Resumen: "El colapso de la globalización y la reinvención del mundo", de John Ralston Saul (2005)
Resumen original y actualizado en el siguiente link:
http://evpitasociologia.blogspot.com/2013/12/el-colapso-de-la-globalizacion-y-la.html
Título original: "The colapse of Globalism"
Editorial en español: RBA Libros SA
Texto de la contraportada:
"(...) John Ralston Saul hace una demoledora crítica al globalismo, examina la deriva del fenómeno desde la década de 1970 hasta nuestros días y nos muestra como el malestar de las zonas afectadas por la globalización ha terminado perjudicando también a Occidente. El autor cuestiona algunas de las políticas liberales de las últimas décadas, como la asunción por parte del sector público del lenguaje y los principios del privado o las innumerables privatizaciones, cuyo éxito es hoy (2012) más que discutible. Asimismo, denuncia algunas de sus más evidentes falacias, como eximir a los más ricos de las penalizaciones por la evasión de impuestos mientras se carga sobre las clases más modestas la recaudación de fondos para sostener el Estado.
Un estudio penetrante y riguroso del auge del globalismo y sobre todo de su inminente declive, que por suerte ha restaurado la idea de que existen distintas alternativas. Posiblemente, los entusiastas de este libro no se encuentran entre quienes abogan por la rebaja de los impuestos y la liberalización proselitista del mercado, pero sin duda su brillante análisis es tan accesible y revelador para el pequeño comerciante como para los cargos directivos de las empresas multinacionales."
Biografía oficial del autor (2012):
John Ralston Saul (1947, Ottawa) es filósofo y escritor. En su juventud fue asistente del primer presidente de la compañía petrolera nacional canadiense, en cuya fundación colaboró. Durante la década de 1980 conoció de cerca la vida de la guerrillas y viajó por el norte de África y el Sudeste asiático; estas experiencias le permitieron ser testigo de la represión que sufrían algunos de sus colegas escritores. Es un activo y ferviente defensor de la libertad de expresión y fue elegido en 2009 presidente del PEN Internacional, la asociación mundial de escritores.
Calificado como "profeta" por la revista Time, ejerce una influencia cada vez mayor en el pensamiento económico y político contemporáneo. Durante toda su vida ha compaginado el compromiso político con la escritura y sus libros han sido traducidos a 22 idiomas, entre ellos el español, en 30 países. Cabe destacar: Muerte de un general (1977), La civilización inconsciente (1997), Los bastardos de Voltaire: la dictadura de la razón en Occidente (1998) y Diccionario del que duda: un diccionario de agresivo sentido común (2001).
ÍNDICE
Primera parte
Contexto
1. Una serpiente en el Paraíso
2. Un resumen del futuro prometido
3. Lo que dijeron que se conseguiría
4. Lo que alguien olvidó mencionar
5. Una breve historia de la conversión de la economía en religión
Segunda parte
El Auge
6. 1971
7. El vacío
8. El bufón del rey
9. Entusiasmos románticos escogidos
10. Una fuerza en auge
11. Economía de la crucifixión
Tercera parte
La meseta
12. Éxito
13. 1991
14. La ideología del progreso
15. 1995
Cuarta parte
La caída
16. Un equilibrio negativo
17. Las ONG y Dios
18. Una cronología del declive
19. Una cronología del declive: la ruptura malasia
20. El final de la fe
21. India y China
22. Nueva Zelanda vuelve a cambiar de rumbo
Quinta parte
¿Y ahora hacia donde vamos?
23. El nuevo vacío: un interregno de síntomas mórbidos
24. El nuevo vacío: ¿ha vuelto el Estado-nación ?
25. Nacionalismo negativo
26. La normalización de la guerra irregular
27. Nacionalismo positivo
Epílogo: el retorno de la elección, 2009
Resumen
En su introducción a la edición en español, Saul cree que la crisis del 2008 es el culmen de 40 años de la "fracasada ideología" de la globalización y de ideologías de austeridad que "intentan salvar un banco pero no un país". Otra palabra mágica es "crecimiento", que no es más que una medición técnica.
Una de las principales críticas hacia la globalización se centra en que no se cumple ya la idea ricardiana de la ventaja competitiva de las naciones (cada país debe exportar el producto que mejor sabe hacer importar el resto). La razón es, según Saul, es que, en la globalización, el más competitivo ya no es el más eficaz sino el más grande y con mayor integración vertical /(compara el textil barato de Bangladesh y el poderío de la industria de China, un gigante económico que domina el mercado).
El autor hace un recorrido histórico por el siglo XIX hasta 1971. Señala que el librecambismo se convirtió en una especie de religión con defensores altamente ideologizados que no vieron que el sistema tenía fallos. Pone como ejemplo, la guerra del opio, que usó Gran Bretaña para vender esta droga como mercancía en China con el fin de pagar sus importaciones en Oriente ya que el comercio occidental no funcionaba en esa parte de Asia. Otros países como Estados Unidos no habrían podido crecer solo con libre comercio sino que también jugaron factores clave como la imposición de aranceles. Los políticos decían que todo iba bien y creciendo a pesar de que la pobreza y desigualdad se acrecentaban. Cuando llegó la Gran Depresión, todo el mundo le echó la culpa a la ley Smoot-Hawley de 1930, que subió los aranceles y agravó aún más la economía. "Siempre sale en los discursos, porque da la impresión de que el jefe está enterado", bromea Saul. El autor se pregunta por qué nadie se percató de que las cosas ya iban mal desde 1914 y que en los años 20 hubo una oleada de recesiones, hiperinflación en Alemania, desempleo... Es decir, el modelo librecambista se había hundido antes de la Primera Guerra Mundial.
Tras 30 años de regulación económica, en 1971 Hayek volvió a sacar a relucir las recetas del librecambismo y la desregulación, "olvidando el crecimiento que había hecho el keynesianismo durante 30 años". Le siguieron cinco años de recesiones concatenadas que nadie se atrevió a llamar Depresión: primero fue el abandono de los acuerdos de Bretton Woods y la libre flotabilidad del dólar, después el fracaso de la cumbre del GATT en Tokyo, a lo que le siguió el alza de los precios del petróleo por la OPEP, la estanflación y el desempleo. La receta que se adoptó fue la neoliberal: abrir los mercados y desregularizar la economía. 30 años después, un informe del 2002 del español Xabier Sala i Martín "The Worl Distribution of Income" revelaba que la globalización había sacado de la pobreza a 350 millones de personas en el mundo, que ya no vivían con un 1 dólar al día. La conclusión de Saul es distinta: en realidad, ahora hay entre 1.600 y 2.700 millones de personas que viven con dos dólares al día. Se han dado crecimientos de la clase media en India y China pero, según Saul, eso se debe más a políticas internas combinadas con los beneficios del comercio internacional. A pesar de las dudas que genera este crecimiento mundial de las rentas para todos, los politicos recitan como un mantra el informe de Sala i Martín. Otro de los ejemplos que se pone de éxito es Botsuana, que tiene minas de oro, una población decreciente por culpa del sida y un gobierno decente.
A partir de 1971 surge otro movimiento realizado por los grandes conglomerados de empresas: el Foro Económico Mundial de Davos que impone una agenda económica a un lobby gigante de empresarios de todo el mundo. La apuesta es por la globalización, por el agigantamiento de colosos empresariales y por las transnacionales. El argumento de sus organizadores, dice Saul, es que los Estados-Nación reaccionan lentamente mientras que las multinacionales viven a ras de tierra, conocen la realidad y reaccionan conforme a los nuevos tiempos. El ciudadano pasa a ser cliente o consumidor. Se tejen relaciones clientelares a escala mundial, unos acuerdos que recuerdan al feudalismo de la Edad Media. El resultado fue una ola de privatizaciones de empresas públicas clave a lo largo de los años 80: telecomunicaciones, correos, agua, luz, energía, transportes... En España, dice Saul, se privatizaron empresas públicas de teléfono, Repsol, y otros monopolios naturales que funcionaban relativamente bien. El Estado quedó debilitado y se dejó al mercado que prestase los servicios a los ciudadanos, o más propiamente dicho, a los consumidores. Saul dice que la globalización fue la salida elegida para impulsar el crecimiento después de 1971 pero se pregunta si el problema fue resuelto o no. Las empresas apartaron a los capitalistas de la gestión y metieron a gestores profesionales que querían altos beneficios y mayor tamaño de sus empresas (a través de fusiones) como forma de generar beneficios.
De esta etapa, se pone como ejemplo Nueva Zelanda, porque fue uno de los primeros países en adoptar estas técnicas aprovechando que el Gobierno funcionaba por mayoría simple y adoptaba decisiones rapidamente. Pronto se vio, que hasta los laboralistas aplicaron reformas neoliberales que hicieron que el país ganase competitividas generando un aumento del 20 % del paro. Pronto se vio que la competitividad internacional no generaba pleno empleo.
Saul cree que ni siquiera existe competencia actualmente porque lo que genera crecimiento y ventaja competitiva es "el tamaño y el poder", tanto de los países como de las empresas. Hay una especie de "dumping predatorio" en el que las grandes cadenas eliminan a los minoristas y se convierten en oligopolios (ya sea como transnacionales que burlan las fronteras nacionales (y sus impuestos) y oligopolios regionales como las farmacéuticas asentadas en Estados Unidos y el textil en China e India y "que nada tiene que ver con el libre mercado", según Saul.
Saul concluye que en los últimos años de la globalización resurgió el Estado-Nación.
Cita los efectos contrarios de lo que la globalización pretendía: la idea de flexibilizar la sede geográfica de las corporaciones dio lugar a una gran evasión de impuestos a gran escala propiciada por los propios estados para captar capital, la idea de inundar con productos occidentales a los grandes mercados en China y la India se quedó en nada por las políticas internas proteccionistas de ambos países, la idea de crear un país de servicios en Occidente solo sirvió para desindustrializarlos y para que los desempleados opten a empleos basura del sector servicios, no de alta tecnología. Pero lo peor de todo es que no se logró la ansiada competencia libre del comercio sino que se impuso la fuerza de las corporaciones más grandes y gigantes.
El autor también desmitifica el libro de Thomas L. Friedman, La Tierra es Plana, porque dice que cayó en un error y aún no lo ha reconocido. Saúl sostiene que la deslocalización no era ningún maná para Occidente sino un grave error estratégico que pagó a partir del 2008.
También insiste en que desde 1990 diversas voces alertaron de la fuga de capitales a paraísos fiscales pero que los gobiernos no hicieron nada. Lo mismo pasó con la desrregulación de las finanzas pero todos miraron hacia otro lado o cuando se quisieron adoptar políticas para permitir que un país reestructure la deuda, esas políticas se bloquearon o cayeron en el olvido. Solo fue evidente tras el crash del 2008, cuando la banca pidió ser rescatada hasta el punto de que Alan Greespan tuvo que admitir su error en el 2008.
También culpa a muchos académicos y departamentos de Universidad por haber seguido ciegamente o interesadamente la "religión" neoliberal de la fe en el mercado. Son expertos clave porque los políticos suelen consultarles a ellos en materia económica. El gran daño que han hecho, dice Saúl, es que bloquearon los posibles estudios alternativos y que propusiesen salidas de la crisis que no fuesen neoliberales y, de hecho, la salida habría sido muy sencilla si releyesen a otros autores más antiguos (supongo que Keynes). Dice que este mantra del mercado se repite desde hace 4 generaciones a las élites educadas en universidades que no se paran a cuestionar esta doctrina de fe en el mercado.
Una crisis sistémica porque la producción supera la demanda real
Pero la clave del libro la dice Saul en las últimas líneas: la crisis se remonta a 1970 y durante 30 - 40 años se ha parcheado con el neoliberalismo (al libertar activos públicos y revenderlos). Es una crisis sistémica de un capitalismo que se basa en el eterno crecimiento de las ventas y que genera sobreproducción por falta de demanda real. La estimulación de créditos al consumo solo ha servido para generar especulación con un capital que no iba a ser destinado a las compras de bienes, porque hace décadas que la demanda real es inferior a la producción. Por eso, no se colocaron mercancías occidentales en China, porque nadie las demanda hasta agotar los stocks. La producción podrá mejorar en los próximos años a través de una reducción de costes pero duda que eso genere más ventas, sencillamente la demanda es mucho menor. El colapso de la globalización consiste en que la demanda real es inferior a la producción, hay un excedente.