lunes, 7 de agosto de 2017

"Lo único exacto", de Alain Finkielkraut (2015)

Resumen del libro "Lo único exacto",  de Alain Finkielkraut (2015)

Resumen del libro original y actualizado en:
https://evpitasociologia.blogspot.com/2017/07/lo-unico-exacto-de-alain-finkielkraut.html

El resumen fue realizado por E.V.Pita, doctor en Comunicación Social y licenciado en Derecho y Sociología

Sociología, filosofía, Europa, Francia, política

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Título: "Lo único exacto"

Título original en francés: "La seule exactitude"

Autor: Alain Finkielkraut

Fecha de publicación en francés: 2015, Editions Stock

Fecha de publicación en español: 2017, Madrid, Alianza Editorial, Anaya

Número de páginas: 319

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Biografía del autor Alain Finkielkraut (hasta el 2017)

Alain Finkielkraut, filósofo y ensayista francés, es profesor de Historia de las Ideas en la Escuela Politécnica de París. En los años setenta también ejerció la docencia en la universidad norteamericana de Berkeley. Es uno de los intelectuales franceses más implicados en los problemas sociales actuales, en denunciar la "barbarie del mundo moderno". Lleva un programa radiofónico en France Culture e interviene muy a menudo en los medios de comunicación de su país. Autor de una obra muy amplia, muchos de sus libros, como En el nombre del otro: reflexiones sobre el antisemitismo que viene o La derrota del pensamiento, han sido traducidos en España. En Alianza Editorial están publicados Y si el amor durara, Un corazón inteligente y La dentidad desdichada. Desde abril del 2014, Alain Finkielkraut es miembro de la Academia Francesa.

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Texto de la contraportada

"Se dice que han vuelto los años treinta. La derecha fundamentalista y facciosa toma las calles, el orden moral sale de las catacumbas, la crisis económica crece buscando un chivo expiatorio y la islamofobia toma el relevo del antisemitismo. Esta analogía histórica pretende esclarecernos, pero nos ciega. El querer leer lo que sale a la luz de lo que ocurrió nos oculta la inquietante actualidad. Mostrar que vivimos un momento crítico e histórico, paradójicamente enmascarado por las referencias incesantes a la Historia; enfrentarnos a este momento crucial en lo que tiene de irreductible para el repertorio de nuestras vicisitudes: ese es el objetivo del libro. Lo que está en juego es tan existencial como intelectual. Si, como escribe François Mauriac, "la prueba nunca vuelve hacia nosotros la imagen que esperamos", nos incumbe ser precisos y mirar de frente a lo inesperado. En una época que tiende a tomarse por otra, la exactitud se convierte en el objetivo principal del pensamiento".

"Alain Finkielkraut, con el rigor que le caracteriza, toma una serie de hechos políticos, sociales, filosóficos, mediáticos..., de los últimos años y, apoyándose en otros pensadores como Hannah Arendt, Albert Camus o Milan Kundera, los analiza y reflexiona buscando entender lo que está pasando, comprender el desequilibrio permanente al que nos empuja el presente.

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ÍNDICE

La prueba del presente

2013

La libertad contra la finitud
Las nuevas misiones de la escuela
La palma del desastre
Viaje por Francia
El adiós de Benedicto XVI
Stéphane Hessel y su librito
Oídos sordos
Los 80 años de Philip Roth en Newark
Nuestra laicidad
¿Es así como viven los hombres?
La discordancia de los tiempos
La moral laica en la escuela
La libertad maltratada por sus propios beneficiarios
La abrogación del mundo real
La urgencia de combates en la retaguardia
¿Qué es la teoría del género?
¿Es reaccionaria Francia?
El desconcierto de la moral
La salida de la religión y de la laicidad
El nuevo frente
La prosa y la pausa
La rebelión de los ángeles
El presente que desconcierta y el pasado que obliga
Las mejores intenciones
El homenaje a Mandela
La casa vacía
Intermerzzo
¿Puede ser uno heideggeriano?

2014

¿Es demasiado tarde?
La regla del tercero
El metapoder
La confusión de las memorias
El réquiem por la indiferencia
"La gran mudanza del mundo"
Los lobos conectados
¡El fascismo no morirá!
La izquierda ya sabe que es mortal
Las salpicaduras de la guerra de Gaza en Francia
La incuriosidad periodística
El crimen perfecto
Si yo fuera François Hollande
El eterno regreso de los años treinta
El equívoco democrático
Las verdades y divagaciones de Éric Zemmour
El anacronismo de los modernos
Memoria judía, memoria polaca
El futuro cruce de los judíos que van con los que vienen
La metamorfosis de Lunel
El precio de la nada
El corazón y la razón
¿Reconocer Palestina?

Enero-junio 2015

El choque
Fractura francesa
Después de Charlie
El atolladero moral de Auschwitz
El espíritu de la penitencia
Lo trágico de la repetición
El nombre que enfada
"El oso y el amante de los jardines"
La buena muerte
Cuando el antirracismo pierde la cabeza
La revocación de la promesa
El "polémico Todd"
Después de la victoria, sigue la lucha

Para concluir

El dreyfusismo intempestivo de Charles Péguy
Grandeza y añagaza de la redención alemana
El final del final de la historia
La noche de Colonia

Epílogo

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RESUMEN

El libro está muy orientado a hechos concretos de actualidad de Francia y sus fantasmas como las dos guerras mundiales, la inmigración, el ascenso electoral de los partidos ultraderechistas, las relaciones con Alemania, pero que, en conjunto, también sirven para el resto de Europa para interpretar los acontecimientos actuales.

El primer capítulo abordan la aprobación en Francia del matrimonio homosexual, como una consecuencia más de la libertad del individuo y la igualdad. El autor señala que en el "matrimonio para todos" se invocó el derecho a la diferencia en nombre de la democracia y ahora nos zambullimos democráticamente en la indiferenciación.  Algunos pesimistas recuerdan que la boda da acceso al derecho a la adopción, a la procreación asistida para las parejas lesbianas, el levantamiento de la prohibición de gestar para otro (las madres de sustitución), lo que daba lugar a hijos con dos padres o dos mamás. El autor no lo ve nada natural y "algo en mí se revela contra esa evicción de la alteridad en la filiación". Una evicción surgida de "un monstruo de la voluntad": el derecho al hijo, el derecho a dar la vida, ahora una libertad individual y no de una obra común entre un hombre y una mujer.
"Al haberse convertido ea creencia secreta que es la tecnociencia en su programa explícito, empieza a manifestarse una oposición; es el rechazo de ver que la libertad se revuelve contra la finitud", dice el autor. En el segundo capítulo, se preocupa de que el Estado esté evangelizando a los jóvenes en un nuevo mundo para convertirlos en la vanguardia de la modernización de las costumbres: no los trata de integrar en una civilización antigua sino de hacer tabla rasa y convertirlos en civilizados.

Luego,  Alain Finkielkraut habla de la película sobre la esclavitud "Django", dirigida por Tarantino, en la que "se congratula maltratando la Historia para vengar a las víctimas". El héroe parece un rapero con los músculos de Rambo y presenta a las plantaciones no como una civilización en decadencia sino como un campo de concentración y las escenas de acción parecen sacadas de un videojuego. Considera que es un ejemplo de "infantilismo" del siglo XXI, burlón, esnob, tontos engreidos con una sonrisita en los labios, con un guiño para dejar ver que no nos engañan. "A modo de realidad solo queda una devastación socarrona", dice  Alain Finkielkraut.

El siguiente caso aborda la globalización y la inmigración y el miedo en Francia a los extranjeros.  Alain Finkielkraut se pregunta si el miedo al otro es un diagnóstico correcto. Periodistas que visitaron "hasbash" en barrios franceses no se siente en su casa, hay desconfianza, se encuentran en un país extraño en su propio país. Es una "reedición" del malestar francés, una recaída del caso Dreyfus y de los años 30: proteccionismo, nacionalismo, todo lo tenemos de nuevo aquí (dice Pierre Rosanvallon en "La sociedad de los iguales"). El autor rechaza esta comparación:" ¿donde estaba el equivalente a los yihadistas o al-Qaeda en los años 30? ¿Había caricaturistas o novelistas amenazados de muerte?". Cree que ahora se tiene miedo a la realidad y solo la comparan desaforadamente para huir de ella.

Otro de los capítulos examina la dimisión del papa Benedicto XVI por razones de salud, un hecho insólito desde 1415. Era un intelectual de casta pero mal actor y pésimo comunicador que ejerció su poder de abdicar. El Papa buscaba la respuesta a las respuestas fundamentales pero criticó el fundamentalismo del Islam que promueve su religión con la espada y, tras un clamor internacional, lo tildaron de "metepatas" pero el autor se pregunta si el metapatas dijo la verdad al no estar preocupado por moderar la susceptibilidad de unos y otros.

En el siguiente capítulo aborda la historia de Stéphane Hessel, el autor del manifiesto "Indignados". El autor de "Lo único exacto",  Alain Finkielkraut (2015), no está de acuerdo con Hessel; la resistencia no es la indignación, es el valor. Dice que Hessel (ya fallecido pero que fue un adolescente hasta su muerte con casi cien años) les ahorra a los jóvenes ese miedo y esas blasfemias: no hay que ser heroico, con la indignación ya basta e inventa el turismo de la indignación: un paseo ético y sin marearse mucho la cabeza. Nos invita a tomar partido por el crucificado, el sin techo, el sin papeles, el sin defensa. El autor también critica a Hessel por cebarse con Israel, como ejemplo del conflicto entre Occidente y el Islam. Recuerda que los palestinos también tienen defectos, que en muchos sitios también se pisotean los derechos humanos y que no se puede comparar la ocupación de los territorios palestinos con la ocupación nazi.

Posteriormente, el autor aborda el aniversario de dos tiroteos en Montauban y Toulouse pero cree que se conmemoraron "haciendo oídos sordos" en un clima tan caldeado que no hay espacio para una reflexión sobre el nuevo antisemitismo. Los políticos consideraron que el discurso político había alcanzado un grado de violencia y estigmación. El autor Finkielkraut vuelve a sacar en el libro a colación el conflicto de Israel. Cita a varios autores que creen que los judíos dejaron de ser la voz crítica de Occidente en el siglo XIX y XX para ser los defensores a ultranza de Occidente sacrificando su ética y conciencia por defender el estado de Israel, motivo por el que surge un nuevo antisemitismo, según la opinión de Finkielkraut. "Ya no es la policía del zar la que fabrica falsedades, es la universidad americana", dice.

Otro capítulo está dedicado a Philip Roth, escritor amigo de Milan Kundera y de Hannah Arendt, de la que dijo que tenía que llevarse bien porque iban a ser enterrados ambos en Bard College. El autor reflexiona luego sobre el comunismo y sus múltiples rostros bajo modos feministas que convierten cada año a Roth en el no-ganador del premio Nobel de Literatura.

En los siguientes capítulos vuelve a abordar el conflicto islamista en Francia, como el despido de una empleada de una guardería que se negó a quitarse el velo y que  Finkielkraut ve como una "derrota para el campo laico". Cree que los defensores del velo no alegan a la tradición sino a los derechos subjetivos, al "I know I what and I want it now". La mayoría de las sociedades democráticas apoyan esa reivindicación y Francia se queda sola. El autor matiza que Francia siempre apostó por la coexistencia de los dos sexos y de la visibilidad femenina y que eso debe poder seguir siendo el hecho de nuestra civilización (pp. 45).

También deja espacio para abordar la corrupción en Francia, con un exministro de Hacienda, Jèrôme Cahuzac, que tenía 600.000 euros en una cuenta en el extranjero. Finkielkraut califica estos hechos de "inapropiados e insoportables". Detrás ve un problema moral: empresarios ricos metidos a políticos que deben parecer virtuosos: "el problema no es la corrupción de los políticos, es la corrupción del sentimiento público que tiende a abandonar lo serio de los asuntos comunes por el sensacionalismo de los asuntos". Y recuerda otros hechos graves: la proliferación de carteristas en el museo del Louvre, un ministro ha enviado refuerzos a un barrio para que los vecinos vayan y vengan con seguridad y una orden que permite dar clases en inglés en Francia. Detrás de la persecución a la corrupción ve un afán de vigilancia y castigar de forma feroz e injusta.

Otros asuntos que aborda son el asesinato de un conductor de una autopista apaleado delante de sus hijos tras verse implicado en un accidente en la autopista cuando iban de vacaciones y que exigió hacer un parte. En el juicio, la familia de los acusados fue protegida. Dice que barbaries como esta no tienen precedentes.

También examina la introducción de una asignatura de moral en las clases de primaria de Francia. El autor coincide con Mara Goyet en que el colegio se ha convertido en brutal y ha fracasado la esperanza libertaria de los años 60 [mayo de 1968]. Dice que el mal no procede siempre de la dominación, un dogma de la crítica social. Dice que los alumnos se convierten en sociólogos de sus propias torpezas: justifican la violencia, la insolencia o la indolencia por racismo, exclusión, precariedad, paro, el ascensor social averiado.

Además examina el caso de un periodista que insultó en el tablón de anuncios del sindicato de la magistratura, lo que abre la cuestión de la libertad de pensamiento y libertad de información en un régimen democrático donde el poder no controla la información pero los portadores de malas noticias ideológicas siguen exponiéndose a duras represalias por sus propios compañeros. Ve que hay cierta precaución por velar por el poderoso y las grandes organizaciones más que defender el derecho positivo de los desfavorecidos: las esposas, los desahuciados, los morosos... Pobre del que diga simplemente la verdad y ose mirar en la mala dirección.

Estudia otro caso violento: 30 heridos en la celebración del PSG del título de campeón de Francia. El autor dice que el culpable de la muerte de la princesa encerrada por su padre no es el padre sino los bandidos que la asesinaron para robarle cuando huía con su enamorado. En ese caso, ocurre lo mismo. Los culpables no son el jefe de policía ni la alcaldesa, sino los vándalos violentos pero se hizo la vista gorda y se permitió a los alborotadores volver tranquilamente a sus barrios. Y señala que el antirracismo integral en el que vivimos no es un ataque contra los abusos específicos del racismo sino contra la realidad. Y añade: "Estamos condenados a batirnos constatemente en dos frentes: contra la abrogación antirracista del mundo real y contra el desencadenamiento racista de los bajos instintos".

Retoma la enseñanza en inglés en las universidades como modo de competir a nivel mundial ante el proceso de uniformización planetaria y anglicanización. El autor cree que es importante que profesores americanos enseñen su lengua inglesa (reservada para cuestiones técnicas) en Francia pero es más urgente velar por el francés empobrecido.

Otro tema que aborda es la introducción de la teoría de género en la ley de orientación escolar en Francia. Señala que los teóricos del género dicen que la diferencia de sexos y sus distintos roles tienen que ver con la cultura. Los postmodernos dicen que todo debe deconstruirse  (formatear) y remodelarse según nuestros deseos. Niñas que juegan al rugby y niños con muñecas. El autor ve una alianza del culturalismo (que describe la multiplicidad del ser) con el tecnicismo (que se hechiza con su plasticidad) permite reducir hasta abolir la parte no elegida de la existencia para que no haya alineación constitutiva. Al reino de las alternativas impuestas debe sucederlo el de las combinaciones libres. "La escuela ha recibido la misión de liquidar la herencia que tenía el encargo de transmitir", concluye Alain Finkielkraut.

También estudia el hecho de que Durao Barroso (UE) calificase de "reaccionarios" a los artistas franceses por querer excluir al sector audiovisual de las negociaciones del tratado trasatlántico y que ve como una campaña de "antimundialización" reaccionaria. Para el progresista Barroso, dice Alain Finkielkraut, la cultura debe disolverse en el mercado mundial sin fronteras pero detrás está la idea de que este mundo ya no se puede llamar "moderno" sino "capitalista", que es su verdadero nombre, y no cabe una dualidad.

Otro tema de interés es el ataque con gas en Guta en Siria y que Obama calificó de "línea roja que se ha cruzado". El autor ve necesaria una respuesta militar cada vez que se trasgreda la prohibición pero mientras los Estados actúan la ciudadanía permanece silenciosa. El autor cita a Pierre Manent, quien sospecha que tras el 11-S, las guerras de Afganistán e Irak, la islamización de las primaveras árabes, y los yihadistas influyendo en la rebelión siria, "nos hemos dado cuenta de que la humanidad está surcada por separaciones mucho más profundas, mucho más intratables de lo que pensamos". Hay levantado un muro entre el mundo árabe-musulmán y el nuestro y la ciudadanía es escéptica.

El tema de la laicidad en los centros escolares vuelve a la palestra. En 1989 fueron expulsadas dos alumnas por llevar velo y comienzan las protestas por la "estigmatización del Islam". En el 2004, una comisión abogó por atajar el problema de la "pérdida de territorio francés" con la prohibición de signos religiosos en la escuela porque el velo es el árbol que oculta el bosque ya que hay un movimiento de alcance muy distinto en los barrios periféricos y cada vez más gente cuestiona las leyes de la República (incluidas las ciencias o las letras o la educación física). El comunitarismo islamista ha abierto una brecha. El autor recuerda que la laicidad es la solución que la Europa moderna ha encontrado para salir de las guerras civiles religiosas pero es una solución que la Europa materialista no sabe respetar y que está más preocupada por un conflicto entre poseedores y desposeídos.

El fascismo del Frente Nacional es otra de las preocupaciones del autor. Dice que nuestra época invoca incesantemente el cambio y niega al mismo tiempo el que está desarrollándose ante sus ojos. Ahora se les llama populistas cuando siguen siendo lo mismo de siempre en busca de presas.

Los levantamientos de campamentos ilegales de "roms" y la obligación de la izquierda de salir en defensa de la justicia es otro tema que aborda el autor, lo mismo que la expulsión de una alumna kosovar junto a su familia. Los reproches tras el tiroteo a los caricaturistas del Charlie y el ataque a la sala Bataclan o la noche de Colonia también le impulsan una reflexión, lo mismo que el cuerpo del niño refugiado sirio Aylan Kurdi en una playa.

Finalmente, el autor concluye citando a Jean-Denis Bredin que, desde el caso Dreyfus en 1899, hay dos mentalidades antagonistas en Francia: "los que hacen del individuo humano la medida de todas las cosas, de la Patria, Familia, Propiedad, Humanidad, Dios y los que plantean y sirven a valores superiores al individuo: Dios, Patria, Estado, Ejército, Partido; los que luchan por la justicia, ideal indefinible de libertad, verdad, generosidad y los que luchan por los prejuicios: orden establecido, organizaciones consagradas, cosas juzgadas..." (página 277). El autor añade que el nazismo arrastró en su apocalipsis el honor de la raza, es decir, la obligación con los muertos. Las naciones democráticas, para estar seguras de volver al mismo camino recto del humanismo de las Luces, le han cedido, sin desenvainar siquiera, su nobleza obliga. No han comprendido que ese abandono es su verdadera victoria, su maleficio próspero.

El autor finaliza diciendo que el final del final de la historia no ha llegado pues hay una lucha contra la islamización de Francia y la dirección del islamismo y la recuperación de los territorios perdidos por la República sin caer en la trampa de una guerra civil. Añade que Occidente no está pagando por sus crímenes coloniales sino que detrás hay un afán universalista del islamismo porque busca la expansión total de su fe (la yihad).



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