Resumen del libro "La España vacía", de Sergio del Molino (2016)
Resumen original y actualizado en:https://evpitasociologia.blogspot.com/2017/10/la-espana-vacia-de-sergio-del-molino.html
Resumen elaborado por E.V.Pita, doctor en Comunicación Social y licenciado en Derecho y Sociología
Sociología, sociología rural, población, estructura social, urbanismo, distribución poblacional, demografía
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Título: "La España vacía"
Subtítulo: "Viaje por un país que nunca fue"
Autor: Sergio del Molino
Fecha de publicación: Madrid, 2016
Editorial Turner Publicaciones SL
Número de páginas: 292
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Biografía de Sergio del Molino (hasta 2017)
Sergio del Molino nació en Madrid en 1979. Es autor de La hora violeta, novela por la que recibió el Premio Ojo Crítico de Narrativa 2013 y el Premio Tigre Juan 2013, entre otros, y que ha sido traducida a varios idiomas. Desde su debut literario, en 2009, ha publicado la colección de relatos Malas Influencias (2009), el ensayo literario Soldados en el jardín de la paz (2009), una antología de sus textos periodísticos más personales. El restaurante favorito de Nina Hagen (2011), la que fue su primera novela No habrá más enemigo (2012) y Lo que a nadie le importa (2014), que anticipa en clave narrativa algunos temas que aparecen en La España vacía, su primer gran ensayo.
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Texto de la contraportada
"Hay dos Españas: una urbana y europea, y una España interior y despoblada. La comunicación entre ambas ha sido y es difícil. A menudo, parecen países extranjeros el uno del otro. Y, sin embargo, la España urbana no se entiende sin la vacía.
Esa España interior del Quijote, la que divisamos desde la autovía, la de los pueblos que para algunos son la feliz aldea de los veranos infantiles y para otros el paisaje de la leyenda negra, es la España vacía de este ensayo.
Buñuel, Azorín o Almodóvar la convirtieron en escenario. Los políticos la visitan en campaña electoral o la olvidan en cuanto llegan al gobierno. Los urbanitas vuelven a ella soñando con una vida más fácil. Y los que la viven bajan a Madrid a gritar que existen.
Un ensayo originalísimo y emocionante, escrito por una voz joven, con mirada política y sensibilidad literaria. Un libro imprescindible, que le hará pensar en su familia, en sus raíces y en su forma de vivir".
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ÍNDICE
El misterio de las casas quemadas
Primera parte. El Gran Trauma
I. La historia del tenedor
II. El Gran Trauma
Segunda parte. Los mitos de la España vacía
III. La ciencia del aburrimiento
IV. Tribus no contactadas
V. Marineros del entusiasmo
VI. La belleza de Maritornes
VII. Manos blancas no ofenden.
Tercera parte. El orgullo
VIII. Los hijos de la tierra
IX. Una patria imaginaria.
Coda: explicaciones no pedidas
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RESUMEN:
Comentarios iniciales: Estamos ante una gran obra de Sociología, del estilo "La primavera silenciosa", un ensayo que también es útil para los economistas para comprender y visualizar la estructura económica de España con grandes polos industriales concentrados y rodeados de "desiertos" despoblados.
El autor recuerda sus tiempos mozos, cuando sus padres de Madrid quisieron irse a vivir a un pueblo castellano. A pesar de su vida idílica, los inviernos cortaban las carreteras por la nieve y pronto se mudaron a Alicante. Es la forma de arrancar este libro sobre el abandono del rural, un declive que Delibes ya describió en 1978 en El Disputado Voto del Señor Cayo.
A medida que se avanza por las páginas del libro, el lector toma conciencia del desolador panorama del interior de España, que abarca las dos Castillas, Aragón, La Rioja, Extremadura y (en una extensión que hace el autor) las provincias gallegas de Ourense y Lugo. Estas provincias y regiones se caracterizan por tener pueblos vacíos en zonas desérticas, sin apenas población, con el rural abandonado o explotado por grandes compañías pero que no generan trabajo. Compara los pueblos franceses, italianos o alemanes enclavados a lo largo de carreteras con verdes e idílicos paisajes que siguen vivos y llenos de alegría y rebosantes de niños al otro lado de los Pirineos frente a los pueblos "zombies" castellanos. Mientras Europa ha logrado hacerlos económicamente viables y cada semana celebran una feria con quesos y otros productos locales, en Castilla y Aragón, no hay nadie por las calles y sus paisajes son desolados. [nota del lector: la imagen de los pueblos europeos contiguos siguiendo el trazado de la carretera también es típica de la Galicia costera].
En primer lugar, señala que lo que él llama la España Vacía cuenta con 7 millones de habitantes, aunque solo hay tres ciudades importantes: Madrid, Zaragoza (700.000 habitantes) y Valladolid (300.000) y el resto son capitales de provincia. Su extensión es similar a Bélgica, que tiene el doble de habitantes. Fuera de la capital, todo es un páramo, con una densidad de población de 8 habitantes por kilómetro cuadrado, similar a la de Laponia. En sí, España, con una superficie similar a la de Francia, que duplica a Inglaterra, y por encima de Italia y Alemania, es un país vacío, con poca población respecto a los estados más occidentales. Pone como ejemplo que en todo el Levante agrupa a 17 millones de habitantes y que Andalucía suma otros siete.
El éxodo del rural tiene su origen entre 1945 y 1950, cuando los jóvenes empezaron a emigrar del pueblo a la ciudad en busca de una vida mejor ante la falta de empleo en el campo y por la industrialización en las ciudades, que duplicaron o triplicaron su población en 30 años. Primero se fueron a la ciudad los jóvenes y luego los viejos, en busca de servicios médicos.
La película "Surcos" relata las míseras condiciones de los campesinos que viven en descampados de Lavapiés, en Madrid, y los jóvenes se dedican a robar y las chicas a prostituirse con los señorones de la capital. La novela "Tiempo de Silencio" aborda la misma cuestión. La pobreza no se podía esconder pero se hizo más humana con el humor de Paco Martínez Soria, el prototipo de "paleto" que se va a vivir a la capital. El autor dice que nadie, en 50 años, hizo nada por resolver el abandono del campo. Explica que el general Franco expresaba su gran admiración por los valores agrarios y ganó la Guerra Civil con la ayuda campesina pero luego siguió representando al capitalismo de siempre. El régimen militar dirigió una política de inundación de valles para construir embalses y generar electricidad para las ciudades y apostó por la creación de polos industriales en Madrid, Bilbao y Barcelona, que se llenaron de inmigrantes del rural. En 30 años, el campo se vació y la mitad de la población estaba viviendo en una gran ciudad. Fue un crecimiento descontrolado, propio del brutal desarrollismo de los años 60, y la estructura económica se vio completamente descompensada, con pueblos muertos en el interior y la costa superpoblada. Recuerda al crecimiento espectacular de China. Del interior no volvió a tenerse noticias hasta que se movilizaron los de "Teruel también existe".
Otra de las cuestiones que llama la atención al autor es que a nivel político el campo está sobre-representado, su voto vale más que el de la ciudad a la hora de obtener escaños, lo que ha llevado a que los grandes partidos inflen su número de escaños a costa de los pequeños partidos que aunque consiguen muchos votos están dispersos por todo el territorio rural. El reparto de escaños por la Ley de D'Hont fue instaurado para dar "estabilidad" a la política pero, según el autor, se hizo para evitar que el partido comunista lograse muchos escaños y, a la vez, favorecer el bipartidismo. El caso es que el voto de un habitante de Soria vale 5,6 veces más que otro de Madrid. De ahí, que los políticos que comprendieron la ley de D'Hont comprendieron que el voto nacionalista y regionalista resultaba mucho más valioso y rentable que el de otros partidos minoritarios. Nadie ha querido cambiar el sistema porque los opositores que llegaron al poder, lo mantuvieron para seguir en el poder.
Más adelante analiza sitios que simbolizan el rural como Fago (en Huesca) o Las Hurdes (en Extremadura). En el primer caso, Fago era un pueblo de 30 habitantes, la mayoría regresados de la ciudad para buscar tranquilidad, algunos de los cuales se volvieron paranoicos y uno de ellos asaltó al alcalde cuando volvía por carretera en medio de la nieve y lo asesinó con tiros de escopeta. Los vecinos se quejaban de que el alcalde ponía multas "injustas" cuando ellos lo que querían en el pueblo era vivir con tranquilidad y no fijarse en dónde aparcaban el coche. El asesino resultó ser un vecino descontento con la supuesta "tiranía" del alcalde. Fago se había convertido en un infierno administrativo. Los periodistas, incluido el autor, tropezaron con el silencio de los vecinos y del único bar que había. El autor señala que el pueblo más cercano estaba a muchos kilómetros y que el resto era desierto aragonés. Los inviernos eran realmente duros y solitarios, como si te aislasen en una celda de castigo. Hasta Internet iba lento.
Fago representaba la soledad paranoica del mundo rural, del aislamiento invernal que hacía perder la cabeza a sus habitantes, que se peleaban por minucias ridículas y vergonzosas como los niños. Pero el autor replica que hay miles de pueblos casi vacíos y solo se han producido un puñado de crímenes. En todo caso, algunos, el crimen de Puerto Hurraco, con nueve asesinados y los dos culpables huidos al monte perseguidos por la Guardia Civil, despertaron a España en 1990 del sueño de modernidad que parecía vivir con el AVE, la Expo 92 y las Olimpiadas de Barcelona.
Otro caso que analiza es el de Las Hurdes, considerada la imagen de la miseria rural azotada por pobreza, brutalidad y enfermedades infecciosas. En los años 20 del siglo XX, Luis Buñuel rodó allí un pseudodocumental, llenos de monstruo y deformes de feria, bebés flotando en el río, que el doctor Gregorio Marañón rechazó por irreal. La película no pasó la censura y apenas fue vista pero se convirtió en un mito. Hasta el propio Unamuno viajó desde Salamanca a Extremadura para verificar si la parte alta de Las Hurdes era la jungla, sin libros ni nada. Lo desmintió, no le pareció más pobre que otras zonas montañosas que había recorrido antes.
El autor Sergio del Molino concluye que Buñuel quiso seguir la estela de la literatura del momento, estilo Tarzán o El Corazón de las Tinieblas, donde el explorador occidental se adentra en territorio indígena, como es el caso de Las Hurdes. La mala fama de Las Hurdes siguió durante décadas y el Franquismo y luego la Junta de Extremadura se volcaron en esta región para ponerla como escaparate del progreso en el rural, con mucha tienda "delicatessem", etc...
En posteriores capítulos examina el paisaje de Castilla-La Mancha, descrito en El Quijote, y los relatos de los viajeros franceses e ingleses que visitaron España en el siglo XIX atraídos por los tópicos y que estaban aterrorizados con la miseria que veían, por el árido paisaje de Castilla y por la inseguridad de los caminos. El propio cuentista Arthur Andersen no se atrevía a salir más allá de unas manzanas de su alejamiento en Madrid por temor a ser asaltado por bandoleros.
Una idea destacable es que el autor considera que el romanticismo contribuyó a fijar la idea de un paisaje vacío y lleno de pedruscos en Castilla, sobre todo con las traducciones de autores franceses que eran más neutrales pero que la versión española traducía con mayor mordacidad. Los extranjeros sin embargo sí se asombraron de que el país estuviese vacío. Añade que aunque no hayamos leído a Antonio Machado, tenemos una imagen clara y precisa de la ancha Castilla y cuando la visitamos en coche por la autopista la reconocemos al instante. Ese imaginario ha pasado de los libros y poemas al cine y la televisión, de forma que existe en nuestra imaginación la idea de Castilla plana y solitaria.
Sin embargo, en pleno romanticismo, el poeta y escritor Becquer logró hacerse un hueco en el panorama periodístico de la capital al enviar sus crónicas desde Moncayo y describir sus paisajes de forma totalmente asombrosa para los capitalinos.
Otra de las cuestiones de interés es que Del Molino niega la famosa leyenda que dice que en la Hispania Romana las liebres y ardillas saltaban de árbol en árbol de un extremo al otro del país. No halla ningún testimonio similar en los textos clásicos y los dibujos y grabados y textos del siglo XVIII reflejan un país sin un árbol aunque luego en el XX comenzaron las repoblaciones aunque el paisaje, en esencia, siguió siendo plano y sin sombra.
También se detiene en la ruta de El Quijote. Cree que la mayor parte fue inventada por Cervantes y que no se corresponde con la realidad porque el escritor escribía deprisa y no se fijaba mucho en los detalles (al mismo personaje le ponía nombres distintos o le hacía cenar tres veces seguidas en el mismo capítulo). Además, Cervantes buscaba la risa tabernaria y era muy cruel con los personajes, ridiculizándolos para chanza del público embrutecido. Sin embargo, se ha montado una industria en los pueblos de La Mancha respecto al Quijote diciendo que si pasó por allí o por allá, sin tener en cuenta que era una chanza más del Cervantes, un tipo socarrón en exceso por no decir burlón y que solo buscaba la risa de la taberna. Pero en el imaginario colectivo quedó como un honor que este o el otro pueblo fuesen mencionados en el libro porque creaba una identidad.
Fago representaba la soledad paranoica del mundo rural, del aislamiento invernal que hacía perder la cabeza a sus habitantes, que se peleaban por minucias ridículas y vergonzosas como los niños. Pero el autor replica que hay miles de pueblos casi vacíos y solo se han producido un puñado de crímenes. En todo caso, algunos, el crimen de Puerto Hurraco, con nueve asesinados y los dos culpables huidos al monte perseguidos por la Guardia Civil, despertaron a España en 1990 del sueño de modernidad que parecía vivir con el AVE, la Expo 92 y las Olimpiadas de Barcelona.
Otro caso que analiza es el de Las Hurdes, considerada la imagen de la miseria rural azotada por pobreza, brutalidad y enfermedades infecciosas. En los años 20 del siglo XX, Luis Buñuel rodó allí un pseudodocumental, llenos de monstruo y deformes de feria, bebés flotando en el río, que el doctor Gregorio Marañón rechazó por irreal. La película no pasó la censura y apenas fue vista pero se convirtió en un mito. Hasta el propio Unamuno viajó desde Salamanca a Extremadura para verificar si la parte alta de Las Hurdes era la jungla, sin libros ni nada. Lo desmintió, no le pareció más pobre que otras zonas montañosas que había recorrido antes.
El autor Sergio del Molino concluye que Buñuel quiso seguir la estela de la literatura del momento, estilo Tarzán o El Corazón de las Tinieblas, donde el explorador occidental se adentra en territorio indígena, como es el caso de Las Hurdes. La mala fama de Las Hurdes siguió durante décadas y el Franquismo y luego la Junta de Extremadura se volcaron en esta región para ponerla como escaparate del progreso en el rural, con mucha tienda "delicatessem", etc...
En posteriores capítulos examina el paisaje de Castilla-La Mancha, descrito en El Quijote, y los relatos de los viajeros franceses e ingleses que visitaron España en el siglo XIX atraídos por los tópicos y que estaban aterrorizados con la miseria que veían, por el árido paisaje de Castilla y por la inseguridad de los caminos. El propio cuentista Arthur Andersen no se atrevía a salir más allá de unas manzanas de su alejamiento en Madrid por temor a ser asaltado por bandoleros.
Una idea destacable es que el autor considera que el romanticismo contribuyó a fijar la idea de un paisaje vacío y lleno de pedruscos en Castilla, sobre todo con las traducciones de autores franceses que eran más neutrales pero que la versión española traducía con mayor mordacidad. Los extranjeros sin embargo sí se asombraron de que el país estuviese vacío. Añade que aunque no hayamos leído a Antonio Machado, tenemos una imagen clara y precisa de la ancha Castilla y cuando la visitamos en coche por la autopista la reconocemos al instante. Ese imaginario ha pasado de los libros y poemas al cine y la televisión, de forma que existe en nuestra imaginación la idea de Castilla plana y solitaria.
Sin embargo, en pleno romanticismo, el poeta y escritor Becquer logró hacerse un hueco en el panorama periodístico de la capital al enviar sus crónicas desde Moncayo y describir sus paisajes de forma totalmente asombrosa para los capitalinos.
Otra de las cuestiones de interés es que Del Molino niega la famosa leyenda que dice que en la Hispania Romana las liebres y ardillas saltaban de árbol en árbol de un extremo al otro del país. No halla ningún testimonio similar en los textos clásicos y los dibujos y grabados y textos del siglo XVIII reflejan un país sin un árbol aunque luego en el XX comenzaron las repoblaciones aunque el paisaje, en esencia, siguió siendo plano y sin sombra.
También se detiene en la ruta de El Quijote. Cree que la mayor parte fue inventada por Cervantes y que no se corresponde con la realidad porque el escritor escribía deprisa y no se fijaba mucho en los detalles (al mismo personaje le ponía nombres distintos o le hacía cenar tres veces seguidas en el mismo capítulo). Además, Cervantes buscaba la risa tabernaria y era muy cruel con los personajes, ridiculizándolos para chanza del público embrutecido. Sin embargo, se ha montado una industria en los pueblos de La Mancha respecto al Quijote diciendo que si pasó por allí o por allá, sin tener en cuenta que era una chanza más del Cervantes, un tipo socarrón en exceso por no decir burlón y que solo buscaba la risa de la taberna. Pero en el imaginario colectivo quedó como un honor que este o el otro pueblo fuesen mencionados en el libro porque creaba una identidad.