lunes, 18 de enero de 2016

"Hacia la sobriedad feliz", de Pierre Rabhi (2013)

Resumen de "Hacia la sobriedad feliz", de Pierre Rabhi (2013)


Referencia APA: Rabhi, Pierre (2013): Hacia la sobriedad feliz. Madrid: Errata Naturae, Editores

Resumen original y actualizado en el siguiente link:
http://evpitasociologia.blogspot.com/2016/01/hacia-la-sobriedad-feliz-de-pierre.html

Resumen y comentarios por E.V.Pita, licenciado en Sociología y Derecho

Sociología, crecimiento económico, austeridad, decrecimiento
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Título: "Hacia la sobriedad feliz"

Título original: "Vers la sobriété  heureuse"

Autor: Pierre Rabhi

Fecha de publicación: 2013

Editorial en español: Errata Naturae, Colección Muchacha de dos cabezas, Madrid, 2013

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Biografía del autor (hasta 2013)

Pierre Rahbi (Kenadsa, Argelia, 1938). Agricultor, escritor y pensador francés de origen argelino, es uno de los defensores más lúcidos y consecuentes de un modelo de sociedad verdaderamente respetuosa con el hombre y la naturaleza. Fue uno de los pioneros de la agricultura ecológica y creador del concepto "oasis en todas partes".
A través de los diversos centros de formación y estudio en todo el mundo ha generado múltiples iniciativas y programas de desarrollo agrícola respetuosos con el medio y que preservan los recursos naturales, principalmente en los países áridos con el objetivo de contribuir a la autonomía, seguridad y salubridad alimenticias de sus poblaciones.
Es autor de numerosas obras, entre las cuales destacan: Paroles de terre (2006), Conscience et enviromement (2006), Du Sahara aux Cévennes (2007), Manifeste pour la Terre et l`Humanisme (2008) y Hacia la sobriedad feliz (2013) y Tous candidats (2011).

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Texto de la contraportada:

"Este es un libro escrito con la urgencia del manifiesto y la reflexividad del ensayo, con la cercanía sincera de las mejores autobiografías y con la distancia necesaria del pensamiento crítico. Es un libro escrito por un agricultor y filósofo autodidacta que se ha convertido en uno de los referentes del pensamiento más lúcido, consecuente y libre de nuestros difíciles y agitados tiempos. Un libro que huele a vida e ideas, a palabras y acción entremezcladas verdaderamente con la tierra.

Durante su infancia en Argelia, Rabhi asiste a la vertiginosa transformación de una austeridad antigua -que dejaba espacio a la vida, al ocio y la sonrisa - en la desesperante miseria que impone el capital globalizado. A finales de los años cincuenta, durante su juventud como inmigrante en Francia, se ve forzado a aceptar una forma de aniquilización personal cuyo único objetivo es hacer que siga girando la máquina económica del crecimiento ilimitado, pero siempre en beneficio de unos pocos. Entonces toma la decisión, tanto vital como intelectual, magistralmente descrita en estas páginas, de abandonar la civilización sin raíces y la sociedad de consumo que se imponía ya con contundencia en aquellos años: abandonar ese camino de devastación individual, que solo beneficia a una minoría privilegiada, para buscar otro camino posible, que demuestra perfectamente realizable.

A través de las experiencias que a lo largo de las décadas sustentan este libro, y ante la emergencia provocada por la crisis actual, una evidencia se le impone a Pierre Rabhi: sólo la sabia y gozosa moderación de nuestras necesidades y deseos, casi todos ellos falsos o poco satisfactorios, permitirá romper con el orden antropófago de la "globalización", devolverle al mundo su ligereza y al hombre lo que es suyo: una feliz vida en esta tierra".

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ÍNDICE

Las semillas de la rebelión

El canto del herrero
La desilusión
La decadencia del mundo campesino

La modernidad ¿una impostura?

El progreso: entre mito y realidad
La subordinación al lucro
El cambio radical de las referencias universales

La sobriedad, una sabiduría ancestral

Un pueblo africano
Estamos en 1985
Nada se crea, nada se pierde, todo se transforma
El vínculo con el caracter sagrado de la vida

Hacia la sobriedad feliz

La pobreza como valor de bienestar
La autolimitación voluntaria
Un cambio humano
Por una indignación constructiva
Sueños felices para sembrar los siglos

Carta internacional para la Tierra y el Humanismo

Les Amanins: nacimiento de un emplazamiento ecológico, solidario y pedagógico
Colibris: una plataforma de encuentro e intercambio
La  Ferme des Enfants y Le Hameau des Buis: construir el porvenir en el respeto de la vida
El Mapic; por una insurrección de conciencias
Le Mouvement des Oasis en Tous Liceux: una propuesta alternativa de modo de vida
El Monastario de Solan: la unión de la liturgia y el trabajo de la tierra
Terre & Humanisme: transmitir la agroecología aquí y en otros lugares
Proyección y perspectivas de porvenir

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Resumen

El autor, de corte ecologista y humanista, recuerda su infancia en Argelia, donde los agricultores apenas necesitan unas pocas cosas para llevar una vida tranquila y sustentar sus necesidades básicas de comida y abrigo. Vivían en sobriedad frente al despilfarro que promueve la sociedad occidental de libre mercado. Pero aquel mundo secular, libre de los productos agroquímicos, se terminó.
Primero relata el fin del mundo campesino, que se simboliza en la guerra de trincheras donde millones de campesinos franceses y alemanes se masacraron mutuamente. La modernidad que iba a traer el progreso lo que trajo fue horrores.
Critica el mito del progreso y del crecimiento indefinido porque se basa en la búsqueda del beneficio ilimitado, que que ha convertido al hombre en un depredador de la Naturaleza, pues no toma lo que necesita sino todo lo que puede llevarse en un planeta que tiene recursos limitados y que se pueden agotar, un oasis en la inmensidad sideral. Esta lógica del "bombero pirómano" lo impulsa a arrasar el planeta como una plaga. Relata que los animales salvajes no tienen despensas ni , almacenes repletas de gamos, esto solo es cosa del hombre, que destruye la biodiversidad e infringe todo tipo de sufrimientos a los animales. Y pese a ello la competencia industrial ni el dinero no ha dado la felicidad sino todo lo contrario: hambre, miseria, violencia, desastres humanitarios..., muy lejos de los ideales racionales del humanismo que ansía la paz y la solidaridad en el mundo. Ahora hay una extraña lógica: se producen miles de productos que la gente no tiene dinero para adquirir.
Sostiene que la especie humana, a este ritmo de acumulación de bienes, no va a evolucionar sino involucionar.
Rechaza el concepto de economía del "homus economicus" (consumidor y productor), las dos bielas del motor de la pseudo-economía (entiende que economía es la buena gestión de los recursos de una casa y no el despilfarro destructor actual).
Considera que el modelo actual se irá al garete cuando se agoten los recursos, lo que tarde o temprano ocurrirá. Sostiene que no se puede permitir que los jóvenes llenos de vitalidad estén en paro mientras que los ancianos cobran jugosas pensiones aunque en el fondo acabarán en la soledad. Recuerda que los ancianos han sido siempre los encargados de transmitir su conocimiento a los niños.
Cuestiona el poder de la adquisición de bienes que proceden de la tierra al menos mientras nazca un niño desprovisto de los recursos básicos de subsistencia. Lo llama atraco a mano armada.
Dice que para el "homus economicus", engranaje de una máquina gigantesca mundial, consumir es un deber cívico aún a costa de tener obesidad. La insaciabilidad y la insatisfacción se alternan continuamente. La gratitud no es una de sus virtudes. Por contra las culturas tradicionales se guiaban por el criterio de la moderación.
Propone que ante la "edad de oro del capitalismo" le siga la era de la "sobriedad feliz" y la elección de la simplicidad como modo de vida, el mismo que eligió él al comprar una granja para regirla con criterios estrictamente ecológicos.
Señala que la modernidad, con su filosofía del tiempo-oro, ha roto con las cadencias milenarias que el ser humano ha impreso en el tiempo (un no-tiempo cíclico de nacimiento-crecimiento-muerte). En cambio en la sociedad actual, los tiempos están perfectamente cronometrados, caso de un partido de fútbol; la falta de tiempo se convierte en una maquinaria que hostiga al ciudadano, dice. Pero los ritmos del corazón nos recuerdan que estamos ligados a los ritmos del tiempo cósmico y no a los de nuestros motores de explosión. Recalca que la actual sociedad hace especial en métodos eficaces para ganar tiempo pero, vaya paradoja, la gente trabaja del día a la noche.
En esta sociedad tecnológica, los inventores de aparatos tecnológicos obtienen ventajas sobre el resto de los pueblos, que anexionan y generan desigualdades. Los ciudadanos que se quedan sin recursos ni trabajo pierden la realidad social, a pesar de las ayudas se convierten en "ectoplasmas". La sociedad queda fragmentada, compartimentada, desestructurada, cada vez más ansiosa y dependendiente de los ansiolíticos.
Cree que el dínero se ha convertido en un "espíritu" que circula por el mundo y que el hombre ha sido víctima de sus propias "fantasías" porque les da a sus metales un valor desorbitado. Los pieles rojas creían que el oro volvía locas a las personas. El autor apostilla: "Sí, el oro volvió loca a la humanidad". Recuerda que algunas herramientas superfluas y banales, como el coche, ha llevado al mundo a terribles convulsiones y a la vez está cargada de atributos fantasiosos: libertad, potencia, felicidad, erotismo...
Señala que la Revolución Industrial pudo haber supuesto una oportunidad para la Humanidad pero cayó en el error de subordinar los recursos de la Tierra a las finanzas. Todo lo que no tiene precio no tiene valor. El dinero, que nació para facilitar los intercambios, ha sido desnaturalizado.
Sostiene que hay aprovechar aquello de los tiempos pasados (de la Revolución Industrial) que ha supuesto un verdadero progreso y es útil y desprenderse de lo superfluo.
Sobre el trabajo también es crítico: cuenta que el mundo se ha organizado de forma piramidal: en lo alto están los superejecutivos que ganan millones, en el medio hay dos escalones que hay que tener cuidado de no bajarlos, y en la base la plebe con remuneración y hábitats mediocres. En esta colmena humana, "el trabajo es ensalzado como una gran virtud al servicio de una productividad en estado de aceleración perpetua. Este escenario se encuentra en el corazón del precepto intangible del crecimiento económico ilimitado; toda transgresión o puesta en cuestión de este principio se ha considerado hasta nuestros días como un cisma que en otros tiempos habría sido digno de la hoguera".

Dice que el progreso no es liberador, como dice el mito, sino que ha instaurado un sistema "carcelario" pues vivimos encerrados, primero en escuelas, luego en universidades, luego en el trabajo y en el coche, enlatados en discotecas, y al final de nuestros días en asilos. La televisión ofrece una ventana al mundo y se encarga de hacernos olvidar el encierro, vigilados por cámaras de seguridad y siendo el hombre esclavo de las herramientas informáticas que fingen liberarlo.
Sostiene que es ilusorio que el cerebro y la psique humana salga indemne de la adaptación a las funciones de las máquinas perfeccionadas.




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