lunes, 9 de mayo de 2011

"El malestar en la globalización", de Joseph E. Stiglitz (2002)

Resumen: "El malestar en la globalización", de Joseph E. Stiglitz (2002)

Nota del 2018: Stiglitz publicó en el 2018 una revisión del texto (incluye la era Trump)


El resumen original y actualizado está en el siguiente link:
http://evpitasociologia.blogspot.com/2011/05/el-malestar-en-la-globalizacion-de.HTML


Sociología, estructura económica, globalización


Resumen con anotaciones de E.V.Pita (2011)

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Ficha técnica

Título: "El malestar en la globalización"
Título original: "Globalization and its Discontents"

Autor: Joseph E. Stiglitz

Fecha de publicación: 2002

Editorial: Taurus - Santillana

EL MALESTAR EN LA GLOBALIZACIÓN

Joseph E. Stiglitz

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INDICE

Capítulo 1... La promesa de las instituciones globales

Capítulo 2....Promesas rotas

Etiopía y la lucha entre la política del poder y la pobreza

Capítulo 3.... ¿Libertad de elegir?

Privatización
Liberalización
El papel de la inversión extranjera
Secuencias y ritmos
Economía de la filtración
Prioridades y estrategias

Capítulo 4... La crisis del Este asiático

De cómo las políticas del FMI llevaron al mundo al borde de un colapso global
De cómo las políticas del FMI y del Tesoro de EEUU condujeron a la crisis
La primera ronda de errores
Políticas contractivas "hooveritas": una anomalía en el mundo moderno
Políticas de "empobrecerse a uno mismo"
Estrangular la economía con altos tipos de interés
La segunda ronda de errores: la reestructuración chapucera
Sistemas financieros
Provocar una carrera bancaria
Reestructuración empresarial
Los errores más penosos: el riesgo de la agitación social y política
La recuperación: ¿vindicación de las políticas del FMI?
Malaisia y China
Corea, Tailandia e Indonesia
Efectos sobre el futuro
Explicación de los errores
Una estrategia alternativa

Capítulo 5... ¿Qué perdió a Rusia?

Desafíos y oportunidades de la transición
La historia de la reforma
La crisis de 1998
Rescate
Fracaso
Las transiciones fallidas
Más pobreza y desigualdad
De cómo las políticas equivocadas malograron la transición
Inflación
Privatización
El contexto social
Terapia de choque
El enfoque bolchevique de la reforma de los mercados

Capítulo 6.... Leyes comerciales injustas y otros agravios

Lo que debió hacerse
Los intereses de EEUU y la reforma en Rusia
El caso del aluminio
La seguridad nacional, en rebajas
Lecciones para Rusia

Capítulo 7... Mejores caminos hacia el mercado

La vía del futuro
Responsabilidad democrática y los fracasos

Capítulo 8...La otra agenda del FMI

¿Se pierde la coherencia intelectual?
Del FMI de Keynes al FMI actual
¿Un nuevo papel para un nuevo régimen de tipos de cambio?
Contagio
¿Cuándo es el déficit comercial un problema?
Bancarrota y riesgo moral
Del rescate al rescate compartido
La mejor defensa es el ataque: expandir el papel del FMI como "prestamista de última instancia"
La nueva agenda del FMI

Capítulo 9.... Camino al futuro

Intereses e ideología
La necesidad de instituciones públicas internacionales
Gobernanza
Transparencia
La reforma del FMI y del sistema financiero global
Los esfuerzos reformistas
Lo que se necesita
La reforma del Banco Mundial y la ayuda al desarrollo
Ayuda
Condonación de la deuda
La reforma de la OMC y el equilibrio de la agenda comercial
Hacia una globalización con un rostro más humano

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Resumen oficial de la contraportada de la edición española del 2002:

"Joseph Stiglitz, premio Nobel de economía [2001], ha sido testigo de primera línea -gracias a su puesto como vicepresidente del Banco Mundial- del efecto devastador que la globalización puede tener sobre los países más pobres del planeta. En esta obra sostiene que la globalización puede ser una fuerza benéfica y que su potencial es el enriquecimiento de todos, especialmente de los países más pobres, pero siempre y cuando nos reemplanteemos el modo en el que ha sido gestionada. El proceso de globalización orientado por el FMI y las organizaciones internacionales ha causado un sufrimiento excesivo a los países en desarrollo. La fuerte reacción contra la globalización tiene sus raíces no solo en los perjuicios ocasionados a estos países debido a políticas ideológicas sino también en las desigualdades del sistema comercial mundial. Es hipócrita pretender ayudar a los países subdesarrollados obligándolos a abrir sus mercados a los bienes de los países industrializados y al mismo tiempo proteger los mercados de éstos porque hace a los ricos cada vez más ricos y a los pobres cada vez más pobres. Los gobiernos deben y pueden adoptar políticas que orienten el crecimiento de los países de modo equitativo. Somos una comunidad global y para convivir debemos cumplir unas reglas equitativas y justas que atiendan tanto a los pobres como a los poderosos, y reflejen un sentimiento básico de decencia y justicia social. En el mundo de hoy, dichas reglas deben ser el desenlace de procesos democráticos y deben asegurar que se escuche y responda a los deseos y necesidades de los afectados por políticas y decisiones adoptadas en lugares distantes".

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Resumen comentado:

Stiglitz narra sus desencuentros con el FMI durante su estancia en el Banco Mundial. Este señala que la idea del FMI y el Banco Mundial surgió en la conferencia de Bretton Wodds fue cosa de Keynes que proponía que un banco de este tipo aportase recursos a los gobiernos para estimular la demanda en tiempos de crisis y buscar el pleno empleo y eliminar la pobreza para garantizar la estabilidad mundial. Las potencias ganadoras de la guerra acordaron repartirse la presidencia: Banco Mundial para Estados Unidos y FMI para los europeos. Pero en los últimos años, dice Stiglitz, a partir de Reagan y Thatcher, han actuado con hipocresía y fomentado las desigualdades entre los países pobres y los ricos, cada vez más ricos.

 El Banco Mundial pensaba a nivel estructural sobre cómo mejorar el crecimiento de un país en desarrollo y el FMI se encargaba de la financiación.  Así funcionó desde 1944 hasta los años 70, que fueron tres décadas de crecimiento económico, pero, a partir de entonces, el FMI cambió de orientación ideológica y impuso condiciones a los países deudores para luchar contra el déficit presupuestario y reducir la inflación a costa del empleo. El argumento del FMI es que e un mensajero de la escasez y que un país no puede vivir por encima de sus medios. Lo que suele ocurrir es que sus políticas "de dolor" acaben en tumultos callejeros y violencia urbana de los ciudadanos del país que recibió el préstamo.

En realidad, lo que hizo fue imponer también las políticas estructurales porque exigía a los países deudores las privatizaciones de sus empresas públicas, la apertura del comercio o liberaciones del mercado financiero. Se suponía, decía la teoría del mercado, que la demanda y la oferta se equilibrarían pero generalmente lo que pasaba es que se perdían empleos porque las empresas privadas despedían a parte de la plantilla para rentabilizar su inversión y la apertura del comercio situaba a las firmas locales en desventaja respecto a las multinacionales, más competitivas y con precios más baratos. El resultado fue que muchas firmas locales quebraron, porque los grandes países cerraron sus fronteras a sus productos, mientras las empresas extranjeras coparon el mercado nacional gracias a la liberalización del comercio. La globalización arruinó a muchos de los países emergentes aunque China logró esquivar la ruina porque, debido a una política sabia, no abrió sus mercados al extranjero hasta que su industria pudo competir en igualdad de condiciones y tenia reservas para pagar el préstamo.

Nadie duda que las medidas de austeridad son eficientes, dice Stiglitz, pero si esa receta se aplica a un país en crisis, lo único que hará será agravar su recesión. Así ocurrió en la mayoría de los países que solicitaron créditos al FMI, salvo unos pocos que guardaron reservas y fueron muy cautelosos. Stiglitz critica a los funcionarios del FMI que cuando llegan a los países a los que van a aplicar recortes, "se alojan en hoteles de 5 estrellas" en vez de visitar a las familias que van a sufrir sus recortes, como sí hacen los funcionarios del Banco Mundial, que están sobre el terreno. Stiglitz recuerda el caso que vivió él en Etiopía gobernada por un presidente responsable que un día se le ocurrió amortizar una deuda y el FMI se le echó encima para exigirle explicaciones de porqué había pagado esa deuda sin pedirle autorización. Estaban a punto de restringirle el crédito cuando Stiglitz intervino a través del Banco Mundial en favor de Etiopía. Dice que hay cuestiones tan irónicas como que un donante dé dinero para una escuela y el FMI lo incluya como gasto público, por lo que supone un problema para las cuentas del país  por un aumento del déficit y un nivel de riesgo para los inversores extranjeros. Es posible que algunos paises hayan desviado fondos y que el FMI sea receloso pero en realidad, dice Stiglitz, está aplicando unas políticas que bordean el neocolonialismo porque no dejan de ser países intervenidos económicamente por un órgano surgido de la II Guerra Mundial y que es controlado principalmente por Estados Unidos y Reino Unido. Mientras estos dos hacen caso omiso a las recomendaciones del FMI, el resto del planeta debe cumplir sus recetes.
Otro ejemplo fue Bostwana, que tuvo una buena política macroeconómica y que se salvó de la crisis por el hallazgo de nuevas minas de diamantes tras luchar por una renegociación de las concesiones mineras a De Beers. Un dato clave es que el presidente no aceptó por las buenas al funcionario que le quería enviar el FMI y fue a Washintong a entrevistarlo.

Un dato importante: Stiglitz dice que hay una especie de consenso respecto a que el aumento del empleo supone un aumento de inflacion por lo que es preferible mayor desempleo y menor inflación. La ecuación no se ha visto cumplido en el mandato de EEUU en los 90, cuando registró una tasa de desempleo muy baja (un 4%), una inflacción baja y un alto crecimiento económico. Esto es importante porque tras la crisis del 2008 se han vuelto a impartir las mismas recetas, sobre todo del Banco Central Europeo, para controlar la inflación a toda costa, incluso con un empleo alto.

Sobre la liberalización de mercados, Stiglitz considera que ha perjudicado a los paises pobres porque hay una manifiesta desigualdad. EEUU y Europa blindan sus mercados y subvencionan a sus agricultores para competir en desventaja en los países que abren sus fronteras comerciales. El resultado es que los productos subvencionados occidentales encuentran nuevos mercados mientras que los agricultores de los países pobres no logran vender los suyos fuera y además se ven invadidos por productos foráneos. No es extraño que la globalización tenga tan mala fama porque solo ganan unos pocos mientras la inmensa mayoría se arruina. Es cierto que un producto extranjero puede ser más barato pero al que esté en paro le va a dar igual porque no tiene dinero para comprar.

Con las privatizaciones pasa algo lo mismo. Las recetas para privatizar las industrias de los países deudores tenían su razón de ser: reducir el gasto público y aumentar la competitividad. El problema es que un servicio público suele llenar el vacío que deja el privado y, por tanto, cuando se produjeron las privatizaciones, le siguió un despido de las plantillas, no solo de los funcionarios vagos, sino también de los empleados que eran necesarios para aseguran la rentabilidad a los accionistas, situados en el otro extremo del planeta y a quienes les daba igual la situación de esas familias. Por otro lado, como ocurrió en Rusia, las privatizaciones bajo un gobierno supuestamente poco honrado servían para garantizar beneficios anuales a los amigos de los burócratas y a ellos mismos. La conclusión de Stiglitz es que los mercados no son eficientes ni la demanda ni la oferta se equilibran de forma natural y que hay muchas distorsiones. A nivel general, no se pueden aplicar recetas macroeconómicas ni estructurales con un mero "corta y pega" en el ordenador, como dice la leyenda, que basta con cambiar el nombre del país.

Los países emergentes que han podido beneficiarse de la globalización han sido casos contados. Sobresale China porque actuó de forma sabia para aplicar las reformas que piden las instituciones internacionales no de forma rápida sino progresiva, ganando tiempo para preparar a su industria. Así se ha salvado de la ruina como otros países que aplicaron al dedillo las recetas de adelgazamiento del FMI.

Este recuerda los acuerdos firmados durante la guerra del opio en China, para que abriese sus mercados a Occidente, y los compara con las fotos de los presidentes que firman acongojados los acuerdos con el FMI, con el funcionario del FMI de pie en postura de superioridad.
Stiglitz critica las recetas del FMI de los países asiáticos en los años 90 porque los que la siguieron al pie de la letra acabaron en recesión y con peores resultados que quienes tuvieron sus propias fórmulas. Hubo países que aplicaron controles de capitales, lo que resultó beneficioso. De la lectura de este capítulo, uno saca la conclusión de que el FMI parece más preocupado porque los acreedores cobren que por sacar a los países de su quiebra, ya que los programas de crecimiento son pospuestos. Stiglizt cree que la idea de que “con dolor se sale de la crisis” no responde a la realidad como prueba que los alumnos aventajados salen más tarde y con un crecimiento más bajo que aquellos que aplican una política seria pero sin seguir la doctrina del FMI que conduce directamente por la senda de la recesión, el paro y el estancamiento.

 [Nota del lector: no hay que restarle méritos al FMI. Esta entidad intervino en Portugal en dos ocasiones, ahora tres, y sus recetas causaron una fuerte recesión que los empresarios todavía recuerdan. Sin embargo, estos hombres de negocios admiten que gracias al FMI lograron salir del bache. Eso sí, Portugal lleva en estancamiento y crisis 20 años seguidos, no se puede decir que sea un éxito de crecimiento económico aunque haya pagado las deudas.]


El FMI y Rusia
En los siguientes capítulos, Stiglitz narra la intervención del FMI en Rusia, que se centró en estimular una rápida privatización de las empresas públicas sin asegurar que habría un libre mercado de competencia. El resultado es que las empresas privatizadas quedó en manos de los burócratas del "aparato", se sus amigos y de los bancos que le prestaron dinero a cambio de acciones. El sector energético no fue privatizado o lo fue parcialmente. Además, los ahorros de los ciudadanos se esfumaron con la sobrevaloración del rublo que estancó la economía mientras que la gente con dinero enviaba remesas a paraísos fiscales para cambiarlos a mejor precio por dólares. El resultado es que la transición empobreció a la población del 8% al 21% o más, ya que habia mucha economía de trueque y paro encubierto porque los directivos de fábricas eran remisos a despedir a nadie porque eso abocaría a los parados a la pobreza extrema. "Los trabajadores hacían como que trabajaban y las empresas como que les pagaban" es una frase muy recurrida.

Stiglitz cree que el FMI derrochó muchos millones de dólares para sostener el rublo sobrevalorado y detener la inflación cuando, en realidad, la economía solo empezó a crecer cuando el rubo se devaluó. Además, el dinero que inyectaba el FMI, según el autor, iba a parar al Gobierno que en cuestión de días se lo entregaba a los oligarcas que lo desviaban a paraísos fiscales para sacar ventaja del cambio. "Habría sido más sencillo que el FMI les ingresase el dinero directamente en cuentas de Suiza", dice Stiglitz. Lo único que se consiguió con todas estas ayudas mal enfocadas fue, según el autor, que los inversores huyesen del país con todo lo que pudiesen y que, hasta el ciudadano medio, tratase de apropiarse y liquidar bienes de las empresas públicas. No habia incentivo para invertir en unas empresas que se iban a la ruina pero sí había incentivos para llevarse todo lo que se pudiese antes de que lo hiciesen otros.

Lo que ocurrió, insiste Stiglitz, es que  en Rusia se aplicaron terapias de choque sin reparar en que estas, o las que fuesen, debian ser graduales pues no se puede pasar de una economía centralizada comunista a otra capitalista de mercado en un día como pretendían algunos. Y no puede haber privatización sin una previa regularización de los mercados para garantizar la propiedad. Pone como ejemplo el caso de Polonia, que acompañó todo con normas y reglas de juego, o el de China que hizo una semiprivatización de la tierra, que generó incentivos en los campesinos para producir más. Siempre fueron reformas graduales.

Este añade que lo que no se puede hacer es que el gobierno ruso dijese que no tenía dinero para pagar las pensiones de los jubilados y por otro regalase las empresas públicas a los oligarcas mediante compra de acciones, lo que Stiglitz llama "capitalismo de amiguetes". Stiglitz relata que, desde su puesto en el Banco Mundial, se opuso a dar más dinero a Rusia pese a las presiones de EEUU en el mandato de Clinton. Al final, acordaron conceder un nuevo gran crédito pero repartido en tramos. Los 300 primeros millones de dólares duraron 3 semanas y después Rusia entró en quiebra y suspendió pagos. El FMI, que se negaba a ver la realidad, descubrió que "su" dinero había ido a parar a cuentas de Suiza y paraísos fiscales.

Lo que se ve es que en 1989 los rusos vivían mejor que en 1999 dada la caótica entrada en la economía de mercado y la mal gestionada privatización a toda prisa. Stiglitz recuerda que EEUU solo privatizó una empresa en esos años y que incluso el sector del aluminio norteamericano propuso hacer un cártel global del aluminio para imponer precios acordados entre los productores, lo que supuso un mal ejemplo para Rusia solo lo que hay que entender por libre mercado.

 En las siguientes páginas, Stiglitz insiste en la idea de que instituciones como el FMI han perdido su función original de aportar capital como última instancia a países endeudados para aplicar fórmulas de "sacrificio" que solo se explican desde el punto de vista de garantizar los cobros a los acreedores en primer lugar. Lo que viene a decir Stiglitz es que el FMI trabaja para los compradores de bonos  estatales y obecede a sus intereses aunque no lo quiera reconocer. Es la única explicación que tiene el autor para que el FMI aplique siempre sus recetas de austeridad y baja inflación y apriete el cinturón por sistema incluso en países que son medianamente solventes cuando la experiencia demuestra que,en general, quienes  son beneficiados con sus créditos y cumplen con los dictámenes del FMI acaban inmersos en una recesión. Y esto se debe, concluye Stiglitz, a que el FMI no tiene como objetivo estimular el crecimiento económico de los países, como había propuesto Keynes para estimular la demanda mundial, sino que solo se limita a garantizar que los acreedores (bancos, fondos de inversiones, etc...) cobren sus deudas.

Conceptos:
-GATT: acuerdo de libre comercio
-OMC: Organización Mundial del Comercio
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(continuará el resumen)

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EDICIÓN REVISADA DEL 2018

En el 2018, Stiglitz publicó una edición revisada de El malestar en la globalización en la que analiza los efectos de la crisis del 2008 y las políticas proteccionistas iniciadas por el presidente Donald Trump.

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