Resumen de "El triunfo de las ciudades", de Edward Glaeser (2011)
El resumen completo y actualizado está en:
http://evpitasociologia.blogspot.com/2015/09/el-triunfo-de-las-ciudades-de-edward.html
Resumen y anotaciones por E.V.Pita, licenciado en Sociología y Derecho
Sociología, urbanismo, crecimiento económico, desarrollo sostenible
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Título: "El triunfo de las ciudades"
Subtítulo: Como nuestra mejor creación nos hace más ricos, más inteligentes, más ecológicos, más sanos y más felices.
Título original: "Triumph of the City. How Our Greastest Inventions Makes Us Richer, Smarter, Greener, Healthier and Happier
Autor: Edward Glaeser
Fecha de publicación: 2011
Editorial en España: Santillana Ediciones Generales, SL, 2011
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Texto de la contraportada:
Más de la mitad de la población mundial vive en ciudades. En un planeta con enormes extensiones de espacio y en el que los avances tecnológicos han suprimido las distancias, 3.300 millones de personas han elegido concentrarse en estas densas aglomeraciones de altos edificios, marañas de calles y atiborrados autobuses. Las ciudades ejercen mayor atracción que nunca. Y no obstante, a menudo, se las acusa de ser lugares poco ecológicos y saludables, caros y asolados por la delincuencia.
Edward Glaeser, uno de los más reconocidos expertos internacionales en Economía Urbana, rompe en este libro los mitos que rodean a las ciudades demostrando cómo estas son en realidad los lugares más "verdes", sanos y ricos (en términos culturales y económicos) en los que podríamos vivir. Residir en una gran ciudad es estar permanentemente expuesto a una avalancha de ideas, gentes y experiencias extraordinarias.
Glaeser viaja alrededor del planeta - desde los bulevares de París a las calles de Nueva York o los suburbios de Bombay - adentrándose en la historia urbanística y el día a día de aquellos que viven y trabajan en estas bulliciosas metrópolis, para revelar cómo piensan las ciudades y por qué se han convertido en las puertas de acceso a nuestro mundo globalizado".
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Biografía del autor Edward Glaeser (hasta 2012)
Edward Glaeser es profesor de Economía en la Universidad de Harvard, donde también dirige el Taubman Center for State and Local Gobernment y el Rappaport Institute for Greater Boston. Es senior fellow en el Manhattan Institute y colaborador de City Journal. Estudia la economía de las ciudades y los problemas relacionados con la vivienda, la segragación, la obesidad, la delincuencia y la innovación, entre otros temas, y escribe sobre gran parte de ellos en el blog de The New York Times Economix.
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ÍNDICE
Introducción: Nuestra especie urbana
Capítulo 1: ¿Qué fabrican en Bangalore?
Puertos de entrada intelectual: Atenas
La Casa de la Sabiduría de Bagdad
Aprender en Nagasaki
Cómo se produjo el boom de Bangalore
Estudios y éxito urbano
El auge de Silicon Valley
Las ciudades del mañana
Capitulo 2: ¿Por qué decaen las ciudades?
Cómo surgió el "cinturón de óxido"
Detroit antes del automóvil
Henry Ford y el Detroit industrial
El por qué de los disturbios
Reinvención urbana: Nueva York desde 1970
La rabia justiciera de Coleman Young
El efecto Curley
El complejo de edificación
Permanecer en el "cinturón de óxido"
Menguar para llegar a la grandeza
CAPÍTULO 3 ¿Qué tienen de bueno los barrios deprimidos?
Las favelas de Río
Movilidad social ascendente
El éxodo urbano de Richard Wright
Auge y caída del gueto estadounidense
Los centros urbanos
Cómo la política agrava la pobreza
CAPÍTULO 4 ¿Cómo se domestican las barriadas?
La difícil situación de Kinshasa
Cuidar de las ciudades enfermas
Limpieza de calles y corrupción
¿Más vías públicas y menos tráfico?
Aumentar la seguridad urbana
Prestaciones sanitarias
CAPÍTULO 5. ¿Es Londres un centro turístico de lujo?
Las economías de escala y el Globe Theatre
La división del trabajo y el cordero "vindaloo"
Calzado y ciudad
Londres como mercado matrimonial
CAPÍTULO 6. ¿Qué tienen de estupendo los rascacielos?
La invención del rascacielos
La ambición ilimitada de A.E. Lefcourt
Regular Nueva York
Miedo a las alturas
Los peligros de la conservación
Repensar París
Mala gestión en Bombay
Tres reglas sencillas
CAPÍTULO 7 ¿Por qué se ha extendido la dispersión urbana?
La dispersión urbana antes del automóvil
Arthur Levitt y las viviendas producidas en masa
Reconstruir Estados Unidos entorno al coche
Bienvenidos a The Woodlands
Explicar los gustos: por qué un millón de personas se mudaron a Houston
¿Por qué es tan barata la vivienda en los estados del sur y del suroeste?
¿Qué tiene de malo la dispersión?
CAPÍTULO 8 ¿Hay algo más verde que el asfalto?
El sueño de la vida en el jardín
Huellas sucias: comparando las emisiones de carbono
Las consecuencias no deseadas del ecologismo
Dos visiones verdes: el príncipe y el alcalde
La mayor batalla: el ecologismo en la India y China
En busca de un ecologismo más inteligente
CAPÍTULO 9. ¿Cómo prosperan las ciudades?
La ciudad imperial: Tokio
La ciudad bien administrada: Singapur y Gaborone
La ciudad inteligente: Boston, Minneápolis y Milán
La ciudad del consumo: Vancouver
La ciudad en expansión: Chicago y Atlanta
Demasiadas cosas buenas en Dubái
CONCLUSIÓN: Mundo plano, ciudad alta
Ofrezcamos igualdad de condiciones a las ciudades
Urbanización por medio de la globalización
Un impulso al capital humano
Ayudemos a los pobres, no a las ciudades pobres
El desafío de la ciudad consumista
La maldición del NIMBYismo
La predilección por la dispersión
Ciudades verdes
Ofrendas en la ciudad
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Comentarios previos:
En el último siglo, el número de ciudades con más de un millón de habitantes se ha disparado, hay un éxodo del rural a las ciudades porque en estas urbes hay más posibilidades y oportunidades (pero también más competidores).
El libro recoge una tradición que ensalza la ciudad como lugar de oportunidades para prosperar y un lugar ecológico en el sentido de que la distribución de agua, alimentos, transporte es más eficiente que si la población y sus casas estuviesen dispersas. El gasto es menor porque el consumo se hace al por mayor. En cuanto a las oportunidades no tiene discusión: no es lo mismo vivir en una cabaña aislada que en el centro de Manhattan, donde puedes ir al teatro, a ver cine, buscar empleos atractivos y bien pagados, cenar en restaurantes de todo tipo.
Uno de los argumentos de Glaeser es que las ciudades con pobreza atraen a más pobres porque los alquileres y precios de las viviendas son muy bajos. La gente se resiste a marcharse de la ciudad porque quiere amortizar su inversión en vivienda. Dice que las subvenciones y otras ayudas también atraen a los pobres mientras que el apoyo a la inversión (por ejemplo mediante desgravaciones fiscales) es positivo si esas inversiones se destinan a infraestructuras útiles y no proyectos faraónicos sin sentido.
Ciudades como Bangalore en la India se han convertido en un polo de atracción para jóvenes con talento en la informática. Otros, como Detroit, dentro del llamado "cinturón de óxido", han perdido la mitad de su población por el declive de su industria automovilística y todos los planes para reflotarlos (mediante grandes construcciones urbanísticas y centros comerciales) han resultado fallidas porque representa una época pasada.
Un ejemplo de cómo se ha intentado reflotar ciudades industriales en decadenrcia del "cinturón de óxido" ha sido la construcción de grandes centros comerciales o museos de arte contemporáneo, para hacer más atractivas esas ciudades y atraer turistas. Glaeser pone como ejemplo a Detroit, Liverpool y Bilbao. Sobre esta última urbe, el autor señala que la construcción del museo Guggemheim disparó de uno a tres millones el número de turistas de Bilbao. Pero en otros casos, el resultado para reinventar una ciudad ha sido fallido: Detroit cuenta con uno de los mayores centros comerciales de Estados Unidos pero eso no ha sido suficiente para reflotar una ciudad que se muere y vacía de gente, con un centro derruido y abandonado (Detroit tuvo su auge en el siglo XIX porque estaba en una zona en la que era fácil transportar mercancías en tren o río a Nueva York y luego esa ciudad se convirtió en innovadora porque congregó a su alrededor a ingenieros, inventores y empresarios que desarrollaban un motor por combustión; de ahí salió Ford y General Motors). Pero esa economía basada en el transporte barato y las ciudades estratégicamente colocadas pasó a segundo término cuando todas las ciudades quedaron bien comunicadas. Al perder esa ventaja del transporte barato, muchas ciudades, como Detroit, dejaron de ser imprescindibles y las empresas buscaron otras localizaciones más baratas.
Fenómenos como este, que surgieron a partir de 1950 y continuaron hasta los años 70 y 80, conllevaron la decadencia de Detroit o Nueva York pero esta última ciudad supo reinventarse. La razón es que, cuando dejó de ser un importante polo textil, la ciudad de los rascacielos mantuvo su liderato gracias a otro sector afianzado en Manhattan: las finanzas. La desregulación financiera llenó los bolsillos de una clase de ejecutivos adinerados y grandes corporaciones que continuaron generando riqueza para la ciudad.
El autor también investiga los efectos de la segregación racial en las ciudades, sobre todo en el caso de Estados Unidos. Los ciudadanos de color que prosperaron y quisieron asentarse en barrios de blancos a principios del siglo XX fueron boicoteados y amenazados para marcharse. Incluso se instauraron leyes para impedir alquilar un piso en un barrio blanco a un afroamericano pero los activistas lo pararon al lograr que el Gobierno no interviniese y la ley fuese papel en blanco. Finalmente, quienes prosperaron salieron del "guetto" y este siguió sumido en la pobreza.
Por ejemplo, en el caso de Detroit, la clase blanca adinerada se construyó su propio cinturón de urbanizaciones a 12 km del centro de la decadente ciudad, a la que ya no tenían que ir a nada.
Una de las razones clave de que el centro de una ciudad en decadencia atraiga a los pobres es un buen servicio de transporte público que les permite ahorrar dinero a costa de su tiempo. Mientras, la gente rica usa el coche para todo.
En cuanto a las favelas de Río de Janeiro, Glaeser sostiene que, pese a la miseria y la delincuencia, estos lugares ofrecen mayores oportunidades para sus habitantes que el rural. Añade que, en su día, alrededor de ciudades como Nueva York también se crearon poblados chabolistas porque muchos inmigrantes eran atraídos a aquel lugar.
Graeser también analiza las ciudades disfuncionales como Kinsasa, capital de la R.D. del Congo, (hasta 1966 conocida como Leopoldville) fue fundada por dos explotadores coloniales: el aventurero Stanley y el rey belga Leopoldo II. Tras la independencia, el dictador Mobuto convirtió la capital del Zaire en un lugar inseguro y corrupto, que atraían a más corruptos que querían negociar con el dictador. A día de hoy, Kinsasa sigue siendo una de las ciudades más inseguras y peligrosas del mundo, lo que no impide que atraiga a más población, pues ya hay más de diez millones de habitantes. En Kinsasa, cuenta el autor, nada funciona.
En otro capítulo, Glaeser estudia cómo las grandes ciudades se protegieron de los estragos de la peste y la delincuencia. Un ejemplo es Nueva York, preocupada en el siglo XIX en obtener agua limpia tras un brote de cólera que se propagaba desde un pozo. Un banquero propuso una iniciativa privada que resultó poco eficiente por lo que el municipio invirtió un montón de dinero en alcantarillado y redujo la mortalidad por enfermedades. La ciudad volvió a ser castigada en 1918 con la gripe española y en 1980 con el sida.
El segundo reto fue la delincuencia; en el siglo XIX la policía neoyorquina era corrupta y la delincuencia escalaba a 5 crímenes por 100.000 habitantes en 1930, en la época del gansterismo. Ciertas reformas permitieron reducir la violencia entre 1930 y 1960 pero, a partir de entonces, se disparó hasta los 22 muertos por 100,000 habitantes. La situación era tan mala que la esperanza de vida en NYC era dos años menor que en el resto del país. En los años 80, se aplicaron políticas más duras con severas penas en la cárcel y se aumentó la plantilla de policías, por lo que la delincuencia bajó mucho. Graeser sostiene que las medidas progresistas para mejorar las condiciones de vida de los barrios pobres no redujo la delincuencia y lo único que funcionó fue meterlos a todos en la cárcel, con lo que ya no podían delinquir.
En otros sitios, con mucha miseria, como Bombay, apenas hay delincuencia porque los vecinos vigilan en favor de su comunidad.
Posteriormente, Glaeser examina el triunfo de Londres, ciudad en la que viven 32 multimillonarios. La razón por la que estos ultrarricos eligen Londres es porque hay una gran oferta de entretenimiento y porque tienen muchas tiendas en las que gastar su riqueza, caso de las calles Bond Street, Arcade y Picadilly. Salir a cenar también es una atracción mejor que el teatro. Los grandes autores de teatro ponen sus funciones en la ciudad porque hay un gran público potencial.
Otros ejemplos que analiza es el éxito de ciudades como la canadiense Vancouver que cuando dejó de tener importancia como puerto aprovechó la energía de sus emprendedores de la escuela de ingeniería que montaron sus propios negocios. En el caso de Boston, también dejó de ser un puerto importante cuando el transporte se abarató pero aprovechó su excelencia y formación superior de sus escuelas y prestigiosas universidades (Harvard, MIT) para reinventarse.
También estudió el caso de Dubai, que invirtió en ladrillo para generar ingresos a parte del petróleo pero el autor considera que algunos proyectos fueron desmesurados y la ciudad se endeudó por encima de lo que podía soportar y necesitó un rescate de un país vecino.
Por otro lado, examina casos de fracaso como el de la ciudad alemana de Leipzig, que tiene muchos edificios abandonados y han fracasado los intentos de reflotarla.
También estudia los intentos de mejorar la educación en los barrios pobres de Nueva York. Las iniciativas han sido fracasos, tanto cuando intentaron mezclar a alumnos ricos en barrios pobres como cuando ocurrió lo contrario. Los ricos siempre acabaron escapando a zonas de urbanización con mejores escuelas. Otro plan fue inyectar fondos a las escuelas pobres pero tampoco funcionó. Alguna iniciativa de alto nivel de exigencia a los alumnos pobres empezó a dar resultados y ese modelo ha funcionado mejor y se han repetido experiencias. Pero Glaeser recalca que el éxito de las ciudades radica en que atraiga a mentes privilegiadas y que estas contacten entre sí para generar nuevas ideas como ocurrió con Ford y otros emprendedores de la industria automovilística en Detroit o luego en Silicon Valley, donde la universidad de Stanford atrajo a numerosos ingenieros que a su vez crearon start ups, Parte de las ciudades que han sabido reinvertarse lo han podido hacer porque acumulaban un babaje cultural de varios siglos, como aquellas ciudades, caso de Boston, que contaban con universidades centenarias. Toda esa concentración de talento ha permitido que salgan adelante nuevas iniciativas empresariales.
La parte final del libro examina las ventajas de edificar a lo alto y en vertical, frente al modelo de casas bajas y de la protección del centro. Sostiene que la gente huye de los centros históricos, en los que no se puede construir, y se afinca en los suburbios. Su idea es que si una ciudad quiere abaratar su suelo tiene que permitir levantar grandes edificios que son más baratos y permiten que la ciudad sea más competitiva.
Relata cómo ciudades como Nueva York crecieron a lo alto gracias al esqueleto de acero que permite elevar la estructura rápido y sencillo. Hubo pioneros que empezaron en la industria textil, que levantaron grandes rascacielos hasta que la Gran Depresión hundió el negocio inmobiliario. El Empire Estate Building pudo terminarse incluso más barato porque, debido a la crisis, había abundancia de hierro barato.
El autor sostiene que las ciudades deben ser competitivas y que no deben rescatarse ni enterrar ayudas en ciudades que no son viables económicamente. Pone el caso de Nueva Orleans, que fue un puerto prominente en el siglo XIX pero que lleva más de un siglo en decadencia, lo que se agravó con el huracán Katerinne. Los intentos de reconstruir esta ciudad y las grandes inversiones realizadas no ayudarán a reflotar la economía de la ciudad, que no ha sabido reinventarse ni hacerse competitiva. Sería el típico ejemplo de ciudad barata y pobre que atrae a más pobres porque su suelo es barato. Por eso, considera que el libre mercado es el gran árbitro que decide qué ciudad es competitiva y tiene futuro y cual no, y por eso cree que debe haber mayor movilidad entre sus habitantes para trasladarse allí a donde haya oportunidades de llevar una vida mejor, ganar más e intercambiar ideas.
(continuará)
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