Resumen del libro "Cómo no ser esclavo del sistema", de Alexandre Lacroix (2021)
Resumen original y actualizado en:
https://evpitasociologia.blogspot.com/2024/01/como-no-ser-esclavo-del-sistema-de.html
Resumen elaborado por E.V.Pita, doctor en Comunicación y licenciado en Derecho y Sociología
Sociología, Economía, modernidad conectada, sociedad digital, utilitarismo, capitalismo, filosofía, felicidad
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Ficha técnica
Título: "Cómo no ser esclavo del sistema"
Título original en francés: Comment ne pas être esclave du système?
Autor: Alexandre Lacroix
Fecha de publicación en francés: 2021
Fecha de publicación en español: Arpa & Alfil Editores SL, Sant Andreu de la Barca, 2023
Número de páginas: 106
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Biografía de Alexandre Lacroix (hasta el 2023)
Alexandre Lacroix (Poitiers, 1975) es escritor, filósofo y periodista. Es licenciado en Economía y máster en Filosofía por la Sorbona, y graduado en Sciences-Po París. Actualmente, es director de Philosophie Magazine, premiada en 2010 como la "Mejor Revista del Año" por el Sindicato de Editores de Revistas de Prensa de Francia. Además, es profesor de Escritura creativa y Humanidades políticas en Sciences-Po París y confundador de la escuela de escritura Les Mots.
Ha publicado más de veinte ensayos y novelas para adultos traducidas al inglés, alemán e italiano, entre ellas Ce qui nous relie (2016), Devant la beauté de la nature (2018), La Naissance d'un père (2020) y Aprender a hacer el amor (2022). También es autor de ocho libros infantiles, entre ellos, Un asunto de dragones (2016).
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Texto de la contraportada
"Una filosofía de acción clara y concisa para ayudarnos a encontrar un sentido profundo a nuestra vida en comunidad: hallar un término medio entre la adhesión y la huida del sistema.
Cada vez somos más los que soñamos con escapar del sistema. Escapar de esa maximización del beneficio que nos rodea por todas partes, devastando nuestras sociedades y el planeta. Pero romper con la forma de vida convencional requiere sacrificios que pocos de nosotros estamos dispuestos a hacer. Entre la pertenencia plena y la fuga ¿hay un camino?
Sí, responde Alexandre Lacroix, que ahora en las raíces de nuestro malestar al desvelar la lógica de nuestra modernidad conectada. Este mundo donde el emprendimiento, el teletrabajo y las verdades alternativas de las redes sociales borran las fronteras entre lo público y lo privado, jornada laboral y tiempo libre, explotador y explotado, verdadero y falso.
Desnudar este mecanismo proporciona nuevos puntos de referencia a cada uno de nosotros y nos permite introducir un poco de juego. Al liberarnos del utilitarismo dominante y al adoptar un ideal no negociable que guíe nuestra acción, es posible retomar las riendas de nuestra existencia".
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ÍNDICE / SUMARIO
Prefacio
1. Los orígenes del sistema
2. Descodificar nuestra época
3. Dandis y crédulos
4. Dominante, dominado
5. Cuando es hora de actuar
6. Por un posutilitarismo
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RESUMEN
Lacroix dice que en cada uno de nosotros hay un capitalista y un marginal, un dominante y un dominado. Cree que la solución es el "postutilitarismo", en el que la parte marginal formula un ideal (hacer muebles o menús ecológicos) y la parte capitalista y calculadora la lleva a cabo "sin perder dinero". Afirma que cada "postutilitarista" se declara responsable de un "pedacito del mundo". El "postutilitarista" no es un héroe de película que salva el mundo sino alguien que hace mejor su parcela y, si se suman todas, "las cosas podrían avanzar". Deposita sus esperanzas en la ordinaria existencia.
El autor quiere dar una nueva visión a las críticas sobre la economía globalizada y la política contemporánea que recomiendan ralentización, sobriedad y frugalidad feliz. Afirma que todo el mundo ve que la competencia de intereses egoístas lleva al mundo al desmoronamiento, el productivismo y el consumismo hacen estragos, generan desigualdades inaceptables, provocan un sufrimiento intolerable y destrozan los ecosistemas terrestres. Pero la gente se hace esta pregunta: "Yo tengo que comer, pagar los estudios de mi hija mayor, si me voy al aire libre a producir queso de cabra pondré en peligro a mis hijos, Francia será vasalla de China e India". El autor dice que la postura del alma bella que rechaza categóricamente la economía de mercado y la tecnología no es creíble, la gente es parte del engranaje de la gigantesca maquinaria económica y social objeto de virulenta denuncia pero ignora cómo salir de ahí. Alexandre Lacroix quiso dar la respuesta en el libro y cuya solución pasaría por el "postutilitarismo" (anteponer un objetivo ideal a uno material) y su propuesta consiste en cambiar el proyecto utilitarista y "maximizar el beneficio con sujeción a un ideal". Por ejemplo, el razonamiento actual de un carpintero es vender la mayor cantidad de muebles posible con el mayor margen de beneficio mientras que un "postutilitarista" diría: hacer los muebles más bonitos que pueda diseñar, que tengan una huella ecológica razonable (no usar maderas exóticas), destinados a una población necesitada (niños, ancianos, discapacitados), o hacer solo muebles para jardines o barcos por su amor al aire libre o el mar. El autor cree que establecido ese horizonte idealista nada le impide obtener beneficios y mejorar sus ingresos poco a poco, pero siempre con un ideal presente ya desde la línea de partida.
Lacroix insiste en que el "postutilitarismo" "nos invita a comprender que no es necesario hacer grandes renuncias ni ser un ferviente asceta para perseguir un propósito ético, para sentir el impulso de un ideal". "Cualquiera puede llevar una existencia ética, en cuanto profesional y ciudadano, sin ser ideólogo ni un santo", dice el autor. En realidad eso ya existe: el escritor de best-sellers frente al escritor de "libros de autor" (que no permiten que las búsquedas de beneficios desvirtúen las cualidades literarias de sus escritos ni su inexpugnable santuario de "ideal-sujección" [un ideal-ancla]).
El autor culpa a Jeremmy Bentham, el filósofo del siglo XVIII creador de la "exorracionalidad" utilitarista. Durante dos siglos han gobernado las ideas del utilitarismo, desde la visión de los economistas que se decantan por la utilidad o el bienestar como "mayor número de bienes poseídos" (riqueza, comodidad, adquisición de bienes). La escuela neoclásica consideraba la "maximización del bienestar" y la "maximización del beneficio" como términos intercambiables a efectos de modelar el comportamiento, por lo que se impuso una definición material de la felicidad (el equivalente a un billete de cien euros, pues este lleva unida una cantidad fija de bienestar). Además, la acumulación de bienes no está limitada por la fisiología.
Dentro de esta lógica, el hombre moderno supercomputerizado e interconectado se ve obligado a maximizar sus comportamientos de producción y consumo y sus relaciones sociales a fin de maximizar su bienestar material.
El autor considera que su estrategia de ruptura del sistema va dirigida a los que se levantan por la mañana para trabajar para que aplique su "teoría de la acción" a su propia escala sin adoptar un discurso extremo o sacrificado. Ideas simples que dé libertad para hacer cambios que tengan efecto en la vida.
La maximización del beneficio siempre se realiza con sujeción a algo, generalmente el capital y el trabajo. Propone cambiar la perspectiva y maximizar el beneficio en función de la "aspiración personal fundamental".
Dice que los utilitaristas quieren maximizar la utilidad pero discrepan sobre si es una cierta cantidad de placer o bienestar, una cualidad del ser. La propuesta de Lacroix es jerarquizar las utilidades y anteponer una a la otra. Su método del "postutilitarismo" consiste en proponerse un objetivo ideal primero y un objetivo material después.
El autor admite que el trabajador de una cadena de palitos de pescado automatizada y cronometrada no es precisamente un artista o un artesano que buscan el trabajo bien hecho y quizás tenga que buscarse otra motivación. Lacroix dice que la pertenencia a la comunidad es fuente de satisfacción y que las relaciones sociales pueden alegar al trabajador de la fábrica de palitos de pescado y hacer deporte o tener aficiones (autorrealización) o apoyar a los recién llegados o el compromiso sindical para escapar del asilamiento y la tragedia.
Lacroix recalca que trabajar en una ONG o en una escuela Montessori, que parecer oficios de propósito de acción virtuosa, no tiene porqué ser mejor. No niega que en estas nobles entidades haya luchas de poder, espíritu de competición, carrera por la financiación o hacer expedientes falsos para lograr mayores subvenciones. El autor incide que el "postutilitarismo" es individual y que cada uno debe poner su ideal-límite, que será innegociable y no se podrá renunciar a él porque da sentido a tu búsqueda de beneficio.
El autor busca los orígenes del Sistema en los inicios de la modernidad, en Descartes, quien inició una "desconexión radical" que separa el mundo de los sentidos del de la mente pero también promueve "ideas claras y distintas", o sea, el blanco y negro de toda la vida, un "régimen de separación" que influyó en la civilización occidental, pues le siguió la desconexión de poderes (Montesquieu y "El Espíritu de las Leyes") en 1748 (origen de las actuales constituciones). Descartes también inauguró el antiecologismo al insistir en la necesidad de dotarnos de una ciencia y técnica capaces de "convertirnos en dueños y señores de la naturaleza" (un anuncio de un programa que desembocó en una crisis ecológica y que define a los seres humanos como animales desconectados de la naturaleza). A pesar de la alerta de Rousseau sobre la nefasta "desconexión del estado de naturaleza", esa fue la tendencia de los pensadores modernos y es la base de la propia modernidad.
A esta separación mente-cuerpo le siguió después la división del trabajo (Adam Smith, 1776), Condorcet (1791) con la distinción de la instrucción (verdades de hechos, cálculo) y la educación (se desconecta la adquisición de competencias y el cuestionamiento del sentido de la vida), Jonh Stuart Mill (1859) disoció la esfera pública y la esfera privada (soy yo el único que juzga lo que está bien), y Karl Marx (1844), propone la alineación del trabajador por la barrera de clase infranqueables y "vampirizado" por la mercancía, y la posterior experiencia política del materialismo desembocó en nuevas divisiones.
Esta "lógica de la desconexión" es propia de la primera modernidad y generó múltiples divisiones bipolares en la metafísica (yo/los demás, etc..), la ciencia (verdadero/falso...), la política (estado/ciudadano...) y la economía (trabajo/ocio, división del trabajo, productor/producto, capital/salario, burgués/proletario).
El autor dice que esta primera modernidad separadora, compartimentada y segregacionista concluyó en 1989 y "hemos de repensar el mundo bajo nuevos auspicios". El autor dice que el régimen de separación merecía ser rechazado porque "apostaba excesivamente por la independencia soberana de juicio". Lejos de ser un yo aislado, la sociedad digital del siglo XXI es una "telepatía asistida por las máquinas" (recibes mensajes constanmente de otros por WhatsApp, móvil, email...), lo que se llama la "intersubjectividad", que se ha convertido en nuestra condición existencial porque somos un nodo entroncado en una red inmensa. Es la segunda modernidad, la modernidad "conectiva", que tiene un razonamiento en árbol, en hipertexto, un viaje al conocimiento en más de dos dimensiones, una lectura multidimensional.
Como ejemplos de la modernidad "conectiva" cita la Naturaleza (civilizada por los humanos, por el Antropoceno y la propia naturaleza humana modificada por la manipulación genética), o la división del trabajo (reemplazada por el "multitasking"; trabajar mientras se leen los emails auxiliado por la telepatía de las máquinas). A ello se suma que muchos empleados son ahora propietarios de sus herramientas de producción (el ordenador, el smartphone porque el trabajo ya no es cautivo), y el producto ahora es inmaterial (interfaces que conectan al usuario).
Afirma que oponerse a la conexión es hipócrita (dandismo de desconexión) porque para los trabajadores el teléfono es una herramienta indispensable para vivir, como se vio en el confinamiento. Pero cree que la "ofensiva conectiva" podría conducir a la pérdida de pensamiento crítico y de la independencia de juicio, al fin del tiempo libre, a la imposibilidad de escapar del control, etc... Atisba un horizonte de "totalitarismo digital" (espionaje masivo, sistemas de crédito social en algún país de Asia).
Cree que apoltronarse en la modernidad separativa es un error por ser algo ya nostálgico pero que aferrarse a la modernidad conectiva es "dar carta blanca a las peores dominaciones del porvenir". Para colmo, las tensiones externas se juegan en nuestro interior (ahora eres un emprendedor, deseas compartir en las redes para tener publicidad). El hecho de que aún nos quede algo de control supone que todavía podemos inclinar la balanza hacia una tercera vía, dice el autor.
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