Resumen del libro "El malestar de las ciudades", de Jorge Dioni López (2023)
Resumen original y actualizado en:
https://evpitasociologia.blogspot.com/2023/10/el-malestar-de-las-ciudades-de-jorge.html
Resumen elaborado por E.V.Pita, doctor en Comunicación y licenciado en Derecho y Sociología
Sociología, urbanismo, ciudades, turismo, economía, gentrificación
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Ficha técnica
Título: "El malestar de las ciudades"
Subtítulo: Privatización, turismo, vivienda, especulación, tráfico.... Por qué es cada vez más difícil vivir en las ciudades
Autor: Jorge Dioni López
Fecha de publicación en español: Barcelona, 2023, editorial Arpa
Número de páginas: 348
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Biografía del autor Jorge Dioni López (hasta 2023)
Jorge Dioni López nació en Benavente (Zamora) en 1974. Es licenciado en Periodismo por la Universitat Autónoma de Barcelona y su carrera profesional abarca diarios (Sport, Marca y Metro), radio (SER, RNE y Ràdio Gràcia), revistas (Vanity Fair, GQ y El estado mental) y comunicación institucional (Alcatel-Lucent y Asociación de Clubes de Baloncesto). También ha realizado tareas de corrección y edición para diversas instituciones. En la actualidad, imparte talleres de lectura y escritura en Escuela de escritores, realiza tareas de comunicación corporativa para la agencia Dobleh y colabora con La Marea. En 2021, publicó La España de las piscinas, premio Libro del año de no ficción por el Gremio de Libreros de Madrid.
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Texto de la contraportada
"¿Por qué se va la gente de las ciudades? Porque la echan. Una multitud de factores, desde el precio de la vivienda hasta los efectos del turismo, empujan a las personas a abandonar los espacios urbanos concentrados. Poco a poco, las ciudades se vacían y envejecen. Lo extraño es que no lo notamos, porque el flujo constante de personas nos hace sentir que todo está lleno, en especial los centros históricos, reconvertidos en parques temáticos.
El rentismo ha sustituido a la producción. La ciudad se ha convertido en un tablero de Monopoly que expulsa a los que no pueden pagar. ¿Por qué apostar por los habitantes de clase media cuando la especulación, el turismo o el consumo desaforado en domingo resultan más provechosos? Las ciudades ya no anhelan construir el futuro; buscan rentabilidad.
Tras el éxito de su primer libro, La España de las piscinas, Jorge Dioni López se centra en los problemas de la ciudad contemporánea y vuelve a plantear los efectos ideológicos del urbanismo. El malestar de las ciudades es una lectura extraordinaria, a la altura de las grandes obras de la sociología urbana.
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ÍNDICE
Introducción. ¿Qué es una ciudad?
Primera parte. La ciudad abierta y sus enemigos
1. La conquista del espacio
2. Privatización: el robo de las gradas
3. Financiarización: los señores de la tierra
4. Turistificación: todo el año es San Fermín
5. Gentrificació: gente de desorden
6. Desarrollismo: se pueden tener criados
7. El regreso de las murallas
Segunda parte. La larga marcha
9. La ciudad de los promotores
10. I Love NY
11. ¡Propietarios del mundo, uníos!
12. Un Singapur en el Támesis
13. Los años del descubrimiento
14. Queremos un Calatrava
15. Los "detroits" del turismo
16. Las ciudades cansadas
Epílogo. Cerrar la puerta
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RESUMEN
El autor Jorge Dioni López habla en su libro de la "ciudad neoliberal", que equipara a la conversión en una colonia de las antiguas metrópolis. En la ciudad concentrada se insertan flujos globales y desterritorializados y eso provoca una expulsión inmobiliaria de los residentes porque nadie los necesita en el nuevo modelo. Son los efectos de la tercerización. Es la llamada "economía de flujos".
Explica una nueva tendencia que consiste en comprar edificios enteros en el centro de las ciudades, dejar que se degraden, conseguir ayudas para la rehabilitación, y volver a edificar más caro, con lo cual es negocio. Es la destrucción creativa del neoliberalismo que consiste en crear "nidos de negocio" allí donde no los había o era un acceso comunal y ahora es de acceso privado. Esta fórmula de crear valor como producto o de valorizar, monetizar y privatizar (comprabarata-degradación-reconstrucción-reventacara) se ve también en la sanidad. Es lo que se llama "destrucción creativa". En un entorno desregulado y privatizado, dice el autor que cualquier relación social se puede transformar en un producto y convertirse en capital. El espacio del centro se revaloriza al convertirse en zonas de bajas emisiones y con peajes urbanos (la llamada "gentrificación verde", que revaloriza los espacios privatizados). Y en el rural, las viviendas con piscina provocan problemas de falta de agua y en otras ocasiones instalan macrohuertos solares. La industria turística no echa humo porque cuesta verla aunque es muy extensa.
En las ciudades, los centros se están despoblando poco a poco de sus habitantes "de siempre" porque estos son expulsados cuando no pueden pagar los altos alquileres. Asimismo, los edificios se destinan a vivienda turística, por lo que el centro se convierte en un parque temático donde siempre hay actividades y una muchedumbre paseando de un lugar a otro. El autor pone como ejemplo la ciudad de Santiago de Compostela, recorrida a todas horas por peregrinos, y por la noche, por la tuna estudiantil. En estos centros urbanos es imposible vivir porque los precios son muy altos, está todo abarrotado y lleno de turistas. "Es difícil vivir en un lugar donde todo el mundo tiene un nivel de vida más elevado que el tuyo", dice el autor, en referencia a la reforma de las dársenas de Londres (Cannary Warf). Se trata de un turismo masivo e insostenible, dice el autor, lo mismo que la movilidad y el consumo, también insostenibles. Y, por otro lado, las actuales ciudades hacen más evidentes las desigualdades: los ricos y la élite se concentran en el centro y los pobres en el extrarradio. Lo llama el "mercado de la irresponsabilidad" porque crear conflictos tiene capacidad de crear valor, lo mismo que la ruptura de consensos.
El resultado es que barrios enteros se convierten en focos turísticos y los antiguos habitantes se mudan a la periferia, donde la vida es más barata. Hay un "efecto expulsión" del centro urbano, del que se adueñan los propietarios ricos, muchas veces para no vivir allí sino para realquilar las viviendas que han adquirido y cobrar rentas. Y otras veces, para amarrar su yate. Y el que es turista, al ser servido por solícitos camareros, tiene esa sensación de poder.
El autor recuerda los tiempos del desarrollismo de los años 60, basado en la precariedad laboral, servicios públicos escasos o inexistentes y el consumo como elementos de distinción. Frente a pequeñas explotaciones rurales se impuso la emigración a la ciudad y el crecimiento descontrolado de estas urbes.
Por otra parte, barrios populares se degradan por la delincuencia (o por las noticias alarmantes), a lo que se suma la pérdida de servicios o falta de mantenimiento (como el fin de las cajas de ahorros), se vende barato y después se rehabilitan como pisos o "lofts" de lujo a mil euros el mes de alquiler. Pone como ejemplos Lavapiés, en Madrid, o El Raval, en Barcelona. En esta fórmula hay derribos de edificios que no interesa rehabilitar, el solar se deja en barbecho hasta que la vivienda se haya revalorizado y se reedifica con aumento de edificabilidad (y se le cambia el nombre, como Soho o Tribeca). El autor insiste: "La ciudad es el producto y el destinatario de las políticas públicas es el inversor privado. El ciudadano es cliente y puede disfrutar del producto si compra su entrada". Lo equipara al juego del Monopoly donde un acaparador se queda con todos los inmuebles y arruina al resto, sin esperanza.
El autor culpa a los neoliberales (con Milton Friedman a la cabeza, quien desmontó el Estado de Bienestar culpando al Estado por restringir libertades y porque la clase media está subvencionando a gente que no paga. El autor replica que, al contrario, el Estado y la ley es la fuerza de los que no tienen poder y los servicios públicos permiten no tener que aceptar cualquier trabajo). El autor señala que el neoliberalismo genera miedo e incertidumbre entre los propietarios (que se convierten en victimistas y se convierten en agraviados porque ya no controlan el espacio público y se sienten marginados y no pueden hacer lo que les dé la gana).
El autor examina la degradación que sufrió California, paradigma del Estado de Bienestar. Tras varias políticas de desmantelamiento (Howard Jarvis situó la propiedad privada en el centro ideológico), tuvo que aprobarse la Proposión 30 (impuestos más altos a las rentas altas). Ahora, el 10 % de los californianos se han ido a otros estados más baratos o con una regulación más laxa, menores impuestos y vivienda más barata (se han mudado a Austin, Texas, empresas como Tesla, Google, Apple, Amazon, Oracle o Dropbox). Ha surgido un movimiento llamado GoodBye California (que se agravó por la extensión del teletrabajo).
El autor cree que al revivirse la Guerra Fría, vuelve el keynesianismo y propone sacar del mercado sectores como energía, sanidad, formación o vivienda. Dice que quienes culpan a factores externos del descenso de la clase media deberían culpar al propio sistema económico, porque la clase media intenta evitar la redistribución para arañar algo para él cuando en realidad "el trabajador que pasa a considerarse propietario pone la semilla de la precariedad de sus hijos".
Otra de las piezas de la ciudad neoliberal es el Manifiesto sobre la No Planificación (de Reyner Banham, gran defensor del vehículo privado). Los ciudadanos quieren su espacio y además pueden pagarlo. Pero el fin de la planificación implica el fin de la ley, dice el autor. Estos ejemplos de "puertos libres" son Shanghai o Hong Kong para atraer capitales (zonas de recreo, zona comercial, viviendas de lujo, paseo marítimo). Añade que en el neoliberalismo, las Administraciones públicas tienen un papel muy activo, ya que deben garantizar las condiciones para la redistribución de la riqueza hacia arriba. Cita a Patsy Healey, quien señala que el sector público toma la iniciativa, ensaya ideas, coordina, organiza los proyectos y, una vez que el riesgo se ha eliminado, transfiere después la iniciativa al sector privado que capta la tasa de ganancia. Si hay algún problema, el sector público vuelve a intervenir en forma de rescate. Son proyectos muy simbólicos de una economía próspera como el Golden Triangle (Pittsburgh), el Inner Harbour (Baltimore), una "arquitectura milagrosa" (Llàtzer Moix) que en España tiene su mejor ejemplo en el Gugghenheim de Bilbao: "Son una señal en el mapa: aquí hay plusvalías". Estos proyectos no solo modifican el entorno sino que simbolizan el cambio, proporcionan sentido y la reactivación de la ciudad legitima todas las decisiones, indica el autor. En el fondo, añade, estos proyectos son una "colonia" dentro de la metrópoli.
Lo malo de estos proyectos ambiciosos (como el de los muelles de Londres como Canary Wharf, auspiciado por Thatcher, que se convirtieron en zonas caras y exclusivas) es que el dinero acaba en proyectos comerciales o turísticos, donde las condiciones labores son peores, y además aparece un sector vinculado a esas ayudas públicas que son consultoras especializadas en el drenaje del dinero público. Ya no se ordena el crecimiento sino que lo fomenta porque hay que aprovechar la capacidad de la ciudad para crear valor (Peter Hall). El inversor queda liberado de la planificación redistributiva. El resultado es que Londres se convirtió en un potente centro financiero, núcleo turístico y atracción de inversión pero también en una de las ciudades más desiguales del mundo, afirma el autor, con zonas muy desfavorecidas donde la mortalidad infantil es la más alta del país. Dice que "hay varias ciudades en el mismo espacio".
El autor también habla del proceso de regeneración del frente marítimo de Barcelona en 1992 (el equivalente al centenario de Baltimore) que conllevó el derribo de 4.200 viviendas de renta baja en suelo que pronto se iba a revalorizar. La idea era realojar en viviendas de promoción pública a familias afectadas, pero hubo un desplazamiento de miles de personas y un cambio de uso de locales. Se intentó traer equipamiento cultural y universidades (PERI), lo que convirtió al Ravat en un parque temático. Pero el autor se pregunta: "¿para quién se realiza este proceso, para la gente que vive ahí o para desplazarla y atraer flujos de población o capital?". Barcelona encajaba en lo que David Harvey llamó el giro emprendedor de las ciudades: colaboración público-privada y cambio de actividad de las administraciones, que pasan a captar las oportunidades de inversión y crecimiento. Adquieren riesgos, construyen infraestructuras o adaptan los marcos fiscales o laborales. "La acción redistributiva y social queda en segundo plano", afirma el autor. De lo que se trata no es de planificar la ciudad sino de colocar un Gugghenheim para atraer inversión y turismo. "Todo el mundo quería uno", dice el autor, sobre el nuevo icono de Bilbao, y que no supuso sobrecoste. Es lo que se llama el "modelo de los contenedores" (polos, hubs o labs a través de beneficios fiscales, ayudas directas o deducciones, a lo que debe sumarse una estructura productiva para la que trabajar o un tejido industrial vinculado al territorio). En el caso de Bilbao, hubo bastante control y se favoreció más la industria que la inversión inmobiliaria, y se crearon zonas de biodiversidad y carriles bici. Otras ciudades intentaron copiar el modelo de "arquitectura milagrosa" para poner la ciudad en el mapa. Cita a Santiago de Compostela y la "Ciudad de la Cultura", que no se colocó en un espacio devastado sino en una ciudad que ya funcionaba y ya tenía un icono: la catedral. El hecho de colocar al Gaiás en un monte, en un espacio alejado (doctrina Arrese) que obliga a coger el coche conlleva un intento de funcionar como "antena del mercado laboral", sin inserción con su entorno. Pero estuvo lleno de sobrecostes y en el 2013 se paralizó. Otros ejemplos son la Ciudad de las Bellas Artes de Valencia, de gran belleza estética pero desligada del entorno pero que se justificaba con el lema "Todo el mundo quiere venir a Valencia". No eras nadie si no tenías un macroproyecto. Alicante tuvo su Ciudad de la Luz o el Distrito Digital, o el hub digital VLC Tech City, ejemplos de cómo reconvertir un polígono industrial en un distrito innovador. Otro "hub digital" es Tres Xemeneies, en Sant Adrià de Besós, que suma 2.000 nuevas viviendas. O el Parque Paramount de Murcia, Mundo Ilusión en Castellón o el fracasado casino EuroVegas o Wanda Campamento y Gran Scala. El autor señala que "la idea es repetida: centros de convenciones, hoteles, casino, centros comerciales y de ocio". La idea es antifordista: tus clientes son foráneos, no tus propios trabajadores como quería Ford (fordismo).
El autor añade que, mientras la sociedad del Bienestar busca el consenso, el neoliberalismo quiere huir de eso a través de la segregación escolar, los bulos o el pin parental y el precio es perder las estructuras colectivas (y comunes). El modelo productivo es ahora rentista y de servicios, por ello Barcelona recibe 12 millones de turistas (una nueva industria). En la ciudad se insertan flujos globales y eso provoca una expulsión inmobiliaria. Son los efectos de la tercerización. Es la llamada "economía de flujos".
El autor se pregunta: "La pregunta de para quién trabaja el Estado es necesaria a medio plazo porque, cuando este desaparece o se vuelve ineficaz, su espacio puede ocuparlo el crimen organizado".
Algunas ciudades han apostado por los congresos y la cultura, pero como dice el autor, la ciudad tiene límites y saturación de los recursos, y cree que hay que hacer una transición.
El autor, siguiendo a Edward Bellamy, concluye que es necesario acabar con la concentración de capital y propone una nueva ciudad donde la vivienda no pueda ser propiedad de personas jurídicas y no pueda ser acumulada. También que la Administración garantice ese derecho como la sanidad o la educación o la energía. Dejando al sector privado, la competición será el formato (lógica darwiniana y hoobesiana). Por contra, propone trabajo garantizado, semana de cuatro días, jornada laboral de seis horas, salario y patrimonio mínimo y máximo, servicio público de vivienda y energía.