Resumen del libro "Fuego y furia", de Michael Woolf (2018)
Resumen original y actualizado:
https://evpitasociologia.blogspot.com/2018/08/fuego-y-furia-de-michael-woolf-2018.html
Resumen elaborado por E.V.Pita, doctor en Comunicación, licenciado en Derecho y Sociología
Sociología, política internacional, Donald Trump, política exterior de EE.UU., globalización
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Título: "Fuego y furia"
Subtítulo: "En las entrañas de la Casa Blanca de Trump"
Título original en inglés: "Fire and Fury"
Autor: Michael Wolff
Fecha de publicación en inglés: 2018
Fecha de publicación en español: Grup Editorial 62, Barcelona, 2018 / Ediciones Península / Planeta
Número de páginas: 414
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Biografía oficial del autor Michael Woolf
(Paterson, Estados Unidos, 1953) es periodista y escritor, y ha recibido numerosos premios por su trabajo, incluidos dos National Magazine Awards. Ha publicado artículos en Vanity Fair, New York, The Hollywood Reporter, GQ, USA Today y The Guardian. Es autor de otros seis libros, entre ellos Burn Rate y The Man Who Owns the News. Vive en Manhattan y tiene cuatro hijos.
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Texto de la contraportada
"El libro que Trump no quiere que leas.
Pocos libros pueden presumir de haber puesto en peligro una carrera presidencial. Y solo uno puede decir que ha conseguido que un presidente de Estados Unidos tratara de parar su publicación, reaccionara de forma furibunda en Twitter y provocara, con todo ello, unas ventas de más de un millón de ejemplares en tres días, y que se publique en una treintena de países en todo el mundo. Este es ese libro".
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ÍNDICE
Prólogo: Ailes y Bannon
1. Día de elecciones
2. Torre Trump
3. Día uno
4. Bannon
5. El dúo Jarvanka
6. En casa
7. Rusia
8. Organigrama
9. CPAC
10. Goldman
11. Teléfonos pinchados
12. Derogar y reemplazar
13. Tribulaciones de Bannon
14. Sala de crisis
15. Medios
16. Comey
17. En casa y en el extranjero
18. Bannon ha vuelto
19. Mika... ¿quién?
20. McMaster y Scaramucci
21. Bannon y Scaramucci
22. El general Kelly
Epílogo: Bannon y Trump
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RESUMEN
El libro, basado en testimonios y cotilleos de pasillo, revela el caos reinante en la Casa Blanca de Trump, donde se crean dos bandos: los bannonistas (afines a Bannon, el ideólogo del trumpismo) y los seguidores del dúa Javarka (los familiares de Trump, Ivanka y su marido Jared, así como la fiel secretaria Hope). El autor usa un lenguaje sarcástico e irónico que hace sonreír por el disparatado ambiente que hay en la Casa Blanca de Trump, donde unos intentan disuadirle de sus locuras y otros le siguen la corriente y meten más la pata. El libro se centra en la figura de Bannon, el intrigante fundador del trumpismo, un populismo de extrema derecha, tras este olfatear un gran nicho electoral entre la clase trabajadora blanca arruinada por la globalización, lo que le dio el triunfo a Trump. Bannon, al llegar a la Casa Blanca, se convirtió en la sombra de Trump, dormía allí por si el jefe le llamaba a medianoche, y echó un pulso son la hija y el yerno de Trump por nombrar cargos. El periodista que escribió el libro relata todas las tensiones de forma tan vívida como si él mismo estuviese allí dentro. Para escribir el libro tuvo que contratar a uno de los mejores abogados de EE.UU. en litigios de difamaciones para evitar querellas. Las líneas centrales del libro son cómo lograron una inesperada victoria electoral, el caos creado al aplicar las primeras medidas contra el Obamacare y los inmigrantes, y luego el escándalo de la trama rusa y el fulminante despido del jefe del FBI que iba a investigar a Trump.
Para seguir el hilo al libro hay que analizar primero los personajes de la Casablanca y el círculo del presidente Donald Trump. Ninguno tenía experiencia política ni contactos gubernamentales a los que recurrir y como dice: "nadie del Gobierno de Trump sabía hacer nada, nadie sabía qué hacía cada uno". Este es un resumen de los perfiles que elaboró el autor del libro, Michael Woolf, a lo largo de las páginas de su libro. Hay que tener en cuenta que el autor usa mucho sarcasmo e ironía.
- Donald Trump: empresario inmobiliario y presidente de Estados Unidos. Casado con Melania Trump, de la que está orgulloso como "mujer trofeo". Le gusta tomar helado Häagen-Dazs de vainilla al tiempo que opina alegre y despreocupadamente sobre una serie de temas. Algunos colaboradores lo definen como impredecible, jugador poco serio. Entre sus neurosis, dice el libro, está el horror a la pérdida de memoria y la senilidad. Trump es Trump pero lo entiende. Gente que lo conoce lo califica de rebelde, perturbador, vivía fuera de las reglas y las despreciaba, un tipo sin escrúpulos que solo trataba de ganar sin importar cómo se hiciese. Incluso metía en líos a amigos para que sus mujeres creyesen que les eran infieles. Sus colabodores aseguran que en una hora de conversación con él en una reunión en su despacho, cuenta 50 minutos de historias repetidas una y otra vez, por lo que tienen que plantearle un asunto y repetirlo varias veces. Bannon lo definió como una máquina simple: el interruptor de encendido estaba lleno de halagos, el de apagado, de calumnias. El autor añade que Trump tiene la táctica del vendedor que te llena de halagos y adulaciones. Wolf añade que Trump era como un oráculo de Delfos o un dios Sol que era el centro absoluto de atención y dispensaba favores y delegaba favores que podía invalidar cuando quisiese. No calculaba a largo plazo y vivía el momento. El autor, por conversaciones con otros colaboradores, decía que la persona que lograba influir en Trump era "el último que llegaba". Además, no sopesaba sus respuestas (y repetía todo). Lo califica de "actor mimado, instintivo y con mucho éxito". Según el autor, la premisa de Trump: "Ser famoso es ser querido, o, por lo menos, sirve para que te adulen".
- Melania Trump: Modelo eslovaca y tercera esposa de Trump, mujeriego notorio (según el autor). El autor dice que apoyó a su marido en la campaña electoral pero que deseaba que perdiese para seguir viviendo tranquila en la torre Trump. Pasaba días sin verse, ella no sabía dónde estaba él ni de sus negocios. Tienen un hijo en común: Barron. El lema de Trump con sus esposas era: "Vive y deja vivir. Dedícate a tus cosas". A veces habla de sí mismo en tercera persona.
- Jared Kushner: De 36 años, consejero político de su suegro y auténtico jefe de campaña o designado por la familia. Pero Trump lo considera un miembro más de su séquito. Obtuvo la cartera internacional de Oriente Próximo. Heredero de una dinastía inmobiliaria judía y yerno de Trump, fue educado en Harvard. Esposo de Ivanka Trump, una hija de la primera mujer de Trump, Ivana. Jared Kushner intenta escorar el programa de Trump hacia una visión más centrista e incluso demócrata, partido al que un año antes era afín, como su hermano Óscar. El autor cuenta que el padre de Jared, Charlie, pasó algún tiempo en una prisión federal por evasión de impuestos, manipulación de testigos y donativos a campañas ilegales. Como prudente yerno, solo habla con su suegro cuando este le habla, ofreciendo siempre una visión tranquila y halagadora, cuenta el autor del libro. Para evitar un conflicto de intereses, Trump tuvo que renunciar a nombrarlo jefe de su gabinete. A nivel privado, los amigos y consejeros le aconsejaron que Trump se "suavizase" para no irritar al Partido Republicano ni a los congresistas, ni a la comunidad de inteligencia. Es cura de los unionistas de Internet.
Jared ganó influencia porque hablaba mucho con Murdoch y compró el semanario New York Observer, un capricho de ricos que no daba beneficios y que narraba la vida de la alta sociedad. El New York Observer se encargó de la cobertura mediática de Trump y creó el mito del millonario desvergonzado, teatral e instructivo. Pero cuando Trump se convirtió en un empresario fracasado, los clichés sobre él ya no hacían tanta gracia y se dejó de informar de él porque resultaba vergonzoso. Kushner, con 25 años, compró el diario en el 2006 y accedió al círculo social de Trump y a su hija Ivanka, con la que se casó en el 2009.
- Ivanka Trump: De 35 años, con tres hijos. Hija de Trump y esposa de Jared Kushner tras convertirse al judaísmo ortodoxo. Es, de facto, la primera dama de EE.UU. y le gustaría ser la primera presidenta. Con su marido Jared hacen la moneda o dúo Jarvanka. Habitual del restaurante Four Seasons, donde comen otras celebridades.
- Stephen K. Bannon, el "loco" Steve: De 63 años. Estratega jefe de Trump, cenaba con él a diario, algo que los demás colaboradores eludían por su pesadez. De clase obrera, hecho a sí mismo, el autor sugiere que se arrimaba a los ricos. Fue teniente en un barco, trabajó como banquero para Goldman Sachs, fundó una asesoría financiera orientada al espectáculo. El autor dice que estaba siempre tramando y decepcionando. Participó en proyectos fallidas como Biosfera 2, y el proyecto virtual de Videojuego de Rol Multijugador Masivo en Línea (MMORPG o MMO) que se llamaba Internet Gaming Entertaiment (IGE). En el 2000, se convirtió en proveedor de libros a los conservadores. Finalmente, los nerds Bob Mercer y su hija (de los fondos Renaissance Technologies) lo ficharon para crear un Tea Party privado, un movimiento político ultraliberal, antiestatista, pro educación privada, antiprogresista, pro patrón oro, pro pena de muerte, antimusulmán, procristiano, monetarista y contrario a los derechos civiles en Estados Unidos. Algunos los tildan de "fanáticos" ideológicos. Bannon tomó el control de Breitbart News (de los Mercer) y usó Gamergate (dedicado a dañar la imagen de las mujeres en Hollywood) para conseguir enorme tráfico a través de memes políticos virales. Bannon se convirtió en el consigliere del movimiento Tea Party. Breitbart trató a Trump como su tótem. Bannon fue el hombre que hizo coherente el discurso de Trump y lo encaminó hacia una idea política concreta: el camino de la victoria radicaba en el mensaje cultural y económico que se dirigiera a los trabajadores blancos de Florida, Ohio, Michigan y Pensilvania. A favor de Bannon, dice el autor, es que, era el único del equipo que se había leído uno o dos libros. La fórmula de Breitbart era noticias inmediatas que horrorizaban tanto a los progresistas como a los conservadores, un conflicto que generaba una cascada de clics de disgusto y aprobación. Su idea que la nueva política no era el arte del compromiso sino el arte del conflicto.
La ambición de Bannon era convertirse en el líder del movimiento Tea Party. Es un empresario metido a organizar campañas y actos para los republicanos y el Tea Party. Sin experiencia política ni en gobierno, verdadero ideólogo detrás del programa de Trump, del que dice que su única virtud política es ser un macho alfa, sacado de Mad Men. Fue desde el principio, la mano derecha de Trump, al que le sorprendía su discurso lleno de palabrería histórica, insultos, perspectivas de los medios, comentarios derechistas y tópicos motivacionales. Fue el único capaz de ofrecer una visión coherente del populismo trumpista. En su día, fundó Breitbart News. En el glosario de Breitbart se barajaban nociones como el Estado "profundo", la idea de la derecha y de la izquierda de una red de inteligencia permanente y conspiración del Gobierno. Su mensaje caló en el momento adecuado: el mundo necesitaba fronteras o debía regresar a una época en las que la tenía. Cuando Ámerica era grande. Trump entendía la causa populista de los trabajadores. Dentro del programa también estaba trasladar la embajada de Estados Unidos a Jerusalén. Uno de sus fallos era que era desorganizado, centraba su atención en cualquier cosa que atrajera su mente obtusa, parecía incapaz de devolver una llamada telefónica, respondía a los correos con una sola palabra y era controladoramente críptico, según el autor. Nadie lo contrataría para un trabajo que requiriese que los trenes saliesen con puntualidad. Bannon se casó tres veces y llevaba una vida de soltero en Capitol Hill y oficina de Breitbart. Consideraba que Trump jamás cambiaría e intentar hacerlo dañaría su estilo, a los partidarios de Trump no les importaba, a la prensa no les iba a gustar y era mejor jugar contra los medios que para los medios, y era un engaño que los medios fuesen los protectores de la honradez factual y que la revolución de Trump era un ataque a las asunciones convencionales y a los expertos, por lo que Trump era incontrolable porque nunca se iba a ajustar al guión. Aseguraba que Trump no entendía los hechos correctamente ni tampoco iba a admitir que los hubiera entendido mal. Tras ocupar el Ala Oeste de la Casa Blanca, Bannon se distanció de sus compañeros, incluido Jared. Alentó al equipo a leer The Best and the Brightest, de David Halberstam, para comprender a todos los hombres del presidente durante la guerra de Vietnam y que malinterpretaron las claves del conficto y guía o lista de recomendaciones para llegar al poder.
Una vez en la Casa Blanca, Bannon no usaba ordenador. Katie Walsh llegó a decir que "el caos era la estrategia de Steve".
La campaña electoral se apoyó en tres personas: Corey Lewandowski (director de campaña despedido), la portavoz-asistente-interna Hope Hicks, y el propio Trump. La organización de su equipo presidencial fue complicada porque, según el autor, a Trump le costaba entender la importancia de los cargos, por lo que quería que los ocupasen familiares y amigos, y la estructura del gabinete de Washington para soportar la feroz oposición. Si el presidente ya era un "outsider", lo más probable es que se rodee de gente peculiar.
[nota del lector: Bannon en el 2018 se trasladó a Europa para fundar The Movement y agrupar a los euroescépticos, los ultranconservadores y contrarios a la UE]
- Hope Hicks: eficiente secretaria de 26 años y ayudante de Trump. Este siempre preguntaba por ella: "¿Dónde está Hope?". Fue la auxiliar de relaciones públicas que Ivanka Trump agregó a la campaña electoral, fue la primera en entrar en el equipo electoral de Trump. Trump despidió a su amante y le dijo a Hope en una reunión: "Tú eras el mejor trasero que él va a tener nunca". Ella se marchó escandalizada.
- Corey Lewandowski: ayudante. Fue el primer director de campaña de Trump pero en el 2016 Trump lo despidió por "perdedor". Lo mismo pasó con su segundo director, Paul Manafort.
- John Kelly: jefe de gabinete. General retirado.
- Reince Priebus: De 45 años, de clase trabajadora. Era un recaudador de fondos. Jefe del Comité Nacional Republicano (CNR), herramienta de la clase dirigente republicana y que no apoyó a Trump. Le ayuda su compañera Katie Walsh y su publicista Sean Spicer. Su fama la logró al aplacar al Tea Party en el 2011 en Wisconsin. Apostó por el candidato Trump cuando casi estaba desahuciado y no lo abandonó por completo. Su cargo como jefe de gabinete fue nominal porque los demás (Bannon, Krushner, Barrack) lo puenteaban para hablar directamente con Trump, quien así seguía siendo el jefe mientras los otros se disputaban su atención. Según el autor, Priebus tenía que organizar reuniones y horarios, contratar a los miembros de la plantilla y supervisar las funciones individuales de los departamentos pero Bannon, Kushner, Conway e Ivanka carecían de responsabilidades específicas, hacían lo que se les ocurría sobre la marcha.
-Kellyanne Conway: jefa de campaña de Donald Trump. Personalidad central y destacada en el mundo de Trump. Aspiraba a ser una estrella de las noticias por cable. Antes había estado a cargo de una agencia de encuestas de poca importancia. Durante la campaña, también lidió contra la prensa, a la que acusó de verter noticias falsas en montañas de arena, y su derecho a decir "hechos alternativos" o, más concretamente, "información alternativa".
- Sean Spicer: secretario de prensa, profesional serio que se vio obligado a defender a Trump ante los medios, sobre todo cuando Trump dijo que había un millón de personas en su investidura, algo claramente exagerado cuando se vieron las imágenes de televisión. Spicer dijo que a Trump no podías contradecirlo porque él sabía lo que sabía y no creía nada de lo demás. El autor dice que su trabajo consistía en explicar qué hacía la gente y porqué fracasaba a menudo en su labor porque nadie tenía una ocupación de verdad.
- Stephen Miller: antiguo ayudante de Jeff Sessions, conservador entregado a la causa, redactaba órdenes ejecutivas y hacía discursos, pero según el autor, solo hacía enumeraciones esquemáticas y "era incapaz de construir oraciones".
- Mika Brzezinski y Joe Scarborough: pareja y presentadores del programa Morning Joe de la MSNBC. Confidentes de Jared y amigos de Trump, se sorprendieron al saber que nadie le había dicho que su primera semana de gobierno fue un desastre.
- Roger Ailes: viejo amigo de Trump. Anterior director de Fox News y la figura más importante en los medios de derecha. De 76 años y recién jubilado tras ser acusado de acoso sexual y destituido de la Fox.
- Bob Mercer, un patrocinador de Ted Cruz, y su hija Rebekah, recaudaron fondos para Trump. Introdujeron en la campaña electoral a sus tenientes Steve Bannon y Kellyanne Conway.
-Alexandra Preate: ayudante y lugarteniente de Bannon. Recaudadora de fondos y encargada de las relaciones públicas. Tan desorganizada como Bannon.
- Rudy Giuliani: exalcalde de Nueva York, que obtuvo un importante cargo gubernamental.
- Chris Christie: gobernador de Nueva Jersey, y exfiscal del mismo estado que mandó a la cárcel al padre del yerno de Trump. Por eso mismo, posiblemente fue descartado como jefe de gabinete.
- Anna Coulter: diva de la derecha y partidaria de Trump, le aconsejó que no contratase a sus hijos ni familiares en la Casablanca porque eso no se podía hacer.
- Sam Nunberg: explicó la Constitución a Trump cuando era candidato.
- Roger Stone: asesor político de Trump durante tiempo.
- Mike Flynn: telonero de la campaña y consejero de Seguridad Nacional de Trump. Al parecer, captó 45.000 dólares de los rusos por dar un discurso.
- Paul Manafort: cabildero internacional y agente político que participó en la campaña de Trump. Representó durante 30 años, según el autor, a dictadores y déspotas corruptos y cuyo rastro de dinero atrajo la atención. Un oligarca ruso le reclamó 17 millones de una supuesta estafa inmobiliaria.
- Rupert Murdoch: multimillonario amigo de Trump, al que considera un charlatán, y accionista que controla Fox News. Presiona a Trump a moderarse y controlarse. Se opuso a que Bannon fuese jefe de gabinete por ser una elección "peligrosa". También se quejó de que Trump aceptase de buena fe buscar una solución para las visas H-1B que le pidieron los empresarios de Silicon Valley porque eso iba contra el enfoque liberal sobre inmigración. Murdoch se quejaba de que Trump lo tenía todo el rato al teléfono.
- Tom Barrack: amigo millonario libanés, dueño del rancho Neverland de Michael Jackson, rechazó sumarse al gabinete de Trump para no separar sus empresas de sus intereses. Hombre en la sombra de la Casa Blanca, recaudó dinero para organizar la investidura como presidente de Trump. Murió un año después, tras sufrir una caída en el baño.
- Henry Kissinger: de los tiempos de Nixon, aconsejó a Jared Kushner.
- James Comey: director del FBI. Once días antes de las elecciones, dijo que iba a reabrir la investigación sobre los correos electrónicos de Hillary Clinton. Luego, cuando también propuso investigar la trama rusa, Trump lo despidió fulminantemente.
- Brennan: Director de la CIA
- Fusión GPS: empresa de investigación de la oposición demócrata que destapó la supuesta trama rusa.
- Christopher Stele: antiguo espía británico que ayudó a Fusión a investigar las relaciones de Trump con Putin y el Kremlin. En un informe de septiembre del 2016, un mes antes de las elecciones,, sugirió que Trump fue chantajeado por el Gobierno de Putin y avisó a la prensa pero nadie publicó nada aunque la CNN dejó escapar algunos detalles del dosier pero BuzzFeed lo publicó completo. La teoría decía que los rusos sobornaron a Trump en un tosco montaje de chantaje en el que lo grabaron, supuestamente, con prostitutas haciendo la lluvia dorada. La conclusión era que Trump aceptaba sumarse a la conspiración rusa para robar las elecciones e instalarse en la Casa Blanca como marioneta de Putin, siempre según relata Michael Woolf en su libro. Trump lo negó todo y replicó que los medios estaban tan cegados con expulsarlo de la presidencia que se inventaban cualquier calumnia.
- Jeff Bezos: dueño de Amazon y del Washington Post.
- Stephen Schwarzman: director del grupo Blackstone y amigo de Kushner.
El libro arranca un año antes de las elecciones. Nadie creía que Trump ganaría las elecciones, ni él mismo. Trump fue torpedeado por los medios, los demócratas y el "pantano" de Washington.
Entre su propio partido republicano y en los que apoyaban su candidatura, opinaban que Donald Trump no sería presidente ni debería serlo. Un colaborador dijo que la configuración psíquica de Trump hacía imposible que se evaluase él mismo en profundidad, no era capaz de soportar que alguien pudiese saber tanto sobre él y que tampoco hacía falta examinar el pasado de sus colaboradores ni el conflicto de intereses de sus negocios y sus participaciones inmobiliarias porque tenía nulas posibilidades de ganar. El autor señala que Trump pasó de ser candidato de chiste a encantador de una base demográfica desafecta, a nominado risible y a presidente electo que inmediatamente se creyó inevitable y que ahora quería que los medios de comunicación le mostrasen una deferencia desmesurada.
Durante las elecciones, su propio partido le abandonó a su suerte pero Trump sobrevivió a todo: a la publicación de la grabación con el presentador de la NBC Billy Bush donde hacía comentarios sexistas, el CNR le presionó para que abandonase la carrera. La gente se preguntaba si Trump realmente quería ser presidente o solo obtener ser el hombre más famoso del mundo, ganar en renombre y fama, reforzar su marca y montar una cadena de TV propia. Ya se daba por ganador aunque no ganase las elecciones. Trump decía que su campaña electoral era un desastre y sus colaboradores unos "perdedores" y que todos los que le rodeaban eran idiotas. El propio Bannon calificó de "patética" la campaña e incluso Trump rechazaba invertir dinero en su propia elección aunque luego prestó diez millones con la condición de recupèrar todo. El autor señala que la campaña de Trump no estaba diseñada para ganar nada. Y el propio Trump convenció a su esposa Melania de que no ganaría las elecciones. Pero tras ganar (por tres millones de votos menos que la demócrata Hillary Clinton), Trump parecía haber visto un fantasma y su mujer lloraba desconsolada. Pero en una hora, el Trump estupefacto se convirtió en un hombre que creía que merecía ser presidente y que estaba capacitado para ello. Tras ganar, muchos de los que lo habían desdeñado intentaron comprender su éxito pese a que creían que su cerebro era incapaz de realizar las tareas esenciales de su nuevo trabajo de presidente pues era incapaz de relacionar causa y efecto. Tras ganar las elecciones, Trump quiso pasárselo a todo el mundo por la cara.
La Torre Trump se convirtió, tras las elecciones, en el cuartel general de la Revolución Populista, una cara sede donde se preparó la transición de la presidencia y no en Washington y la "ciénaga". Uno de las primeras medidas de Trump fue organizar el "paseo de los perpetradores", donde todos los que le iban a visitar aceptaban el gobierno de un advenedizo, según el autor.
El autor señala que Trump y su clan de alguna forma sustentaron sus negocios en el flujo de efectivo internacional y el "dinero gris" y que al ser un foco tan visible en la presidencia, se dieron cuenta del lío en el que se habían metido.
Se centra sobre todo en la figura de Bannon, al que el autor define como un ejecutivo a la busca de millonarios que sufraguen sus proyectos. Tras meterse en política, apostó por una versión ultra del Tea Party, que incluía expulsión de inmigrantes, poner la embajada de EE.UU. en Jerusalem y otras cuestiones que el propio Trump asumió más tarde. Además, Bannon había tenido éxito con el marketing digital. Trump entró en campaña pensando que no iba a ganar pero que le iba a hacer famoso en todo el mundo y, por tanto, generaría un incremento de valor de la marca Trump. Era una buena idea para promocionarse y todo el mundo pensó que estaba acabado tras las declaraciones machistas en una televisión pero no fue así. Ni siquiera las sospechas de que Rusia financió su campaña acabaron con él, entre otras cosas porque no lo creían con capacidad intelectual para montar una conspiración, ni esa ni ninguna, por su completa falta de organización. El autor está convencido de que ni el propio Trump esperaba ganar y que solo cuando ganó asumió que eso era lo "lógico". Cuenta que la esposa del candidato, Melania, era la única que confiaba en que iba a ser presidente pero cuando salió elegido se quedó de piedra al darse cuenta de que su mundo perfecto en la Torre Trump se desmoronaba.
El autor cuenta que otros presidentes, que habían hecho carrera política, se quedaban impresionados al entrar en la Casa Blanca y ser recibidos por un séquito de mayordomos y sirvientes, una corte de asesores y un avión privado. Donald Trump no solo no se quedó impresionado, pues ya tenía su propio séquito de sirvientes, sino que además la Casa Blanca era un caserón con 200 años de antigüedad, un edificio viejo y con cucarachas que palidecía ante el lujo de la Torre Trump. Para el presidente, dejar sus negocios por el despacho oval le salía caro, salvo por la promoción que iba a obtener.
Michael Woolf se basa en sus fuentes para describir a la Casa Blanca como un lugar gobernado por el "jefe" de un clan familiar y amiguetes de confianza, donde todo lo guisan Trump, su yerno (el marido de Ivanka y, al parecer, el único del clan que lee libros) y Bannon. Describe el palacio presidencial como un completo caos sin un programa meditado y donde todo está improvisado. Añade que Trump está completamente desorientado y un día dice una cosa y al rato otra distinta, y así, sucesivamente. Tuvieron que nombrar asesores oficiales pero estos se vieron "puenteados" por la familia de Trump, por ser ellos los que tenían el monopolio del acceso a Trump. Woolf cuenta que una vez que entrabas a trabajar a la Casa Blanca, la gente hacía apuestas de cuántos meses iba a aguantar, pero pasados unos días, lo reducía a cuántas semanas duraría allí, tal era el caos.
El autor cuenta que el presidente se enfadó porque la prensa ponía imágenes vacías del público que acudió a la toma de posesión. Los cálculas más realistas sitúan la asistencia en 200.000 personas pero Trump se empeñó en que allí había un millón. Otra de las cosas que preocupó fue el discurso de Trump, de tono belicista y totalmente caótico, y que se cree que fue escrito por Bannon y luego Trump añadió cosas de su propia cosecha o las inventó directamente improvisando.
Del tema de las supuestas charlas con los rusos, Trump y los suyos se quedaron estupefactos. El autor está convencido de que no tenían ni idea de lo que estaban hablando en televisión. Pero, según el escritor del libro, luego Trump cayó en la cuenta de que si la prensa tiraba del hilo pòdría llegar a los negocios ocultos del millonario, esos que tendría a nombre de testaferros de compañías del Este. Pero eso, de momento, se ha quedado en el terreno de la especulación. Mientras el tema de los espías rusos le parecía increíble, lo que le inquietó era que llegasen a detectar su telaraña de empresas fantasma y otros entramados, si es que existían.
Sobre el carácter de Trump, se vierten todo tipo de descripciones. La principal es que vive en una realidad paralela, en su propio mundo. Por ejemplo, no sabía que tenía que dejar sus negocios si era presidente, una alto cargo de los republicanos se lo tuvo que comentar en privado en un cóctel. Otra idea es que se mete en la cama con una hamburguesa de McDonalds y mira tres canales de televisión: si algo no le gusta, tuitea un mensaje de queja.
También le señalan que dentro de Nueva York, las grandes fortunas lo consideran un empresario de medio pelo, un nuevo rico, pero él se ve como un gran amigo de Murdoch, el dueño de la prensa. Sin embargo, hasta que fue presidente nadie del círculo más vip lo tomó en serio.
Aseguran que cuando le explicaron la constitución, no entendió más allá de la cuarta página.Y que en los conflictos internacionales, no se entera de nada, según cuenta el autor.
En el libro, se detallan las luchas internas en la Casablanca entre judíos y gentiles, como las definió jocosamente Kissinger (creo). En el grupo judío figuran Kushner, el yerno de Trump, y su esposa (e hija de Trump) Ivanka, convertida por matrimonio, y que serían el ala "demócrata". En el grupo de los gentiles estarían Bannon y otros, que vendrían a representar los intereses extremistas y el programa del Tea Party. Dichas luchas por el control de la Casablanca salieron a relucir cuando comenzaron los primeros nombramientos, ya que cada grupo se esforzaba por colocar a su candidato y desprestigiar al del grupo rival. Entre los fichajes estaba Priebus, un general independiente que pronto se vio arrinconado por dichas fuerzas.
A los pocos meses, Trump estuvo ocupado con dos temas importantes: el escándalo ruso, que el no veía por ninguna parte, y la supresión del programa sanitario Obamacare. En el tema sanitario, la propuesta de Ryan fue "derogar y reemplazar": derogar el programa, lo que gustaría a los republicanos, y poner otro para satisfacer las promesas que Trump había hecho por su cuenta. Según cuenta el autor en este libro, cuando a Trump le explicaban las tesis republicanas sobre sanidad se despistaba y se ponía a hablar de golf.
Sobre el tema ruso, Bannon intentó convencer a Ailes de que "¿Tan mala es Rusia? Son malos, pero el mundo está lleno de tipos malos". Ailes le replicó: "Pero es bueno saber que los malos son los malos. Donald quizás no lo sepa". Para Bannon, el verdadero enemigo era China, nueva fuente de una guerra fría. Cree que Obama lo malinterpretó todo. Cree que el Estado hipernacionalista chino va a perder los estribos y no se va a poder meter al genio otra vez en la botella. Según le contó Bannon a Ailes, dice el autor del libro, Donald fue a Rusia y creyó que iba a reunirse con Putin pero este no parece interesado. El autor señala que Trump era tan incapaz de atar cabos que aunque no hubiese conspirado personalmente con los rusos para amañar el resultado, sus esfuerzos para conseguir el favor de Putin habían dejado un rastro de palabras y actos preocupantes que tendrían un coste político enorme. Tras conocer el informe Christopher Stele sobre la lluvia dorada, Trump lo negó todo, dijo que mientras China hackeaba 22 millones de cuentas americanas, Rusia era más respetuoso.
En cuanto al tema de la inmigración, el autor señala que Bannon comprendió que el "nativismo" y el etnocentrismo tenía adeptos y además sacaba de quicio a los progresistas, a los que tildaba de hipócritas. Para los "privilegiados" progresistas, opinaba Bannon, la diversidad era un bien absoluto pero él pensaba que cualquier persona que no estuviese cegada podía ver las olas de inmigrantes llegaban con un montón de problemas y que recaían en los ciudadanos más expuestos del otro extremo de la escala económica, como se podía ver en Europa. Esa es la visión que recoge el autor. Y los progresistas se negaban a ver los problemas y dificultades que generaba la inmigración descontrolada. La tesis de Bannon es que los globalizadores progresistas habían extendido el mito de una inmigración libre (a pesar de que Obama había sido muy agresivo en materia de deportación de inmigrantes, dice el autor). Las ideas de Bannon de prohibir la entrada a los musulmanes fue "recortada" por Priebus.
Una de las primeras medidas para gobernar fueron las OE (órdenes ejecutivas) o decretos, lo que iba a generar conflicto. El nuevo Gobierno, cuenta el autor, se complicó la vida al replantear procedimientos ya existentes en términos incendiarios, agresivos y con argumentos ad hominem. El problema, dice el autor, es que presentaron OE para limitar los viajes (lo que desató una ola de terror en los aeropuertos) sin pasar el visto de abogados y reguladores, ni las agencias responsables de aplicarlas y "Trump firmó lo que le pusieron delante". Los amigos de Trump le llamaron por teléfono para abroncarlo. De esta forma, Bannon trazó una línea entre los EE.UU. progresistas y los EE.UU. de Trump. Sin embargo, esta medida draconiana y esa forma de hacer las cosas preocupó a los nuevos moradores de la Casa Blanca.
En cuanto a su disputa con los medios, Trump sufría desde los años 90 burlas de los medios de Nueva York, por lo que decidió triunfar en Hollywood con su propio reality show: "The Aprrentice".
La parte final del libro se centra en Bannon en su lucha contra el dúa Jaranka y los errores cometidos en la gestión del escándalo de los espías rusos. Por un lado, saltó a la luz que durante la campaña electoral uno de los hijos del presidente, Don Jr, invitó al despacho principal de la Torre Trump a toda una delegación de supuestos agentes rusos porque estos le dijeron que tenían secretos que implicaban a Hillary Clinton. En la reunión estarían Jared e Ivanka, así como Don Jr, y Trump se libró porque nadie lo mencionó entre los presentes. Al poco tiempo, salieron en Wikileaks publicados los correos comprometedores de Hillary Clinton y que supusieron que el fiscal se pusiese a investigar y que, a la postre, hiciese peligrar su carrera presidencial.
Tras saltar el escándalo, en el era tan cantoso como que la reunión se organizó en la torre Trump, las culpas cayeron sobre Don Jr. El autor del libro señala que tanto él como el otro hermano eran gente sensata que llevaban bien los negocios inmobiliarios del padre pero que cayeron en la novatada. El autor comenta que estaba empezando la carrera electoral y nadie daba nada porque Trump saliese presidente, ni él mismo. Jared y Don pensaron echarse unas risas jugando sucio sin pensar que eso les iba a costar un buen escándalo tiempo después.
El segundo error de esta crisis fue que Trump decidió despedir al director del FBI porque quería investigar la trama rusa y, al parecer, los fiscales también empezaron a interesarse en los negocios familiares de Trump con los rusos, lo que el presidente les prohibió investigar sin mucho éxito. El autor cuenta que Bannon consideró que Jared e Ivanka estaban detrás de la destitución del director del FBI, lo que era ir contra toda la institución, algo de lo que luego el propio presidente se avergonzó. Bannon consideró que Jared e Ivanka habían ido demasiado lejos. Dado que la trama rusa y el despido del jefe del FBI no fue bien llevado por los jefes de prensa, empezaron a despedir a cargos como el del jefe del gabinete, sustituido por el general Kelly. Jared e Ivanka incluso metieron a un jefe de prensa, un yuppie llamado Scaramucci y apodado El Gorrón, que estuvo mendigando un puesto en la Casa Blanca (para obtener desgravaciones fiscales, sugiere el autor) y que solo duró diez días en el cargo tras sus meteduras de pata, conducta inapropiada para el cargo y su palabrería. Tuvieron que nombrar a un nuevo jefe de gabinete para que echase al Gorrón, ya que el anterior había dimitido en protesta por dicho nombramiento. Bannon creyó que era hora de echar a Jared e Ivanka, algo que también se planteó el general Kelly, pero Trump dio largas.
Una de las quejas de Trump es que tras dimitir un fiscal (del que se habían aprovechado de uno de sus informes para echar al jefe del FBI), el presidente nombró a otro y este continuó con la investigación de la trama rusa. Trump se enfadó porque consideraba que el fiscal había sido un empleado desleal pero le explicaron que el problema no eran las personas, sino las instituciones. Cambiaban las personas pero la maquinaria seguía funcionando.
Otra crisis fue la de Afganistán. Un general pidió refuerzos de 50.000 hombres en ese país pero Trump se negó a mandar a nadie más, tras 16 años en un atolladero. Consideró que bastaba con enviar 5.000, los justos para no perder la guerra.
También hubo otra crisis con Corea del Norte, cuando Trump dijo que si ese país no se atenía a las normas, caería sobre él una tormenta de fuego. También hubo un escándalo cuando un grupo neonazi se manifestó contra el traslado de una estatua del general confederado Lee de Charlotteville y hubo una pelea con contramanifestantes de izquierdas. Un extremista de derechas lanzó su coche contra la multitud y causó un muerto y 20 heridos. Trump dijo que “todos” debían ser pacíficos sin condenar expresamente el racismo y el segregacionismo, razón por la que tuvo que rectificar en un conmovedor discurso en favor de la igualdad racial aunque todos sabían que no se creía nada de lo que decía. La prueba es que poco después volvió a ser el Trump de siempre y echó la culpa también a los manifestantes de izquierdas que habían ido allí a montarla. El autor sugiere que ancestros de Trump pertenecieron a un grupo racista contra los afroamericanos.
Tras estas meteduras de pata, Bannon veía siempre la mano de Jared, Ivanka y la eficiente secretaria Hope, que obedecía todas las órdenes de Trump a rajatabla sin pararle los pies. El autor dice que llegó un momento en que parte del equipo de la Casa Blanca se dio cuenta de que el presidente no estaba bien y algunos hicieron las maletas. Otros cayeron. Finalmente, también cayó Bannon, que tampoco había asistido a las vacaciones de Trump en un club de golf, después de comentar que China era el único problema y que vendrían guerras comerciales, un legado que soportaría la próxima generación. Estas declaraciones le obligaron a marcharse de la Casa Blanca y él volvió a la sede de Bravetbart junto a su secretaria. Su idea era convertirse en líder del populismo trumpista, pero sin Trump, y ser presidente de EE.UU. en el 2020, ya que aún contaba con el apoyo de sus mentores millonarios. El libro concluye con que Bannon cree que la revolución del trumpismo rompió las instituciones y que al extremismo de derecha surgirá otro extremismo de izquierda, lo que romperá aún más las instituciones, lo que creará un gran conflicto. Se trata de una destrucción de las instituciones. Dice que aún no sabemos la que se nos va a venir encima. [nota del lector: Bannon en el 2018, se mudó a Europa para agrupar a los grupos antiUnión Europea y los euroescépticos y montar una alternativa ultraconservadora, la alt-right].