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lunes, 8 de abril de 2019

"La anarquía que viene", de Robert D. Kaplan (2000)

Resumen de "La anarquía que viene", de Robert D. Kaplan (2000)

Resumen original y actualizado en:
https://evpitasociologia.blogspot.com/2019/04/la-anarquia-que-viene-de-robert-d.html

Resumen elaborado por E.V.Pita, doctor en Comunicación y licenciado en Sociología y Derecho

Sociología, geopolítica, política internacional, globalización, orden mundial

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Ficha técnica

Título: "La anarquía que viene"
Subtítulo: La destrucción de los sueños de la posguerra fría

Título original: "The Coming Anarchy"

Autor: Robert D. Kaplan

Publicado en español: Coleccion Sine Qua Non, Ediciones B, Barcelona, 2000

Número de páginas: 207

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Biografía de Robert D. Kaplan (hasta el 2000)

Robert D. Kaplan es corresponsal del Atlantic Monthly y autor de seis libros sobre viajes y problemas internacionales, traducidos a una docena de lenguas. Su best-seller, Fantasmas balcánicos (Ediciones B) fue elegido por el New York Times como uno de los mejores libros de 1993 y, por Amazon.com, como uno de los diez mejores libros de viajes de todos los tiempos.

Viaje al futuro del imperio (en esta misma editorial) y The End of the Earth también se situaron entre las obras más vendidas en Estados Unidos; el primero fue elegido por el Washington Post y Los Angeles Times como mejor libro del año.

Kaplan suele ofrecer charlas al ejército de EE.UU. Ha sido consultor del US Army Special Forces Regiment y es miembro de la New American Foundation.

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Texto de la contraportada

"¿Es la democracia el mejor sistema de gobierno? ¿Es legítima la tiranía para el Tercer Mundo? ¿La guerra es beneficiosa en algún sentido? ¿Es contraproducente la paz? ¿Debería Estados Unidos tener un papel preponderante en el mapamundi que se avecina?

Si las respuestas a estas preguntas fueran tan cautelosas como es habitual en política exterior, este libro no tendría sentido. La insolencia de las respuestas con que Kaplan desafía lo "políticamente correcto" para cuestionar la democracia y la paz propician su interés.

El autor sostiene que la democracia será catastrófica para el Tercer Mundo si antes no se consigue cierto desarrollo económico y social; alerta a Estados Unidos sobre el riesgo de que su democracia se convierta en oligarquía en el futuro; critica la paz total y defiende, en cambio, un cierto estado de lucha que prevenga conflagraciones mayores. Y aconseja a Estados Unidos apoderarse de la ONU.
Un libro para el debate que algunos considerán exclusivamente una provocación.

"El cristianismo no hizo el mundo más pacífico ni, en la práctica, más ético, sino simplemente más complejo. La democracia, que está ahora dominando el mundo como anteriormente lo hizo el cristianismo, puede hacer lo mismo"

"La guerra, mucho más que la paz, es una igualadora y una promotora de cambio social"

"La paz verdadera, del tipo que muchos imaginan, sólo es posible mediante una forma de tiranía, aunque sea útil y benigna".

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ÍNDICE

1. La anarquía que viene

    Cómo la escasez, la criminalidad, la superpoblación, el tribalismo y la enfermedad están destruyendo el tejido social de nuestro planeta.

2. ¿Fue la democracia solo un instante?

Mientras tratamos de implantar nuestra versión de democracia en el extranjero, en lugares donde no puede prosperar, también a nosotros se nos escapa de las manos. Por qué la democracia desestabilizará el mundo tanto como lo hizo el cristianismo primitivo.

3. El idealismo no detendrá el genocidio

Lo que reducirá el riesgo de futuros holocaustos no serán los tribunales de crímenes de guerra, sino las políticas de equilibrio de fuerzas y las agencias de espionaje con más recursos económicos. Por qué la humanidad está más protegida si se da por supuesta la maldad intrínseca.

4. Servicios especiales de inteligencia

Por qué las funciones de la CIA y las fuerzas armadas acabarán por fusionarse. La institución del espionaje en Washington adquirirá más poder en vez de tornarse obsoleta.

5. La actualidad: La inquietante contemporaneidad de la Decandencia y Ruina de Gibbon

Por qué Historia de la decadencia y ruina del Imperio Romano, de Edward Gibbon, refleja el mundo tal como es ahora en África, Oriente Próximo y la antigua Unión Soviética.

6. Proporcionalismo: un enfoque realista de la política exterior

¿Qué debe hacer Estados Unidos en el Tercer Mundo, donde hay tanto por hacer y tanto que no puede hacerse?

7. Kissinger, Metternich y el realismo

A World Restored, un libro sobre las guerras napoleónicas que Henry Kissinger escribió en su juventud, muestra las despiadadas ironías de la historia de las que prescindimos deliberadamente, aunque Kissinger llevó esas enseñanzas demasiado lejos en Vietnam.

8. El Nostromo de Conrad y el Tercer Mundo

Una redifinición de realismo con la ayuda de la gran obra de ficción de Joseph Conrad.

9. Los peligros de la paz

Un período prolongado de paz en una sociedad tecnológicamente avanzada como la nuestra podría conllevar grandes males. El ideal de un mundo en paz y gobernado con benevolencia por una organización mundial no es en absoluto una visión optimista del futuro.

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RESUMEN

Comentarios iniciales: el libro es muy duro desde el punto de vista geopolítico de la "real politik" (hasta parece escrito por Kissinger), ya que dice cosas como que en África y el Magreb es más práctico que el Ejército y los militares impongan un gobierno a que los ciudadanos voten en democracia ya que esas elecciones, bien intencionadas, suelen desembocar en caos y guerras civiles brutales y pone varios ejemplos. Menciona el testimonio fatalista de un vecino de Túnez que dice que en el 2000 el país no estaba preparado para tener democracia. Recuerda que, en África, solo el 20 % de la población está alfabetizada, la misma que en la Inglaterra del dictador y tirano Cronwell [nota del lector: como bien dice el reciente libro Factfullness, ese porcentaje de alfabetización ha subido mucho ahora]. Dice que aspira a decir unas cuantas "verdades incómodas".

En muchos párrafos, el autor se identifica claramente con "nosotros" (Estados Unidos), por lo que el libro hay que entenderlo en clave de política exterior norteamericana.

El autor dedica una colección de ensayos a describir el panorama internacional una década después de la caída del Muro de Berlín. "Los años que siguen a una victoria militar y política son tiempos tristes para los realistas". Los vencedores  de la Primera Guerra Mundial, como el ingenuo presidente Wilson, lucharon por el idealismo de la democracia y la libertad (pero en los Balcanes y Oriente Próximo, eso significaba una conciencia étnica exacerbada) y los ganadores de la Guerra Fría creían que la paz iba a traer libertad y prosperidad bajo los estandartes de la democracia y el libre mercado ha dado paso a una "nueva lucha por la supervivencia" en la que "el mal presenta nuevos disfraces".

El autor había viajado por Europa del Este en los años 80 y se dio cuenta de que el desplome del Imperio soviético no iba a ser del todo "alegre" al desmantelarse las estructuras de seguridad, generar conflictos étnicos en Yugoslavia y a una redivisión de Europa en Europa Central y los Balcanes.

Respecto al futuro optimista que muchos veían para una África subsahariana democrática fue igual de ingenuo. Recuerda que Sierra Leona celebró elecciones en 1996 seguidas de una anarquía bajo la banda juvenil Señor de las Moscas. En Rusia, la democracia no mejoró la vida de sus ciudadanos mientras que la autocrática China sí lo hizo. Añade que mientras las fronteras que dibujaron los colonialistas se desintegran, el retorno a la democracia de Nigeria causó un rápido ascenso de la violencia étnica. Añade que los éxitos democráticos, como Nigeria, son "fenómenos superficiales en una situación más generalizada de cataclismo demográfico y medioambiental". Su preocupación son los aumentos bruscos y absolutos en la demografía de los países más pobres en el futuro próximo y por cómo ese factor interactúa con el agotamiento del suelo, las divisiones étnicas y tribales, para generar zozobra.

Desde 1999, "la tesis global de un mundo bipolarizado entre sociedades como la nuestra (que produce los bienes y servicios que el resto del mundo quiere) y las atascadas en distintos formas de caos, se ha mantenido o desarrollado". La anarquía es el paradigma de la era de posguerra fría. Ve un aumento de la desigualdad entre los países ricos y pobres "y la diferencia va aumentando".

Su mensaje no es el fracaso de la democracia sino la aparición de "regímenes híbridos" cuasidemocráticos, que se adhieren oficialmente a los procedimientos parlamentarios mientras entre bastidores los servicios militares y de seguridad juegan papeles dominantes. Cita como ejemplo a Venezuela (en tiempos de Chávez).

Respecto a África Occidental dice que se está convirtiendo en el símbolo del estrés demográfico, medioambiental y social a nivel mundial, donde la anarquía criminal se erige como el verdadero peligro "estratégico" [a afrontar por la civilización occidental]. Hay enfermedad, superpoblación, crimen infundado, escasez de recursos, migraciones de refugiados, erosión de naciones-estado y fronteras internacionales, autorización de ejércitos privados, empresas de seguridad y cárteles internacionales de tráfico de drogas. Sierra Leona, como un microcosmos de lo que está ocurriendo, le recuerda a la Europa medieval anterior a la paz de Westfalia en 1648, con señores de la guerra dominando parte del país. Las selvas de los países vecinos son desforestadas a ritmo acelerado.

Acertó al prever la duplicación de la población de Nigeria en 25 años (en 1995 tenía 90 millones de habitantes y ahora 160) mientras agota sus recursos y las ciudades crecen a pesar de la malaria.

Su principal amenaza, tras las guerras balcánicas del siglo XX, es la "naturaleza desenfrenada" en África. "Para entender los acontecimientos en los próximos 50 años es necesario entender la escasez medioambiental, el choque cultural y racial, el destino geográfico y la transformación de la guerra", por este orden.

El autor desmiente a los tecnooptimistas que creen que la tecnología y el libre mercado resolverá los problemas de agotamiento de recursos: "No tienen en cuenta que el 95 % del aumento de la población tendrá lugar en las regiones más pobres del mundo, donde los gobiernos demuestran escasa capacidad de funcionar". No descarta los análisis neomalthusianos. Ve una división entre aquellos viven en una esfera "posthistórica" de prosperidad burguesa y gran parte de la gente "atrapada en la historia" viviendo en barrios bajos, con conflictos étnicos, con falta de agua y suelo. La gente, según Homer-Dixon, deberá elegir entre estados totalitarios (cita al Irak de Sadam Hussein), miniestados con tendencias fascistas (la Bosnia serbia), y culturas de la calle (Somalia).

Para hacerse una idea de lo que pasa en el mundo, Homer-Dixon, pone este ejemplo: "Imagínese una limousina con aire acondicionado (Occidente y el emergente cinturón del Pacifico) paseando por Nueva York por una zona llena de baches y mendigos sin techo (el resto del mundo).

Así que el mundo se divide en dos: en una parte, está el Último Hombre de Hegel y Fukuyama (el que dijo El Fin de la Historia), sano y mimado, y en la otra parte, el Primer Hombre de Hobbes, condenado a una vida corta, brutal, sucia y pobre. Y ambas estarán amenazadas por la presión medioambiental: el rico la contendrá, el pobre, no.

Una de las claves, como en China, es el traslado de la población rural a las ciudades del litoral. Prevén tensiones y que el centro se desgaje.

Dice que las guerras del futuro serán de supervivencia comunal, agravadas por la escasez medioambiental, subnacionales, con extinción de estados.

Cita al mariscal Metternich (el que puso orden en Europa tras la caída de Napoleón) como un "realista" que implantó régimenes reaccionarios en toda Europa para asegurar la estabilidad y la paz. Respecto al auge del Cristianismo en Roma, dice que el Imperio Romano no se volvió de repente un gobierno pacifista sino que una élite amoldó el Cristianismo a sus intereses para justificar otras guerras.

Respecto a los años de paz, dice que en esa época en la burocracia aumenta la corrupción, infidelidad y estupidez, las instituciones del Gobierno parecen menos vitales y el recuerdo de la amenaza se desvanece. Asegura que la guerra conduce a un respeto por un gobierno progresista y amplio pero la paz crea un vacío institucional que es llenado por empresas dedicadas al entretenimiento.
Ve alarmante la reducción de los ejércitos permanentes porque ve un aumento de las bandas violentas [nota del lector: no se ve nada de eso, sino más bien lo contrario, la criminalidad está cayendo]. Dice que la idea de que un mundo en paz implicará menos violencia es ingenua porque esa violencia adopta una forma que no es organizada (se pueden reducir los índices de criminalidad y poner más prisiones y vigilancia electrónica, lo que según Kaplan demuestra que la paz duradera solo es posible mediante una forma de tiranía, aunque sea sutil y benigna).

Añade que una ONU más poderosa serviría a los intereses de todos en la ayuda humanitaria pero a día de hoy solo representa "ilusiones" pues hace de tribuna para las divisiones de la guerra fría reemplazadas por otras distintas y refleja la élite global tal cual es. Añade que "la ONU adora el consenso pero el consenso puede ser un servidor del mal, puesto que la capacidad de enfrentarse al mal implica la voluntad de actuar con audacia e implacabilidad y sin consenso, atributos que la dirección ejecutiva nacional posee en mucho mayor abundancia que cualquier organización internacional". Dice que reautorizar asesinatos por el Congreso de EE.UU. podría hacer mucho más por "contener el mal" que ampliar el Consejo de la ONU para incluir a India y Brasil.  Cree que EE.UU. debería apoderarse de la ONU para convertirla en un multiplicador transparente del poder americano y occidental.






lunes, 14 de mayo de 2018

"La riqueza y la pobreza de las naciones", de David S. Landes (1998)

Resumen del libro "La riqueza y la pobreza de las naciones", de David S. Landes (1998)

Resumen original y actualizado del libro:
https://evpitasociologia.blogspot.com/2018/05/la-riqueza-y-la-pobreza-de-las-naciones.html

Resumen elaborado por E.V.Pita, doctor en Comunicación, licenciado en Derecho y Sociología

Sociología, Historia de la Economía, crecimiento económico, riqueza, pobreza

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Título: "La riqueza y la pobreza de las naciones"

Subtítulo: "Por qué algunas son tan ricas y otras son tan pobres"

Título en inglés: "The wealth and poverty of nations" (Why Some Are So Rich and Some So Poor)

Autor:  David S. Landes

Fecha de publicación en inglés: 1998

Editorial en español: Editorial Crítica, Barcelona,  en rústica 2000

Número de páginas: 604

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Biografía del autor David S. Landes (fallecido en 2013)

David S. Landes, profesor emérito de historia y economía de la Universidad de Harvard y autor de dos obras clásicas como The unbound Prometheus (Progreso tecnológico y revolución industrial) y Revolution in Time. A "La riqueza y la pobreza de las naciones" se le considera su obra cumbre.
Landes falleció en el 2013.

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En la contraportada, el libro es alabado por Hobsbawm, Galbraith, Dahrendorf, Porter y Estefanía.

Texto de la solapa

"La riqueza y la pobreza de las naciones está considera como la obra cumbre de David S. Landes. Nos ofrece una gran investigación histórica destinada a estudiar uno de los mayores problemas que se hayan planteado hasta hoy las ciencias de la sociedad: ¿por qué unas naciones son tan ricas y otras tan pobres?

Landes nos lleva a explorar con él el curso entero de la historia, de uno a otro lado del mundo, en un recorrido lleno de anécdotas y de hechos sorprendentes, que revelan su asombrosa erudición, pero que no sirven solamente para entretenernos con su amenidad, sino que se integran en un penetrante análisis de las historias de los vencedores y de los perdedores, y en el esclarecimiento de las complejas causas que explican la diversa suerte de las naciones actuales.

El libro ha recibido grandes elogios de figuras de tanta categoría como los premios Nóbel de Economía, Douglas North y Robert Solow, quien lo ha definido como "un cuadro magistral de los grandes éxitos y fracasos económicos en la historia del mundo", de Eric Hobsbawm o de John Kenneth Galbraith, que lo considera "sencillamente maravilloso". Y ha alcanzado, además, otro reconocimiento que está por encima de toda sospecha: el que implica haberse mantenido largo tiempo en las listas de best-sellers del New York Times, lo que prueba la capacidad para llegar al gran público y para cautivarlo.

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ÍNDICE

Capítulo I. Las desigualdades de la naturaleza

Capítulo II. Respuestas a los condicionamientos geográficos: Europa y China

Capítulo III: La excepción diferente: una senda diferente

Capítulo IV: Invención de la invención

Capítulo V: La gran apertura

Capítulo VI: ¡Al Este!

Capítulo VII: De los descubrimientos al imperio.

Capítulo VIII: Islas agridulces

Capítulo IX: El imperio en el este

Capítulo X: Por amor al lucro

Capítulo XI: Golconda

Capítulo XII: Vencedores y perdedores: balance del imperio

Capítulo XIII: Naturaleza de la Revolución Industrial

Capítulo XIV: ¿Por qué Europa? ¿Por qué entonces?

Capítulo XV: Gran Bretaña y los demás

Capítulo XVI: A la caza de Albión

Capítulo XVII: No se hace dinero sin dinero

Capítulo XVIII: El saber es oro

Capítulo XIX: Confines

Capítulo XX: El estilo sudamericano

Capítulo XXI: El imperio celeste: estancamiento y retroceso

Capítulo XXII: Japón: los últimos serán los primeros

Capítulo XXIII: La restauración Meiji

Capítulo XXIV: ¿Comete la historia errores?

Capítulo XXV: El imperio y lo que vino después

Capítulo XXVI: Pérdidas de hegemonía

Capítulo XXVII: Vencedores y...

Capítulo XXVIII: Vencidos

Capítulo XXIX: ¿Cómo hemos llegado hasta aquí? ¿Adónde vamos?

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RESUMEN

Comentarios iniciales: El libro fue un clásico de la Historia de la Economía pero pasados 20 años se notan algunos fallos técnicos que no pasan una crítica de teoría económica actual. No profundiza en las razones de los problemas económicos (desde el punto de vista técnico) que causaron la ruina de muchos imperios (ibéricos, holandés, chino, inglés) que menciona en el libro. Hoy en día los libros que abordan la pobreza o el crecimiento económico  profundizan sobre los flujos de dinero e inversión y capital, la inflación, etc..., prestan mayor atención a estas cuestiones técnicas. Siendo el crecimiento económico el objeto del libro, apenas menciona la teoría Schumpeteriana o no trabaja más en la de Solow. La cuestión tiene importancia porque en los últimos años se están publicando libros de Civilización Universal ("Homo Sapiens", etc...) que ahondan en las líneas generales del crecimiento económico.

En el caso de la caída del imperio español o portugués y su atraso tecnológico, el autor explica la debacle (que duró tres o cuatro siglos) mediante cuestiones como la brutalidad de sus gentes, el oscurantismo de la Inquisición, la falta de innovación o directamente la petulancia o arrogancia de los gobernadores y la pereza, ignorancia y la vagancia de los españoles y portugueses mientras que sus rivales ingleses y holandeses, y sus sucesores norteamericanos, eran muy listos y adictos al trabajo. Aunque con su mordaz estilo, el autor da palos a todos y no se calla las verdades, tiene especial inquina con Europa del Sur, a la que acusa de vaga y maleante. Es especialmente sintomático el episodio colombino en el que los españoles, aventureros ignorantes y asesinos sádicos, exterminaron y torturaron a la población de pobres indígenas inocentes y desarmados del Caribe aunque los franceses, un siglo después, tenían que enfrentarse en las mismas islas a peligrosos salvajes armados con flechas venenosas. En cambio, sobre las batallas entre indios y la Caballería en el siglo XIX explica que los nativos "no supieron aceptar el progreso" y se creían que toda la tierra de ellos. Y sobre los británicos en la India, dice que los colonizadores dejaron grandes obras de ingeniería y trenes, algo que los antiguos señores feudales y déspotas nunca habrían hecho ya que se dedicaban a exprimir a la población.

Se echa de menos que hubiese analizado de dónde procedía la financiación del Imperio, las razones de las quiebras, los efectos del oro en la inflación y haber comprobado si realmente la ciencia hispana no estaba tan rezagada y estaba pisando los talones a las grandes potencias del siglo XVIII. En el caso de Turquía, se resolvió de un plumazo, también sin seguir la pista de sus flujos económicos, aunque sí los políticos.

Líneas generales del libro: La tesis central del libro es que una atmósfera que favorece el trabajo, el emprendimiento y el libre comercio es muy buena para hacer negocios (muy en la línea weberiana del protestantismo) mientras que las trabas burocráticas y la política despótica asfixian el crecimiento.

El autor también incide en la ventaja comparativa (el término ricardiano por el que Portugal se especializaba en producir vino de Oporto e Inglaterra en venderle manufacturas). De sus páginas se desprende que la ventaja comparativa ha sumido a muchos países, incluido Portugal, en la agricultura (porque eran más competitivos), lo que postró a dicho país en la pobreza, y los convirtió en clientes de los países industriales, más ricos. Sin embargo, al final del libro, el autor recuerda que naciones como Argelia apostaron por la industrialización pesada (en lo que no eran duchos) y olvidaron los beneficios de la ventaja comparativa, que los teóricos socialistas consideraban "burguesa".

El libro arranca con un estudio de las cuestiones geográficas y climáticas del mundo para averiguar si ello influye en la pobreza y la riqueza de los países. Concluye que sí es un factor determinante. Pone varios ejemplos: Europa tiene tierras fértiles en las que cultivar grandes cosechas y África, en la zona cálida y tropical, cuenta con muchos desiertos o zonas infestadas de mosquitos que impiden el desarrollo. América del Norte dispone de grandes llanuras en las que cultivar grandes extensiones de cereales a gran escala mientras que Sudamérica está jalonada de montañas, selvas o ríos impenetrables como el Amazonas, donde apenas se puede cultivar de forma extensiva.

Respecto a la cultura, el autor se basa en la obra del sociólogo Max Weber sobre la religión calvinista y la adición al trabajo de los países protestantes. Tras discutir varias ideas del libro, el autor, a lo largo de los capítulos, viene a concluir que la adición al trabajo está detrás de la creación de riqueza, casualmente más presente en los países calvinistas como Inglaterra y Holanda.  Califica a los países católicos y a sus gobernantes de "perezosos" e "indolentes" mientras que Europa del Norte o incluso Japón son países cuyos ciudadanos viven para el trabajo y que ven justo ganar mucho dinero. Además, en estos países de moral trabajadora se permite que circulen ideas para mejorar la calidad de los productos e innovar, lo que supone un motor para el avance y el crecimiento económico. Hay cierto afán de innovación y obsesión por lo nuevo frente a lo antiguo.

Respecto a los países, el autor explica que China lideró el crecimiento económico hasta el siglo XII, cuando se quedó estancada. En aquel momento, incluso tenía altos hornos para fundir el acero que funcionaban con carbón. Eso en plena Edad Media. Además, China inventó la pólvora, la imprenta o la brújula pero no supo explotar todo el potencial: no hizo potentes cañones, ni difundió grandes libros que hiciesen circular el conocimiento, ni tampoco exploró los mares salvo una expedición en África que quedó en nada por el aislacionismo del país. A partir del siglo XV, empezó el atraso de China. Los europeos, siempre batallando y compitiendo entre sí, supieron darle uso a la pólvoca. Además, la imprenta difundió el conocimiento y la brújula les hizo dueños de los mares. A todo ello se sumaron dos inventos genuinamente europeos: el reloj y las gafas. Estos nuevos instrumentos exigían un alto grado de precisión y no todos los países lo podían conseguir. También mejoró la precisión de las armas de fuego, decisivo a la hora de combatir contra gigantes como la Rusia zarista, que carecía de armas de repetición en Crimea.

En cuanto al gran salto de la Edad Media, el autor dice que en Europa las ciudades competían entre sí y eran grandes lugares donde difundir ideas. Algunos países eliminaron los gremios de forma temprana, mientras que en otros países estas asociaciones de artesanos impedían que la gente tuviese estímulos para ganar más dinero. Dice que mientras China se convirtió en un Estado burocrático donde las ideas luminosas se apagaban tras la muerte del maestro y quedaban relegadas al olvido hasta que otra generación las recuperaba como tradición, en Europa una idea innovadora era inmediatamente mejoradas por otros y hacía un efecto se suma acumulativa de conocimientos. Así se pudo perfeccionar el armamento y hacerlo eficaz mientras que en China las armas de fuego eran bastante ineficaces y peligrosas para el propio usuario.

Después, estudia el imperio español en América. Compara el descubrimiento con un genocidio porque, ya fuese por la espada o las enfermedades, los codiciosos, ignorantes y degenerados conquistadores vaciaron el Caribe de indígenas indefensos. Sostiene que todas las naciones tienen cosas que esconder (pues Inglaterra también asesinó a indios) pero que los españoles fueron especialmente sádicos pues competían en idear horribles tormentos para los indígenas. Niega que la "leyenda negra" sea mentira. Como otros autores, concluye que España se quedó atrasada a partir del siglo XVII. En 1640, ya era una potencia derrotada por Europa del Norte, adelantada en la técnica y la ciencia. Lo mismo para Portugal. Atribuye la debacle a la Inquisición, que impidió a los científicos estar al día de las nuevas experiencias y aparatos técnicos. Si quería algún instrumento, debía comprarlo a los países ricos del Norte.

Sobre los portugueses dice que entraron en Asia gracias a los cañones de sus barcos. Tenían instrucciones de "separarse y hundir a cañonazos" a cualquiera que les molestase en el Índico. Tomaron bases en África, la India e Indonesia, pero fueron desalojados por los holandeses. En todo caso, los demás europeos procuraban no molestar a los lusos. El autor se pregunta cómo una nación tan pequeña dominó medio mundo. Lo mismo le preguntó un señor feudal japonés al timonel de un galeón español y este le contestó: "En cada país, los misioneros convierten al cristianismo a los sùbditos y luego estos les apoyan para dominar el país". Asustado el japonés, prohibió el cristianismo.

Sobre el imperio holandés, este fue el dueño de los mares durante un siglo y se afincó en Indonesia, donde se dedicó a cultivar especias. El autor dice que, con la Revolución Gloriosa de 1688, un Orange holandés llegó al trono y las inversiones de Inglaterra y Holanda se fusionaron y entrelazaron. El heredero de Holanda fue Inglaterra, que fue tomando posiciones en la India mediante intrigas palaciegas hasta que el subcontinente quedó bajo su control político y militar. El Reino Unido entendió que el negocio estaba en las plantaciones de algodón e instó a estos cultivos en las colonias americanas y en la India.

Sobre la industrialización, en el siglo XIX los países europeos iniciaron una carrera para no quedarse rezagados respecto a Inglaterra. Enviaban alumnos y espías, contrataban artesanos, poco a poco Francia, Alemania, Suiza, Holanda y Bélgica empezaron a destacar quedando el resto más rezagados. Finalmente, se sumó Japón, que a través de la revolución Meiji, se sumió en un frenesí industrializador y comercial de efectos textiles pero también en una espiral nacionalista. El autor alaba la laboriosidad de los japoneses. Cuenta la historia de una tejedora huérfana casada por conveniencia (porque el marido quería eludir la mili) que hilaba día y noche bajo las órdenes de su suegra. Su marido estuvo en Corea de aduanero durante 24 años y volvió con una concubina y maltrató a la esposa y la echó de su propia casa. La mujer, que había trabajado sin parar durante esos años para reformar la vivienda, se enfadó mucho y prendió fuego a la casa y pasó 10 años en prisión, donde contó su drama a otro preso. Al final, los tejidos japoneses inundaron el mercado. El autor dice que las colonias donde estuvieron los japoneses (Corea y Taiwan) destacan hoy por ser algunos de los países más prósperos del mundo.

Respecto a Latinoamérica, la independencia sumió en el caos a muchos países. Uno de los países que logró posicionarse internacionalmente en el siglo XIX fue Argentina, que avanzó hacia la Pampa pero las tierras subastadas era muy áridas y se concentraron en pocas manos. Tras sus triunfos como exportador de carne, perdió fuelle y entró en decadencia al no poder industrializarse. Muchos otros países fracasaron al intentar poner en marcha su industria, que no era competitiva. Aunque sus productos fuesen más baratos, su calidad era muy mala.

Otro imperio analizado es el ruso. Ya de por sí, iba con atraso a causa de los sectores agrícolas con siervos. En cuanto al turco, se convirtió en cliente de los europeos, a los que compraba armas pero fue incapaz de desarrollar una industria y se dedicó al saqueo de sus vecinos con gobernantes secuestrados por sus cortesanos. Por su parte, un albañés llegó en el siglo XIX a gobernar Egipto e intentó montar fábricas de telares con el hilo de algodón egipcio pero no supieron manejarlas bien y estos negocios quebraron. Nuevamente, se impuso la ventaja competitiva, donde Egipto solo valía para exportar materias primas dejando la industrialización para Europa.

Respecto al auge de Inglaterra y Holanda, el autor no para en elogios ante el éxito de estos países por liderar el comercio internacional en Asia y la Revolución Industrial. Sin embargo, lamenta que el Reino Unido, que lideró la Revolución Industrial se hubiese quedado estancado en la industria del carbón a finales del siglo XIX, lo que supuso un grave retraso respecto a otras economías como la de Estados Unidos, que tomó la delantera al apostar por la cadena industrial y la electrificación a gran escala (caso de Henry Ford y el automóvil). En el sector químico, fue Alemania la que adelantó a todos al inventar el laboratorio moderno, debido a la importancia que dio a la educación.

En el caso de Inglaterra, impuso un libre comercio mundial porque le interesaba mientras que otros países como Japón (que fue obligado a eliminar los aranceles a productos europeos) o Estados Unidos se protegieron mediante todo tipo de trabas para impedir el acceso de productos extranjeros a su mercado.

Posteriormente, analiza el colonialismo en el siglo XIX y la descolonización en el XXI. Sugiere que los europeos hicieron carreteras y que cuando dejaron las colonias, las fábricas y viales quedaron abandonadas. Asegura que los nuevos países independientes empezaron a bajar su PIB tras unos años de crecimiento y bonanza por una mala gestión de los gobernantes, que apostaron por una industria pesada según las recomendaciones socialistas, a la vez que la población se duplicaba y generaba emigración (como el caso de la Argelia francesa).

Finalmente, el autor aborda cómo Estados Unidos, tras la Segunda Guerra Mundial se hizo con el comercio mundial pero se durmió en la "autocomplacencia" y la "autocondescedencia" y acabó superado por la industria de Japón, que impuso un trabajo en equipo, la colaboración de sus empleados para buscar la perfección y el modelo de "just-in-time" (el Toyotismo), inspirado en los supermercados americanos.

El libro termina en 1998. En general, la conclusión del autor es que aquellas economías liberalizadas y donde hay flujo de conocimientos y saberes, así como moral de trabajar duro, son las que alcanzan mayor riqueza mientras otras que son proteccionistas o ponen trabas a la libre circulación de ideas acaban arruinadas o atrasadas.

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CRÍTICAS DE OTROS AUTORES AL LIBRO DE LANDES


Críticas a David S. Landes y "La riqueza y la pobreza de las naciones" en el libro "Una herencia incómoda", de Nicholas Wade (2015)

El autor Nicholas Wade, en "Una herencia incómoda" critica a David S. Landes y su "La riqueza y la pobreza de las naciones". Señala que el historiador examina todos los factores posibles para explicar el auge de Occidente y el estancamiento de China, y llega a la conclusión de que, en esencia, la respuesta reside en la naturaleza de la gente. Landes atribuye el factor decisivo a la cultura, pero describe la cultura de tal manera que implícitamente se refiere a la raza. "Si hemos aprendido algo de la historia del desarrollo económico, es que la cultura supone toda la diferencia", escribe Landes. "Lo demuestra la empresa de las minorías expatriadas: los chinos en Asia Oriental y Sudoriental, los indios en África Oriental, los judíos y calvinistas en gran parte de Europa, y así sucesivamente. Pero la cultura, en el sentido de los valores internos y las actitudes que guían a una población, atemoriza a los estudiosos. Tiene un olor sulfúrico de raza y herencia, un aire de inmutabilidad", añade Landes. Y Wade le replica que Landes sugiere que la cultura de cada raza ha supuesto la diferencia en el desarrollo económico. El autor Wade concluye que las intensas presiones para la supervivencia ha obligado a europeos y chinos a adaptarse y añade que las instituciones que caracterizan a una sociedad son una mezcla de comportamientos determinados culturalmente e influidos genéticamente. Señala que el cambio cultural es muy rápido, como se demostró con Alemania y Japón, sociedades altamente militarizadas que, tras una brutal guerra, se convirtieron en países pacíficos, un cambio cultural demasiado rápido para ser genético. Landes cree que, además de la cultura, hay un componente genético que influye en el éxito, por ejemplo, de los chinos. Sospecha que el auge de China y el de Occidente son acontecimientos no solo de la historia sino también de la evolución humana.




lunes, 3 de abril de 2017

“Solo en la bolera”, de Robert D. Putnam (2000)

“Solo en la bolera”, de Robert D. Putnam (2000)


Resumen original y actualizado en:


Autor del resumen: E. V. Pita, doctor en Comunicación y licenciado en Derecho y Sociología

Sociología, vida comunitaria, civismo, cambio social, capital social
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Título: “Solo en la bolera”
Subtítulo: Colapso y resurgimiento de la comunidad norteamericana

Título original: The Collapse and Revival of America Community

Fecha de publicación en inglés: 2000
Edición en español: Galaxia Gutemberg, Círculo de Lectores. Grupo Editorial Plaza & Janes, Barcelona, 2002

Páginas: 780

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Biografia del autor Robert D. Putnam (hasta 2002)

Robert D. Putnam ha sido presidente del Departamiento de Gobierno de la Universidad de Harvard, director del Centro de Asuntos Internacionales y decano de la John F. Kennedy School of Government. En el 2002 era profesor de la cátedra de Administración Pública “Peter and Isabel Malkin” en la Universidad de Harvard y dirige el Seminario Saguaro, que reúne a renombrados teóricos y profesionales con la finalidad de desarrollar conceptos para el fortalecimiento de los vínculos sociales entre los ciudadanos de las democracias occidentales.
Es autor y coautor de una decena de libros y de más de 30 artículos académicos publicados en diez lenguas, entre los que cabe destacar Beliefs of Politicians (1973), Comparative Study of Political Elites (1976), Bureaucrats and Politicians in Western Democracies (1981) y Disaffected Democracies: What´s Troubling the Trilateral Countries? (2000). El profesor Putnam estudió en el Swathmore College, el Balliol College of Oxford y la Universidad de Yale y es doctor honoris causa por las universidades de Swarthmore y Estocolmo. Ha enseñado en la universidad de Michigan y ha sido miembro del equipo del Consejo Nacional de Seguridad de los Estados Unidos. En el año 2000 publicó Solo en la bolera. Colapso y resurgimiento de la comunidad norteamericana, obra en la que expone las causas y efectos de la pérdida de los vínculos sociales entre los ciudadanos de los Estados Unidos. Este análisis realizado a partir de 500.000 entrevistas y estadísticas que recogen en detalle el comportamiento de los norteamericanos a lo largo de un cuarto de siglo fue celebrado como un hito dentro de los estudios sociológicos. A la luz de su enorme impacto, Robert D. Putnam fue invitado por la Fundación Bertelsmann para coordinar el trabajo de un equipo internacional que investigaría el estado y solidez de los vínculos sociales en Estados Unidos, Suecia, Alemania, Francia, Gran Bretaña, Australia, Japón y España, donde el análisis estuvo a cargo del renombrado profesor de sociología Víctor Pérez-Díaz. Este estudio dio origen al volumen El declive del capital social. La política cultural como condición para la democracia (Galaxia Gutenberg, 2002).

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Texto de la contraportada

Solo en la bolera constituye un estudio revolucionario sobre los cambios que la sociedad norteamericana ha experimentado en los últimos 25 años. Robert D. Putnam, el célebre sociólogo y politólogo, desvela en esta obra cómo los ciudadanos de EE.UU. viven cada día más alejados de sus familias, amigos, vecinos y de las instituciones sociales, ya sean iglesias, clubes o partidos políticos. Para describir este preocupante fenómeno de aislamiento y de pérdida de cohesión social, Putnam recurre a la metáfora del popular juego de bolos, que se está convirtiendo en una actividad solitaria en lugar de un disfrute compartido.
El provocador ensayo de Putnam demuestra que la pérdida de capital social – es decir, los vínculos entre los ciudadanos y las normas de reciprocidad y confianza derivadas de ellos- es también la pérdida del factor más potente de satisfacción social y personal. Con ello está en juego, dice Putnam, la economía, la democracia y hasta la salud y la felicidad de los norteamericanos. Un análisis y una advertencia ya ineludibles en el estudio de otras sociedades de alta tecnología.

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ÍNDICE

Parte 1 : Introducción

Capítulo 1: Reflexiones sobre el cambio social en Estados Unidos

Parte 2: Tendencias en el compromiso cívico y en el capital social

Capítulo 2: Participación política

Capítulo 3: Participación cívica

Capítulo 4: Participación religiosa

Capítulo 5: Vínculos en el lugar de trabajo

Capítulo 6: Vínculos sociales informales

Capítulo 7: Altruísmo, voluntariado y filantropía

Capítulo 8: Reciprocidad, honradez y confianza

Capítulo 9: ¿Contra la corriente? Grupos pequeños, movimientos sociales y la red


Parte 3: ¿Por qué?

Capítulo 10: Introducción

Capítulo 11: Presiones de tiempo y dinero

Capítulo 12: Movilidad y dispersión urbana

Capítulo 13: Tecnología y medios de comunicación

Capítulo 14: De generación en generación

Capítulo 15: ¿Quién fue el asesino del compromiso cívico? Resumen


Parte 4: Bien, ¿y qué?

Capítulo 16: Introducción

Capítulo 17: Educación y bienestar infantil

Capítulo 18: Barrios seguros y productivos

Capítulo 19: Prosperidad económica

Capítulo 20: Salud y felicidad

Capítulo 21: Democracia

Capítulo 22: El lado oscuro del capital social


Parte V: ¿Qué hacer?

Capítulo 23: Lecciones de historia: la edad dorada y la era progresista

Capítulo 24: Un programa para capitalistas sociales

Apéndices: Cuantificación del cambio social, auge y caída de las asociaciones cívicas y profesionales

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RESUMEN

Comentarios iniciales: Este libro es citado frecuentemente por los autores que estudian la caída de la participación ciudadana en la política. El libro fue escrito en el 2000, antes de la irrupción de las redes sociales como Facebook o Twitter o la economía colaborativa. Por tanto, la pregunta que hay que hacerse es si el diagnóstico estaba equivocado e Internet supuso un resurgir de la vida comunitaria o si eso tal resurgir es tan falso como un “amigo” de Facebook.

Resumen: La tesis del autor es que durante los dos primeros tercios del siglo XX una marea poderosa empujó a los norteamericanos a comprometerse cada vez más hondamente en la vida de sus comunidades, pero desde hace unas pocas décadas esa marea se invirtió de manera callada e inadvertida, y fuimos arrastrados por una resaca traicionera. “Durante el último tercio del siglo hemos sido separados unos de otros y de nuestras comunidades sin que nos percatáramos en un primer momento” (Putnam, 2002: 27). Entre las posibles explicaciones está el exceso de trabajo, la expansión suburbana, el estado de bienestar, la revolución feminista, el racismo, la televisión, el aumento de la movilidad, el incremento de divorcios. Algunos factores no tuvieron importancia en el desgaste del capital social. Señala que las escuelas no funcionan tan bien cuando se aflojan los lazos de la comunidad y que la economía o la felicidad dependen de unas reservas adecuadas de capital social. Cree que la solución para invertir un proceso de descomposición cívica hay que buscarla en la terapia aplicada hace un siglo en EE.UU.

En el capítulo “¿Quién fue el asesino del compromiso cívico?” ve pruebas a favor y en contra de las causas de esa desmotivación cívica. Dice que coincidió con la ruptura de la unidad familiar tradicional: madre, padre e hijos (hay más divorcios, familias monoparentales, hogares unipersonales). Señala que las familias tienden a ir a la iglesia y a actividades relacionadas con la juventud (asociaciones de padres, boy scouts) o asistan a reuniones públicas sobre asuntos municipales o escolares. Hay mayor probabilidad de participar en el voluntariado. Pero los matrimonios también son más hogareños y menos dados a visitar clubes.
Lo paradójico es que ahora, al haber más solteros, deberían haber más actividades sociales públicas. Concluye que la unidad familiar tradicional está en decadencia (mucho), al igual que el compromiso religioso (poco) y probablemente existe algún vínculo entre ambos fenómenos. Pero en todo caso, no explica por qué ese mayor tiempo libre de los divorciados no se empleó en una mayor implicación social y comunitaria (partidos, organizaciones laicas, tiempo para vecinos).

Otra cuestión que analiza es la raza. En Estados Unidos, tras la victoria de los derechos civiles, sospecha que el fin de la segregación legal en la vida cívica provocó una “desbandada de los blancos” en las asociaciones comunitarias. Cree que el desgaste del capital social ha afectado a todas las razas y todos han abandonado con la misma rapidez las asociaciones. Tampoco se ve que las generaciones más intolerantes y segregacionistas hayan abandonado las entidades cívicas antes.

Otra tesis atribuye el descenso de la vinculación social a la excesiva dimensión del gobierno y el crecimiento del Estado de bienestar. Dice que es posible que las demoliciones de los viejos barrios hayan eliminado el capital social que había allí así como que ciertos gastos sociales y medidas fiscales hayan desincentivado las actividades filantrópicas de mentalidad cívica. Y estas medidas gubernamentales no explican porqué hay un declive de la liga de bolos, cenas en familia y clubes literarios. Tampoco parece que los individuos que estén en estados que gastan mucho estén menos comprometidos que los residentes en estados ahorradores.

El siguiente sospechoso es el capitalismo y el libre mercado, pues ya los economistas advirtieron que el capitalismo acabaría minando las premisas de su propio éxito al deteriorar los vínculos interpersonales y la confianza social, que había creado una “sociedad fría” sin calidez interpersonal que la amistad requiere. Lo duda pero el autor ve que la nacionalización y globalización de las estructuras económicas ha llevado a la sustitución de bancos, comercios y otras empresas de carácter local por enormes imperios multinacionales “a menudo supone un declive del compromiso cívico por parte de los directivos” (Putnam, 2002:381). “A medida que Wal-Mart sustituye al colmado de la esquina y los empresarios locales son relevados por mercados impersonales, se van atrofiando los incentivos para que las élites del mundo de los negocios participen en la vida comunitaria”. Hay casos de que la “deslocalización empresarial” a finales del siglo XX tendió a desmantelar las iniciativas cívicas en Atlanta, por ejemplo. Así, en Boston, se deshacía una famosa cofradía local de hombres de negocios. Pero el autor considera que esto no explica por qué la deslocalización empresarial iba a afectar a nuestra disposición a asistir a un acto social de la iglesia, jugar a las cartas con los amigos o votar en las elecciones presidenciales.

Respecto a los factores que han contribuido al declive del compromiso cívico y el capital social están:

  • Las presiones de tiempo y dinero (con familias donde trabajan dos cónyuges), lo que hace que disminuya el compromiso social y comunitario. Calcula algo menos del 10 % del declive.
  • La suburbanización (ciudades satélite en la periferia): los desplazamientos para ir y venir del trabajo explicarían otro 10 % del problema.

  • El entretenimiento electrónico (sobre todo la televisión): Ha sido un factor sustancial en la privatización de nuestro tiempo libre. Sería el responsable del 25 % del declive.

  • El cambio generacional (la sustitución lenta y constante de una generación cívica por otra de hijos y nietos menos comprometidos) es un factor poderoso. Sería un 50 % del declive.

  • El autor añade un quinto punto que es la “generación de la tele”: Ve que la coincidencia entre el cambio generacional y los efectos de la televisión a largo plazo complican ligeramente la explicación del cambio porque la generación cívica que ve mucha televisión reduce sus compromisos.
Concluye que el trabajo, la expansión urbana, la televisión y el cambio generacional son partes sustanciales de esta historia.

A medida que avanza en su libro, señala que el hecho de trabajar a tiempo parcial permite a las personas estar en contacto con redes sociales más amplias. El autor dice que “necesitamos premiar a las empresas que muestren una actitud responsable hacia los compromisos familiares y comunitarios de sus empleados y cómo estimular a otros empresarios a seguir su ejemplo”.

Propone el reto de que las personas estén menos tiempo sentadas ante el televisor y más haciendo actividades comunitarias. Por otra parte, señala que Internet ofrece ciertas formas de deliberación democrática y creación de comunidad, lo que ayudaría a fortalecer y no sustituir los lazos directos con sus vecinos (Internet como refuerzo y no suplantación de las redes sociales locales y hechas cara a cara).

También pide a los políticos que animen a sus ciudadanos a participar en la vida pública de sus comunidades, presentándose a cargos, haciendo campaña, trabajando en comités y votando. Dice que las campañas electorales (sobre todo la reforma de la financiación) debería dirigirse a aumentar la importancia del capital social y a disminuir la del capital económico en las elecciones federales, estatales y locales.

Otra idea es que los informes gubernamentales incluyan informes sobre el “impacto del capital social” en unos programas nuevos para llamar la atención sobre sus consecuencias (por ejemplo, al levantar una autopista que dividió un barrio se acabaron con las redes sociales que había).

Propone la reforma de las instituciones cívicas, tanto públicas como privadas, porque están anticuadas después de un siglo de la creación de la mayoría de ellas. Necesitan ser reformadas para invitar a una mayor participación. Esa reforma solo funcionará cuando los lectores se animen a reanudar el contacto con nuestros amigos y vecinos y multiplicar las comidas campestres.

Un reto para los padres y educadores y a los jóvenes es aumentar la participación electoral pero también la asistencia a deportes o coros, altruismo organizado o movimientos sociales de base. Una idea es lecciones cívicas en las escuelas o el aprendizaje de prestación de servicios voluntarios porque aumenta la autoestima, la responsabilidad social, la eficacia ciudadana, las habilidades de cooperación, el liderazgo, mejoran el conocimiento y reducen el racismo. Trabajar como mentor para otra miembros de otra generación (crear páginas web, aprender escritura narrativa) sirve para fines cívicos, lo mismo que participar en actividades extracurriculares (grupos musicales, atletismo, clubes de servicios). Pero incluso hay menos fondos para estas actividades. En las escuelas pequeñas hay más actividades extracurriculares que en las grandes, por lo que propone “desconcentrar” los megacolegios y crear colegios menores. Propone dar premios a los miembros de la Generación X que aporten las mejores ideas.

La entrada de la mujer en el trabajo es otro reto porque obliga a todas las instituciones a hacer el mayor cambio desde hace un siglo. Propone que las empresas tengan lugares más favorables para la familia y más acordes con la comunidad (prácticas que ayudarían a retener mano de obra leal y de alta calidad en tiempos de pleno empleo). La flexibilidad laboral ha tenido un crecimiento importante. Pero el hecho de que haya prácticas laborales que inhiben la participación en la comunidad y la vinculación con la familia generan una “externalidad negativa” que impone a la sociedad un coste sin contrapartida.

Aporta un dato importante y es que muchas de las asociaciones creadas hace un siglo (entre 1880 y 1910) fueron creadas por progresistas de clase media aunque añade que lo hacían para controlar a los inmigrantes de clase obrera más toscos (dice el autor :541) pero que tenían un aspecto benéfico porque reducían las desigualdades sociales. Era una especie de “Gran Hermano” que ilustra los riesgos del comunitarismo extremo. Esas sociedades son las que se descomponen ahora.

El autor añade: “Necesitamos desesperadamente una era de inventiva cívica para crear un conjunto renovado de instituciones y canales que revigoricen una vida cívica que se acomode a nuestra propia existencia. El reto que ahora se nos plantea es el de volver a inventar en el siglo XXI el equivalente de los boyscouts, los centros de asentamiento, los terrenos de juego” (Putnam, 2002:543). Dice que la disposición a experimentar y errar es el precio del éxito de la reforma social.

Putnam comienza su libro con la enumeración de numerosos casos por todos los Estados Unidos en los que las asociaciones comunitarias han perdido afiliados y los que quedan tienen 70 y 80 años sin esperanza de renovar sus filas. Aquí se incluyen bandas de música de instituto, clubs de bridge, asociaciones en defensa de los derechos civiles, veteranos, ligas de caridad, antiguas alumnas que promueven becas pero también iglesias y sinagogas. Todas ellas han experimentado un retroceso en sus comunidades, que llevaban 50 o más años funcionando. En los años 50 y 60, se daba por hecho una sobreabundancia de ocio y la participación electoral crecía cada vez más. A pesar de los problemas raciales, el sexismo, la contaminación y la pobreza rural, había participación en los asuntos de la comunidad, el sentimiento de identidad y de reciprocidad compartida. El “baby boom” parecía prometer nuevas afiliaciones hasta los años 80.

Putnam señala que la idea central de la teoría del capital social es que las redes sociales poseen un valor. El capital social guarda relación con los vínculos entre individuos -las redes sociales y las normas de reciprocidad y confianza derivada de ellas. Cita las descripciones que hicieron del “capital social” autores como el inspector de las escuelas rurales L.J. Hanifan, la urbanista Jane Jacobs para elogiar la vida vecinal en las metrópolis modernas, en 1970, por el economista Glenn Loury para analizar el legado social de la esclavitud y en 1980 por el teórico social francés Pierre Bourdieu y el economista alemán Ekkehart Schlicht para subrayar los recursos sociales y económicos encarnados en las redes sociales. Por su parte, el sociólogo James S. Coleman introdujo la expresión en los años 80 para poner de relieve el contexto social de la educación.

El autor explica que el capital social tiene una faceta individual y otra colectiva, un rostro privado y otro público. Los individuos forman vínculos que benefician sus intereses, por ejemplo, para encontrar empleo, buscar ayuda, camaradería o un hombro sobre el que llorar. Las redes sociales tienen externalidades de forma que un individuo que viva en un barrio con arraigo comunitario se beneficiará.
El autor considera que los vínculos sociales conllevan “normas de conducta”, obligaciones mutuas, y hay reciprocidad específica (yo hago esto por ti si haces esto por mi) y la generalizada (yo hago esto por ti sin esperar nada en concreto). Una sociedad caracterizada por la reprocidad generalizada es más eficiente que otra desconfiada. Según Hanifan y sus sucesores, “las redes sociales y las normas de reciprocidad pueden facilitar la cooperación en beneficio mutuo”. Pero advierte que el capital social también puede dirigirse hacia objetivos malintencionados y antisociales (Putnam, 2000:19). Se pregunta cómo se pueden maximizar los efectos beneficiosos del capital social (apoyo mutuo, cooperación, confianza institucional, eficacia) y minimizar los perjudiciales (sectarismo, etnocentrismo, corrupción).

Señala que hay un capital social que tiende puentes (inclusivo: movimiento por los derechos civiles, grupos juveniles de servicio, organizaciones religiosas ecuménicas; es crucial para salir adelante; genera identidades y reciprocidad más amplia; proporciona un superlubricante) y el vinculante (exclusivo: fraternidades étnicas, clubs de lectura femeninos parroquiales o clubs de campo para ricos; es crucial para salir del paso; reafirma nuestro yo más estrecho; es un superadhesivo sociológico; genera antagonismo hacia el exterior).

El autor señala que los mitos nacionales de EE.UU. exageran el papel del héroe individual y rebajan importancia al esfuerzo colectivo.

Señala que al finalizar el siglo XX “los norteamericanos corrientes compartían ese sentimiento de malestar cívico”. Las perspectivas económicas eran buenas pero “no estábamos igualmente convencidos de hallarnos moral o culturalmente en la vía correcta”. Veían una desintegración de la comunidad. Pero el autor resalta que a lo largo del último siglo hubo “altibajos” al percibir el debilitamiento de los lazos comunitarios. Pero cree que entrado el siglo XXI, las cosas sí han cambiado y que nuestra sociedad es distinta a la de nuestros padres. No hay más que hacer un recuento de las reuniones de los clubes, el conocimiento de los vecinos, las partidas de póquer de los amigos, etc... Se pregunta si la Generación X está menos comprometida.

El autor busca pruebas del cambio social en los clubs y asociaciones, la política, lazos informales como las partidas de cartas y campeonatos de bolos, comidas campestres, fiestas, actividades filantrópicas, voluntariado, y tres ejemplos “que parecen contradecir la decadencia de la vinculación”: grupos pequeños, movimientos sociales e Intenet (Putnam, 2002:27).






lunes, 28 de septiembre de 2015

"Un futuro perfecto. El desafío y la promesa secreta de la globalización", de John Micklethwait y Adrian Wooldridge (2000)

Resumen de "Un futuro perfecto. El desafío y la promesa secreta de la globalización", de John Micklethwait y Adrian Wooldridge (2000)


El resumen original y actualizado está en el siguiente link:
http://evpitasociologia.blogspot.com/2015/09/un-futuro-perfecto-el-desafio-y-la.html

Autor del resumen y comentarios : E.V.Pita, licenciado en Sociología y Derecho

Sociología, globalización, comercio mundial

¿Por qué leer este libro?
Aunque "Un futuro perfecto. El desafío y la promesa secreta de la globalización" se remonta al 2000, los dos autores John Micklethwait y Adrian Wooldridge están de actualidad porque acaban de sacar el ensayo "La cuarta revolución. La carrera global para reinventar el Estado". El libro escrito hace quince años sirve como introducción para conocer el pensamiento de ambos autores.

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Título: "Un futuro perfecto. El desafío y la promesa secreta de la globalización"

Título original: "A Future Perfect"

Autores:  John Micklethwait y Adrian Wooldridge

Publicada la primera edición en el 2000

En español, en el 2003 - Editorial Turner Publicaciones SL

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Biografía de los autores (hasta el 2003)

John Micklethwait es redactor en The Economist donde se ocupa de temas relacionados con Estados Unidos. Ha recibido el premio Wincott al periodismo económico y es colaborador habitual de Los Angeles Times, The Boston Globe y The New York Times.

Adrian Wooldridge es corresponsal en Washington para The Economist y autor de Measuring the Mind: Education and Psycology in England 1860-1990. Ha publicado artículos en The Sunday Times y The Guardian.

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Texto de la contraportada

"La palabra "globalizacion" corre el peligro de perder su significado, tal es el abuso de utilización de que es objeto. Para los triunfadores de Wall Street es sinónimo de modernidad; para los intelectuales europeos equivale a americanización de la cultura; para los nacionalistas, a la castración de sus paises. Sea como sea, el fenómeno que subyace al término está reordenando el mundo: creando nuevas clases sociales, empleos diferentes, inimaginables niveles de bienestar y, en ocasiones, una pobreza extrema. Este libro es el primer estudio exhaustivo de la gran revolución de nuestro tiempo y de cómo afectará nuestro futuro. Sus autores, los corresponsales de The Economist John Micklethwait y Adrian Wooldridge, afrontan el reto de traducir los diversos aspectos de la globalización a una terminología comprensible y humanizada, dando sentido a un vocablo abstracto con ejemplos concretos tomados de la realidad inmediata. Lejos de reducir la sociedad globalizada a una mera clasificación de ganadores y perdedores, la enfocan como el producto de una concepción fundamental y moderna de la libertad cuyo ritmo de crecimiento está unido a la expansión de los derechos democráticos. El resultado es una rica síntesis de casos particulares, análisis y argumentos que constituye un alegato sólido y audaz a favor de los beneficios de ese fenómeno económico, social y político "que todos invocan pero que nadie se atreve a definir".

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ÍNDICE

Prefacio, De Sarajevo al 11 de septiembre


Parte 1. La nueva versión de un mundo sin fronteras.

1. Caída y ascenso de la globalización


Parte 2. Los tres motores de la globalización

II. La tecnología como instrumento liberador

III. El sucio dólar

IV. La mano invisible

V. Sexo, muerte y Estado de Bienestar


Parte 3. Un mundo: el negocio de la globalización

VI. Los cinco mitos de la globalización

VII. La gestión en la era global


Parte 4. La política de la interdependencia

VIII. La extraña forma de supervivencia del Estado-nación

IX. El fracaso del gobierno global

X. La negación del pensamiento global

Parte 5. Ganadores y perdedores

XI. Silicon Valley y la economía de "todo para el ganador"

XII. Los cosmócratas. Una élite ansiosa

XIII. Más allá de las puertas lacradas de rojo. Los perdedores de la globalización.


Parte 6. Una llamada a las armas

XIV. Los enemigos se unen. La insurrección contra la globalización.

XV. Pertenecer tiene sus responsabilidades

XVI. La hormiga y la espada de plata. El trabajo y el capital en el siglo XXI.


Conclusión: La promesa oculta: la libertad renovada.

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Comentarios iniciales:

Los autores dan una visión positiva de la globalización. Entienden que hay problemas como el desequilibro de fuerzas que harían necesario un comercio más justo o la deslocalización que reduce los empleos industriales en los países ricos. Pero ellos se preguntan si los consumidores occidentales están dispuestos a tolerar los altos salarios de los obreros de Occidente para no destruir esos empleos. La prueba de que no es así es que compran productos chinos más baratos o van al hipermercado Wall-Mart. Sostienen que la globalización ha sacado a mucha gente de la pobreza, aunque cobren salarios bajos, y ha hecho aumentar la clase media en los países emergentes. Añaden que una economía cerrada en un solo país acabará por estancarse y dejar de ser competitiva, por lo que el proteccionismo empobrecerá a esa nación, además de que el resto de los países adoptarán represalias comerciales, lo que contribuirá a dañar más la economía cerrada al exterior. Por contra, la globalización, por muy deficiente que sea, contribuye al crecimiento medio mundial y, como en todo, siempre hay ganadores y perdedores, aunque el bienestar general aumenta.

Recalcan que ya hubo una globalización a finales del siglo XIX que duró hasta la Gran Guerra de 1914. Tras ese desastre, los países establecieron unas políticas proteccionistas y, tras la II Guerra Mundial, estas continuaron con la división del mundo en dos bloques en la Guerra Fría. Solo tras la caída del muro, volvió la globalización y el auge del comercio internacional.

Los autores estudian la figura de Keynes, desde que en 1906 se maravilló en su viaje a Italia de los logros que había obtenido la globalización y el comercio internacional hasta su giro en los años 30, cuando se mostró favorable al proteccionismo para generar empleo en Inglaterra. En realidad, el fin del libre comercio se remonta a los años 20 cuando Estados Unidos cortó el acceso a los inmigrantes a su país. [nota del lector: al cercenarse esta válvula de escape para la superpoblación europea, quizás eso pudo agravar las tensiones sociales en los años de entreguerras].
Pero la receta de frenar el comercio internacional fue un desastre y el proteccionismo resultó ser contraproductivo porque además de paralizar el comercio internacional ayudó a contribuir a afianzar el nacionalismo, que tuvo su mayor expresión en la Alemania nazi. Los Estados comenzaron a intervenir en la economía, siendo el caso más extremo el de la URSS, cuya economía era planificada.
Tras la Segunda Guerra Mundial, la conferencia de Breton Woods, inspirada en las nuevas recetas de Keynes, propuso reanudar el comercio internacional y la liberalización de la economía. Pero, en la realidad, la Guerra Fría impidió durante 30 años que el comercio avanzase aunque los Estados invirtieron una gran cantidad de recursos en mejorar la tecnología y grandes obras. Es el caso de los países latinoamericanos que se convirtieron en dictaduras que creaban industria autóctona para disponer de sus propias manufacturas pero a la larga se demostró que eran ruinosas y poco competitivas. Luego, empezó una ola de nacionalización de negocios prioritarios para el país. Los autores ponen como ejemplo el caso de Argentina, que vivió una época de crecimiento económico a principios del siglo XX pero que luego se estancó con políticas nacionalistas y contrarias al libre comercio.
A partir de los años 70, el colapso de la economía soviética era evidente y su industria se había quedado obsoleta y no podía responder a las demandas de consumo. Por su parte, las tesis de Hayek y Friedman habían calado en Chile, Estados Unidos y Gran Bretaña, que empezaron un proceso liberalizador de la economía y de sus principales industrias clave como transportes, compañías aéreas y otras joyas de la corona. Pensaban que el mercado era la mejor inteligencia para reordenar todo.
  La caída del muro de Berlín contribuyó a liberalizar las economías de Europa del Este, lo mismo que China pudo avanzar hacia el libre mercado.

Los autores están muy contentos con el proceso liberalizador de la economía y de la globalización. Sostienen que gracias a la reanudación del comercio internacional el ambiente competitivo es mucho más dinámico y más eficiente, y los países pueden centrarse en sus mejoras competitivas.

Uno de los éxitos de este comercio es el transporte de contenedores, que acabó con los estibadores, y que permite llevar de un punto a otro del planeta las mercancías más delicadas como los discos duros.



(pendiente de resumen)