lunes, 10 de junio de 2019

"No Society", de Christophe Guillouy (2018)

Resumen del libro "No society", de Christophe Guillouy (2018)

Resumen original y actualizado en el siguiente link:
https://evpitasociologia.blogspot.com/2019/06/no-society-de-christophe-guillouy-2018.html

Resumen elaborado por E.V.Pita, doctor en Comunicación y licenciado en Sociología y Derecho

Sociología, clases sociales, estratificación social, desigualdad

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Ficha técnica:

Título: "No Society"

Subtítulo: El fin de la clase media occidental

Título original en francés: "No Society"

Publicado en 2018 (Francia)

Edición en español: Barcelona, 2019, Penguin Random House Grupo Editorial SAU

Número de páginas: 218

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Biografía oficial del autor Christophe Guillouy (hasta el 2019)

Christophe Guillouy (Montreuil, 1964) es un geógrafo que se alejó del mundo universitario para dedicarse a un trabajo de investigación aplicada. Es autor, entre otros, de L'Atlas des nouvelles fractures sociales en France (2004) y La France périphérique (2015), considerados libros de referencia. No Society es su primer libro dedicado a estudiar tendencias mundiales

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Texto de la contraportada

"El polémico ensayo que ha irrumpido con fuerza en el debate internacional.

"There is no society", dijo Margaret Thatcher en 1987. El mensaje caló en las clases dominantes occidentales y se ha producido una secesión entre la gente de arriba -que, abandonando el bien común, sumerge los países occidentales en el caos - y la más desfavorecida. Como resultado, se descompone la sociedad.

Crisis de la representación política, atomización de los movimientos sociales y gentrificación de las ciudades son algunos de los signos del agotamiento de un modelo que ya no construye sociedades. La ola populista que atraviesa el mundo occidental no es más que la parte visible de un "soft power" ejercido por las clases populares que obligará al mundo de los arriba o bien a unirse al movimiento real de la sociedad o bien a desaparecer.

Hace algunos años Christophe Guilluy acuñó el concepto de "Francia periférica", empleado hoy de manera muy generalizada, e hizo hincapié en el peligro del desprecio por parte del mundo mediático a las clases populares, y en la importancia del descontento de estas. Con este libro amplía su reflexión a un ámbito internacional: el Brexit, la elección de Trump o Bolsonaro y el auge de Vox en España dan cuenta del caracter internacional del fenómeno".

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ÍNDICE

Primera parte

Sobre las ruinas de la clase media, ha emergido el mundo de las periferias

1. Ha emergido el mundo de las periferias

2. El tiempo de la salida de la clase media

3. ¿Quién quiere ser deplorable?

Segunda parte

No Society

1. El repliegue de una burguesía asocial

2. El abandono del bien común

3. El caos tranquilo o la sociedad relativa

Tercera parte

El "soft power" de las clases populares

1. Un heartland popular o la inversión de los conceptos de potencia y poder

2. Ni guerra ni paz: la resistencia a la negación de las culturas

Conclusión: ¡Ayudémoslos a volver a la comunidad nacional!

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RESUMEN

La socióloga Saskia Sassen (Premio Príncipe de Asturias) lanzó en los 90 el concepto de ciudad global. París, Tokio, Londres, Nueva York o Barcelona son nodos cosmopolitas que atraen a las élites. Estos espacios urbanos de éxito están conectados con otras metrópolis que funcionan al margen de su periferia, más pobre y donde quedan atrapados los perdedores de la globalización. En la misma línea, Sergio del Molino destapó la crisis de la España vacía y el hundimiento del rural. Ahora, el geógrafo francés Christophe Guilluy, que acuñó la “Francia periférica”, acaba de publicar “No society”, un ensayo que denuncia cómo París se ha convertido en una ciudad global que agrupa a las élites, las cuales gentrifican el centro urbano y desplazan a los más humildes a la periferia.

 Mientras París y las grandes ciudades concentran el empleo y los negocios con otros nodos internacionales y disfrutan de las ventajas de la "globalización feliz", las provincias se hunden en el paro y pierden población. Guilluy concluye que estas ciudades globales aspiran a la autosuficiencia (una especie de ciudades-estado) y se desligan de la periferia marginada. Si los perdedores de la globalización reaccionan con un voto populista, la élite urbana les tilda de brutos, ignorantes, racistas o fascistas, como ocurrió con los votantes del cinturón de óxido de Trump, del Brexit, la ultraderecha europea o los chalecos amarillos, dice el autor.

Dado que la ciudad global atrae a los ganadores y a la clase dominante (los llamados "bobos", de bohemios y burgueses, en francés), estos la conforman a su gusto, lo que hace de efecto llamada a nuevos ricos. La subida del precio del alquiler en los centros urbanos expulsa a los habitantes humildes (la llamada gentrificación), que se deben acomodar en la periferia, así como a los "ghetos" y los "banlieues" y otros territorios disfuncionales. Los pobres se mudan a los barrios más alejados del centro, que se convierte en un distrito "chic" y bohemio solo asequible para personas de alto poder económico, y que suele coincidir con los mismos afortunados que se han enriquecido con la globalización. El nuevo modelo ya no integra a las clases populares, a los que un presidente francés llamó "desdentados".

Así, el autor sostiene que los de arriba se están separando de los de abajo y advierte que eso es peligroso en el sentido de que la alta burguesía siempre ha necesitado tener a un aliado de otra clase (normalmente, la clase media) como pegamento de cohesión social. Pero ahora, a causa de la precarización y el desempleo ocasionados por la globalización, la clase social se disgrega y diluye o, directamente, se hunde en las clases más bajas. Y esto no afecta a países en desarrollo sino al propio corazón de Occidente, como Francia o Estados Unidos, dice, cuya clase media ve cómo se pierden los valores del American Way of Life (el sueño americano) y su versión europea. Entre los perdedores no están solo los marginales de los suburbios, sino también los obreros, empleados, pequeños asalariados y jubilados modestos. Estas categorías,. antes opuestas, se reúnen poco a poco en una misma oposición, "unidas por el mismo sentimiento de relegación cultural y geográfica".

 Según señala Guillouy, poco a poco se van distinguiendo dos extremos: por un lado, los ultrarricos y triunfadores de la globalización, que se han "bunkerizado" en ciudades gentrificadas, y, por otro, los pobres y perdedores de la mundialización, que se quedan atrapados en la periferia. Este pegamento social constituía antes la sociedad por lo que ahora hay una "no society", el desentendimiento y abandono de los de arriba hacia los de abajo. No solo se sacrificó a la clase obrera, como pretendía Margareth Thatcher en 1978 al decir: "This is no society", sino a la propia sociedad. "Esta ruptura de la relación, aunque fuese conflictiva, entre arriba y abajo y el abandono del bien común, nos hunde en la asociedad", dice el autor.

Entre los factores que contribuye a la "no more society" incluye la crisis de la representación política, la atomización de los movimientos sociales, las burguesías que se encierran en sus fortalezas, las clases populares que se asilvestran y el comunitarismo ("segregacionismo étnico"). Estos son los síntomas del agotamiento de la sociedad. De ahí surge la secesión de los ricos, el hundimiento del Estado del Bienestar, las paranoias y tensiones identitarias. El autor añade que las clases populares reaccionan preservando su capital social y cultural.

El autor explica que los políticos mantienen el mito de la clase media como clase social mayoritaria e integrada que se beneficia de las ventajas del progreso y de un capitalismo en permanente mutación (a pesar de que los investigadores alertan desde hace décadas de la pulverización de la clase media). Según el autor, los políticos, los medios y los académicos transmiten este mensaje tranquilizador. Aquellas minorías excluidas y marginadas se benefician de unas políticas benignas. Pero bajo este mito subyace otra realidad secreta disimulada desde hace décadas: el progresivo alejamiento y desvinculación política y cultural masiva de la mayoría de las clases populares. Aunque las clases dominantes elogian la multiculturalidad, no la sufren porque van a colegios privados y viven en elegantes barrios, dan sermones desde sus cómodas burbujas alejadas de los conflictivos suburbios. Y este huir de las minorías es algo general, de forma que solo quedan barrios con "mayorías", ya que el resto se ha marchado por miedo a la inseguridad (todo esto genera inestabilidad demográfica). Se ha optado por la convivencia, pero separada.

La periferia estaría conformada por las zonas suburbanas castigadas, las rurales, las residenciales pero poco dinámicas, las ciudades medias, las ciudades grandes desindustrializadas (y que acogen a la antigua clase media y modesta y que desde hace 20 años es la base del voto populista) mientras que la zona dominante incluye las metrópolis y las zonas turísticas privilegiadas gracias a la burguesía metropolitana.

Frente al populismo, las clases dominantes califican a sus votantes de irracionales, marginales, minoría de deplorables (los hillbillis), obreros o analfabetos funcionales. El autor cree que el terremoto populista de quienes votaron al Brexit, a Le Pen o Trump son algo más que "resentidos" de la vieja clase obrera desindustrializada. No son marginales, sino la sociedad entera del American Way of Life que reacciona ante otro modelo que está finiquitando la clase media occidental. El autor menciona a Marcek Gauchet como el primero que, en los años 80, acuñó el concepto de "fractura social" justo cuando comienza a despegar Le Pen. Guillouy dice que la clave populista consiste en combinar una doble inseguridad: la social (los efectos del modelo económico) y la cultural (la aparición de la sociedad multicultural). Recuerda que las clases populares siempre estarán ahí (el obrero que hace la carretera) y que estas siempre defienden la comunidad y el bien común porque es la garantía de protección que tienen frente a la adversidad.

En este sentido, ya no hay derechas e izquierdas, sino ganadores o protegidos de la globalización contra los perdedores o debilitados, los nómadas contra los sedentarios, las nuevas clases altas contra las nuevas clases populares, los de un sitio contra los de ninguno.

El modo de reaccionar de las clases altas contra el populismo es el miedo y la llamada al "guerracivilismo", una pose de estar al borde de la conflagración nacional aunque solo pretende ahuyentar a los posibles votantes moderados de la tentación populista o antisistema. Y lo cierto es que las clases populares rehuyen el conflicto y prefieren la paz porque saben que los perdedores de cualquier guerra son siempre los humildes, por lo que su estrategia es reducir los territorios de contacto entre otras etnias. El autor añade que la inmigración nunca fue un tema tabú, ni para la izquierda, cuando, hace unas décadas, estudiaba sin complejos el desafío demográfico y el número de inmigrantes que había que acoger. Dice que mientras la población reclama una regulación de la inmigración, las élites hacen oídos sordos (pues apuesta por la desaparición de las identidades y el multiculturalismo). El autor añade que el destino de los nuevos inmigrantes no es integrarse sino amontonarse en barrios donde ya ya hay más inmigrantes y altas cifras de desempleo pero es igual porque los hijos de la alta burguesía (que apuesta por la eliminación cultural) no irán a esos colegios de los suburbios.

Las zonas afectadas por el populismo son el Rust Belt (cinturón de óxido) americano, el Yorkshire británico (zona de York), las cuencas industriales de Alemania del Este y el rural francés, entre otros. Cada vez se agranda la grieta entre las metrópolis y las ciudades de más de 500.000 habitantes se enriquecen cada vez más y atraen empleo (y suben los precios) y la periferia donde no para de reducirse el empleo (y bajan los precios). El problema no solo es la creciente desigualdad sino que los más modestos queden atrapados en la periferia para siempre. Y ocurre otro fenómeno: las grandes ciudades están empezando a dar señas de agotamiento y perder población (que huyen de los precios; las "deseconomías de escala") mientras se repuebla la periferia.

El autor concluye que el actual modelo ha fallado en lo esencial: en crear sociedad. Ante esta "regresión social", el mundo de arriba está sin referentes sociales ni culturales, atrapado en un callejón (es una clase egoísta y asocial) y tendrá que aprender a convivir con los de abajo.



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