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lunes, 17 de diciembre de 2018

"Clases", de Erik Olin Wright (1985)

Resumen del libro "Clases", de Erik Olin Wright (1985)

Resumen original y actualizado del libro:

Sociología, estructura social, clases, movilidad social

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Ficha técnica

Título: "Clases"

Título en inglés: "Classes"

Autor: Erik Olin Wright 

Fecha de publicación en inglés: Londres, 1985

Fecha de publicación en español: 1994

Editorial: Siglo XXI de España Editores SA, Madrid

Número de páginas: 374

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 Biografía del autor  Erik Olin Wright (hasta 1994)

 Erik Olin Wright (1947, Berkeley, California) estudió en la Universidad de Harvard (1964-1968), donde obtuvo la licenciatura en estudios sociales. Cursó estudios de Historia de la Universidad de Oxford, trabajando en especial con Christopher Hill. En 1976 se doctoró en la Universidad de California. Actualmente (en 1994), es catedrático de Sociología en la Universidad de Wisconsin, en Madison. Ha publicado numerosos artículos y algunos libros, entre los que destacan: The Politics of Punishment: A Critical Analysis of Prisons in America (1973) y Clase, crisis y Estado (Madrid, Siglo XXI; 1983)

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Texto de la contraportada

El concepto de clase, tal vez el más importante de la teoría marxista, carece paradójicamente de una definición formal y rigurosa en la obra de Marx. Hay un desajuste entre el nivel estructural abstracto del análisis marxiano, con dos clases nítidamente polarizadas y con intereses radicalmente contrapuestos, y las situaciones históricas concretas, en donde los protagonistas del conflicto social parecen moverse en un mapa mucho más abigarrado y borroso. La evolución de las sociedades del capitalismo avanzado ha mostrado que tal desajuste no es el efecto pasajero de un proceso de acomodación de la sociedad al modo de producción triunfante; la evidente consolidación de las "clases medias" se ha convertido en el gran reto teórico de la sociología marxista contemporánea.

En esta obra que es ya un hito en la moderna reflexión sobre las clases, Erik Olin Wright se embarca en una reconstrucción integral de ese concepto, y de los tipos de sociedad a que da lugar, tan audaz en sus planteamientos como respetuosa con la fuerza explicativa y la radicalidad que Marx quiso otorgarle. El autor da un paso más allá respecto de su anterior aportación teórica, las ya famosas "posiciones de clase contradictorias", y reinvidica una vuelta al concepto de explotación- apoyado por la nueva teorización del economista John Roemer - como criterio básico para definir las clases. Sigue luego un debate sobre la adecuación empírica de la nueva definición frente a propuestas alternativas como la de Poutlantzas.

Clases no es solamente un brillante ejercicio teórico, metodológicamente preciso y elegante: el autor ha asumido también el riesgo de la confrontación con la experiencia poniendo a prueba sus conclusiones con la ayuda de una encuesta de alcance transnacional sobre la estructura y la consciencia de clase, que se completa con una comparación entre las estructuras de clase, de los EE.UU. y Suecia. En palabras de Claus Offe, se trata de "una reformulación de la teoría de las clases empíricamente fundamentada que alcanza cotas ejemplares de rigor crítico, complejidad y claridad".

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ÍNDICE
(resumido)

Prefacio

1. Planteamiento del problema: el programa de análisis de clase
    El legado de Marx

Primera parte (cuestiones conceptuales)

2. Biografía de un concepto: posiciones de clase contradictorias

3. Un marco general para el análisis de clase
   El concepto de explotación (Roemer)

4. Implicaciones y elaboraciones del marco general
   Teorías alternativas de las clases.

Segunda Parte (Investigaciones empíricas)

5. Decisión empírica entre definiciones de clases rivales

6. La estructura de clases en el capitalismo contemporáneo: una comparación entre Suecia y los Estados Unidos

7. Estructura de clases y consciencia de clase en la sociedad capitalista contemporánea

8. Conlusión
Apéndice I: Estrategias prácticas para la transformación de conceptos
Apéndice II: Construcciones de variables
Apéndice III: Datos completos de los cuadros seleccionados

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RESUMEN

Comentarios iniciales: el libro recobra interés porque, en los años 80, intentó hacer una radiografía de las clases sociales y descubrió que la clase media estaba llena de contradicciones. Las revueltas de los "chalecos amarillos" en diciembre del 2018 en París revela que la clase media de provincias está indignada. Para comprender sus motivaciones, hay que entender bien el concepto de clase, que el autor trató de definir en los años 80 y luego lo quiso corroborar experimentalmente con encuestas.

Inicialmente, el marxismo definía las relaciones de clase primordialmente en términos de las relaciones de dominación dentro de la producción. El concepto abarcaba cuatro propiedades estructurales: las clases son relacionales, esas relaciones son antagónicas, esos antagonismos están arraigados en la explotación y la explotación está basada en las relaciones sociales de producción.

Primero Roemer y luego Wright revisan esta idea. Otra pieza clave es que el autor introduce una nueva clase, la "clase media" (intelectuales, expertos), llena de contradicciones entre las relaciones de clase, o bien un "estrato intermedio" entre burguesía y proletariado.

En el caso de Roemer, compara los diferentes sistemas de explotación tratando la organización de la producción como si fuese un "juego" (teoría de los juegos). Los jugadores poseen distintos tipos de bienes productivos (capital y cualificaciones) que introducen en la producción y que utilizan para generar ingresos de acuerdo con un determinado conjunto de reglas. La clave es si a una parte le interesa "retirarse" del juego o qué alternativas tiene para irse a un juego alternativo. A las tres sociedades clasistas (feudal, capitalista, socialista) añade la del "status" (se refiere a una sociedad teórica pero inexistente que es gobernada por burócratas; un ejemplo cercano sería la burocracia soviética).

Wright señala que el capitalismo tiene múltiples futuros, una vez que se admite que son posibles sociedades poscapitalistas con nuevas formas de estructuras de clases, con nuevos mecanismos de explotación y de dominación. El autor señala que la reconceptualización de clase propuesta en su libro sugiere que el núcleo de la lucha positiva en favor del socialismo es la democracia radical. Comenta el autor que el socialismo es una sociedad en la que el control sobre los bienes de capital y de organización ya no supone una fuente significativa de explotación (el socialismo, dice, significaría un control democrático radical sobre los recursos físicos y organizativos utilizados en la producción). Añade que la conciencia creciente de la importancia de la democracia ha sido una de las marcas distintivas de los debates políticos recientes entre la izquierda.

El autor sugiere que la lucha a favor del socialismo y la lucha a favor de la democracia son dos facetas de un mismo proceso. "Sin una redistribución de los bienes de organización mediante una democratización del proceso de control y coordinación de la producción, la explotación de bienes d organización seguirá, y sobre esa explotación se construirá una nueva estructura de relaciones de clase. La democracia no es simplemente una cuestión de cómo organizar las instituciones políticas del Estado; también afecta a cómo se constituyen las relaciones de clase mismas", afirma.

Wright insiste en que la estructura de clases no está simplemente polarizada (obreros-burguesía) sino que dentro de estas clases hay contradicciones de intereses (y los ocupantes de esas posiciones están directamente amenazados por el socialismo o lo ven de forma ambigua). El problema, dice el autor, es que el socialismo es difícilmente alcanzable si esas clases que deben cooperar no ven ventajas materiales claras. O bien se niega este problema o bien se elimina el derroche masivo (gastos militares excesivos, publicidad, consumo ostentoso), lo que beneficiará a la mayoría de la sociedad. Incide en que la productividad real del consumo útil se expandirá tanto que a muchas personas de esas clases contradictorias les irá mejor al elevar el nivel medio de vida. Otra idea es que los socialistas se ganen a las clases contradictorias mediante mejoras en la calidad de vida, ampliación de la libertad real, reducción de la violencia (lo que favorecería las coaliciones de clase).

Recalca que en sus investigaciones ha visto que el proceso de formación de clases está mediado por la política y la ideología, por lo que propone transformar esas mediaciones (ve por ejemplo que las diferentes legislaciones laborales en Suecia y EE.UU. explican que los niveles de sindicación sean tan diferentes; la diferencia respecto a las instituciones electorales puede hacer más difícil que los partidos radicales tengan presencia política; los programas de ayudas sociales son universales o solo van dirigidos a beneficiarios aunque muchos pagan más impuestos que otros,...).


El autor reconceptualiza el concepto de clase en términos de relaciones de explotación. Ve tres dimensiones de la explotación.

Primeramente, analiza la obra de Roemer sobre la explotación. Dicho autor ha terminado por rechazar completamente todo concepto de explotación basado en las transferencias de trabajo, por considerar que pueden darse situaciones en las que las transferencias vayan de los ricos hacia los pobres (un agricultor pobre que le alquila su tierra a un agricultor rico para que este la trabaje y gane más dinero a cambio de menos tiempo de ocio).

Para Roemer, que basa su definición en las teorías de juegos (suma cero),  la base material de la explotación reside en la desigual distribución de los bienes productivos, las relaciones de propiedad. Las clases se definen como las posiciones dentro de las relaciones sociales de producción que se derivan de las relaciones de propiedad, determinantes en las pautas de explotación. Unos impiden a los otros apoderarse de los bienes productivos o redistribuir los derechos de propiedad sobre esos bienes.

Wright añade que la explotación implica algo más que la mera opresión económica, incluye tanto esta como la apropiación de los frutos del trabajo de una clase por parte de otra (transferencia de excedentes). En el caso de la explotación, el bienestar de la clase trabajadora depende del trabajo de la clase explotada. En el caso de la simple opresión económica, la clase opresora únicamente tiene interés en proteger sus propios derechos de propiedad; en el caso de la explotación también tiene interés en la actividad y en el esfuerzo de los explotados. En la opresión económica, los intereses materiales de los opresores no se verían perjudicados en caso de que todos los oprimidos sencillamente desaparecieran o murieran. En la explotación, por el contrario, la clase explotadora necesita a la clase explotada.

También explica el concepto de credencial (titulación académica) diciendo que no son el único medio por el que el precio de la fuerza de trabajo cualificada puede exceder sus costes de producción; la dotes naturales constituyen su segundo mecanismo.

Define la explotación como "una apropiación económicamente opresiva de los frutos del trabajo de una clase por otra. No todas las apropiaciones son económicamente opresivas ni todas las formas de opresión económica implican tal apropiación. Es la combinación de opresión económica y apropiación lo que hace de la explotación una base tan poderosa para los antagonistas objetivos entre intereses materiales.

Explica que la explotación feudal se basaba en desigualdades generadas por la propiedad de bienes en forma de fuerza de trabajo; la explotación capitalista, en desigualdades generadas por la propiedad de bienes alienables; la explotación socialista, en desigualdades generadas por la propiedad de bienes inalienables. Así, hay señores y siervos (feudalismo), burgueses y proletariado (capitalismo), y expertos y obreros (socialismo)

Dimensiones de la explotación

1) los bienes en medios de producción (la posesión da lugar a dos clases del capitalismo: los obreros, quienes no poseen los medios de producción deben vender su fuerza de trabajo en un mercado laboral para poder trabajar; y los capitalistas, quienes al poseer cantidades sustanciales de medios de producción pueden contratar asalariados que usen esos medios de producción y no necesitan trabajar ellos mismos en absoluto). A mayores hay otras clases que poseen algunos medios de producción, suficientes para proveer parte de su subsistencia pero no para reproducirse a sí mismos, lo que les fuerza a vender también su fuerza de trabajo en un mercado laboral (asalariado semiproletarizado del capitalismo temprano y campesinos a tiempo parcial del Tercer Mundo). Y, finalmente, hay personas que poseen suficientes medios de producción para contratar trabajadores, pero no los bastantes como para tener realmente la oportunidad de no trabajar nada (pequeño empleador, patronos artesanales, pequeños granjeros, tenderos), el cual trabaja junto con sus empleados, a menudo haciendo el mismo tipo de trabajo que las personas a las que contrata.

Añade que la pequeña burguesía se define como cualquier persona autoempleada que no tenga más que un empleado. No distingue entre asalariados plenamente proletarizados y trabajadores semiproletarizados.

2) Bienes en la organización. Consisten en el control efectivo sobre la coordinación e integración de la división del trabajo. Lo característico es que estos bienes tengan una especial relevancia para definir las relaciones explotadoras de la dirección si bien no todos los empleos que formalmente se tildan de "directivos" implican un control sobre bienes de organización. (Incluye a los directivos, implicados en las decisiones sobre la política dentro del lugar de trabajo y que poseen autoridad efectiva sobre los subordinados; los supervisores, que tienen autoridad efectiva sobre subordinados, pero que no están implicados en las decisiones de la organización. Considera que estos cargos tienen bienes de organización marginales; y los no directivos, sin ningún bien organizativo.

3) Bienes en credenciales. Con cualificaciones académicas formales (expertos, empleados cualificados, no-cualificados). Mantiene sus reservas sobre el carácter clasista de esta categoría.

En el capítulo 5 usó esta reconceptualización para comparar el concepto centrado en la explotación con dos rivales (la definición de la clase obrera por el trabajo manual y la definición por el trabajo productivo) y apostó por el primero.

En el capítulo 6, examinó la relación entre estructura de clases y desigualdad de ingresos y averiguó que la renta se incrementaba en un modo esencialmente monocorde según se movía por todas las dimensiones de la explotación, ya fuesen tomadas separadamente o en conjunto.

En el capítulo 7. estudió la relación entre la estructura de clases y la consciencia de clase y descubre que los datos obtenidos son acordes con las dimensiones de la explotación.

El autor deduce que tanto en Suecia como en Estados Unidos, a pesar de los cambios técnicos y sociales del capitalismo contemporáneo, la clase obrera sigue siendo con diferencia la más numerosa dentro de la fuerza de trabajo (el 40 % si elimina a los propietarios de bienes de explotación marginales como el empleado semicredencializado). Además, hay una proporción sustancial de la fuerza de trabajo que ocupa posiciones explotadoras dentro de la estructura de clases (el 25 %, excluyendo a los PBEM). El 40 % de los hogares tendrían a una persona que está en una clase explotadora pero no son familias de explotadores netos.

Una importante conclusión, al reconceptualizar el concepto de clase, es que la clase media tiene posiciones que son simultáneamente explotadoras y explotadas, lo que determina la complejidad de sus intereses de clase y los sitúa en las "posiciones contradictorias dentro de las relaciones de explotación" pues, por un lado son explotados pero, por otro, tienen intereses distintos a los de los obreros.

Añade que el hecho de que una porción importante de la población pueda sentirse relativamente cómoda en términos materiales no desmiente el que sus capacidades e intereses sigan atados a las relaciones de propiedad y a los procesos de explotación que los acompañan.

Ve varias implicaciones a nivel político: la centralidad  de la democracia radical para el programa político del socialismo, la necesidad de concebir el proceso de formación de clase en el capitalismo actual como un problema de alianza de clase y la importancia que tiene crear las mediaciones políticas que hagan posibles esas alianzas.



Estructuras de clase

También pasa a descomponer la estructura de clases  1) por sectores económicos 2) por el empleo público y 3) vínculación entre credenciales y autoridad.

Usando diversas estadísticas de Suecia y Estados Unidos llega a la siguiente conclusión:

- Distribución por sectores económicos: Estados Unidos y Suecia poseen estructuras económicas bastante similares pero hay diferencias llamativas (EE.UU. tiene al 33 % ocupado en sector servicios de mercado capitalista tradicional (distribución, negocios y personales) y Suecia al 18 %; y a la inversa, Suecia tiene más empleo en servicios sociales y políticos ). Ambas superan el 55 % de empleo en el sector terciario.

- Distribución por el empleo público y por asociación de autoridad y credenciales.

El autor señala que los efectos de clase son mayores que los efectos sectoriales y que cuando la distribución del empleo entre los sectores tenía alguna influencia, por lo general el Estado estaba involucrado en ello. La diferencia en la distrubución de la autoridad en ambos países y el vínculo entre credenciales y autoridad explican la mayor parte de las diferencias entre la distribución de las posiciones contradictorias de clase de las dos sociedades.

Añade que las diferencias entre las estructuras de clase de Suecia y EE.UU. giran en buena medida en torno a determinantes políticos.

Dice que la conciencia de clase es muy difícil de medir en las encuestas y que pretende denotar propiedades subjetivas que afectan a la elección consciente de actividades que tienen un contenido clasista. Puede suceder que no haya simplemente un desajuste entre el modo de responder de las personas a las decisiones artificiales de una encuesta y a las decisiones reales de la práctica social, sino que se produzca una inversión sistemática de las respuestas.
Añade que la identificación de clase en cierto modo combina las tres dimensiones de la consciencia (perceptiva, teórica y normativa). Idendificarse con una clase concreta es percibir el mundo a través de determinadas categorías, sostener determinadas teorías sobre las causas (echarle la culpa a alguien de la pobreza) y dar algún sentido evaluativo a los intereses vinculados a esa clase.

Señala que Suecia y Estados Unidos son en muchos aspectos polos opuestos dentro de los países capitalistas avanzados en cuanto a la formación de clase, la expansión del estado, la desigualdad de rentas, los programas del estado de bienestar... Sin embargo, afirma, la pauta básica que conecta a la estructura de clases con la consciencia es muy similar en los dos países: ambos están polarizados de acuerdo con las tres dimensiones de la explotación y los valores en la escala de consciencia varían monocordemente según se atraviesan esas dimensiones.

Añade que aunque la pautación global de la consciencia está determinada estructuralmente por las relaciones de clase, el nivel de consciencia de la clase obrera dentro de una determinada sociedad y la naturaleza de las coaliciones que se construyen sobre esas relaciones quedan confomadas por las prácticas políticas y organizativas que caracterizan la lucha de clases. Sostiene que pese a todo su reformismo y a sus esfuerzos por lograr un compromiso de clases estable en la sociedad sueca, el Partido Socialdemócrata sueco y el movimiento obrero sueco asociado a él, han adoptado estrategias que refuerzan ciertos aspectos de la consciencia de clase obrera, en lugar de dejar que una sólida hegemonía ideológica burguesa la absorba. El partido incorporó al debate los asuntos del poder y la propiedad. En cambio, en Estados Unidos los partidos políticos y sindicatos se han embarcado en prácticas que han minado la consciencia de clase obrera. Cita, por ejemplo, que el partido demócrata ha separado sistemáticamente el discurso político del lenguaje de las clases y ve un limitado abanico de alternativas para enfrentarse a los problemas del poder y la propiedad, y los obreros no se ven como grupo especial con intereses comunes frente al capital. En Suecia hay mayor incidencia de conciencia de clase, las clases están más polarizadas ideológicamente y la coalición de clase obrera edificada sobre ese terreno ideológico más polarizado es mucho más extensa.


(en elaboración)


lunes, 30 de octubre de 2017

"La España vacía", de Sergio del Molino (2016)

Resumen del libro "La España vacía", de Sergio del Molino (2016)

Resumen original y actualizado en:
https://evpitasociologia.blogspot.com/2017/10/la-espana-vacia-de-sergio-del-molino.html

Resumen elaborado por E.V.Pita, doctor en Comunicación Social y licenciado en Derecho y Sociología

Sociología, sociología rural, población, estructura social, urbanismo, distribución poblacional, demografía
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Título: "La España vacía"

Subtítulo: "Viaje por un país que nunca fue"

Autor: Sergio del Molino

Fecha de publicación: Madrid, 2016

Editorial Turner Publicaciones SL

Número de páginas: 292

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Biografía de Sergio del Molino  (hasta 2017)

Sergio del Molino nació en Madrid en 1979. Es autor de La hora violeta, novela por la que recibió el Premio Ojo Crítico de Narrativa 2013 y el Premio Tigre Juan 2013, entre otros, y que ha sido traducida a varios idiomas. Desde su debut literario, en 2009, ha publicado la colección de relatos Malas Influencias (2009), el ensayo literario Soldados en el jardín de la paz (2009), una antología de sus textos periodísticos más personales. El restaurante favorito de Nina Hagen (2011), la que fue su primera novela No habrá más enemigo (2012) y Lo que a nadie le importa (2014), que anticipa en clave narrativa algunos temas que aparecen en La España vacía, su primer gran ensayo.

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Texto de la contraportada

"Hay dos Españas: una urbana y europea, y una España interior y despoblada. La comunicación entre ambas ha sido y es difícil. A menudo, parecen países extranjeros el uno del otro. Y, sin embargo, la España urbana no se entiende sin la vacía.

Esa España interior del Quijote, la que divisamos desde la autovía, la de los pueblos que para algunos son la feliz aldea de los veranos infantiles y para otros el paisaje de la leyenda negra, es la España vacía de este ensayo.

Buñuel, Azorín o Almodóvar la convirtieron en escenario. Los políticos la visitan en campaña electoral o la olvidan en cuanto llegan al gobierno. Los urbanitas vuelven a ella soñando con una vida más fácil. Y los que la viven bajan a Madrid a gritar que existen.

Un ensayo originalísimo y emocionante, escrito por una voz joven, con mirada política y sensibilidad literaria. Un libro imprescindible, que le hará pensar en su familia, en sus raíces y en su forma de vivir".

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ÍNDICE

El misterio de las casas quemadas

Primera parte. El Gran Trauma

I. La historia del tenedor

II. El Gran Trauma


Segunda parte. Los mitos de la España vacía

III. La ciencia del aburrimiento

IV. Tribus no contactadas

V. Marineros del entusiasmo

VI. La belleza de Maritornes

VII. Manos blancas no ofenden.


Tercera parte. El orgullo

VIII. Los hijos de la tierra

IX. Una patria imaginaria.

Coda: explicaciones no pedidas

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RESUMEN:

Comentarios iniciales: Estamos ante una gran obra de Sociología, del estilo "La primavera silenciosa", un ensayo que también es útil para los economistas para comprender y visualizar la estructura económica de España con grandes polos industriales concentrados y rodeados de "desiertos" despoblados. 

El autor recuerda sus tiempos mozos, cuando sus padres de Madrid quisieron irse a vivir a un pueblo castellano. A pesar de su vida idílica, los inviernos cortaban las carreteras por la nieve y pronto se mudaron a Alicante. Es la forma de arrancar este libro sobre el abandono del rural, un declive que Delibes ya describió en 1978 en El Disputado Voto del Señor Cayo.

A medida que se avanza por las páginas del libro, el lector toma conciencia del desolador panorama del interior de España, que abarca las dos Castillas, Aragón, La Rioja, Extremadura y (en una extensión que hace el autor) las provincias gallegas de Ourense y Lugo. Estas provincias y regiones se caracterizan por tener pueblos vacíos en zonas desérticas, sin apenas población, con el rural abandonado o explotado por grandes compañías pero que no generan trabajo. Compara los pueblos franceses, italianos o alemanes enclavados a lo largo de carreteras con verdes e idílicos paisajes que siguen vivos y llenos de alegría y rebosantes de niños al otro lado de los Pirineos frente a los pueblos "zombies" castellanos. Mientras Europa ha logrado hacerlos económicamente viables y cada semana celebran una feria con quesos y otros productos locales, en Castilla y Aragón, no hay nadie por las calles y sus paisajes son desolados. [nota del lector: la imagen de los pueblos europeos contiguos siguiendo el trazado de la carretera también es típica de la Galicia costera].

En primer lugar, señala que lo que él llama la España Vacía cuenta con 7 millones de habitantes, aunque solo hay tres ciudades importantes: Madrid, Zaragoza (700.000 habitantes) y Valladolid (300.000) y el resto son capitales de provincia. Su extensión es similar a Bélgica, que tiene el doble de habitantes. Fuera de la capital, todo es un páramo, con una densidad de población de 8 habitantes por kilómetro cuadrado, similar a la de Laponia. En sí, España, con una superficie similar a la de Francia, que duplica a Inglaterra, y por encima de Italia y Alemania, es un país vacío, con poca población respecto a los estados más occidentales. Pone como ejemplo que en todo el Levante agrupa a 17 millones de habitantes y que Andalucía suma otros siete.

El éxodo del rural tiene su origen entre 1945 y 1950, cuando los jóvenes empezaron a emigrar del pueblo a la ciudad en busca de una vida mejor ante la falta de empleo en el campo y por la industrialización en las ciudades, que duplicaron o triplicaron su población en 30 años. Primero se fueron a la ciudad los jóvenes y luego los viejos, en busca de servicios médicos.
 La película "Surcos" relata las míseras condiciones de los campesinos que viven en descampados de Lavapiés, en Madrid, y los jóvenes se dedican a robar y las chicas a prostituirse con los señorones de la capital. La novela "Tiempo de Silencio" aborda la misma cuestión. La pobreza no se podía esconder pero se hizo más humana con el humor de Paco Martínez Soria, el prototipo de "paleto" que se va a vivir a la capital. El autor dice que nadie, en 50 años, hizo nada por resolver el abandono del campo. Explica que el general Franco expresaba su gran admiración por los valores agrarios y ganó la Guerra Civil con la ayuda campesina pero luego siguió representando al capitalismo de siempre. El régimen militar dirigió una política de inundación de valles para construir embalses y generar electricidad para las ciudades y apostó por la creación de polos industriales en Madrid, Bilbao y Barcelona, que se llenaron de inmigrantes del rural. En 30 años, el campo se vació y la mitad de la población estaba viviendo en una gran ciudad. Fue un crecimiento descontrolado, propio del brutal desarrollismo de los años 60, y la estructura económica se vio completamente descompensada, con pueblos muertos en el interior y la costa superpoblada. Recuerda al crecimiento espectacular de China. Del interior no volvió a tenerse noticias hasta que se movilizaron los de "Teruel también existe".

Otra de las cuestiones que llama la atención al autor es que a nivel político el campo está sobre-representado, su voto vale más que el de la ciudad a la hora de obtener escaños, lo que ha llevado a que los grandes partidos inflen su número de escaños a costa de los pequeños partidos que aunque consiguen muchos votos están dispersos por todo el territorio rural. El reparto de escaños por la Ley de D'Hont fue instaurado para dar "estabilidad" a la política pero, según el autor, se hizo para evitar que el partido comunista lograse muchos escaños y, a la vez, favorecer el bipartidismo. El caso es que el voto de un habitante de Soria vale 5,6 veces más que otro de Madrid. De ahí, que los políticos que comprendieron la ley de D'Hont comprendieron que el voto nacionalista y regionalista resultaba mucho más valioso y rentable que el de otros partidos minoritarios. Nadie ha querido cambiar el sistema porque los opositores que llegaron al poder, lo mantuvieron para seguir en el poder.

Más adelante analiza sitios que simbolizan el rural como Fago (en Huesca) o Las Hurdes (en Extremadura). En el primer caso, Fago era un pueblo de 30 habitantes, la mayoría regresados de la ciudad para buscar tranquilidad, algunos de los cuales se volvieron paranoicos y uno de ellos asaltó al alcalde cuando volvía por carretera en medio de la nieve y lo asesinó con tiros de escopeta. Los vecinos se quejaban de que el alcalde ponía multas "injustas" cuando ellos lo que querían en el pueblo era vivir con tranquilidad y no fijarse en dónde aparcaban el coche. El asesino resultó ser un vecino descontento con la supuesta "tiranía" del alcalde. Fago se había convertido en un infierno administrativo. Los periodistas, incluido el autor, tropezaron con el silencio de los vecinos y del único bar que había. El autor señala que el pueblo más cercano estaba a muchos kilómetros y que el resto era desierto aragonés. Los inviernos eran realmente duros y solitarios, como si te aislasen en una celda de castigo. Hasta Internet iba lento.

Fago representaba la soledad paranoica del mundo rural, del aislamiento invernal que hacía perder la cabeza a sus habitantes, que se peleaban por minucias ridículas y vergonzosas como los niños. Pero el autor replica que hay miles de pueblos casi vacíos y solo se han producido un puñado de crímenes. En todo caso, algunos, el crimen de Puerto Hurraco, con nueve asesinados y los dos culpables huidos al monte perseguidos por la Guardia Civil, despertaron a España en 1990 del sueño de modernidad que parecía vivir con el AVE, la Expo 92 y las Olimpiadas de Barcelona.

Otro caso que analiza es el de Las Hurdes, considerada la imagen de la miseria rural azotada por pobreza, brutalidad y enfermedades infecciosas. En los años 20 del siglo XX, Luis Buñuel rodó allí un pseudodocumental, llenos de monstruo y deformes de feria, bebés flotando en el río, que el doctor Gregorio Marañón rechazó por irreal. La película no pasó la censura y apenas fue vista pero se convirtió en un mito. Hasta el propio Unamuno viajó desde Salamanca a Extremadura para verificar si la parte alta de Las Hurdes era la jungla, sin libros ni nada. Lo desmintió, no le pareció más pobre que otras zonas montañosas que había recorrido antes.

El autor Sergio del Molino concluye que Buñuel quiso seguir la estela de la literatura del momento, estilo Tarzán o El Corazón de las Tinieblas, donde el explorador occidental se adentra en territorio indígena, como es el caso de Las Hurdes. La mala fama de Las Hurdes siguió durante décadas y el Franquismo y luego la Junta de Extremadura se volcaron en esta región para ponerla como escaparate del progreso en el rural, con mucha tienda "delicatessem", etc...

En posteriores capítulos examina el paisaje de Castilla-La Mancha, descrito en El Quijote, y los relatos de los viajeros franceses e ingleses que visitaron España en el siglo XIX atraídos por los tópicos y que estaban aterrorizados con la miseria que veían, por el árido paisaje de Castilla y por la inseguridad de los caminos. El propio cuentista Arthur Andersen no se atrevía a salir más allá de unas manzanas de su alejamiento en Madrid por temor a ser asaltado por bandoleros.

Una idea destacable es que el autor considera que el romanticismo contribuyó a fijar la idea de un paisaje vacío y lleno de pedruscos en Castilla, sobre todo con las traducciones de autores franceses que eran más neutrales pero que la versión española traducía con mayor mordacidad. Los extranjeros sin embargo sí se asombraron de que el país estuviese vacío. Añade que aunque no hayamos leído a Antonio Machado, tenemos una imagen clara y precisa de la ancha Castilla y cuando la visitamos en coche por la autopista la reconocemos al instante. Ese imaginario ha pasado de los libros y poemas al cine y la televisión, de forma que existe en nuestra imaginación la idea de Castilla plana y solitaria.

 Sin embargo, en pleno romanticismo, el poeta y escritor Becquer logró hacerse un hueco en el panorama periodístico de la capital al enviar sus crónicas desde Moncayo y describir sus paisajes de forma totalmente asombrosa para los capitalinos.

Otra de las cuestiones de interés es que Del Molino niega la famosa leyenda que dice que en la Hispania Romana las liebres y ardillas saltaban de árbol en árbol de un extremo al otro del país. No halla ningún testimonio similar en los textos clásicos y los dibujos y grabados y textos del siglo XVIII reflejan un país sin un árbol aunque luego en el XX comenzaron las repoblaciones aunque el paisaje, en esencia, siguió siendo plano y sin sombra.

También se detiene en la ruta de El Quijote. Cree que la mayor parte fue inventada por Cervantes y que no se corresponde con la realidad porque el escritor escribía deprisa y no se fijaba mucho en los detalles (al mismo personaje le ponía nombres distintos o le hacía cenar tres veces seguidas en el mismo capítulo). Además, Cervantes buscaba la risa tabernaria y era muy cruel con los personajes, ridiculizándolos para chanza del público embrutecido. Sin embargo, se ha montado una industria en los pueblos de La Mancha respecto al Quijote diciendo que si pasó por allí o por allá, sin tener en cuenta que era una chanza más del Cervantes, un tipo socarrón en exceso por no decir burlón y que solo buscaba la risa de la taberna. Pero en el imaginario colectivo quedó como un honor que este o el otro pueblo fuesen mencionados en el libro porque creaba una identidad.