Resumen: "La cultura de la satisfacción", de John Kenneth Galbraith (1992)
Resumen original y actualizado en el siguiente link:http://evpitasociologia.blogspot.com/2012/06/la-cultura-de-la-satisfaccion-de-john.html
Sociología, estructura social, economía política
Resumen, anotaciones y comentarios de E.V.Pita, licenciado en Sociología y Derecho.
Título: "La cultura de la satisfacción"
Subtitulo: "Los impuestos, para qué? Quienes son los beneficiarios?"
Título original: "The culture of the Contentment".
Autor: John Kenneth Galbraith
Fecha de publicación: 1992
Editorial en español: Editorial Ariel
Resumen de la contraportada:
"Una brillante descripción y un agudo análisis de la actual Mayoría Electoral satisfecha en Estados Unidos y en Occidente. La intervención del Estado en la sociedad y el papel que deben tener los impuestos marcan la línea divisoria entre lo aceptado y lo rechazado por esa Mayoría.
Pero el profesor Galbraith también pone sobre el tapete la existencia de su reverso, la Subclase, marginada y en creciente conflicto. El resultado es una visión panorámica aunque crítica de las sociedades avanzadas de nuestro tiempo".
Interés del libro: Galbraith retrató la sociedad de consumo de los años 50, la de las grandes corporaciones y ejecutivos de los 60 y escribe el libro tras la caída del muro de Berlín.
En este libro, Galbraith da una explicación de por qué los republicanos de EE.UU. piden una rebaja de impuestos y un recorte del Estado, y de por qué la gente les vota. El libro fue escrito en 1992, pero 20 años después los mismos argumentos siguen vigentes contra el gobierno Obama y otros dos autores, Paul Krugman y Stiglitz, toman el relevo de Galbraith en la defensa del estado de bienestar y las teorías keynesianas.
Resumen
¿Por qué ese título? En las primeras páginas, Galbraith dice que los privilegiados que estaban en el poder en la Roma posterior a Trajano, en la Francia del siglo XVIII o la Inglaterra industrial del XIX o las élites dirigentes comunistas de la URSS aprobaron aquellas teorías económicas aduladoras que justificasen que lo más conveniente y sabio era que ellos se quedasen con la riqueza. Eran los gobernantes satisfechos de un mundo ordenado a su servicio, a pesar de que el pueblo clamaba por reformas. Si esa cultura de la satisfacción pervive es porque algunas de esas reformas que pedían los marginados se hicieron a regañadientes.
Pero lo que dice Galbraith es que los que votan en las elecciones son los que están satisfechos sin sospechar que hay grietas en el sistema [nota del lector: en el 2011 salió un libro que describe esas grietas en el sistema, sobre todo en el sistema financiero].
CAPITULO 1
Galbraith examina las consecuencias de la crisis de la bolsa de 1987 y cree que no fue tan destructiva como la Gran Depresión porque en el medio siglo posterior a 1929 los gobiernos adoptaron colchones como subsidio de desempleo, pensiones o ayudas a bancos o evitar quiebras.
Este añade que las clases más afortunadas y satisfechas siempre han tenido economistas aduladores que han esbozado teorías para justificar sus riquezas como los fisiócratas con los terratenientes o David Ricardo y Malthus con los liberales. De no haber reformas sociales, el capitalismo no habría sobrevivido a la Primera Guerra Mundial ni a la Gran Depresión. Pero mientras el comunismo disparó la producción industrial en masa pero fue incapaz de generar una sociedad de consumo ni estimular la agricultura y se hundió en 1989, el capitalismo sobrevivió gracias a reformas que los más afortunados habían rechazado inicialmente.
[nota del lector: creo que Francis Fukuyama en su libro El fin de la historia explica mejor la caída del comunismo, que lo basa en una crisis de legitimidad]. Galbraith señala que tras la caída de la URSS quedó en Occidente la sensación de triunfo y de satisfacción pero Galbraith dice que ninguno de los votantes satisfechos, que son los que votan, hacen oídos sordos a las grietas en el sistema.
CAPÍTULO 2
Los votantes satisfechos formarían la mayoría, el 1% más rico, el 20% acomodado y el proletariado que percibe dos sueldos. Habría un 12,5% que vive en la pobreza, marginales que no votan.
Galbraith reprocha que haya autores que se quejen de que los pobres cobren subsidios por encima de lo que sería un estimulo para buscar trabajo. [nota del lector: Tim Harford escribió en el 2009 precisamente sobre cual era el salario mínimo para "incentivar" al parado para que buscase trabajo ]. Tanto celo no se aplica con esas clases satisfechas y votantes que perciben sustanciosos subsidios, pensiones, atenciones de la seguridad social y subvenciones. Ese gasto no solo no parece excesivo o contraproducente sino que los votantes lo defienden como preciada posesión.
Otra característica que señala Galbraith es que los satisfechos creen que han llegado a su situación por sus méritos, inteligencia y esfuerzo por lo que considerarán injusto cualquier intento de arrebatarles sus privilegios.
Por otra parte, quienes critican los gastos hacen referencia a la "pesada carga del Estado" pero eso excluye las prestaciones, seguros y gastos en Defensa que requiere proteger la democracia. Según Galbraith, los modernos conservadores y hasta los demócratas ven necesarios estos gastos que redistribuyen el dinero que pagan en impuestos pero son cicateros con las ayudas a los marginados y menos desfavorecidos.
Otra característica es que el pago de impuestos de los ricos tiende a pararse por alto bajo la creencia de que los menos ricos también se librarán de pagar todos los impuestos que deberían. Estos discursos se remontan a los años 50, siguieron en la era Reagan y Bush padre. [ nota del lector: y prosiguen actualmente].
El capítulo que trata sobre los impuestos es uno de los más interesantes porque Galbraith da una explicación coherente de por qué los conservadores piden recortes en educación o sanidad y menos Estado. La razón es sencilla: quienes tienen un alto poder adquisitivo no quieren pagar dos veces por lo mismo, ya que pagan colegios y seguros privados y además los impuestos por unos servicios que no reciben por que no lo necesitan. Hay gente que incluso ha propuesto bonos descuento para sus colegios privados [nota del lector: Milton Friedman propuso esos mismos bonos para los afectados del huracán Katrine, lo que critica Naomi Klein en su libro La doctrina del shock]. Galbraith dice que políticos que defendían estas ideas como Reagan o Bush padre se limitaron a hacer lo que les pedía la mayoría, que era no pagar más impuestos por algo que ya se podían permitir con sus altos salarios y que no les beneficiaba a ellos sino a los pobres. La reducción del Estado era también para educación y sanidad pero no para gastos que los votantes consideraban necesarios como la defensa, la ayuda a bancos en quiebra o las garantías para los ahorros bancarios. Para eso sí hay dinero.[ nota del lector: este análisis fue escrito hace 20 años pero mantiene vigencia durante la Gran Recesión de 2008 al 2012].
Otro de los conceptos que aborda es el de subclase, en referencia a los inmigrantes sin derecho a voto o las poblaciones más pobres y marginales que se perpetúan una generación tras otra. Antes, un inmigrante o trabajador pobre tenía la esperanza de que sus hijos estudiasen y mejorasen profesionalmente, pero ahora la subclase ve como se restringen las ayudas se la formación y los hijos repiten los desagradables oficios de sus padres.
CAPÍTULO 8
El capítulo 8 es de especial interés para entender la crisis de 2008 a 2012. Galbraith explica la formulación de Murray: estímulo imprescindible para los ricos, impuesto de renta más bajo sin pérdida de recursos públicos, disminución de los gastos destinados a los pobres y el apoyo intelectualmente impecable de Adam Smith. Estas doctrinas, agrupadas, compusieron lo que se conoció como economía del lado de la oferta. Según la definición de Galbraith, la economía del lado de la oferta significa que "la política económica pasaría a centrarse no en los factores que afectaban a la demanda agregada de la economía sino en los que, recompensando la iniciativa y por tanto la producción, expandían la economía aumentando la oferta de bienes y servicios. Para este fin, los ricos necesitaban el acicate de más dinero, los pobres el acicate de su propia pobreza". Se supone que el objetivo final es bajar los impuestos de los más ricos mediante la teoría del goteo: si uno alimenta al caballo con avena de sobra, algo acabará cayendo en el camino para los gorriones (David Stockman, administración Reagan).
El capítulo 8 también tiene interés por la revisión que hace del libro La Riqueza de las Naciones, de Adam Smith, de su teoría y sus mitos. Galbraith recuerda que Adam Smith se oponía a la gran clase comerciante pues ello hubiese otorgado a esta grandes privilegios arancelarios y monopolistas. "Smith quería libertad de comercio, impulsada por la fuerza universal del propio interés. Veía a su vez, a esta fuerza como la motivación que orientaba la vida económica hacia resultados socialmente beneficiosos. He aquí su famosa mano invisible", dice Galbraith.
Respecto a los servicios públicos y el Estado, Smith insistía en que un país civilizado tiene una gran cantidad de gastos necesarios que no lo son en absoluto de un país, según su expresión, bárbaros. Además, le atraía mucho la idea de un impuesto proporcional con la riqueza.
CAPÍTULO 9
El capítulo 9 reflexiona sobre la política exterior de EE.UU., cuyos cargos tienen un gran prestigio social pero poca formación según Galbraith.
CAPÍTULO 10 Y 11
Los capítulos 10 y 11 abordan el gasto militar ante amenazas. [ nota del lector: Galbraith ya estudió este tema en "La sociedad opulenta"]. Este sostiene que en los 80 la administración Reagan invirtió millones de dólares en nuevas tecnologías armamentísticas, lo que generó beneficios a los fabricantes, ingenieros y militares. Sin embargo, Galbraith reprocha que programas como La Guerra de las Galaxias eran de dudosa eficacia pese a su alto coste. En realidad, lo que se ve es que ese dinero no fue a programas sociales o escolares y a los votantes satisfechos les pareció bien. El autor hace una observación sobre que las más grandes y costosas guerras fueron emprendidas por demócratas ( la guerra de Corea, Vietnam o la Segunda Guerra Mundial) y las cortas y de baja intensidad (Panamá, Granada o Irak en 1991) por republicanos. [ nota del lector: el libro fue escrito en 1992, las dos siguientes guerras en Afganistán e Irak fueron emprendidas por republicanos].
Otra observación es que los votantes satisfechos no quieren ir a las guerras, por lo que la mayoría de los reclutas proceden de entornos marginales bajo promesas de ascenso social].
CAPÍTULO 13 y finales
La conclusión de Galbraith es que las políticas, discursos y promesas de demócratas y republicanos se asemejan porque no quieren disgustar al votante satisfecho.
En uno de sus comentarios, Galbraith comenta que los votantes quieren que los políticos garanticen sus ahorros y los gobiernos eviten las quiebras de los "bancos demasiado grandes para caer". [nota del lector: Como vemos, Galbraith estaba anticipando un escenario que tendría gran trascendencia 20 años después].
(en unos días continuará el resumen)
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