domingo, 1 de noviembre de 2020

"La desaparición de los rituales", de Byung-Chul Han (2019)

 Resumen del libro "La desaparición de los rituales", de Byung-Chul Han (2019)

Resumen original y actualizado en el siguiente link:

https://evpitasociologia.blogspot.com/2020/11/la-desaparicion-de-los-rituales-de.html

Resumen elaborado por E.V.Pita, doctor en Comunicación y licenciado en Derecho y Sociología

Sociología, hábitos y costumbres, sociedad de Internet

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Ficha técnica:

Título: "La desaparición de los rituales"

Subtítulo: Una topología del presente

Título original en alemán: Vom Verschwiden der Rituale. Eine Topologie der Gegenwart.

Fecha de publicación en Alemania: 2019

Editorial en español: Herder Editorial, SL, Barcelona

Número de páginas: 120

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Biografía oficial del autor (hasta el 2020)

Byung-Chul Han (Seúl, Corea del Sur, 1959) estudió Filosofía en la Universidad de Frigurgo y Filosofía alemana y Teología en la Universidad de Munich. En 1994 se doctoró en la primera de dichas universidades con una tesis sobre Martin Heidegger. Ha dado clases de Filosofía en la Universidad de Basilea, de Filosofía y Estudios culturales en la Universidad de las Artes de Berlín. Es autor de más de una decena de títulos, la mayoría de los cuales se ha traducido al castellano en Herder Editorial.

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Texto de la contraportada

Los rituales, como acciones simbólicas, crean una comunidad sin comunicación, pues se asientan como significantes que, sin transmitir nada, permiten que una colectividad reconozca en ellos sus señas de identidad. Sin embargo, lo que predomina hoy es una comunicación sin comunidad, pues se ha producido una pérdida de los rituales sociales. En el mundo contemporáneo, donde la fluidez de la comunicación es un imperativo, los ritos se perciben como una obsolescencia y un estorbo prescindible. Byung-Chul Han se pregunta: ¿por qué las formas simbólicas cohesionan la sociedad y qué nos depara cuando esta deja de cultivarlas? Para Han, su progresiva desaparición acarrea el desgaste de la comunidad y la desorientación del individuo.

En este libro, los rituales constituyen un fondo de contraste que sirve para perfilar los contornos de nuestras sociedades. Se esboza, así, una genealogía de su desaparición al mismo tiempo que se da cuenta de las patologías del presente y, sobre todo, de la erosión que ello comporta. En este nuevo ensao Byung-Chul Han reflexiona sobre estilos de vida alternativos que serían capaces de liberar de la sociedad de su narcisismo colectivo.

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ÍNDICE

Presión para producir

Presión para ser auténtico

Ritos de cierre

Fiesta y religión

Juego a vida o muerte

Final de la historia

Imperio de los signos

Del duelo a la guerra de drones

De la seducción a la pornografía

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RESUMEN

El autor explica que los ritos son acciones simbólicas que transmiten y representan aquellos valores y órdenes que mantienen cohesionada una comunidad. Generan una comunidad sin comunicación mientras que lo que predomina hoy es una comunicación sin comunidad. Estabilizan la vida gracias a su mismidad, a su repetición. Hacen que la vida sea duradera. "La actual presión para producir priva a las cosas de su durabilidad", dice. "Destruye intencionalmente la duración para producir más y para obligar a consumir más", afirma. No es posible demorarse si nos limitamos a gastar y a consumir las cosas. Y cita como ejemplo al "smartphone". Dice que en los ritos, las cosas se usan de forma pulcra y respetuosa, no se gastan ni se consumen. "Hoy consumimos no solo las cosas sino también las emociones de las que ellas se revisten", dice.

El autor parte de la base de que el neoliberalismo ha estimulado la producción (todos deben producir las 24 horas del día, cualquier tarea es producción), a un ritmo de jornada laboral, con todos los días iguales. El capitalismo fomenta el individualismo, el ganar más, el producir sin parar y sin sentido. Por contra, en anteriores épocas agrícolas precapitalistas, donde había un sentido comunitario y religioso, se diferenciaba el trabajo (que tenía sus estaciones) con la fiesta, donde había un descontrol durante varios días donde los excesos estaban permitidos (Navidad, Pascua, Pentecostés). Había un tiempo ritual ( que tiene un sentido) [nota del lector: entiendo que el sentido de estas fiestas religiosas era marcar el calendario: el equinocio de invierno, que suponía un parón por el frío, el de primavera para sembrar con la vuelta del calor, el de verano para cosechar, y el de otoño, la recolección]. 

Es decir, que la fiesta era también una forma de ritual pero al mismo tiempo un descanso y estaba pensada para saber vivir bien. En la era industrial, los días festivos se fueron difuminando y se convirtieron en productivos para ganar más o producir lo que fuese. [nota del lector: pensemos ahora en toda esa gente que está sacándose fotos en Instagram y "produciendo contenido" para las plataformas sociales, que buena idea de negocio tuvo el listo que las montó].

Señala que la percepción simbólica desaparece a favor de la percepción "serial", que es intensiva (como en las series de TV; va de una vivencia a la siguiente, algo sin fin). Por eso hay el "binge watching" (atracón televisivo o el visionado bulímico). Dice que el régimen neoliberal fuerza a percibir de forma serial e intensifica el hábito serial. La constante "update" o actualización abarca a todos los ámbitos vitales y no permite ninguna duración ni finalización, lo que da a una "pérdida del hogar", trastornos de déficit (frente a la religión, que insiste en prestar atención), ya no se aprende nada de memoria ni se hacen repeticiones (base del ritual religioso, menciona a Kierkegaard) porque se buscan nuevas aventuras estimulantes, excitaciones y vivencias.

 "A dispositivos neoliberales tales como la autenticidad, la innovación o la creatividad le es inherente forzarnos permanentemente a lo nuevo pero solo generan variaciones de lo mismo mientras que las repeticiones dan estabilidad a la vida", dice. Dice que la presión por producir genera rutina y para escapar del vacío consumimos más novedades. "La vida intensa como lema publicitario del régimen neoliberal no es otra cosa que consumo intenso", dice.

Añade que la comunicación digital consta de "cámaras de eco" en las que uno habla de sí mismo y los "me gusta", los amigos y los seguidores no constituyen ningún campo de resonancia". Recalca que la digiltalización debilita el vínculo comunitario y es una comunicación "descorporizada". Ni siquiera hay lugar para los sentimientos, pues la comunicación digital es manejada por las pasiones y "propicia una descarga emocional inmediata" (cita a Twitter y la política emocional que se basa en ello).

También indica que el régimen neoliberal individualiza a los hombres y al mismo tiempo se evoca la empatía, pues es una caja de resonancia. La empatía sirve para influir y manejar emocionalmente a la persona. "En el régimen neoliberal no solo se explota el tiempo laboral, también la persona entera", dice, y añade que la gestión emocional es más eficaz que la racional. "La psicopolítica neoliberal se diferencia de la biopolítica de la modernidad industrial, que opera con coerciones y mandatos disciplinarios", afirma. Lo social se somete por completo a la autoproducción.

Analiza el "rendimiento", y cuanto más aporta el sujeto, más gana el ego, se explota voluntaria y apasionadamente a sí mismo, hasta quedar destrozado. "Se mata a optimizarse", dice. Su fracaso se llama "depresión" o "burnout" (trabajador quemado). En cambio, la depresión (que se basa en una referencia hiperbólica a sí mismo) no se produce en una sociedad absorta.

Otro problema es la "sociedad de la autenticidad", donde todo el mundo se representa a sí mismo, donde se rinde el culto al yo y solo se preocupa de analizar su propia psicología. "El culto narcisista a la autenticidad es corresponsable del progresivo embrutecimiento de la sociedad, pues hoy vivimos una cultura de las pasiones y donde campa el narcisismo, lo lúdico desaparece de la cultura y el arte ya no es un discurso", añade. Hasta James Bond ya no se alboroza al final de la película con fiestas y juegos con sus bellas amantes sino que se reúne con su jefa y acepta volver al trabajo con una nueva misión: "Será un placer". Hay una incapacidad por "finalizar", todo queda a la presión de "optimizarse". 

Su constitución narcisista coarta la formación de la comunidad. Añade que "uno se explota voluntariamente creyendo que se está realizando", el régimen neoliberal se apropia de la persona transformándola en un centro de producción de una eficiencia superior y la involucra en el proceso de producción. Hasta se han puesto de moda los tatuajes. "Hoy el mundo no es un teatro en el que se representan papeles y se intercambian gestos rituales, sino un mercado en el que uno se desnuda y se exhibe. La representación teatral deja paso a la exposición pornográfica de lo privado", dice.

Por su parte, la globalización es un no-lugar, como Internet, una "hipercultura" (espacios culturales sin límites que implosionan y se traspasan unos a otros y es aditiva sin cierre) y genera "el infierno de lo igual", y la violencia de lo global se contrarresta con "el fundamentalismo del lugar". Al contrario, en la aldea  nadie cuenta sus vivencias sino que hay una historia común.

Las fiestas actuales ya no tienen rituales ni celebración sino que son una "gestión de eventos consumistas" destinados a las masas (y no a la comunidad). "La producción acapara incluso el reposo, degradándolo a tiempo libre, a pausa para hacer un descanso. El tiempo libre es para algunos un tiempo vacío, que provoca un horror vacui. La presión para aportar rendimiento no hace posible ni una pausa que permita descansar. Por eso, muchos se ponen enfermos justamente durante el tiempo libre: el leisure sickness o enfermedad del ocio. El tiempo libre viene a ser una torturante forma vacía de trabajo", dice el autor. Recalca que el trabajo tiene un fin pero el rendimiento, no. Antes las fiestas eran el desenfreno y ahora es el trabajo el desenfreno y esa presión para producir desintegra la comunidad", afirma. 

Añade que el capitalismo no es una religión pues no congrega sino que tiene efectos individualizantes y aislantes y el capital no descansa y totaliza lo profano. Con el dinero, hago que otros trabajen para mí. Los turistas recorren no-lugares vaciados de sentido mientras que los peregrinos están ligados a lugares que vinculan a los hombres. Los rituales arcaicos (que ponen énfasis en el juego y derroche de energías) le resultan chocantes al hombre actual cuyo estilo de vida es dominado por el trabajo y la producción. El capital compra tiempo porque la muerte es entendida como una pérdida absoluta.

Otra de las cuestiones que examina es la del "jugador" (como los guerreros que no temen morir) y la del "trabajador" (el soldado mercenario que tiene miedo a la muerte). Cree que estas dos formas de afrontar la vida se refleja en la actual sociedad, donde casi todos son "mercenarios asalariados". El concepto de "jugar" proviene de la antigüedad y se asocia con los señores y caballeros). Y añade que el pensar (y no el trabajar) tiene un componente "lúdico" que se ha perdido con el "dataísmo" (Big Data) pues ahora se asimila al cálculo. La presión por producir destruye el espacio de los juegos y las narraciones. El trabajo algorítimo no es narrativo sino "aditivo", de la narración se pasa a la mera "numeración". "El dataísmo hace que la producción del saber resulte pornográfica", dice.

Señala que el Big Data genera un saber dominador que hace posible intervenir en la "psique" humana y manejarla. Dice que el imperativo dataísta de transparencia "no es una continuación de la Ilustración, sino su final". Recalca que la transparencia es un imperativo dataísta que obliga a pasarlo todo a datos e información, a visibilizarlo y genera una presión por producir. Este dominio de comunicación total coincide con la vigilancia total y que "se hace pasar por libertad".

También habla de que la rigurosa higiene de la "corrección política" pone fin a la seducción erótica. En el neoliberalismo, bajo la presión para producir, todo se exhibe, se visibiliza, se desnuda y se expone, queda a merced de la "inapelable luz" de la transparencia.

La presión para producir y aportar rendimiento, dice el autor, alcanza hoy todos los ámbitos vitales, incluso la sexualidad. La líbido, que representa el fenómeno del capital en el nivel del cuerpo, es hostil al juego. Advierte que "el exceso de positividad constituye la patología de la sociedad actual. Lo que enferma no es la carestía, sino la demasía".





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