viernes, 19 de agosto de 2016

"Espectros del capitalismo", de Arundhati Roy (2014)

Resumen de "Espectros del capitalismo", de Arundhati Roy (2014)

Por E.V.Pita, licenciado en Sociología y Derecho

Ver resumen original y actualizado en:

Sociología, capitalismo, India, democracia
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Título: "Espectros del capitalismo"
Título original en inglés: "Capitalism: a Ghost Story"

Autora: Arundahati Roy
Fecha de publicación en inglés: 2014

Editorial en español: Capitán Swing Libros SL

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 Biografía de Arundhati Roy (hasta 2015)

Además de ser la autora del famoso libro El dios de las pequeñas cosas y estar a la cabeza de la narrativa india contemporánea, Arundhati Roy es una mujer comprometida en la lucha contra las grandes injusticias, sobre todo las que ocurren en su país. Su lucha es heterogénea, abarcando desde la oposición al sistema de castas de la India hasta el rechazo a la política imperialista de Estados Unidos, pasando por el activismo contra la marginación de la mujer y de los homosexuales. Considera a Nelson Mandela, Gandhi y Martin Luther King como sus tres maestros, y opina que son los precursores de la no violencia en el siglo XX. Es a ellos a los que cita en muchas de sus intervenciones y movilizaciones, como en el movimiento en contra de la construcción de la gran presa Narmada, la cual ha provocado la inundación de una gran extensión de terreno que ha hecho perder su hogar a miles de ciudadanos indios.

A pesar de la fuerza que está adquiriendo, Arundhati no quiere ser famosa ni quiere convertirse en un icono de la antiglobalización como la han descrito ciertos medios. En 2004, ganó el premio Sydney de la Paz por su trabajo en campañas sociales y su apoyo al pacifismo. En 2005, participó en el Tribunal Mundial sobre Iraq.

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Texto de la contraportada 

La India es un país de 1.200 millones de personas y es la "democracia" más grande del mundo con 800 millones de votantes. Pero las cien personas más ricas del país poseen activos que equivalen a una cuarta parte del PIB. El resto de la población son fantasmas en un sistema más allá de su control. Millones de personas viven con menos de dos dólares al día. Cientos de miles de agricultores se suicidan cada año incapaces de hacer frente a sus deudas. Los "dalits" son expulsados de sus aldeas porque los propietarios, que les arrebataron sus tierras por no tener escrituras de propiedad, quieren dedicar la tierra a la agroindustria. Estos son solo algunos ejemplos de los "brotes verdes" de una economía que ha corrompido a la India contemporánea.

Arundhati Roy examina el lado oscuro de la democracia y muestra como las exigencias del capitalismo globalizado ha sometido a miles de millones de personas al racismo y a la explotación. La autora expone como las megacorporaciones han desposeído de recursos naturales al país y han sido capaces de influir a través del Gobierno en todas las partes del país, utilizando habitualmente al ejército y si fuerza bruta con fines lucrativos, así como una amplia gama de ONG  y fundaciones para decidir la formulación de políticas en la India.



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ÍNDICE

Prefacio 

Sección primera 

1. Espectros del capitalismo 

2. Preferiría no ser Anna

3. Muertos que hablan 

Sección Segunda

4. Los frutos de la discordia de Cachemira

5. Un día perfecto para la democracia 

6. Las consecuencias de colgar a Afzal Guru

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Resumen:

La autora Arundahti Roy retrata una India pseudodemocrática, dominada por una administración corrupta y por las grandes corporaciones, un país superpoblado donde persiste la división social por castas. Según ella, el crecimiento económico y el aumento de miembros de clases medias se hizo a costa de aumentar la desigualdad de los pobres. Según cuenta, a millones de ellos se les convención para abandonar sus campos con promesas de un futuro mejor en las ciudades. Al darse cuenta de que en la ciudad les esperaba una vida miserable, en la que incluso se expulsó a los inmigrantes que malvivían hacinados, volvieron a sus tierras pero estas ya habían sido ocupadas por las grandes corporaciones. Dichos terrenos rurales fueron labrados por los campesinos desde tiempos inmemoriales pero estos carecen de un título de propiedad y no pudieron recuperarlos. Sus campos fueron unificados para crear grandes extensiones de cultivos de cereal o gigantescas presas pero a costa de que los labradores perdiesen su modo de vida. Entre los afectados está una casta más baja  (los "dasyu" o "adivasis")  que los intocables ("dalits"). Los "adivasis" son tribus indígenes que vivían en la India antes de la invasión aria y que ni siquiera figuran en el sistema de castas.

El llamado "goteo hacia abajo" (la redistribución de la riqueza mejorando la condición para que las empresas se asienten)  no ha funcionado en la India aunque la riqueza hacia arriba sale a borbotones. En cuanto al déficit democrático, la autora dice que la India está dominada por las grandes corporaciones que son los dueños de las medios de comunicación, por lo que ciertas noticias sobre el país no salen.






miércoles, 17 de agosto de 2016

"Los riesgos de la robotización" (ensayo de E.V.Pita, 2016)


"Los riesgos de la robotización" / Ensayo de E.V.Pita (2016)
"Los riesgos de la robotización" /E.V.Pita (2016)

"Los riesgos de la robotización"

Por E.V.Pita (2016)

Un ensayo de E.V.Pita que facilita el debate sobre los efectos en el empleo de la creciente robotización de la industria occidental (la llamada Industria 4.0).

La creciente robotización de las fábricas vuelve a poner en peligro el empleo en Occidente. En este compendio se presentan resúmenes de grandes obras relacionadas con el avance de la inteligencia artificial hacia la llamada "singularidad" y la superinteligencia, la informatización y automatización del mundo a través de Internet y el Big Data, la precariedad del empleo o el trabajo artesanal convertido en una cadena de montaje.


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ÍNDICE


Introducción . La singularidad


Capítulo 1: La Mcdonalización de la sociedad. Cómo la industria ha racionalizado sus tareas.

Capítulo 2: La corrosión del carácter. Los efectos de la automatización.

Capítulo 3: El fin del trabajo

Capítulo 4. El auge del precariado

Capítulo 5. Internet, la robotización y el cambio psicológico
Capítulo 6. Los delitos informáticos del futuro.
Capítulo 7. El futuro digital
Capítulo 8. ¿Quién controla el futuro?
Capítulo 9. El postcapitalismo y las máquinas-fantasma
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Introducción . La singularidad

Recientemente, se ha publicado "Superintelligence", de Nick Bostrom (2015) en la que el autor aborda los peligros que supone crear una inteligencia artificial un millón de veces más potente que la humana porque no sabemos con qué nos vamos a encontrar. También el autor Martin Ford plantea en "El auge de los robots" (2016) las consecuencias para el trabajador de la continua automatización.

 Los ingenieros de Silicon Valley están obsesionados con crear copias de su mente para instalarlas en un robot y poder vivir para siempre.  Algo se está cociendo en Silicon Valley, el valle californiano donde tienen su sede las grandes empresas de Internet como Google, Yahoo o Facebook. Una gran autopista entre San José y San Francisco recorre este valle, paralelo al Camino Real, una ruta levantada hace tres siglos por los españoles y a lo largo de la cual los misioneros franciscanos fundaron asentamientos para evangelizar a los nativos en la fe sobre la vida eterna. Paloalto, donde está la universidad de Stanford, o Altavista son topónimos que recuerdan el pasado misionero.

La idea de la vida eterna vuelve a rondar con fuerza en Silicon Valley. Ya hay un millonario ruso, Dimitri Itskov, que quiere escanear su cerebro para poner la copia en un robot o avatar suyo. Esa inmortalidad digital en forma de cyborg se alcanzará cuando se produzca la Singularidad, el momento en que una máquina será más inteligente que el hombre. Varios libros sobre la evolución de la civilización y la tecnología abordan el novedoso concepto de Singularidad. Es el caso de ¿Quién controla el futuro?, de Jaron Lanier, ¿Por qué manda Occidente... por ahora?, de Ian Morris o De animales a dioses, de Yuval Noah Hararil. 
La Singularidad hace referencia al momento en que se produce un salto brusco en la tecnología por ejemplo, cuando se inventó la agricultura, las herramientas de hierro, la máquina de vapor o el telégrafo. Cada cambio transformó la sociedad: la agricultura permitió crear imperios como el egipcio, la industria generó grandes ciudades y el telégrafo hizo el mundo global. En el siglo XXI, la Singularidad sería el momento en que la inteligencia artificial supera a la humana.
En Silicon Valley se ha hecho famoso también el concepto de Singularidad y allí muchos expertos lo sitúan en el momento en que la mente humana se pueda escanear y guardar en un disco duro, por lo que se alcanzaría la inmortalidad, al menos dentro de un programa de ordenador. Algunos críticos de Silicon Valley lo califican sarcásticamente como la nueva religión de los «frikis» porque creen que muchos programadores informáticos se han obsesionado con esta meta.
El primer autor en augurar la inmortalidad digital fue Kurzweill en su libro La era de las máquinas espirituales, publicada en 1999. «Antes de que acabe el próximo siglo, los seres humanos ya no serán los entes más inteligentes y más capaces del planeta, las máquinas superarán cualquier habilidad humana que se nos ocurra, podrán leer libros, entenderlos, crear conocimiento y ser conscientes», dice Kurzweill en su libro. Y añade: «Si una persona explora su cerebro con una resonancia magnética y baja su mente a un ordenador personal ¿es la persona que aparece en la máquina la misma consciencia que la persona explorada? ¿Puede decir alguien que se crio en Brooklyn, entró en un escáner y se despertó en la máquina?»
En el último lustro, autores como Ian Morris, que estudiaron la evolución tecnológica en Oriente y Occidente, admiten que la singularidad es uno de los caminos a seguir en el futuro. La fecha sería el 2040. «Si se culmina la unión de humanos y máquinas inteligentes, entonces podremos vivir eternamente», dice. El único riesgo es que la inteligencia artificial reemplace al homo sapiens como nuestra especie hizo con el Neandertal. «La singularidad será el fin de la biología y con ella de la pereza, el miedo y la avaricia como motores de la historia. La geografía o la diferencia entre Occidente y Oriente sería irrelevante para los robots», añade.
Otro autor, Noah Hararil, comenta por ejemplo que el desarrollo tecnológico permitirá crear en breve un cerebro artificial igual al humano, una copia perfecta pero digital, pero el problema es que nadie sabrá qué hacer con él. Por ejemplo, podría volverse loco y si lo apagas ¿es un asesinato? Otro dilema es que la ingeniería genética permite multiplicar la edad (hasta convertir al hombre en amortal, salvo accidente o crimen) e incluso crear superhombres (con supermemoria, amortales, sin conflictos psicológicos), con lo que se cumpliría el sueño racista de una raza superdotada que domina a seres inferiores. El autor prevé que una persona rica que pueda pagar un tratamiento de inmortalidad no va a dudar en hacerlo mientras que los pobres seguirán muriendo como hasta ahora. «Habrá una clara división entre dioses y animales», dice Hararil.
El más crítico es Lanier, el inventor de la realidad virtual. Sostiene que los ingenieros de Silicon Valley están obsesionados con esa idea de la inmortalidad informática y que ya casi se ha convertido en una religión. Augura que tarde o temprano va a haber dos clases de personas: las que puedan permitirse el lujo de pagar por almacenar sus vivencias en un programa de Inteligencia Artificial y, por tanto, reproducirlas después de que su cuerpo físico fallezca y los que tendrán que conformarse con morir como todo el mundo. Esta inmortalidad informática es en la que están volcando sus esfuerzos los genios de Silicon Valley. Es algo que se sabe desde hace un lustro porque han salido varios libros que mencionan este avance humano, que coincidiría con la eliminación de todas las enfermedades y el alargamiento de la vida, quizás hasta los 200 años. Larnier ya anticipa un estancamiento económico al ser gobernado el mundo por una gerontocracia inmovilista.
Capítulo 1: La Mcdonalización de la sociedad. Cómo la industria ha racionalizado sus tareas.

El libro "La McDonalización de la sociedad", de Ritzer (1993) se ha convertido en un clásico y aparece mencionado en la entrada de Wikipedia sobre McDonald's. En mi opinión, el mayor interés del libro es  que asocia la teoría de Weber sobre la racionalización burocrática formal aplicada a la industria de la comida rápida y como el cientificismo industrial afecta a la mentalidad de la sociedad que no quiere sorpresas sino que nada se salga de la rutina. 
También explica cómo funciona el taylorismo (el cientifismo aplicado a la producción para multiplicar su producción). Fue Taylor el inventor del concepto de "standarización" de la producción, luego multiplicada por el trabajo en cadena ideado por Ford.
La idea es que especializar tanto las tareas que, finalmente, un robot sea capaz de ejecutarlas.
Por otro lado, estas fórmulas de trabajo evitan que haya imprevisibilidad, todo está automatizado o medido al detalle para evitar errores humanos en la cadena. Cualquiera podría hacer ese trabajo pues requiere escasa formación y los movimientos son muy fáciles de ejecutar.
Una de las claves que descubre Ritzer es que la McDonalización es altamente eficiente pero para exprimir al cliente, al que traslada parte del trabajo (como servirse o tirar la basura) y le impone unos altos precios comparados con los bajos costes (un refresco que es agua, hielo y soda cobra casi 2 euros). El consumidor debe esperar largas colas para ser atendido o, si hace cuentas, le compensa comer en casa. Incluso hay demasiados empleados que hacen tareas sencillas como aderezar las hamburguesas. De ahí, que el sistema siga siendo irracional, al menos para el consumidor. [Nota del lector: al hilo de esta argumentación, se me ocurre que el negocio de comida rápida sería más eficiente desde el punto de vista de la racionalidad económica y la competencia si cobrasen 3 euros por un Big Mc Menú y no seis (en realidad, ya hay hamburguesas por un euro) y si encontrasen un modo de eliminar las colas].

George Ritzer es especialista en Max Weber y sus puntos de vista sobre la racionalización, cuyo mejor ejemplo es la burocracia. Weber advirtió que estos sistemas racionalizados eran inhumanos y deshumanizadores y temía que muchos sectores de la sociedad serían racionalizados, que se convertiría en una red de sistemas racionalizados, y acabaríamos metidos en una "jaula de hierro" de racionalización, de la que no habría escapatoria ni alternativa.
Ritzer empezó a ver a McDonald's y otros restaurantes de comida rápida como un ejemplo de racionalización que se iba extendiendo  por toda la sociedad, a otros ámbitos como la educación, los deportes, la política, los viajes, la dieta, la familia y la religión. Ve ventajas pero también peligros.
Ritzer aclara que no tiene animadversión hacia McDonald's pero este negocio es la más importante manifestación del proceso. Cree que podría ser posible invertir la tendencia de este fenómeno.

Define la McDonalización como "el proceso mediante el cual los principios que rigen el funcionamiento de los restaurantes de comida rápida han ido dominando un número cada vez más amplio de aspectos de la sociedad norteamericana, así como del resto del mundo". 
McDonald's ha tenido un gran éxito: en 1990 vendía 68.000 millones de dólares. Fue fundado en 1955 como tal y a finales de 1991 tenía 12.418 franquicias. Su modelo ha sido adaptado por cadenas de pollo frito, tacos e incluso de comida más selecta (Sizzler o Red Lobster). Debido a esta expansión, las familias van a comer más a estos restaurantes y la presencia de McDonald's aumenta en el mundo porque las comidas rápidas se han convertido en un fenómeno global (como en Pekín, con capacidad para 700 personas y 29 cajas registradoras). Y su modelo también se extendió a cadenas británicas como Body Shop. En definitiva, un creciente número de negocios de otras clases han adaptado a sus necesidades los principios de funcionamiento de los restaurantes de comida rápida.
McDonald's se ha convertido en un símbolo tan arraigado que otros negocios le ponen el "Mc" delante: McDentist (clínicas planificadas como una cadena de montaje), McNiños (Kinder Care), McCuadras, McDiario (Usa Today, porque da las noticias tan breves que parecen noticias McNuggets de pollo). McDonald's es toda una institución y cuando abren un local en una pequeña villa se convierte en un acontecimiento, como ocurrió en Pekín, que se convirtió en noticia de primera plana.
Es por tanto, un ejemplo más de las "catedrales del consumo" como los centros comerciales, o Walt Disney World (el "hadj" o peregrinaje de la clase media, al menos una vez en la vida).
Parte de esta fama se debe a los anuncios, a sus grandes arcos dorados, y en los que la comida se vende como fresca y nutritiva, los empleados son seres joviales y buenas personas, y la experiencia de comer es divertida.
El proceso de mcdonalización es creciente y ello incluye el sexto, dice Ritzer, de ahí el éxito de líneas calientes o teléfonos eróticos.

Razones del éxito de McDonald's

El autor se pregunta por qué ha sido tan irresistible el proceso de mcdonalización. Dice que en una sociedad en la que todo marcha a ritmo acelerado, la eficacia para resolver el problema de la alimentación sin bajarse del coche es una gran solución. A ello se suma que parece como si McDonalds nos diese "duros a cuatro pesetas" al dar la sensación de que conseguimos mucha comida por poco dinero. Y además, en poco tiempo. Es una combinación tiempo-dinero como pizzas Domino y otras: "si no llega en media hora, le devolvemos su dinero".
Además, McDonald's ofrece aquello que es previsible. El huevo McMuffin será igual en Nueva York o en Moscú. Esto revela que mucha gente ha empezado a desear un mundo sin sorpresas.
A esto se añade que ejerce un control sobre los seres humanos, en concreto sustituye la mano de obra por tecnología, y los propios clientes (líneas marcadas en el suelo, menús limitados, y asientos incómodos que inducen a los clientes a comer rápidamente y marcharse). McDonald's quiere asegurarse de que todo salga bien y por eso lo cuantifica todo: pone una paleta especial para recoger el número exacto de patatas, la freidora hace un pitido para que no se pasen las patatas, los empleados deben recitar unas frases a los clientes y la caja registradora elimina la necesidad de hacer sumas y restas con las vueltas. McDonald's elimina cualquier posibilidad de error en la entrega de menús y ofrece al consumidor eficacia y satisfacción de las expectativas.
Pero según Ritzer, algo falla en este cuadro. Dice que podemos aceptar que la eficacia, la previsibilidad, el cálculo y el control conseguidos mediante la tecnológía no asistida  el hombre son los componentes básicos de un sistema racionalizado. Pero estos sistemas también producen irracionalidad de la racionalización (por ejemplo, un restaurante de comida rápida a veces es un lugar deshumanizado en el que comer y trabajar, la gente que hace cola se siente como si estuviese en una cadena de montaje y quienes preparan las hamburguesas se siente a veces como quien está en una especie de producción en cadena.

Para Weber la racionalización formal significa que la búsqueda, por parte de las personas, de medios óptimos para conseguir un fin dado vienen conformadas por leyes, regulaciones y estructuras sociales. Así, no se permite a los individuos que puedan dedicarse por su cuenta a buscar los mejores medios para alcanzar un objetivo dado. Antes bien, existen normas, regulaciones y estructuras que determinan o conducen a los métodos óptimos.

La mcdonalización y algunas visiones alternativas hacen referencia al postindustrialismo, el fordismo y la postmodernidad.
Postindustrialismo: Según Daniel Bell, hemos pasado de la producción de bienes a una sociedad de servicios y hay un auge de las nuevas tecnologías y el aumento del conocimiento y de los mecanismos relativos al tratamiento y circulación de la información. Sin embargo, Ritzer, dice que los obreros de bajo nivel no muestran señales de desaparecer. La propia mcdonalización coincide con la industrialización (burocratización, la cadena de montaje y la organización científica del trabajo), lo que contradice la idea de que hemos entrado en una sociedad postindustrial.

El posfordismo: Principios y sistemas desarrollados por Henry Ford: producción en masa de artículos homogéneos, rígidos mecanismos como la cadena de montaje, aceptación de los procedimientos laborales rutinarios del taylorismo, incremento de la productividad mediante la gran escala, la no cualificación y las jornadas intensivas y rutinarias. Los obreros son intercambiables. Productos homogeneizados y homogeneización de los hábitos de consumo. Según Ritzer, ahora hay una disminución del interés por los productos en serie (frente a los más especializados, de alta calidad y prestigio), abandono de la fábrica de gran tamaño y una producción más flexible [nota del lector: encaja en las teorías de Alvin Toffler en "La Tercera Ola"]. Trabajadores con más responsabilidades y mejor preparación. El posfordismo exige una nueva clase de trabajador. Pero Ritzer dice que el fordismo está vivo y coleando, aunque se haya transformado en McDonalismo.

La postmodernidad: Esta teoría defiende que hemos entrado en una sociedad postmoderna que representa una ruptura con la sociedad moderna: la sociedad postmoderna es menos racionalizada y más flexible. Ritzer dice que McDonalds no es un taller exclusivo para sus clientes que vienen a aprovisionarse de "combustible" sino que parece una fábrica con alta tecnología, lo que la situaría más como negocio moderno que postmoderno y no muestra señales de desaparecer. Sin embargo David Harvey detecta algo nuevo: la reducción espacio-temporal [nota del lector: no iba desencaminado pues dos décadas después, Internet ha eliminado el espacio]. "Estamos siendo testigos de otro gran paso en ese proceso de eliminación del espacio, merced a la rápidez, que ha estado siempre en el centro de la dinámica del capitalismo". Ritzer dice que el mcdonalismo también ha eliminado el espacio con alimentos congelados puestos con rapidez a disposición en cualquier punto del mundo. Lo mismo ocurre con los alimentos preparados en microondas. Para Harvey, el postmodernismo no es una discontinuidad respecto al modernismo, se trata de manifestaciones diferentes de la misma dinámica subyacente.
Ritzer concluye que el mcdonalismo refuta las teorías de la postidustrialización, el posfordismo y la posmodernidad. "El fantasma de Henry Ford aún se pasea majestuosamente por la Tierra, va a comer a McDonald`s, hace su declaración de la renta en H&R Block y pierde peso en Nutri/System", dice Ritzer.

Capítulo 2: La corrosión del carácter. Los efectos de la automatización

En "La corrosión del carácter. Las consecuencias personales del trabajo en el nuevo capitalismo", el autor Richard Sennett, en 1998, repasa los cambios ocurridos en los años 70 y 80 del siglo XX cuando la vieja burocracia fue desmantelada para agilizar la producción. Pero el resultado fue a más porque el puesto de trabajo "para toda la vida" con compromiso y lealtad se transformó en un empleo "flexible" con una red de vínculos débiles. Sennett dice que cuando las empresas empiezan, a todo el mundo se le pide horas extras y un esfuerzo intensivo, cuando las empresas salen a bolsa, los fundadores están habilitados para vender y cobrar y dejan en la cuneta a los empleados de menor nivel. Se aplica actualmente la frase "nada es a largo plazo", lo que según Sennett corroe la confianza, la lealtad y el compromiso mutuos y se pregunta "¿Cómo se pueden perseguirse objetivos a largo plazo en una sociedad a corto plazo?".
Otro de los asuntos que examina es el "trabajo en equipo", `porque es la ética de trabajo que conviene a una economía política flexible. En el trabajo en equipo, nadie del grupo se compromete a nada ni se responsabiliza pero que es el sistema elegido para agilizar la producción porque los trabajadores son piezas intercambiables de la cadena.
En su libro, Sennett examina varias historias. La de un empleado de la limpieza italiano que ahorró toda su vida para comprarse una casa y en la que su vida era previsible, a la de su hijo informático que cambió varias veces de trabajo y se mudó de ciudad en función del empleo de su esposa. También estudia el cambio que hubo en una panadería donde los trabajadores eran griegos y estaban orgullosos de su profesión a pesar de las duras jornadas pero se debían a su comunidad. Pasados 20 años, la panadería fue vendida a una cadena, estaba automatizada y los trabajadores de escasa cualificación eran renovados cada pocos meses o años y se limitaban a apretar botones sin entender nada del funcionamiento de las máquinas.
Otra historia que examina es la de Rose, la dueña de un bar de Nueva York que lo vende para intentar triunfar en el mundo de la publicidad. Tiene en contra el ser mayor y su aspecto. Su contrato es de dos años pero le dicen que pueden prescindir de ella en cualquier momento. Finalmente, se va, porque nadie le hace caso en una industria donde los trabajadores hacen su oficio con total desapego y superficialidad.
También reflexiona sobre Davos.
En la última historia, un grupo de trabajadores de IBM son despedidos y se reúnen en el bar para despotricar contra los informáticos hindúes que abarataron los precios, contra su jefe y finalmente admiten la verdad: la empresa no supo prever los cambios con la llegada de los ordenadores personales ni de Internet. La gloria se la llevó Bill Gates, de Microsoft.

Aspectos estructurales de la flexibilidad
-Reinvención discontinua
-Producción flexible
-Concentración de poder sin centralización

Consecuencias destructivas de la reinvención discontinua
-Podrían limitarse las reducciones de plantilla

La movilidad laboral en la sociedad contemporánea es, a menudo, un proceso ilegible. Se opone, por ejemplo, dice Sennett, a las negociaciones entre los sindicatos que representan a un importante número de trabajadores y los empresarios que controlan instituciones igualmente grandes. Estas hicieron claras ganancias colectivas y pérdidas de ingresos, y determinaron también ascensos y descensos de categorías.

Sobre "Weber y La ética protestante y el espíritu del capitalismo" dice que la autodisciplina y la creación de sí mismo aparecen juntas en el ensayo más celebre sobre la ética del trabajo. Weber quiso mostrar su combinación, más que su contradicción, analizando los albores del capitalismo moderno. Sin duda, Weber creía que la antigua exhortación de Hesidoto al campesino "no pospongas" [Nota del lector: en relación al refrán "Lo que puedas hacer hoy, no lo dejes para mañana"] se invertía en el capitalismo para volverse "Debes posponer". Lo que se debe posponer es el deseo de gratificación y realización; tenemos que moldear la biografía de modo que al final logremos algo; entonces, en ese tiempo futuro, estaremos realizados. En el presente, hay que seguir actuando como el campesino de Virgilio, combatiendo la pereza y del tiempo. Para ser francos, Weber creía que esa ética del trabajo era un fraude. La postergación es infinita, el sacrificio no conoce tregua, la recompensa prometida no llega nunca. [...] En La ética protestante, Weber se concentra en un aspecto de la doctrina protestante que hacía imposible asumir la responsabilidad de la propia historia personal. [...] Como historia económica, La ética protestante está plagada de errores. Como análisis económico, extrañamente omite toda consideración del consumo como fuerza motriz del capitalismo. Sin embargo, como crítica de cierto tipo de carácter, tanto su propósito como su ejecución son coherentes. La ética del trabajo de este tipo de hombre no le parece a Weber una fuente de felicidad humana y tampoco de fuerza psicológica. El hombre "exigido" está demasiado cargado por la importancia que ha llegado a atribuirle al trabajo.

Capítulo 3: El fin del trabajo

En "El fin del trabajo", Jeremy Rifkin anticipa un poco la misma conclusión a la que han llegado otros autores. Y es que cada nueva tecnología que se implanta y mejora la eficacia de la producción conlleva una pérdida de empleo estructural. Es un hecho estadístico que entra en contradicción con la idea asentada de que la llegada de una nueva tecnología destruye empleo en el viejo sector pero lo crea en el nuevo y lo único que ocurre es que hay un trasvase de personal de un sector obsoleto a otro innovador. Pero la realidad es que parece ser que no es así.
Rifkin pone, por ejemplo, lo que pasó con la Revolución Industrial en el siglo XIX. En 1800, la mayor parte de Europa trabajaba en el sector agrícola como campesinos pero, tras la implantación de las fábricas y la industria del carbón y el ferrocarril, el 50% de los labriegos se trasladaron a las ciudades para trabajar como obreros. En 1900, un 50% eran obreros y otra mitad campesinos y el porcentaje descendió aún más con la invención de la segadora o el tractor. Con la segunda revolución industrial de 1873 y el auge de la electricidad, se creó un nuevo sector que era el de los servicios (burocracia, banca, oficinas...). En 1950, el 10 % era agrícola, un 50% obrero y un 40% de servicios o cuello blanco. En 1980, el empleo agrícola había bajado al 3%, el de servicios al 50% y el obrero al 40% (más o menos) porque la industria estaba obsoleta y hubo muchos despidos con las reconversiones. Con la llegada de Internet y la informática, las oficinas mecanizaron muchas tareas. Grandes aseguradoras y corporaciones reestructuraban sus oficinas, instalaban un nuevo programa de gestión y eliminaban 3.000 empleos y generaban un 10% más de beneficio. La informática abarataba costes y era más eficaz que la mano de obra. Muchos despedidos acabaron en las pymes, que no podían costearse esos sofisticados programas de gestión.

El autor lo ilustra con la polémica que generaron algunas invenciones del siglo XIX en una industria que requería mucha mano de obra y que la maquinaria eliminó. Se dice que una matemática puso como ejemplo que llegaría el día en que el rey de Inglaterra fuese el único habitante de la isla y él solo moviese la manivela para poner en marcha su ejército de autómatas que fabricaban productos.

El problema se plantea cuando se examinan las cifras de paro estructural o natural de cada revolución tecnológica. En el tránsito de la sociedad agrícola a la industrial, el paro estructural era del 3%, como se pudo ver en 1950, al considerar el pleno empleo en un 3% de paro. En 1980, cuando empezó a quedarse obsoleta la industria y la informática se implantó en las empresas, el paro estructural o natural ya era del 5%, y en los 90, se empezó a hablar del 10% e incluso el 13%. Es decir, que cada ola tecnológica que aumenta la eficacia del trabajo y automatiza los procesos genera un residuo de trabajadores que quedan fuera del círculo porque no se pueden adaptar o porque no hay puestos suficientes para ellos, o no son necesarios.
[Nota del lector: es evidente que tiene que haber un umbral o límite en el que el aumento de eficacia no genera más beneficios y supone un coste para la empresa, ya que la eliminación de puestos de trabajo hace que haya menos clientes para comprar sus productos. Si solo lo hace una empresa, no pasa nada, pero cuando la automatización de los procesos es general, tiene que haber una sobreproducción o exceso de oferta].

Capítulo 4. El auge del precariado. 

En "El Precariado", Guy Standing  cree que España podría convertirse en epicentro de la Transformación Global. Dice que el sistema político está paralizado con los achaques de un sistema podrido. Tras el crash del 2008, los sucesivos gobiernos han recortado los servicios sociales y los subsidios estatales, y aumentó la cifra de personas sin hogar. El empresariado y político hablaba de que las reformas nos llevarían por el buen camino pero el precariado se preguntaba si hablaban del mismo país. La economía se hundió pero el 19 % de la economía es sumergida y eso salvó al país de una revuelta. Las autoridades hacen la vista gorda ante la economía irregular para permitir que la gente pueda sobrevivir.

La OCDE defendió el "workfare": obliga a los desempleados a perder el tiempo en actividades prácticamente inútiles en busca de empleos inexistentes.
Dice que hay un millón de personas sin hogar y miles de apartamentos están vacíos. Muchos bancos se han desmoronado por el crash. El PIB sigue contrayéndose.
Los sindicatos cometieron un error histórico cuando enlos años 80 no se opusieron a la flexibilidad del trabajo que acompañaba la globalización.

Standing señala que en los años 70 surgió el neoliberalismo que consideró que los aspectos del mercado impregnaran todos los aspectos de la vida. Uno de sus temas preferidos era que los gobiernos debían fomentar la flexibilidad del mercado laboral, lo que equivalía a transferir los riesgos y las inseguridades a los trabajadores y sus familias. El resultado fue la creación del "precariado". El própio éxito de la agenda neoliberal ha creado un "monstruo" político, voces extremistas que atraen al precariado.

Guy Standing estudia al precariado, un tipo de trabajador que cobra un sueldo miserable y trabaja más de la cuenta de forma intermitente y sin aspirar a mejorar su categoría ni obtener un empleo de por vida.
Una de las cuestiones más interesantes que aborda Standing es el fin de un contrato social no escrito entre trabajadores y empresarios durante la postguerra que permitió que toda una generación disfrutase de empleo fijo y seguridad social. Un becario que entraba en una empresa hacía méritos para que lo contratasen de por vida. Ese era un poco el camino de aprendizaje para seguir, en el que se premiaba la lealtad y experiencia.
Eso ha cambiado. Ahora, el becario sabe lo que le espera: quizás tengan que pagar por aprender, sus título universitario está completamente devaluado, cuando termine sus prácticas irá directo a la calle y si aspira a un trabajo seguramente no será de lo que ha estudiado, o se le pagará menos por una función de mayor categoría. Los contratos temporales de seis meses o menos no le permitirán lograr el subsidio de desempleo.
La existencia de este ejército de reserva siempre dispuesto a trabajar en cualquier momento ha reducido los salarios de los empleados que aún conservan su empleo fijo. En una recesión, el precariado es el primero en ser despedido porque los fijos son más caros. Esto forma parte de la flexibilidad laboral para reducir costes, en la que el empresario puede despedir fácilmente a mano de obra o contratarla por pocas jornadas y a salarios baratos.
El precariado está formado por estudiantes, adolescentes, trabajadores de baja cualificación, mujeres y a sus filas se suman los trabajadores mayores de 45 años y los prejubilados.
En este ambiente de temporalidad, el precariado no tiene posibilidad de hacer planes de cara al futuro ni puede ahorrar porque su bajo salario debe dedicarlo a sus necesidades diarias. Su pensión en la vejez será de subsistencia. Quien cae en el precariado empezará a encadenar breves contratos y le será difícil regresar al empleo fijo.

Respecto a los inmigrantes, Standing señala que las leyes de inmigración alemanas primero no facilitaron la integración culturales de los trabajadores extranjeros y luego les penalizaron por no estar integrados. La cuestión es que en muchos países, las empresas necesitan a esa fuerza laboral joven y más barata que los trabajadores locales.
 En Inglaterra, también hay dificultades para legalizar la ciudadanía incluso si el trabajador lleva mucho tiempo empleado en el país. Por otra parte, los trabajadores blancos ven como los inmigrantes más pobres tienen acceso prioritario a todo tipo de ayudas y ellos quedan en los últimos puestos de la lista porque son más ricos.  En general, estas políticas lo que hacen es generar y mantener un subclase ilegal que cobra salarios muy bajos en condiciones de total precariedad y a los perdedores que no regresan a su país se les califica de delincuentes. Para Standing, poco a poco los trabajadores ven cómo sus derechos quedan restringidos.

Pero el principal problema del precariado está en China donde millones de trabajadores del rural se desplazan a las ciudades pero carecen de los derechos de los urbanitas. Esta es la clave del éxito de la globalización: producción masiva a precios de ganga. Los empleados rurales duermen en los barracones de las fábricas donde trabajan extensas jornadas durante los mejores años de su vida y luego regresan a sus aldeas. En la última crisis, fueron despedidos 25 millones de trabajadores rurales, que regresaron a sus pueblos. La tierra, que no se puede vender, ha servido como "colchón" para absorber a la masa sobrante de las industrias chinas. Según Standing, se trata del mayor trasvase de población que ha conocido la humanidad y sus efectos se verán reflejados en las condiciones laborales de Europa y Estados Unidos. Otros países como Vietnam y China exportan sus trabajadores precarios a fábricas de África y otros lugares donde trabajan en las mismas condiciones de precariedad. Incluso van presos en libertad condicional. Standing cree que hay casos en los que habría que hablar de "servidumbre" o esclavitud

Standing dice que el precariado desea libertad y seguridad básica. El precariado desea control sobre su vida, un resurgimiento de la solidaridad social y una autonomía sostenible a la vez que rechaza las viejas formas laboristas de seguridad y paternalismo estatal. También quiere ver el futuro asegurado en el aspecto ecológico: aire limpio, contaminación en retirada y protección de la biodiversidad.

El autor dice que el precariado es una clase en  que necesita resucitar la ética de solidaridad social y universalismo, valores rechazados por los utilitarios. Para Standing, la universalidad es el único principio que puede revertir las crecientes desigualdades y la inseguridad económica.

Indica que para el precariado el laborismo del siglo XX era muy poco atractivo ya que aunque era atractivo entró en un callejón sin salida con la Tercera Vía. El autor dice que los socialdemócratas temían mencionar la desigualdad, optaron por el trabajo flexible e inseguro y minusvaloraron la libertad y promovieron el Estado "panóptico". Al descrédito del laborismo se une la bancarrota del modelo neoliberal de la globalización.

Standing dice que uno de los fallos ha sido tratar al precariado como "gente perezosa, potencial delincuente, trasgresora de la ley o egoista". Cree que la educación y el tiempo de calidad es necesario para que el precariado analice la información disponible.
No es que la gente no quiera trabajar, sino que los empleos no son de calidad,
Los precariados "malos" se enfadan porque el gobierno rescata a los bancos, ofrecen subvenciones a las élites favorecidas, lo que, según Standing, les lleva a sumarse al neofascismo populista.

El autor indica que el precariado necesita seguridad económica, que le dé cierto control sobre sus perpectivas vitales y la sensación de que los choques y peligros se pueden contrarrestar. Eso solo se puede lograr con seguridad en los ingresos.

Esta es la estrategia que propone Standing:

1 - Derechos inalienables para quienes hoy los tienen restringidos

2 - Trabajo y no solo ganarse la vida

3 - La mercantilización plena del trabajo

Se refiere a que en vez de obligar a la gente a tener empleo, reduciendo su salario y el de los demás afectados por la presión a la baja que ejerce, la gente debería sentirse atraída por auténticos incentivos. "Si hay empleos de sobra, y si nadie quiere aceptarlos, dejemos que suba su precio (salario) hasta que quien los ofrece crea que está por encima de lo que está dispuesto a pagar.
Propone eliminar los "caprichosos" subsidios a las empresas y convertirlos en prestaciones que puedan ser compradas por su valor de mercado.
Añade que las prestaciones no monetarias constituyen una fuente importante de desigualdad. Pone como ejemplo el permiso de maternidad, del que se benefician menos las mujeres precarizadas por temor a perder su empleo que a las fijas que están cubiertas por seguros de desempleo. Standing cree que todos los trabajadores deberían tener los mismos derechos.

4 - Libertad de profesión y oficio

Standing insiste en que los empleos tienen que ser considerados "instrumentales" y no como el aspecto más importante de la vida. De hecho, para el precariado su empleo no es precisamente el mejor camino hacia la felicidad.

También habla del voluntariado surgido en tiempo de crisis. Cree que la pérdida de un empleo puede ser liberadora sobre todo si es precario y un infierno.

5. Derechos del trabajo

6. Combatir los trabonos y la condicionalidad

Trabono: las agencias de empleo obligan al desempleado a aceptar las tareas que se les encargan o perder el subsidio, quedando posiblemente marcados de por vida como "parásitos" en algún sistema de vigilancia de datos.

7, Libertad de asociacion: la organización del precariado

8. Dar nueva vida a la igualdad

9. Una renta básica

10. Redistribución de la seguridad

11. Redistribución del capital financiero

12. Obtener el control del tiempo

13. Recuperación de los bienes comunes

14. Ayudas al ocio


El autor concluye que el precariado puede comprobar pronto que tiene muchos más amigos. Advierte que el precariado no debe dejarse llevar por políticos fulleros, demagogos y neofascistas. Dice que mientras el centroderecha se arrastra más a la derecha para mantener sus votantes, el centroizquierda político está cediendo terreno y perdiendo los suyos. "Corre el peligro de perder una generación de credibilidad",dice Standing.  Durante mucho tiempo representó los intereses del "trabajo" a la vez que trataba de defender una forma moribunda de vida y de trabajo. La nueva clase es el precariado, a menos que los progresistas del mundo ofrezcan una "política de asalto a los cielos", o el precariado será atraído por los cantos de sirena que lleven a la sociedad al abismo. "El precariado no es víctima, ni villano, ni héroe, somos la mayoría de nosotros", termina su libro Standing.

Capítulo 5. Internet, la robotización y el cambio psicológico

Nicholas Carr, en "Superficiales, ¿Qué está haciendo Internet con nuestras mentes?" (2011), sigue la tradición de Sócrates y luego McLuhan, que estudió las diferencias entre la cultura oral, de lectura y audiovisual, JNicholas Carr dice que el modo de pensar cambia según el modelo cultural, ya sea cuando era oral, como en las culturas campesinas, como cuando era leído oralmente, en la Edad Media, o leído mediante voz interior, caso de la cultura industrial, o con aportaciones audiovisuales, caso de la cultura postindustrial. Por ello, Internet supone otro cambio de mentalidad que disminuye las áreas del cerebro ocupadas del pensamiento profundo para dedicar más espacio a las áreas de búsqueda, rastreo y reconocimiento de señales. Cuando alguien lee un texto en Internet no lo lee sino que lo "escanea" como cuando examinamos los tomos de una biblioteca para localizar los títulos y "ver lo que hay". También insiste en que diversos estudios señalan que el cerebro necesita tranquilidad (por ejemplo, caminar por un jardín) para organizar sus ideas y asentar la memoria. Las experiencias demuestran que cuando la atención se dispersa (por ejemplo, con un procesador de textos que tiene múltiples ayudas al navegante), el rendimiento es menor y la capacidad memorización empeora.

La idea de este libro es que Internet está cambiando nuestros cerebros para adaptarlos al multiproceso (atender a seis tareas o más a la vez) y la gestión rápida de montañas de información. Su temor es que nos convirtamos en máquinas porque aspectos humanos como la compasión o la empatía necesitan tiempo para reposar en la menta y la frenética marea de datos de Internet impide la memorización y el asentamiento y razonamiento.

Desde el punto de vista sociológico
Obviamente, las nuevas tecnologías suelen conllevar cambios sociales y su ejemplo más palpable fue la revolución industrial a la que siguió el ascenso al poder de la burguesía, así como el paradigma cultural (la cultura de masas). La pregunta es cómo afectará la comunicación y las redes a la estructura social actual y qué tipo de cultura surgirá. Un cambio de pensamiento (por ejemplo, cuando surgió la defensa de la igualdad) suele conllevar una restructuración social (división de los tres poderes, etc...).
Si se mira desde una mera cuestión tecnológica, lo que vemos es que Internet es una extensión del llamado Taylorismo (mayor eficiencia en los procesos de produción), ya que ahora la información está disponible en cuestión de milisegundos, así como las llamadas de teléfono o los avisos de correo instantáneo. Es evidente que la globalización no sería posible primero sin el teléfono y el telégrafo y después sin Internet. Todo esto reduce los costes y agiliza la gestión de la produción. Por su parte, las estructuras neuronales del cerebro de quienes usan Internet (que no deja de ser una herramienta) se amoldan para procesar más rápido montañas de datos y prestar atención a varios procesos simultáneamente. Pero, según Carr, el resultado dista de ser eficiente, según demuestran los test ya que Internet conlleva una pérdida de atención que a su vez impide retener el contenido que examinamos. En realidad, en Internet "escaneamos" información mediante búsquedas veloces. Pero no asimilamos nada, según los estudios realizados, o lo hacemos de forma menos eficiente que una persona que busca los mismos datos en una enciclopedia.
Hay quien tiene la tentación de comparar el cerebro con un ordenador dotado de CPU y memoria (que ahora contaría con una memoria externa en Internet) pero Carr dice que no es así porque la información grabada en un disco duro no cambia por mucho que se pase a un lápiz a otro mientras que el cerebro tiene plasticidad y reordena continuamente la memoria y la clasifica y cambia. Por tanto, el cerebro es algo más que un procesador mecánico. Otra cosa es que Internet convierta nuestras mentes en... mentes artificiales.

Nueva visión del mundo
Otra cuestión que debate el autor es que Internet nos ofrece una visión fragmentaria del mundo sin contextualizar. Pone por ejemplo la idea de Google de escanear millones de libros y subirlos a la Red a disposición de todo el mundo. Resulta que ahora los lectores e investigadores seleccionan párrafos de ese libro (que aparecen en las búsquedas) pero no leen el resto del libro por lo que carecen de la visión general. Otro problema es que las búsquedas están definidas por un algoritmo que selecciona las más populares por lo que los investigadores tenderán a buscar citas que van a encontrar los demás mientras que antes seleccionaban textos perdidos en revistas que consultaban y que nadie había visto, por lo que podían dar sorpresas. La conclusión de Carr es que los buscadores, que en definitica son máquinas que funcionan con algoritmos, al final nos están condicionando nuestro pensamiento y, se deduce que uniformándolo (no hay más que ver cuantos millones de personas consultan Wikipedia).

Carr menciona a McLuhan quien en los años 60 enterró la tecnología impresa que surgió con Guttenberg para sustituirla por la cultura electrónica (radio, televisión, cine). Ahora viene Internet con sus podcast, vídeos, webs. Carr, en línea con McLuhan, dice que, a largo plazo, el contenido de un medio importa menos que el medio en sí mismo a la hora de influir en nuestros actos y pensamientos. Lo que cambia son los patrones de percepción. Internet, con su banquete de información, se convierte en el amo de nuestras mentes (según Carr).

La idea principal de Carr es que nos hallamos en un momento de transición en la que el viejo proceso lineal de pensamiento es sustituido por otra mente que discrimina información en estallidos cortos, descoordinados o solapados.
Carr arranca con una escena de Odisea 2001 en la que el astronauta desactiva a la computadora asesina y averiada HAL mientras el ordenador le suplica que se detenga. La máquina, a medida que sus circuitos de memoria se apagan, nota que algo está cambiando y tiene miedo.
El autor dice que desde que apareció Internet algo ha cambiado porque no piensa oomo antes, ya que su concentración se disipa y leer un artículo largo le supone un esfuerzo. Otros adquieren destrezas como leer a supervelocidad en varias fuentes online y trocea los post de más de cuatro párrafos para buscar información. Deben procesar y clasificar cientos de textos instantáneos que les llegan de feed, RSS, twitter, facebook y otros, además de las continuas consultas al email.
Leer un libro es anticuado.
En las siguientes párrafos, Carr cuenta cómo en los años 80 se compró un ordenador  hasta que en los 90 surgió Internet y en el 2005 la Web 2.0 y las redes sociales. En el 2007, ya se dio cuenta de que sus rutinas habían cambiado y dependía de los servicios de la Red. Tenía "mono" de mirar el correo o googlear. Internet lo había convertido en una especie de máquina de procesamiento de datos de alta velocidad, un HAL humano.

Añade una anécdota sobre Nietzsche, que cuando se compró una máquina de escribir, cambió su discurso. Luego, comenta los avances de Freud y los neurólogos que descubrieron las neuronas.

Carr critica  a Ramón y Cajal por decir en 1913 que "en los centros del cerebro adulto, las vías nerviosas son algo fijo, acabado, inmutable. Todo puede morir, nada puede regenerarse" aunque en su juventud tuvo sus dudas sobre ello. A partir de que nacemos, nuestro cerebro, un bloque de cemento congelado, se iría erosionando y degradando.
Pero estudios posteriores, como los de Merzenich, demostraron que el cerebro es plástico y no una máquina programada pese a que pronto se compararon las redes neuronales con los circuitos de una computadora y su cableado y el "hardware" y el "software" de fábrica y serie. Otros, como Olds, dijeron que el cerebro es capaz de reprogramarse y alterar la forma en la que funciona (la pista está en los enlaces sinapticos de las neuronas porque la experiencia hace que se refuercen o no [nota del lector: es como una especie de apagado o encendido, si es necesario usar mucho la vista, se activan más los circuitos de la memoria visual, o sea, que podría haber una especie de supervivencia evolutiva de unas sinapsis frente a otras por el mero uso]). Es lo que se denomina neuroplasticidad (capacidad de improvisación). Las experiencias dejan huella en la estructura cerebral.

Luego Carr reflexiona sobre lo que piensa el cerebro cuando piensa acerca de sí mismo con ideas de Aristóteles y Descartes sobre la función del cerebro.

Comenta la evolución de un niño que pinta su casa hasta el adulto que pinta un mapa para que sirva para la identificación y medición de fincas. A medida que progresó la cartografía, también cambio la visión del mundo. Lo mismo ocurrió con la medición del tiempo, cada vez más precisa, y que a su vez trasladó el trabajo en el campo a las fábricas [nota del lector: leer a Toffler y su idea del canon en "La tercera ola"]
Las tecnologías aumentan nuestras fuerza y destrezas (arado), amplían nuestros sentidos (contador Géiser, microscopio), sirven para remodelar la naturaleza (embalse) y amplían nuestra capacidad intelectual (reloj y mapa, así como periódico e Internet). Detrás de eso, algunos han visto un determinismo tecnológico (la invención del molino de agua creó sociedades feudales) frente a los que dicen que son artefactos neutrales (instrumentalismo). Carr se considera determinista (el progreso tiene su propia lógica que no es siempre coherente con los deseos de la gente).
En los siguientes párrafos describe la influencia del reloj o la escritura (y la famosa discusión de Sócrates porque escribir libros arruinaría la memoria de los jóvenes que antes recitaban oralmente los poemeas y la réplica de Platón, que ya era escritor). Mientras el mundo oral se caracterizaba por una profundidad emocional e intiutiva, la escrita y la alfabetización abrieron la mente e hicieron el pensamiento más profundo.

También describe las nuevas habilidades de los procesadores de textos y las webs que convierten al usuario en un experto malabarista multiproceso. También estudia los programas de búsqueda como Google (así como la historia de esta empresa y la idea de escanear todos los libros del mundo y ponerlos a disposición de todo el mundo en la Red [nota del lector: una loable idea si no eres el autor y el impresor del libro]).

[nota del lector: esta idea de escanear libros era una de las metas que proponía Kurzeit para la inteligencia artificial: el superordenador debía extraer información de millones de libros y luego obtener conocimiento. De momento, los libros ya están escaneados, ahora solo falta leerlos]

Posteriormente a Superficiales, Carr escribió "Atrapados" (2014). En su primer libro, a grandes rasgos, Carr advirtió de que los usuarios de Google, por poner el ejemplo más significativo,  estaban trabajando gratis para un ordenador central, al que le introducían cada día ingentes cantidades de datos (búsquedas, traducciones, fotos comentadas, etc...)que luego procesaba con sus algoritmos [Nota del lector: quizás lo humanos se han convertido en las células sensoriales y "neuronas" baratas de un gran ordenador llamado Internet]. En resumen, Carr sospechaba que el ser humano se está convirtiendo en un idiota que ha perdido sus facultades memorísticas y que ni siquiera sabe leer bien (lee los documentos a toda prisa en Internet sin procesar nada ni reflexionar) y además su cerebro está "esclavizado" porque, a fin de cuentas, trabaja para un gran ordenador central.

En este libro, sigue en la misma línea, al advertir de los riesgos que conlleva la automatización a gran escala, no solo por el peligro de accidentes sino por la increíble pérdida de empleos que genera la robotización [Rifkin habló en"El fin del trabajo" de que cada oleada industrial genera más desempleo estructural que el nuevo empleo que crea, como así pasó con el paso de la agricultura a la industria, de la industria a los servicios, y de los servicios a la informática]. Es lo que se llama el "desempleo tecnológico", identificado por primera vez por Keynes en 1930.
El segundo capítulo es especialmente interesante, desde el punto de vista de la Economía, porque viene a sugerir que el desempleo de la Gran Depresión de 1929 pudo deberse, entre otras cosas, al desajuste surgido con la mecanización de las grandes empresas y el trabajo en cadena. Pensemos en la cadena de Ford, que disparó la producción. A partir de los años 50, Ford dio un paso más e implantó la automatización (en la que el control lo tienen el programador y la máquina y no el trabajador). En los últimos años, como predijo Wiener en su libro sobre la Cibernética (1950), las máquinas se han convertido en aparatos más eficaces y rápidos que el trabajador (más caro y proclive a pedir aumento salarial). La implantación de las máquinas para aumentar la producción es una elección que han hecho los empresarios e inversores lógicamente para incrementar sus beneficios, inversión que ha dado muy buen resultado siempre que haya demanda. Las máquinas y la automatización no solo han sustituido a empleados en tareas complejas como soldar una chapa sino también en labores administrativas de cuello blanco. Algunos expertos creen que las máquinas acabarán con el 75 % del empleo en el 2050.

Aunque se dice ahora que las empresas ya no deslocalizarán más su producción y que muchas retornarán a Estados Unidos, el problema, dice Carr, es que estas empresas que vuelven están altamente automatizadas y apenas generarán nuevos empleos. La prueba es que la informatización disparó la productividad de las empresas pero el empleo apenas ha variado en 20 años, se fabrica más pero con la misma gente.

La implantación de las máquinas ha generado protestas, siendo las más prontas las del siglo XIX en Inglaterra, cuando los artesanos de las Middlands se rebelaron y quemaron la maquinaria textil, en un movimiento conocido como "luddita". Fueron aplastados y la mecanización continuó.

No obstante, Carr advierte de que la automatización es peligrosa por ejemplo, en los aviones, porque como la mayoría de las maniobras las hace el piloto automático, el comandante de la aeronave pierde reflejos y facultades, lo que ya ha motivado accidentes por errores humanos o por la incapacidad de reaccionar perfectamente en caso de peligro. Recuerda que la aviación es de los pocos sectores en que se implantó la automatización en tiempos tan tempranos como 1914, gracias a la invención del giroscopio y del piloto automático. Sin embargo, con el tiempo el piloto automático ha llevado a los comandantes de las naves a mostrarse más despistados o incapaces de reaccionar ante una emergencia que requiere una gran habilidad y agilidad para corregir la avería en pleno vuelo. [nota del lector: lapregunta es si ahora hay más o menos accidentes de aviación que cuando todo era manual].

Lo mismo ocurre con los coches. Antes, un conductor y un coche eran un híbrido máquina-coche, de ahí el placer de conducir, pero al incorporar las marchas automáticas, el hombre ha perdido esa destreza, aún más cuando empezó a depender del GPS (ya no tiene visión espacial sino que recibe órdenes).

Otro de los temas que examina Carr es el diseño CAD para arquitectos. Muchos profesionales creen que no se aprende si realmente no se trabaja en plano y ahora como todo es diseñado por ordenador se pierde la esencia. Mientras que, antes, las obras arquitectónicas llevaban la marca personal del autor, ahora un proyecto y otro parecen copias, se sabe que lo ha hecho una máquina.

En otro capítulo plantea cómo serán los robots de guerra y sus límites éticos. Hay dos visiones: una dice que mientras un humano que barre su habitación perdona la vida a un grillo el robot-aspiradora se lo traga sin remordimientos porque carece de moral y sus programadores tienen interés en simplificar sus tareas y no que entre en dilemas morales. Imagínese ese tipo de programas aplicados a robots militares cuyo trabajo es liquidar enemigos. La otra visión es que los robots soldado sin sentimientos son eficaces para eliminar objetivos de su misión y punto y, que por tanto, no incurrirían en las carnicerías contra la población civil que provocan los soldados humanos llenos de ira o con ansias de venganza que se extralimitan.
El uso de robots-soldado que disparen tiros se da como hecho en un futuro próximo porque ningún país va a dejar escapar esa ventaja que tiene sobre los demás.Habrá una clara carrera armamentística en ese sentido y también habrá más guerras porque la confrontación armada dejará de ser el último recurso si fracasa la diplomacia. Enviar soldados al combate es muy duro, lo último, pero mandar robots no, se pueden mandar todos los que hagan falta mientras haya presupuesto.
Carr muestra su preocupación porque está viendo hacia dónde nos lleva la industria de la automatización: a prescindir del ser humano, ya sea con coches que circulan solos o a robots soldado programados para disparar a la gente. Alguien sobra en todo esto y es el ser humano, que es apartado de sus trabajos. [nota del lector: es más cómodo que un coche te lleve solo y tú vayas durmiendo o jugando a videojuegos, ¿no era el gran sueño? ¿Y no es mejor que los robots luchen entre ellos en primera línea que tener que ir tú a la trinchera?] Es de esperar que en los próximos capítulos, Carr analice otras cuestiones.

Dice que los defensores de los coches automatizados permitirán que haya menos accidentes mortales de jóvenes pero Carr replica que un gran porcentaje de accidentes se producen por conducir y estar atentos al smartphone.

También teme que los programas informáticos tengan una "agenda oculta" más allá de su interfaz amable. No es ningún secreto que los gigantes como Facebook o Google Maps orientan sus búsquedas según sus intereses, generalmente comerciales. Una vez que el código y la máquina se hacen "invisibles", nadie sabe quién es el que conduce aunque estemos al volante.


Sostiene que "la automatización debilita el vínculo entre la herramienta y el usuario no porque los sistemas controlados por ordenador sean complejos sino porque exigen muy poco de nosotros. Esconden su funcionamiento en un código secreto [nota del lector: la agenda oculta del programa informático]. Resisten cualquier implicación del operador más allá del mínimo indispensable. Desalientan el cultivo de habilidades en su uso. La automatización termina haciendo un efecto anestésico. Ya no sentimos nuestras herramientas como parte de nosotros".

Cita libros relacionados con el conflicto hombre-máquina:

- To save Everything, click here" (PAra salvarlo todo, cliquear aquí), de Evgeny Morozov (2013), que dice: "La esclavitud mecánica permite la liberación humana".

- Kevin Kelly: "Tenemos que dejar que los robots tomen el control", en la revista Wired.

- Mother Jones, de Kevin Drum, del 2014: "Nos aguarda un paraíso robótico de ocio y contemplación".

- "Slaves of smartphone" (esclavos del smartphone), artículo en Economist en 2012.


Capítulo 6. Los delitos informáticos del futuro.

El autor Marc Goodman aborda otra faceta del problema en "Los delitos del futuro" (2015). Es un expolicía del FBI, advierte de los riesgos de la criminalidad en la creciente informatización del mundo. Marc Goodman cuenta que entró en el mundo de la investigación de delitos informáticos en 1990 cuando su jefe de la comisaría de Los Angeles (California) le preguntó cómo se podía atajar para activar la ortografía en el WordPerfect: Ctrl+f2. Así fue cómo entró en la élite policial que investiga los delitos informáticos.
Cuenta que un hacker le robó la cuenta de Twiter a una usuaria de San Francisco porque le gustaba su nombre, y de paso le formateó todos sus datos en iCloud, su teléfono y tableta de Apple y su ordenador personal.
El policía advierte que, antaño, un atracador asaltaba un banco y se llevaba todos los billetes que podía cargar, dejando rastros como huellas, ADN. Sin embargo, ahora los ladrones solo tienen que entrar en una cuenta bancaria y vaciarla por Internet, se pueden llevar millones en un minuto con un par de movimientos de ratón y desde la otra punta del mundo.
 El autor también cuenta que el primer virus fue creado en Pakistán por dos hermanos que estaban enfadados porque la gente copiaba sus programas sin pagar. Cuando un pirata copiaba su programa le saltaba un aviso con el nombre de los creadores del virus y su dirección y teléfono para que contactasen con ellos para "vacunarse" a un módico precio. El agente cuenta que ahora todo esto ha cambiado y los virus no son creados para "echarse unas risas" sino que se trata de malware (software malvado) como virus, gusanos o troyanos (que van disimulados en programas buenos). Dice que no quiere alarmar (él es un optimista irracional respecto a lo que va a venir) pero los delicuentes informáticas siempre aventajaron a la policía y ya saben introducirse en las redes sociales o en las grandes plataformas para difundir sus virus sin necesidad de que nadie pique y pulse en un archivo enviado por un desconocido.


Capítulo 7. El futuro digital

En "El futuro digital". de Eric Schmidt y Jared Cohen (2013), los autores examinan los distintos escenarios del futuro digital, haciendo hincapié en el control de los estados sobre las comunicaciones, las revoluciones por Facebook y twitter, la ciberguerra, los hackers, el ciberterrorismo, la guerra con robots y otros sucesos.
Al igual que otros autores, también vuelve a sacar el tema de la "singularidad", que es aquel suceso que lo cambia todo, que supone un avance revolucionario (por ejemplo, la imprenta, el teléfono o el tren).
Respecto a los estados, señalan que los ciudadanos podrían estar mucho más controlados por los estados que por las empresas monopolísticas. Esto no tendría mayor problema, salvo quejas por la intimidad, sino fuese porque el Estado podría hacer un fácil seguimiento de la gente que protesta en las manifestaciones. Comentan el caso de la revolución de la primavera árabe que fue impulsada por mensajes SMS y Twitter, pero ya había antes revoluciones boca a boca, y lo que hacen las nuevas tecnologías es ponerlo mucho más fácil a los Estados para localizar a los revoltosos, a través de su IP y otros megadatos, y meterlos en la cárcel, pues los espías estatales tienen facilísimo infiltrarse en los foros de Internet y enterarse de todas las convocatorias de manifestaciones, etc...

Por otra parte, los estados pueden ejercer una censura mayor que antes y eliminar de Internet aquellas palabras o webs que no les gustan. Ya hay precedentes con estados que han presionado a Google para que su buscador no busque determinadas palabras como "democracia" o partidos de la oposición que no les gustan.

Pero la cuestión podría ir a más porque, según auguran los autores del libro, los estados parcelarán Internet como un reflejo de sus propias fronteras y harán sus buscadores nacionales, que serán una copia de la sociedad. Habrá Internet zonales como países. No solo eso, sino que se crearán países virtuales por Internet, como por ejemplo, unas webs que tengan el dominio de Texas o Kurdistán, por ejemplo, como webs nacionales virtuales sin territorio.

Sobre los monopolios privados de Internet, tema a los que algunos autores dedican cientos de páginas, los autores no se entretienen mucho.

Respecto, a los hackers, no lo vincula solo a los piratas que alardean de sus conocimientos técnicos (a cambio de nada) sino también a los cibersoldados y hackean las redes infomáticas de un país enemigo tras hallar una vulnerabilidad informática en los códigos del sistema y así boicotean sus redes de suministros o robarle secretos militares. El ejemplo que comentan en el libro es el de Irán, de cómo, al parecer, Estados Unidos e Israel colaron un potente virus en los ordenadores de una central nuclear iraní que hizo girar como locas a las centrifugadoras hasta que estas se estropearon. El "troyano" tardó varios meses en desarrollarse y se diseñó un virus gemelo simultáneamente que compartía código. Por su parte, los iraníes capturaron un "dron" espía americano que sobrevolaba el país tras asegurar que habían hackeado su programa de navegación y que lo hicieron aterrizar, algo que los expertos consideran increíble y sospechan que el dron se "perdió".  Otros sugieren que lo han hecho a propósito para que el dron sea copiado por potencias enemigas con todas sus vulnerabilidades y defectos y "agujeros de seguridad".

Estos episodios dan una idea de cómo va ser la ciberguerra del futuro con divisiones de informáticos hackeando programas del enemigo o defendiéndose de los ataques informáticos de otros países. Actualmente, lo que se libra es una guerra de espionaje para hacerse con secretos industriales y militares entre todas las potencias, pero podría dar un salto más y convertirse en una guerra de hackers para boicotear no solo las centrifugadoras de una central nuclear, sino detener las centrales eléctricas y causar un gran apagón, para trenes y aeropuertos, bloquear las cuentas bancarias de un país, etc... Parece como si el campo de batalla se trasladase desde el mundo físico a otro virtual, donde los guerreros pelean a través del ordenador, introduciendo virus en las redes del país atacante.

Otro de los capítulos aborda el mundo de los drones y de la robotización. Estudia especialmente los robots con capacidad para disparar a humanos de forma autónoma, algo que varios autores ya han empezado a estudiar por los problemas que acarrea. A favor de los soldados-robot es que no tienen miedo ni ira, son fácilmente reemplazables, no protestan y sobre todo los políticos serían más favorables a enviarlos al campo de batalla porque no suponen ningún coste en votos pues evitarían la pésima imagen de sus soldados volviendo a casa en ataúdes. Lo malo es que los robots no tienen escrúpulos ni compasión humana. Para unos, la población civil estará a salvo de carnicerías porque los robots son racionales y no se dejan llevar por la ira ni la venganza. Pero otros se preguntan qué decidirá el robot cuando un niño de seis años se acerque con un bote de spray que podría cegar sus circuitos. [nota: los programadores deberían prever cosas como esa y hacer que el robot le de un susto al niño para que el pequeño salga de allí corriendo y se ponga a salvo]. ¿Y si no fuese un niño sino un guerrero adulto bajito? Los autores concluyen que, a fin de cuentas, los robots-soldado tomarán las decisiones que sus diseñadores les hayan programado. Y recuerdan que cuando en Irak o Afganistán se empezaron a usar robots antimina armados con ametralladoras (controladas por soldados humanos), los insurgentes excavaron trampas para que las máquinas cayesen dentro y no pudiesen salir. Incluso, calcularon el ángulo exacto de la pendiente. Eso probaba que incluso la tecnología más sofisticada puede ser batida con soluciones rústicas.

En cuanto a los drones, ocurre lo mismo. Su aplicación civil para trasladar libros o la compra del supermercado parece una buena idea pero lo mismo que trasladan paquetería pueden trasladar explosivos y bombas, lo que podría hacer un instrumento idóneo para los terroristas. Los autores dedican un capítulo al terrorismo a través de Internet y que sigue el mismo patrón de la guerra cibernética: saboteo de redes eléctricas para apagar las luces en una ciudad o cortarle el agua, introducir un virus en un avión, tomar su control y estrellarlo contra una central nuclear, dañar el código de ruta de un tren y hacerlo descarrilar, o cosas similares. Los ciberterroristas pueden causar catástrofes cómodamente sentados en el sillón de su guarida, por lo que es un problema que los expertos en seguridad deben vigilar. Hay que tener en cuenta que los "fallos" o "vulnerabilidades" de seguridad informática se venden en el mercado negro a precios exorbitantes.

Capítulo 8. ¿Quién controla el futuro?

En "¿Quién controla el futuro?. de Jaron Lanier (2013), Lanier se encuadra entre los nuevos autores que describen el  mito artúrico de Silicon Valley: la inmortalidad a través de la computación del cerebro, guardar la memoria biológica en un cerebro artificial. Cuando se alcance este logro, la Humanidad habrá alcanzado la Singularidad. Este concepto ha sido tratado por historiadores recientes como en "De animales a dioses",de Yuval Noah Harari (2013) "¿Por qué manda Occidente... por ahora?", de Ian Morris (2010).
Lanier sostiene que los ingenieros de Silicon Valley están obsesionados con esa idea de la inmortalidad informática y que ya casi se ha convertido en una religión. [nota del lector: la verdad es que tiene todos los ingredientes]. Lo que deduce el autor es que tarde o temprano va a haber dos clases de personas: las que puedan permitirse el lujo de pagar por almacenar sus vivencias en un programa de Inteligencia Artificial y, por tanto, reproducirlas después de que su cuerpo físico fallezca y los que tendrán que conformarse con morir como todo el mundo. Esta inmortalidad informática es en la que están volcando sus esfuerzos los genios de Silicon Valley. Es algo que se sabe desde hace un lustro porque han salido varios libros que mencionan este avance humano, que coincidiría con la eliminación de todas las enfermedades y el alargamiento de la vida, quizás hasta los 200 años. Larnier ya anticipa un estancamiento económico al ser gobernado el mundo por una gerontocracia inmovilista. [nota del lector: tengo mis dudas de que la inmortalidad informática o la Singularidad funcione incluso si se lograse que un cerebro electrónico reprodujese todas las vivencias de un humano fallecido y tuviese consciencia como si fuese él. La cuestión es que una vez que el tipo se despierta en esa nueva vida y descubre que está atrapado en un "disco duro", que él solo es "pensamiento cibernético" ¿no se iba a enfadar o sentirse deprimido? Sería una consciencia dentro de una caja que podría leer los periódicos on line y enterarse de lo que pasa en el mundo, hablar con sus seres queridos o mover "avatares" para hacer recadosTambién es posible que se pudiese implantar ese cerebro artificial en un "cyborg" al más puro estilo Darth Vader o RobocopSería un triste consuelo, una especie de fantasmas vivientes que saben que se esfumarán al primer apagón y que los vivos son los que tienen el control].

La segunda cuestión que Lanier examina es la importancia y poder que están logrando los "servidores sirena", que pertenecen a grandes compañías que procesan todos esos datos que subimos al whapsapp o a Facebook. Lanier sostiene que la verdadera riqueza de Internet está en extraer patrones de esos datos y luego venderlos. [nota del lector: por ejemplo, saber que las personas que compran los viernes por la tarde zapatos de color negro por eBay suelen adquirir más entradas para el teatro a través de Facebook, o cosas así]. Es la comercialización de estos datos la verdadera riqueza de Google o Facebook, el verdadero negocio está en la explotación estadística de los datos de los usuarios, el llamado Big Data, porque la tarta publicitaria es un modelo económico que se agotará y en el que todos acabarían enzarzados en peleas por hacerse con algunas migajas más de los mismos trozos. Las enormes granjas de servidores, que requieren una gran energía, están acumulando y procesando datos de millones de personas que usan aplicaciones gratuitas de redes sociales y telefonía sin saber que hay un servidor que anota cada paso que dan y saben todo sobre ellos: a qué hora encienden su móvil y lo apagan, lo que da una pista de dónde duermen (y extraer muchas conclusiones....), cuando está más activo (por el trabajo), qué llamadas hacen (lo que reconstruye sus redes sociales)... El IP o identidad digital no es única y los usuarios pueden crear varios perfiles en Facebook para borrar pistas de su huella digital pero a estas alturas es más que probable que el Big Data, a base de correlaciones de patrones, ya sepa quiénes usan el mismo perfil y quién es el verdadero usuario. En definitiva, controlar el Big Data es el negocio del siglo XXI porque los comerciantes usan esos datos por encargo para mejorar su producto, afinar en la publicidad dirigida y hacer sus ventas. La cosa va a ir a más porque la automatización es imparable y, tarde o temprano, los coches conducirán solos y nuestras rutas serán procesadas. La versión más suave de lo que podría pasar es que cuando pasásemos por una carretera un cartel publicitario pondría la cara de un amigo y unas letras nos dirían: "Johny, no te olvides de comprar en Amazon tu entrada para la final de la NBA".
 El problema de los grandes servidores de Big Data es que acaban monopolizando su sector, por aquello de "el ganador se lo queda todo" y se convierten en imprescindibles para el usuario, que carece de alternativas. Lo mejor de todo es que numerosos usuarios están trabajando gratis y subiendo miles de datos a la Red como si fuese un hobby o una diversión (a través de blogs, comentarios en foros, vídeos caseros...) de forma que alimentan gratis a esos servidores sirena que luego sí saben explotar la información estadística que extraen. Es decir, la gente trabaja gratis y encantada, por eso el servidor funciona como las sirenas que llevaba a las rocas a la tripulación de Ulises. Hay millones de internautas trabajando gratis y llenando de contenido la Red se supone que, por el bien común, pero todos olvidan que detrás hay una compañía privada y unos inversores que quieren extraer un beneficio. El efecto más visible es que el valor de la información subida a la red se ha devaluado [nota del lector: lo vemos a diario en la prensa escrita] porque la oferta es muy amplia.
Algunos servidores son "servidores sirena", como los define Lanier, y solo hay un puñado de ellos pero tienen billones de datos procesados de los usuarios que requieren sus servicios gratuitos. Y ya se sabe que la información es poder. Los ciudadanos y los gobiernos pronto se podría ver superados por estos servidores sirena.
 Por otra parte, toda esta información "on line" es cierto que beneficia a todo el mundo y agiliza las comunicaciones pero también está destruyendo puestos de trabajo, no solo a los músicos, periodistas y fotógrafos si no a todos los sectores que dependen de la logística, transporte, pero incluso a los "yuppies" de Wall Street que se ven superados por máquinas que hacer millones de operaciones por segundo, algo inigualable. La economía se ha vuelto mucho más eficiente (al menos para especular y para fabricar más barato). El resultado es que, como advierte Lanier, la clase media está desapareciendo a ritmos agigantados y la clase media era la que sostenía la economía de masas porque ¿a quién le van a vender sus productos los fabricantes si no hay clase media y todo el mundo es pobre o no tiene manera de ganarse la vida?.

La propuesta de Lanier es que Internet tiene que pagar a todo el mundo por la información que sube o, por lo menos, por los datos que se extraen. Por ejemplo, si alguien hace un comentario en Twitter y eso genera visitas, debería haber algún micropago para compensarle. Actualmente, si alguien sube un vídeo que recibe millones de visitas eso le genera un subidón de ego pero poco dinero, salvo que le salga un patrocinador. En el mejor de los casos, de un millón de internautas, hay uno o dos que sacan algo de pasta. Los demás, reciben aplausos una temporada y luego caen en el olvido.
 Parte del libro se dedica a estudiar cómo monetizar Internet, qué es lo que se debería hacer para que cualquier producto subido a Internet genere ingresos de forma que la economía digital genere una nueva clase media a partir de micropagos que se podrían cobrar unos años después para compensar al pionero. Lo cierto es que al desaparecer los derechos de autor, o ser apropiados por los servidores sirena en esos contratos on line que nadie lee, el usuario trabaja gratis para hacer fabulosamente ricos a otros a medida que se empobrece el resto de la población.


Capítulo 9.  El postcapitalismo y la máquina-fantasma

En "Postcapitalismo. Hacia un nuevo futuro", de Paul Mason (2015), al igual que muchos otros autores, se plantea cómo va a evolucionar la economía de coste marginal cero que ha creado Internet con la fórmula del "todo es gratis" que se está imponiendo progresivamente. Se trata del "infocapitalismo".

Pone como ejemplo que si los marcianos observasen la economía de la Tierra en 1991 verían grandes corporaciones y organizaciones dirigiendo la economía. Los trabajadores entrarían y saldrían de la fábrica sin apenas consumir. En el 2015, las cosas han cambiado: los trabajadores ahora consumen, incluso dentro de la fábrica (pensemos en las pizzas encargadas por los programadores de Google) y además hay un fenómeno totalmente nuevo e inaudito: hay gente que está produciendo gratis a cambio de nada, sobre todo en Internet. Esta economía de lo gratis lo ha desbaratado todo: no es lo que pueda llamar capitalismo [nota del lector: sí lo es si entendemos que el tipo que escribe entradas gratis en la Wikipedia es un consumidor de ocio que paga horas de conexión a Internet para divertirse haciendo el rol de erudito o sabio] pero esta producción gratis se está clasificando como una economía de lo común, quizás el germen de un futuro capitalismo.


Mason sospecha que no estamos asistiendo a una mutación del capitalismo sino a una nueva economía basada en la robotización y automatización donde apenas hace falta trabajo humano. Por no haber, ni siquiera hay beneficios porque todo es gratis. Ese planteamiento le hace buscar el modelo más parecido al "todo gratis" que haya existido hasta ahora; la economía planificada de la URSS, que generó crecimientos del 4 % al año entre 1928 y 1977. Sin embargo, esta ausencia de mercado fue desastrosa y el régimen se hundió, Ahora asistimos a un nuevo escenario que vuelve a plantear la existencia de una economía planificada: el Big Data permite conocer información perfecta sobre el mercado y planificar la producción, un sueño antes inimaginable. Es posible que tampoco funcione algo así porque el libre albedrío tiene mucho que ver.

Mason empieza explicando los ciclos económicos de 50 años de Kondratiev que alternan crisis y periodos de crecimiento cada 50 años desde el inicio del capitalismo en 1776. El cuarto ciclo de 1945 fue de crecimiento y duró hasta 1973 pero el neoliberalismo lo amplificó artificialmente hasta el 2008, por lo que se le considera un ciclo de crecimiento más largo de lo normal, posiblemente impulsado por el avance tecnológico y la ideología neoliberal que defiende el crecimiento ilimitado (un modelo que puede agotarse cuando se talen todos los árboles y se pesquen todos los peces). Según Mason, ahora estaríamos inmersos en el quinto ciclo de Kondratiev, en una época de crisis y transiciones. Grandes crisis hubo en 1828, 1883, 1929. (1973, 1979, 1991) y 2008.


Su tesis principal es que nos hallamos en el quinto ciclo de crisis de Kondratiev y que el neoliberalismo está "acabado". Actualmente, estamos entrando en una transición similar a la del feudalismo-capitalismo (del siglo XIV) y que todo apunta a que se está gestando una nueva sociedad de economía comunista-democrática donde habrá abundancia de bienes, poco trabajo y mucho ocio, renta mínima para todos... El todo gratis será una realidad gracias a la gestión informática del Big Data que permitirá planificar la economía de forma infinitamente más eficiente que lo hizo el bloque soviético, cuyo modelo fracasó. Como ya no será necesario trabajar, la gente podrá dedicarse a labores voluntarias y no remuneradas (por ejemplo, escribir para Wikipedia).

La tesis del autor arranca del supuesto hecho de que el neoliberalismo (teoría económica que domina la economía mundial desde 1975) se ha defenestrado por sí solo tras causar la crisis financiera del 2008, cataclismo que luego ha intentado remendar con austeridad y la posterior creación masiva de empleo precario pero sin ir al fondo del problema que era la regulación financiera. A ello se suma que el fomento del crecimiento ilimitado que propugna el neoliberalismo choca con los problemas de sostenibilidad medioambiental del planeta, genera una creciente desigualdad y su imparable emisión de gases (petróleo, fraking) es incompatible con el calentamiento global, un problema ecológico de primer orden que por sí solo no puede corregir el mercado. Mason sostiene que es necesaria la intervención estatal y la aplicación de la ley porque, si no se frena hasta los 2 grados de subida, las sequías y el hambre arrasarán un planeta superpoblado de 9.000 millones de habitantes, con un gran crecimiento en el Sur, justo donde ahora se prevé que habrá más sequía, paro y hambre.

Por otro lado, el neoliberalismo basó (y basa) su crecimiento en la creación continua de nuevos mercados, por lo que la globalización fue su cultivo natural de crecimiento. Sin embargo, Mason advierte que tras la crisis del 2008 se ha producido una involución nacionalista que está reduciendo la globalización mediante políticas proteccionistas (como en los años 30: el principio de empobrecer al vecino para sobrevivir yo). Puede que los grandes países ya no estén confiando en el mercado como mejor sistema de abastecimiento y han empezado a buscar su autosuficiencia: Estados Unidos buscó una nueve fuente de energía en el "fracking" que aunque es poco ecológico le permite abastecerse de combustible barato y sin problemas internacionales (aunque Arabia abarató el petróleo para competir con el "fracking"). Por su parte, China acaparó los metales conocidos como "tierras raras" para abastecer su industria del teléfono, y Europa no tiene más remedio que apostar por las energías renovables para no depender del gas ruso. No hay que olvidar que los combustibles son un instrumento geoestratégico en el tablero de ajedrez mundial.

Además, el neoliberalismo no encaja con el infocapitalismo (que promueve la creación gratuita de bienes por parte del ciudadano-consumidor). A todo esto se suma la revolución tecnológica que permite abaratar los productos (a no ser que la producción caiga en manos de los monopolios). Para colmo, la robotización que, se prevé, eliminará el 47 % de los puestos de trabajo en una o dos décadas. El fin del trabajo (que anticipó Rifkin en 1995) está a la vuelta de la esquina y la pretensión del neoliberalismo es crear trabajo mediante minijobs o trabajos precarios o absurdos e innecesarios. La falta de trabajo conduce a otra "tormenta perfecta": el progresivo envejecimiento demográfico es que solo haya un trabajador por cada pensionista. La solución neoliberal ha sido privatizar las pensiones pero ese seguro privado "no es seguro" porque están invirtiendo en deuda de estados soberanos que duplicarán su deuda hasta el 200 % del PIB en unos años, y los bonos de muchos países serán pura basura que ningún inversor se arriesgará a comprar.

Teniendo en cuenta las dudas sobre el futuro del neoliberalismo, Mason sostiene que estamos entrando en una transición del modelo neoliberal al infocapitalismo para luego pasar a un nuevo estadio que vendría a ser una especie de neocomunismo de mercado aunque su programa se parece más a un New Deal del presidente D.F. Roosveelt (con una fuerte intervención estatal en la economía) que aparece mezclado con el cooperativismo.

Mason sostiene que la revolución del "Internet de las Cosas" permitirá generar los pentabytes de información necesarios para poner en marcha el viejo ideal de disponer de la "máxima información" necesaria para planificar una economía pero no pensando en el futuro (como hacían los planificadores quinquenales soviéticos) sino planificar en el mismo instante y cubrir todas las necesidades. Las neveras, la calefacción o el coche transmitirán datos en directo a través de la tecnología 5G, que luego un ente administrativo gestionará en tiempo real para surtir las necesidades de producción (al estilo de los marcianos de Boronov en "Estrella Roja" (1909)) de toda la sociedad en red. Estas eficiencias permitirán producir al coste los alimentos y bienes básicos. El Estado debería nacionalizar sectores estratégicos como la electricidad porque, según dice, los recursos energéticos estarían mejor gestionados por la Administración, rigurosa con la ley, que por los monopolios y empresas privadas cuyo objetivo es extraer el máximo combustible fósil, encarecer los precios para ganar más y que parecen poco sensibilizadas con lo que pasa con el calentamiento global.

En este modelo postcapitalista que propone Mason, la robotización habrá eliminado los pocos trabajos que queden, o reducido el trabajo a una diversión (como se divierten los programadores de videojuegos) y los ciudadanos tendrán mucho ocio y tiempo libre disponible [nota del lector: por decirlo de una manera eufemística] para escribir entradas en la Wikipedia o escribir poesía. En este contexto de abundancia, todos podrán recibir una renta básica que les valga de sustento además de disponer de una vivienda al coste y servicios de auga y luz muy baratos gracias a una renacionalización de los sectores básicos de la economía.

[nota del lector: hay algo que no cuadra, si con el calentamiento global nos acercamos a una situación apocalíptica de sequías y superpoblación, al estilo malthusiano, cómo puede decir que el infocapitalismo y el postcapitalismo va a traer abundancia. En todo caso, con ahorros del 30 % como dice Mason, se viviría una época de eterna austeridad].

Mason aclara que su modelo no es un "ciberestalinismo" sino un sistema comunista-democrático, donde la Administración gestiona la economía en función del bien común, se deja libre iniciativa a los emprendedores para que puedan patentar inventos relacionados con las energías renovables (sector de la economía que quedaría liberalizado para que se pudiese competir), y donde las pymes puedan crecer sin los monopolios, que son desmenuzados. En este futuro-propuesta que defiende Mason se fomentaría el trabajo en red y en equipo para hacer cosas más baratas y de forma más eficiente, en beneficio de toda la comunidad. Menciona la cooperativa vasca Mondragón como un ejemplo a seguir por su eficiencia, ya que tiene gran variedad de empresas en las que rotar a los trabajadores excedentes.

El autor señala que hasta los ricos y los superejecutivos (ese 1 %) quedarían liberados de la carga de tanto estrés por dirigir grandes monopolios y ganar montañas de dinero (que cederían con una tasa más alta de impuestos), lo que sería más bueno para su salud que tener que hacer gimnasia a las 6 de la mañana, lo que les haría estar más contentos sin tantas preocupaciones. Uno de los problemas que ve Mason es que algunos miembros de esa superélite de la finanzas educada en la Ivy League universitaria está empezando a debatir si una dictadura de estilo chino a lo mejor no es tan mala para los negocios capitalistas como parece.

 [nota del lector: mezclar dictadura y capitalismo se intentó algo así en los años 30, mezclada con nacionalismo, y resultó ser una combinación muy chunga. Por otro lado, el modelo más cercano a lo que describe Mason es China, que aunque no es un país democrático porque está dirigido por un partido único, sí es cierto que promueve la libertad de empresa capitalista a la vez que el Estado hace planificación económica y se encarga de montar las infraestructuras básicas para que la economía sea funcional. Es solo una hipótesis, pero parece lógico que los planificadores chinos ya estén haciendo minería de datos del Big Data que generan los "smartphones" de sus ciudadanos-consumidores para prever la demanda y las necesidades de producción en ciertos sectores].

Por la lectura del libro, se trasluce que el obrero vuelve a jugar un importante papel pero esta vez como "infoobrero" conectado en red y mejor informado que el minero huelguista del siglo XIX.

Las tres líneas argumentales de Mason son las siguientes:

1) La planificación económica puesta marcha en la URSS en 1928 fracasó por los motivos expuestos por los economistas occidentales (e incluso soviéticos, luego purgados): la mejor forma de saber la información sobre la demanda y oferta de un mercado es a través de los precios (como apuntó la escuela austríaca). Los planificadores soviéticos no podían acceder a toda la información en tiempo real y cuando la burocracia implementaba su plan ya se había quedado obsoleto. Sin embargo, Mason recuerda que, posteriormente, un economista ruso sugirió que a través de la oferta (la escasez de un producto) se podría deducir la demanda y poder planificar con bastante exactitud. Todo estos inconvenientes han sido superados por el infocapitalismo: el Big Data y el Internet de las Cosas permite tener información en tiempo real de las necesidades del mercado y actuar en consecuencia para evitar la sobreproducción o abastecer donde hace falta. ¿Para qué se necesita planificar? Mason recuerda que, según las estimaciones, para el 2050 la temperatura habrá subido dos grados respecto a la era preindustrial y, si no se frena por las buenas las emisiones contaminantes, los estados tendrían que intervenir.

2) Nos hallamos ante una transformación social tan profunda como la que supuso el paso del feudalismo al capitalismo (descrita por Shakespeare) [Nota del lector: yo añadiría a Cervantes, que en El Quijote se mofa del feudalismo y toda Europa ríe con él]. En el siglo XVI-XVII ya es evidente que ha cambiado la mentalidad de los europeos: los amantes Romeo y Julieta anteponen su amor a la obediencia paterna, el rey Eduardo III no puede pagar las deudas a los banqueros genoveses. Mason dice que si en una novela de Shakespeare apareciese un inventor que trabaja como un loco para patentar un invento (que sí sale en las novelas de Dickens en el siglo XIX), los espectadores isabelinos pensarían que era un obrero cómico porque en aquella época no existe ninguna figura de este tipo. Del mismo modo, y un poco siguiendo el argumento de Mason, si en una serie de televisión del 1985 sale un infoobrero que trabaja gratis nadie entendería muy bien su papel pero sería fácilmente reconocible en el 2016 como un colaborador de la Wikipedia.

3) Otro factor a tener en cuenta por Mason es la evolución del movimiento obrero y el sindicalismo desde el siglo XIX hasta quedar reducido a cenizas con el neoliberalismo de Reagan y Thatcher. La izquierda llegó a la conclusión de que la planificación corregiría los movimientos caóticos del mercado. En el siglo XX, los bolcheviques rusos se dieron cuenta de que los obreros estaban desinformados y no tenían una estrategia clara para alcanzar el poder ni gobernar, pues solo buscaban mejorar sus condiciones laborales, por lo que una élite burocráta dirigió la estrategia, de lo que surgió la URSS, un estado socialista totalitario en un país agrario sin apenas industria. Algunos, como el soviet Alexander Bogdanov, se percataron en 1905 de que el obrero solo podría gobernar en una sociedad altamente informatizada y tecnológicamente avanzada. Fue purgado pero su libro Estrella Roja se convirtió en un best-seller. Mason sostiene que en Occidente, tras años de lucha, obreros y capitalistas llegaron a un equilibrio en 1945 por el que los trabajadores obtenían mejores salarios, menos horas de trabajo, ventajas sanitarias. Durante 30 años, el Estado de Bienestar funcionó estupendamente y generó un crecimiento exponencial de la economia y la población pero desde 1980 empezaron los recortes aplicados por los neoliberales al sector público con la idea de desmantelarlo para buscar nuevos nichos de negocio en la privatización. El sindicalismo fue anulado y dejó de ser un problema para la eficiencia empresarial. La paradoja es que en el 2016 nos encontramos ante otro tipo de obrero: el infoobrero, que trabaja en red y que está conectado con el mundo y permanentemente informado a través de su "smartphone".
Por otro lado, el sindicalismo desde 1975 con el fin de las huelgas que venían sucediendo desde 1960 está desmontado. Grandes pensadores de la izquierda dejaron de pensar en la lucha de clases y se dedicaron a otras cuestiones sociales que ya nada tenían que ver con el control del sistema económico (hambre en el mundo, desigualdad, ecología, feminismo, defensa de colectivos marginados) [nota del lector: es la misma crítica que hace Giddens a la izquierda en La tercera vía ].
Finalmente, Mason dice que ahora no existe propiamente un obrero de la información sino una Humanidad conectada en red que dificilmente renunciará a las ventajas que le proporciona el "todo gratis" de Internet.

4) "El Fragmento sobre las máquinas" que escribió Marx en 1858 y que quedó olvidado en un desván durante cien años se ha vuelto de suma actualidad porque sostiene que el mecanismo del mercado se diluye por la acción del conocimiento social. Mason rescata un capítulo inédito del Capital manuscrito por Marx y olvidado durante un siglo. Se trata de una predicción sobre el capitalismo altamente robotizado. El economista alemán especula sobre un desarrollo del capitalismo hasta puntos en que existe una total automatización de la producción, por lo que los obreros solo se dedican a supervisar las máquinas, arreglarlas o diseñarlas. En una economía así, la fuerza productiva principal sería la producción y la naturaleza del conocimiento insertado en estas debe ser "social". La cuestión ya no sería de los salarios frente a las ganancias sino la de quién controla ese "poder de conocimiento". Supongamos que una programadora hace un "software" para una empresa, que se queda con todas las patentes, pero esta trabajadora conserva en su cerebro todo el conocimiento y puede ser fichada por otra firma. Lo que viene a decir Marx (que no conocía a los programadores web pero si a los operadores de telégrafos) es que con la información sucede que parte del producto se queda en el trabajador, lo cual no sucedía con lo que producían los trabajadores durante la era industrial. Para Marx el capitalismo basado en el conocimiento da pie a una contradicción: concretamente, entre las fuerzas productivas y las relaciones sociales. "Unas y otras constituyen las condiciones materiales para hacer saltar esa base (del capitalismo) por los aires". Además, añade Mason, este tipo de capitalismo se ve forzado a desarrollar el poder intelectual del trabajador porque incluso reducirá sus horas de trabajo. Y Marx, señala el autor, menciona otro concepto: "el intelecto colectivo" porque al medir el desarrollo de la tecnología estamos midiendo el grado en que el conocimiento social general se ha convertido en fuerza productiva [...] bajo los controles del general intellect.

Mason concluye que desde 1945 el crecimiento de Estados Unidos es exponencial, seguido de Europa. No sabemos qué puede traer el infocapitalismo y el postcapitalismo. Cree que el Estado debe acelerar la transición.

La tesis de Mason entronca en la de autores como Rifkin, el cual ve un mundo maravilloso montado en torno al Internet de las Cosas y otros avances que volverán a generar cosas para el bien común. Pero, tal y como ha devenido la historia humana, de momento las máquinas no han liberado a nadie de seguir trabajando como predicen las utopías ni han permitido que el escaso trabajo se haya repartido entre todos para evitar el desempleo. Todavía no hemos visto al mayordomo-robot llevándote el "daykiri" a la piscina en tus eternas vacaciones. No cabe duda de que el Estado intentará controlar o intervenir en sectores clave de la economía pero eso no parece conducir a un nuevo Estado del Bienestar. El hecho, como dice Mason, de que la economía del todo gratis devendrá en un estado comunitario no acaba de encajar con los hechos observados: no sabemos si dentro de una década todos los periódicos se van a poner de acuerdo para cobrar 10 euros al mes por leer la prensa online... con lo que se desbarataría el argumento. Por otro lado, parece más probable que el infocapitalismo se perpetúe más tiempo con ingeniosas fórmulas para generar ganancias que permitan sobrevivir al sistema en vez de evolucionar a un post-capitalismo.

En la historia que narra Mason del movimiento obrero parece traslucirse que obreros y capitalistas están aliados porque se necesitan el uno al otro para sobrevivir, a no ser que esa alianza se rompa con la automatización total de la industria. Pero entonces, ¿quién compraría los coches?
Por otra parte, ese futuro postcapitalista del que habla Mason no parece tan halagüeño: Estados que usan los Big Data de los ciudadanos para planificarlo todo y que tienen controlada la economía para salvar el medioambiente. Quizás ese sea el camino que está emprendiendo el mundo pero más que a utopía suena a distopía.