Resumen del libro "Aporofobia, el rechazo al pobre", de Adela Cortina (2017)
Resumen del libro original y actualizado en:https://evpitasociologia.blogspot.com/2017/09/aporofobia-el-rechazo-del-pobre-de.html
Autor del resumen: E.V.Pita, doctor en Comunicación Social, licenciado en Derecho y Sociología
Sociología, desigualdad social, pobreza
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Título: "Aporofobia, el rechazo al pobre"
Subtítulo: Un desafío para la democracia
Autora: Adela Cortina
Fecha de publicación: 2017
Editorial: Paidós Estado y Sociedad
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Biografía oficial de la autora Adela Cortina (hasta 2017)
Adela Cortina es catedrática de Ética y Filosofía Política de la Universidad de Valencia y miembro de la Real Academia de Ciencias Morales y Políticas, siendo la primera mujer que ingresó en esta Academia desde su fundación en 1857. Es directora del Máster y Doctorado Interuniversitarios "Ética y Democracia" y de la Fundación ETNOR. Asimismo es doctora Honoris Causa por doce universidades nacionales y extranjeras, y en diversas ocasiones ha formado parte del jurado de los Premios Príncipe y Princesa de Asturias de Comunicación y Humanidades y de Ciencias Sociales. Es Premio Internacional de Ensayo Jovellanos 2007 y Premio Nacional de Ensayo 2014.
Entre sus obras cabe destacar Ética mínima, Ética sin moral, Ética aplicada y democracia radical, Ciudadanos del mundo, Por una ética del consumo, Ética de la razón cordial, Las fronteras de la persona, Justicia cordial, Neuroética y neuropolítica y ¿Para qué sirve realmente la ética?, este último publicado en Paidós.
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Texto de la contraportada
"En un mundo construido sobre el contrato político, económico y social, los pobres parecen quebrar el juego de dar y recibir, y por eso prospera la tendencia a excluirlos. El problema no es de xenofobia, puesto que la acogida entusiasta de turistas extranjeros contrasta con el rechazo de refugiados e inmigrantes. Hablamos de aporofobia, de rechazo al pobre. Es el pobre el que molesta, incluso el de la propia familia.
La aporofobia es un atentado diario contra la dignidad, el bienestar y el bienestar de las personas, y contra la democracia. Además, tiene un alcance universal: todos los seres humanos son aporófobos, y esto tiene raíces cerebrales y sociales que se pueden y se deben modificar si tomamos en serio las claves éticas de una sociedad democrática que pretenda ser justa.
En Aporofobia, el rechazo al pobre, Adela Cortina expone uno de los conflictos morales más arraigados y obviados de nuestro tiempo, no sólo para darle un nombre sino también para significarlo y darnos las herramientas para que nos enfrentemos a una realidad muy nuestra."
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ÍNDICE
1. Una lacra sin nombre
1. De la xenofobia a la aporofobia
2. Historia de un término
2. Los delitos de odio al pobre
1. La clave del odio: ¿el que desprecia o el despreciado?
2. Delitos de odio, discurso del odio: dos patologías sociales
3. La fábula del lobo y el cordero
4. Miseria del discurso del odio
5. El pobre es, en cada caso, el que no resulta rentable
3. El discurso del odio
1. Un debate ineludible
2. ¿Libertad de expresión o derecho a la autoestima?
3. La construcción de una democracia radical
4. Miseria del discurso del odio
5. La libertad se construye desde el respeto activo
4. Nuestro cerebro es aporófobo
1. Tenemos un sueño
2. Un abismo entre declaraciones y realizaciones
3. Tres versiones del mal radical
4. Las neurociencias entran en acción
5. El mito del auriga
6. Somos biológicamente xenófobos
7. Breve historia del cerebro xenófobo
8. Aporofobia: los excluidos
5. Conciencia y reputación
1. La necesidad de educar la conciencia
2. El anillo de Giges
3. El origen biológico de la conciencia moral
4. El sentimiento de vergüenza y la agresión moralista
5. El jardín de Edén natural
6. ¿Qué dice la voz de la conciencia?
7. La fuerza de la reputación
8. Educar para la autonomía y la compasión
6. Biomejora moral
1. El problema de la motivación moral
2. El nuevo Frankenstein
3. Transhumanistas y bioconservadores
4. Biomejora moral sin daño a terceros
5. Un imperativo ético
6. ¿Es realmente un camino prometedor?
7. Erradicar la pobreza, reducir la desigualdad
1. El pobre en La Sociedad de la Información
2. ¿Es un deber de la justicia erradicar la pobreza económica?
3. La pobreza es falta de libertad
4. La pobreza es evitable
5. No sólo proteger a la sociedad, sino sobre todo empoderar a las personas
6. ¿Limosna o justicia?
7. El derecho a una vida en libertad
8. Reducir la desigualdad. Propuestas para el siglo XXI
8. Hospitalidad cosmopolita
1. La crisis del asilo y refugio
2. Un signo de civilización
3. Una virtud de la convivencia
4. La hospitalidad como derecho y como deber
5. Acogida: una exigencia ética incondicionada
6. Lo urgente e importante
7. Hospitalidad cosmopolita: justicia y compasión
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RESUMEN
El libro "Aporofobia, el rechazo al pobre" muestra una realidad y es que los habitantes de países turísticos como España tratan distinto a los extranjeros en función de si tienen mucho o algo de dinero para gastar o no tienen nada y están buscando empelo. Si es un turista que veranea en España se le trata a cuerpo de rey, con todas las cortesías y halagos por parte de los trabajadores y los propios ciudadanos, que no dudan en acompañar a un forastero a una dirección que pregunte, ya que parte del país depende de que sigan llegando masivamente turistas. Este trato cordial al visitante se atribuye a la proverbial hospitalidad de los españoles con los forasteros. Y no solo en España sino en toda Europa se recibe con una alfombra rojo al turista y a su dinero.
Sin embargo, si el extranjero no es un turista sino un inmigrante pobre que busca empleo o compite por un trabajo con los locales o es un refugiado de una guerra, entonces se le excluye y se le trata de forma inmisericorde e incluso se levantan alambradas en el Mediterráneo o en el Canal de la Mancha. La presencia del pobre molesta, el ciudadano se siente incómodo o es un tema tabú porque gran parte de la población ve a los extranjeros pobres como una fuente de problemas por el mero hecho de la pobreza en sí ya es vista como un problema. Dice la autora que la actitud con los refugiados en Europa no se le puede llamar xenofilia ni amor y amistad al extranjero sino que tiene otro nombre: xenofobia (odio al extranjero) y racismo, que califica de una "patología social" que hay que acabar como exigencia de respeto a personas concretas que tienen dignidad. En vez de arropar al pobre, hay una tendencia a excluirlo porque la mente calculadora de los ciudadanos prevé problemas con ellos.
No obstante, Adela Cortina no se quiere centrar en su libro de Aporofobia, el rechazo al pobre, en la xenofobia sino en el desprecio al pobre. [nota del lector: hay un libro que habla de lo mismo, del británico Owen Jones sobre la Demonización de la clase obrera en Inglaterra, donde los medios se burlan o fustigan a la clase baja, los chavs].
Considera que el hecho de que los pobres molesten no es un tema novedoso sino que se remonta a la Antigüedad y está incrustada en nuestras raíces cerebrales. Cree que hay que aplicar la compasión y el respeto al igual a la dignidad para evitar el sufrimiento de otros. Reconocer e identificar la aporofobia es clave para superarla ya que es un "atentado diario, casi invisible, contra la dignidad, el bienser y el bienestar de personas concretas hacia las que se dirige" (Cortina, pp. 15)
La autora señala que la Historia le pone nombre a las cosas para evitar que sigan haciendo daño de forma invisible. Es el caso de la aporofobia, donde unos muestran su superioridad sobre otros con menos recursos. Recuerda que en los países democráticos se lucha contra la xenofobia, el racismo, la homofobia y el maltrato pero nadie ha movido un dedo contra la aporofobia porque es la gran desconocida dentro de los delitos de odio y no se le puede señalar con el dedo.
Pone como ejemplo que los ingleses, tras el Brexit, no sintieron ninguna necesidad de expulsar a los médicos españoles (inmigrantes altamente cualificados) ni que España va a expulsar a los jubilados ingleses de las lujosas urbanizaciones de la Costa del Sol. No hay ninguna aversión. Ni tampoco repugnan los asiáticos que compran equipos de fútbol occidentales ni los inversores del "petrodólar" ni los extranjeros que quieren montar Casinos y dejar fumar dentro pese a que lo prohíbe la ley. La autora añade: "Por el contrario, se cierran las puertas ante los refugiados políticos, inmigrantes pobres que no tienen más que perder que sus cadenas, gitanos que venden papelinas en barrios marginales y rebuscan en los contenedores [..] Las puertas de la conciencia se cierran ante los mendigos sin hogar, condenados mundialmente a la invisibilidad".
De fondo, la autora ve un profundo problema de odio. Para examinar la cuestión primero se pregunta si ese malestar hacia lo foráneo viene insertado en los circuitos cerebrales humanos. Primero, la autora reflexiona sobre la dualidad entre los principios morales elevados (ejercidos por la ONU, por ejemplo, que defienden los Derechos Humanos y la Justicia, y otros principios rectos) y el nivel más bajo de conciencia moral de quienes dirigen o trabajan en esas instituciones solidarias (y más proclives a hacer prevalecer sus propios intereses egoístas). Gracias a estos principios morales asentados como nobles principios de estas grandes instituciones la civilización occidental ha eliminado la esclavitud y luego la discriminación a los negros o las mujeres, dice la autora, lo cual ha sido un avance. Sin embargo, la "aporofobia" sigue vigente en nuestros días, relacionada con lo que ella llama la "cultura del odio".
Cita a diversos autores como Séneca, San Agustín o Kant que reflexionan sobre esta doble moral, este querer hacer una cosa porque es buena pero hacer realmente otra peor, Es lo que Platón ilustró con el ejemplo de un auriga en un carro volador que debe dominar a un caballo blanco y otro negro. Todo apunta a que la naturaleza humana es evaluadora y lo que puntúa positivo o negativo es si cualquier acción que realice beneficia a su propia supervivencia. Por otro lado, hay un conflicto interior, una competición, entre el razonamiento lógico y elevado (la moral) y los intereses más cercanos. Esto nos sitúa ya en posición para debatir si la xenofobia va insertada "de fábrica" en los circuitos neuronales. La autora sostiene que el cerebro "solo piensa en sí mismo y en su propia existencia" por lo que tiende a asociarse con los más cercano y parecido a él y a admirar a quienes emprenden largas aventuras por países desconocidos.
La autora incide también en la biología del cerebro humano que tiene programado la defensa de los cercanos y del territorio y el rechazo al extranjero o al extraño. Esto es algo que se retrotrae a cientos de miles de años y va fijado al ADN del humano pero que la sociedad, al hacerse más grande, ha ampliado ese "nosotros" a la ciudad, la región, el país, el equipo de fútbol, el partido, la religión o la civilización. En este capítulo, parece como que la xenofobia forma parte de los patrones cerebrales pero que es necesario atemperar esos bajos impulsos una vez que se ha visto que es más efectiva la cooperación entre personas, que es lo que ha hecho grande al "homo sapiens".
En el último tramo del libro se centra en buscar argumentos éticos (siguiendo principalmente los razonamientos de Kant) que establezcan una obligación ética de ayudar al pobre o a paliarla. Aunque algo se hizo en su día al respecto, generalmente se quedan en buenas intenciones, por lo que la autora cree que hay que abordar esto desde distintos frentes. Por un lado, hacer hincapié en que el precepto a favor de la igualdad de todas las personas ha de ser efectivo, de forma que a los pobres no se les silencie ni se les reste respetabilidad al ser atendidos por ejemplo, por funcionarios públicos, cuando van a pedir ayudas (y se les estigmatiza por vivir de las ayudas sociales). Lo mismo ocurre para los extranjeros, mujeres, gasy, etc... a quienes se les ha ayudado a mejorar en sus derechos, pero no así a los pobres, a quienes la Administración les da limosna despectivamente en vez de hacer programas efectivos que erradiquen la pobreza, no por pena, sino porque tal objetivo ha de formar parte esencial de las sociedades actuales.
Pobreza como "falta de libertad"
Otro de los puntos clave del libro es que da un mazazo importante a uno de los grandes argumentos del neoliberalismo que defiende la "libertad de elegir" (Friedman). Ese razonamiento se ha criticado hasta la saciedad al entender que esa libertad se refiere al consumidor adinerado que puede elegir entre un colegio privado de élite y otro público en los suburbios pero la autora da en el clavo: "la pobreza es falta de libertad". Falta de libertad de todo: de elegir, de comprar, de mudarse a un mejor barrio, de pagarse una educación...
También aborda la obligación de la hospitalidad universal que proponía Kant, unas líneas en las que el filósofo alemán no se refiere a un gobierno mundial donde todo el mundo pertenece a la misma tribu global sino donde todos los países del mundo practiquen la hospitalidad (y que se aplicaría ahora a los refugiados).
Sin embargo, si el extranjero no es un turista sino un inmigrante pobre que busca empleo o compite por un trabajo con los locales o es un refugiado de una guerra, entonces se le excluye y se le trata de forma inmisericorde e incluso se levantan alambradas en el Mediterráneo o en el Canal de la Mancha. La presencia del pobre molesta, el ciudadano se siente incómodo o es un tema tabú porque gran parte de la población ve a los extranjeros pobres como una fuente de problemas por el mero hecho de la pobreza en sí ya es vista como un problema. Dice la autora que la actitud con los refugiados en Europa no se le puede llamar xenofilia ni amor y amistad al extranjero sino que tiene otro nombre: xenofobia (odio al extranjero) y racismo, que califica de una "patología social" que hay que acabar como exigencia de respeto a personas concretas que tienen dignidad. En vez de arropar al pobre, hay una tendencia a excluirlo porque la mente calculadora de los ciudadanos prevé problemas con ellos.
No obstante, Adela Cortina no se quiere centrar en su libro de Aporofobia, el rechazo al pobre, en la xenofobia sino en el desprecio al pobre. [nota del lector: hay un libro que habla de lo mismo, del británico Owen Jones sobre la Demonización de la clase obrera en Inglaterra, donde los medios se burlan o fustigan a la clase baja, los chavs].
Considera que el hecho de que los pobres molesten no es un tema novedoso sino que se remonta a la Antigüedad y está incrustada en nuestras raíces cerebrales. Cree que hay que aplicar la compasión y el respeto al igual a la dignidad para evitar el sufrimiento de otros. Reconocer e identificar la aporofobia es clave para superarla ya que es un "atentado diario, casi invisible, contra la dignidad, el bienser y el bienestar de personas concretas hacia las que se dirige" (Cortina, pp. 15)
La autora señala que la Historia le pone nombre a las cosas para evitar que sigan haciendo daño de forma invisible. Es el caso de la aporofobia, donde unos muestran su superioridad sobre otros con menos recursos. Recuerda que en los países democráticos se lucha contra la xenofobia, el racismo, la homofobia y el maltrato pero nadie ha movido un dedo contra la aporofobia porque es la gran desconocida dentro de los delitos de odio y no se le puede señalar con el dedo.
Pone como ejemplo que los ingleses, tras el Brexit, no sintieron ninguna necesidad de expulsar a los médicos españoles (inmigrantes altamente cualificados) ni que España va a expulsar a los jubilados ingleses de las lujosas urbanizaciones de la Costa del Sol. No hay ninguna aversión. Ni tampoco repugnan los asiáticos que compran equipos de fútbol occidentales ni los inversores del "petrodólar" ni los extranjeros que quieren montar Casinos y dejar fumar dentro pese a que lo prohíbe la ley. La autora añade: "Por el contrario, se cierran las puertas ante los refugiados políticos, inmigrantes pobres que no tienen más que perder que sus cadenas, gitanos que venden papelinas en barrios marginales y rebuscan en los contenedores [..] Las puertas de la conciencia se cierran ante los mendigos sin hogar, condenados mundialmente a la invisibilidad".
De fondo, la autora ve un profundo problema de odio. Para examinar la cuestión primero se pregunta si ese malestar hacia lo foráneo viene insertado en los circuitos cerebrales humanos. Primero, la autora reflexiona sobre la dualidad entre los principios morales elevados (ejercidos por la ONU, por ejemplo, que defienden los Derechos Humanos y la Justicia, y otros principios rectos) y el nivel más bajo de conciencia moral de quienes dirigen o trabajan en esas instituciones solidarias (y más proclives a hacer prevalecer sus propios intereses egoístas). Gracias a estos principios morales asentados como nobles principios de estas grandes instituciones la civilización occidental ha eliminado la esclavitud y luego la discriminación a los negros o las mujeres, dice la autora, lo cual ha sido un avance. Sin embargo, la "aporofobia" sigue vigente en nuestros días, relacionada con lo que ella llama la "cultura del odio".
Cita a diversos autores como Séneca, San Agustín o Kant que reflexionan sobre esta doble moral, este querer hacer una cosa porque es buena pero hacer realmente otra peor, Es lo que Platón ilustró con el ejemplo de un auriga en un carro volador que debe dominar a un caballo blanco y otro negro. Todo apunta a que la naturaleza humana es evaluadora y lo que puntúa positivo o negativo es si cualquier acción que realice beneficia a su propia supervivencia. Por otro lado, hay un conflicto interior, una competición, entre el razonamiento lógico y elevado (la moral) y los intereses más cercanos. Esto nos sitúa ya en posición para debatir si la xenofobia va insertada "de fábrica" en los circuitos neuronales. La autora sostiene que el cerebro "solo piensa en sí mismo y en su propia existencia" por lo que tiende a asociarse con los más cercano y parecido a él y a admirar a quienes emprenden largas aventuras por países desconocidos.
La autora incide también en la biología del cerebro humano que tiene programado la defensa de los cercanos y del territorio y el rechazo al extranjero o al extraño. Esto es algo que se retrotrae a cientos de miles de años y va fijado al ADN del humano pero que la sociedad, al hacerse más grande, ha ampliado ese "nosotros" a la ciudad, la región, el país, el equipo de fútbol, el partido, la religión o la civilización. En este capítulo, parece como que la xenofobia forma parte de los patrones cerebrales pero que es necesario atemperar esos bajos impulsos una vez que se ha visto que es más efectiva la cooperación entre personas, que es lo que ha hecho grande al "homo sapiens".
En el último tramo del libro se centra en buscar argumentos éticos (siguiendo principalmente los razonamientos de Kant) que establezcan una obligación ética de ayudar al pobre o a paliarla. Aunque algo se hizo en su día al respecto, generalmente se quedan en buenas intenciones, por lo que la autora cree que hay que abordar esto desde distintos frentes. Por un lado, hacer hincapié en que el precepto a favor de la igualdad de todas las personas ha de ser efectivo, de forma que a los pobres no se les silencie ni se les reste respetabilidad al ser atendidos por ejemplo, por funcionarios públicos, cuando van a pedir ayudas (y se les estigmatiza por vivir de las ayudas sociales). Lo mismo ocurre para los extranjeros, mujeres, gasy, etc... a quienes se les ha ayudado a mejorar en sus derechos, pero no así a los pobres, a quienes la Administración les da limosna despectivamente en vez de hacer programas efectivos que erradiquen la pobreza, no por pena, sino porque tal objetivo ha de formar parte esencial de las sociedades actuales.
Pobreza como "falta de libertad"
Otro de los puntos clave del libro es que da un mazazo importante a uno de los grandes argumentos del neoliberalismo que defiende la "libertad de elegir" (Friedman). Ese razonamiento se ha criticado hasta la saciedad al entender que esa libertad se refiere al consumidor adinerado que puede elegir entre un colegio privado de élite y otro público en los suburbios pero la autora da en el clavo: "la pobreza es falta de libertad". Falta de libertad de todo: de elegir, de comprar, de mudarse a un mejor barrio, de pagarse una educación...
También aborda la obligación de la hospitalidad universal que proponía Kant, unas líneas en las que el filósofo alemán no se refiere a un gobierno mundial donde todo el mundo pertenece a la misma tribu global sino donde todos los países del mundo practiquen la hospitalidad (y que se aplicaría ahora a los refugiados).
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