseñaban a leer y escribir.

Respecto a la libertad, cuenta que la esclavitud era normal, no solo en la Antigüedad, sino que se mantuvo hasta mediados del siglo XVIII. Fue entonces cuando algunos ilustrados (incluso Adam Smith) alzaron la voz contra la servidumbre, lo que chocaba con los intereses de los terratenientes americanos. Añade que en África, antes de la llegada de los europeos, el 60 % de la población era esclava de otros africanos o de los árabes.  Incluso había esclavos blancos capturados por los piratas del Mediterráneo.  En apenas un siglo, las grandes potencias se concienciaron y proscribieron el esclavismo a lo largo del siglo XIX. Una flota británica se dedicaba a capturar barcos esclavistas. Cuenta cómo la lectura era emancipadora, ya que un esclavo de Alabama aprendió a leer con ayuda de amigos blancos, leyó noticias de que había Estados libres al Norte, y preparó su fuga en un tren. La lectura no le dio la libertad pero lo concienció de que la injusticia en la que vivía. Los últimos países que aprobaban la esclavitud la tuvieron que prohibir a finales del siglo XX.

A todo ello se suma que se han disparado el número de países democráticos a pesar de que en 1970 había pesimismo sobre este hecho (la URSS, América Latina y Asia con regímenes militares, África con dictaduras]. Sin embargo, en tres décadas la situación se ha invertido: América y Asia tienen la mayoría regímenes democráticos, así como muchos países de África, Europa del Este ha sido liberada y Rusia mantiene un régimen presidencial fuerte. Incluso los dictadores se ven obligados a convocar elecciones amañadas para dar buena imagen ante la opinión pública internacional. En los últimos 40 años se ha producido una mejora en las libertades del mundo.

La igualdad es otra de las grandes conquistas del último siglo. Cuenta cómo los afroamericanos como Rosa Parkers y Martin Luther King lucharon pacificamente contra el segregacionismo y ponían en evidencia la brutalidad de los "sheriffs" de los estados del Sur. Por su parte, las mujeres avanzaron desde el siglo XIX al ganar derechos que se les negaban (sobre la propiedad de sus bienes, derecho al voto, acceso a la educación, derecho a casarse con quien quiera). Cuenta que la reacción feminista surgió de tres americanas que fueron a Londres a un congreso progresista y que les denegaron el acceso por ser mujeres. Al volver a Nueva York, fundaron una asociación sufragista. En 1900, solo las mujeres blancas de Nueva Zelanda podían votar. Poco a poco, se sumaron otros países, como Gran Bretaña o Francia. [nota del lector: ignora el dato de que en 1931 España concedió el derecho de voto a las mujeres, lo que le convirtió en uno de los países democráticos más avanzados del momento].


En el último capítulo, el autor aborda el futuro de la próxima generación. Habla sobre la explotación laboral infantil y de cómo esta se ha reducido (caso de la India) y que "las condiciones de la infancia no han sido nunca mejores que hoy en día". Los niños crecen sanos, las niñas eluden condiciones insoportables, tienen suministro de agua potable, se libran de maltratos en el hogar,  están alfabetizados, se reducen los conflictos violentos,

Concluye que la humanidad ha subido peldaño a peldaño la escalera del desarrollo. La gente es más rica y más feliz ahora que hace 50 años porque sus condiciones de vida han mejorado. Esto no tiene nada que ver con el mundo de hace dos siglos. Añade que este espectacular avance del progreso nos abre los ojos y la mente. Menciona a dos autores Lasse Berg y Stig Karlsson, que viajaron por la India en varias décadas y se admiraron de los progresos.

Los autores reconocen que vende más los libros apocalípticos que los que dicen lo bien que van las cosas. Las encuestas revelan que la gente piensa el 75 % que el mundo va a peor pero las estadísticas revelan que el crimen está bajando.  Pero cree que la gente tiene una distorsión de la realidad, deformadas por las noticias de los telediarios que hablan de delitos y violencia. Añade que los periodistas se empeñan en hablar de los agujeros del queso (problemas, conflictos) en vez del queso (la sociedad y su progreso). Los titulares de noticias son por malas noticias cada vez más lejanas o por episodios puntuales. Pinker vio sesgos como que lo malo es más fuerte que lo bueno. Ve otro sesgo en "nuestra nostalgia de una edad de oro" en la que la vida era supuestamente más simple y mejor, pero cree que es una idealización que los poetas llevan repitiendo desde la Antigüedad.


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OTRAS RESEÑAS Y SINOPSIS

Reseña de El País (4 de febrero del 2018, suplemento Ideas)

Reproduce este párrafo: "Este  progreso empieza a desarrollarse con la Ilustracción y sus grandes avances intelectuales, que se dan entre los siglos XVII y XVIII y nos ayudan a examinar el mundo a través de las herramientas del empirismo. Poco a poco, aumenta el escepticismo ante las autoridades, las tradiciones y la superstición. El corolario político de este cambio es el liberalismo clásico, que rompió las cadenas del autoritarismo, la esclavitud y los privilegios. Y, no lo olvidemos, la Revolución Industrial transformó la economía a lo largo del siglo XIX y ayudó decisivamente a vencer la incidencia del hambre y la pobreza. Estas sucesivas revoluciones bastaron para liberar a gran parte de la humanidad de las duras condiciones de vida que, hasta entonces, eran habituales. Más recientemente, en las últimas décadas del siglo XX, la globalización ha contribuido a que estas ideas, libertades y avances tecnológicos se extiendan por todo el mundo, ampliando y acelerando el alcance del progreso".

Sinopsis que hace Planeta
Ver link: https://www.planetadelibros.com/libro-progreso/252160

"Las malas noticias son omnipresentes en las televisiones, los periódicos y las conversaciones. Sea por razones económicas, políticas o debido a catástrofes naturales, parece que nuestro mundo va cada vez peor. Sin embargo, eso no es cierto. El progreso que la humanidad ha experimentado en las últimas décadas ha sido asombroso y no tiene precedentes. Y así lo demuestra el detallado examen que Johan Norberg hace en este libro de las cifras oficiales de organizaciones internacionales como Naciones Unidas, el Banco Mundial o la Organización Mundial de la Salud.

Nuestra percepción puede decirnos que todo va mal, pero los datos indican que el mundo mejora y que lo hace, en muchas ocasiones, para aquellos que se encuentran en un peor punto de partida: en casi todos los rincones del mundo la gente vive más años, con mayor prosperidad, más seguridad y mejor salud.

Por supuesto, ni todos los problemas han sido resueltos ni todas las partes del mundo pueden compartir este optimismo. Pero en la mayoría de los casos sabemos, al menos, qué herramientas pueden ayudarnos; muchas veces, una tecnología tan simple como la que permite el acceso al agua potable y sistemas de fontanería domésticos puede marcar una enorme diferencia. La educación y la nutrición son también claves y constituyen indicadores que mejoran. Nada debería hacernos pensar, en consecuencia, que el mundo del futuro va a ser peor que el actual. De hecho, y como nos recuerda Norberg en las páginas de este libro, vivimos en la mejor época de la humanidad".



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