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lunes, 20 de noviembre de 2017

"¿Cómo nos metimos en este desastre?", de George Monbiot (2015)

Resumen de "¿Cómo nos metimos en este desastre?", de George Monbiot (2015)


El resumen original y actualizado está en:
https://evpitasociologia.blogspot.com/2017/11/como-nos-metimos-en-este-desastre-de.html

El resumen fue elaborado por E.V.Pita, doctor en Comunicación Social, licenciado en Derecho y Sociología

Sociología, globalización, desigualdad, economía
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Título: "¿Cómo nos metimos en este desastre?"

Título en inglés: "How Did We Get into This Mess?"

Autor: George Monbiot

Edición en inglés: 2015, Verso Books

Edición en español: Editorial Sexto Piso SA, Madrid-México DF, 2017

Número de páginas

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Biografía del autor George Monbiot (hasta 2017)

George Monbiot (1963) es un escritor británico conocido por su activismo político y medioambiental. Escribe una columna semanalmente para The Guardian y es autor de numerosos libros, entre los que se encuentran: Feral: Rewilding the Land, Sea and Human Life (2013), Heat: How to Stop the Planet Burning (2006), The Age of Consent: A Manifesto for a New World Order (2003) y Captive State: The Corporate Takeover of Britain (2000). En España sus artículos se pueden leer en Eldiario.es

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Texto de la contraportada

"A lo largo de los últimos años George Monbiot - uno de los más prominentes periodistas de The Guardian - se ha convertido en una de las voces disidentes más agudas y reflexivas a nivel mundial. Gracias a una gran formación teórica e histórica, un pensamiento sumamente original y la valentía para ir a contracorriente incluso en lo relativo a causas ampliamente apoyadas por sectores progresistas, Monbiot es ya un referente indiscutible para comprender los mecanismos de poder de las últimas décadas producidos por la realidad tan convulsa y desigual que se vive hoy prácticamente en todos los países de Occidente.

En ¿Cómo nos metimos en este desastre? se recuperan sus escritos periodísticos sobre los temas más acuciantes de nuestro tiempo, con particular énfasis en la ideología y puesta en práctica del proyecto neoliberal, principal culpable de la desmedida concentración de riqueza en unas cuantas manos, así como de diversas catástrofes políticas y medioambientales producidas por un sistema que considera que a acumulación de ganancias es el valor esencial en torno al cual debe estructurarse la vida en sociedad. Y una de las principales tareas para imaginar un mundo diferente, en opinión de Monbiot, consiste en comprender su efectividad a nivel de las conciencias, pues el neoliberalismo se ha vuelto tan pmnipresente que prácticamente ya no se considera una ideología.

"¿Cómo nos metimos en este desastre?" proporciona una inmejorable hoja de ruta para comprender las principales dificultades a las que se enfrentan todos aquellos que están hartos de escuchar que nuestra realidad actual es la única posible"

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ÍNDICE

Primera parte.... Existe algo llamado sociedad

El desmoronamiento
Descarrilado y orgulloso
Fuerza laboral
Adictos al bienestar
La zona cero
Ayudad a los adictos, pero encerrad a los consumidores ocasionales de cocaína

Segunda parte..... La juventud perdida

Que el niño vuelva a la naturaleza
El niño de interior
Amputar la vida cerca de la base
Insectos espachurrados
Maldita familia
La casta del sacrificio
Una modesta propuesta para hacer frente a los jóvenes
A favor de la muerte

Tercera parte...... La vida salvaje

Todo está relacionado
La civilización es aburrida
El fin de una era
El mito de la población
El amanecer

Cuarta parte..... Frenesí por la alimentación

El desastre de las ovejas
Destrucción de la estructura de la nación
Inundados de dinero
Lo pequeño es fecundo

Quinta parte... Los vampiros de la energía

Que los dejen donde están
Se aplauden a sí mismos a rabiar
La porquería tras el crimen
Seamos críticos
Obsesionados con la energía nuclear

Sexta parte.... Riquezas y ruinas

La imposibilidad del crecimiento
Contenga su malthusianismo
Cleptorremuneración
La falacia de la autoatribución
Las guaridas del estudio
El hombre que quiere convertir el planeta en el banco Northern Rock
El regalo de la muerte

Séptima parte..... Baila con quien te fastidió

Cómo los multimillonarios destrozaron el sistema
Los cabezas rapadas de la plutocracia
¿Cómo nos metimos en este desastre?
Me desnudaré

Octava parte.... Ojos que no ven, corazón que no siente

El holocausto que no veremos
El Imperio contraataca
Dolor que no remite
Bombardear a todos

Novena parte.... Resistir

Prohibición global de política de izquierdas
Inocente hasta que se demuestre que está muerto
El escuadrón de la paranoia
Unión con el diablo

Décima parte.... Encontrar nuestro lugar

La historia del otro
Highland Spring
Un silencio revelador
Los valores de todas las cosas

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RESUMEN

Comentarios iniciales: Monbiot y Owen ("La demonización de la clase obrera") tienen en común que atacan a la prensa inglesa por ser un mero altavoz de la élite y que se dedican a justificar por qué hay mayor desigualdad económica. Monbiot pide a periodistas e intelectuales realmente independientes que alcen la voz contra el poder plutocrático, identificando sus abusos y fallos y proponiendo alternativas. No cree que cambien el mundo pero algo harán para mostrarlo tal como es y evitar la única visión impuesta por lo que él llama el "aparato de justificación" de las políticas de recortes, etc.. .

El autor repasa todas las supuestas injusticias y mentiras que rigen en el mundo actual. El título se refiere al inicio de las políticas neoliberales con Margareth Thacher, siguiendo un programa ideológico iniciado en 1947 por Hayek y la Mon Pelerin Society. Su ideario de menos impuestos y menos Estado coincidía a la perfección con las idas de los ultrarricos, por lo que no tardaron en llegar subvenciones para financiar "laboratorios de ideas", las escuelas de negocios y los departamentos de Economía de las universidades que promoviesen esta política. En la década de los 70, el presidente conservador Nixon seguía diciendo que "todos somos keynesianos" pero unos años después se había dado la vuelta a la tortilla y Thatcher y sus sucesores insistieron en que "no hay alternativa". El desarrollo fue descrito por David Harvey en "Breve historia del neoliberalismo".
El autor se pregunta cómo el neoliberalismo ha logrado dominar la vida pública a pesar de desmantelar los servicios públicos y la desregulación de los mercados empresariales y financieros. En las crisis, desde 1975, propugnan siempre las mismas recetas: recortes masivos en los servicios públicos, eliminación de los sindicatos y subvenciones públicas para las empresas. El rescate salía bien pero pronto venían más crisis que obligaron al Estado a intervenir cada vez más. El FMI y el Banco Mundial dejaron claro a los países que "si no estás de acuerdo, estás muerto". Los medios de comunicación, propiedad de magnates, difundieron términos como "creadores de riqueza", "desgravación fiscal", "gran gobierno", "democracia del consumidor", "burocracia", "cultura de la compensación", "buscadores de trabajo" y "trampas en la prestación social".

El libro arranca con una explicación de los llamados "aparatos de justificación", en referencia a la prensa corporativa, los "spin" doctors, los grupos de presión y los laboratorios de ideas. Sin su colaboración, los Gobiernos no podían haber llevado a cabo sus programas de austeridad y la destrucción del medioambiente sería objeto de protesta constante. Desde el siglo XIX, este complejo propagandístico hace hincapié en la selección natural y en que las desigualdades económicas son "naturales" y que muchos pensadores independientes piensan lo mismo. Esta ideología que rige en la mayoría de los Gobiernos actualmente no ha sido identificada hasta hace poco y nadie sabe muy bien como llamarla con un nombre estándar: ¿Neoliberalismo? ¿Fundamentalismo mercadológico? ¿Economía del "laissez-faire"? La ideología dominante apenas es conocida si se compara con el comunismo y el anarquismo, dos especies en vía de extinción.

Monbiot señala que si algo diferencia al siglo XXI del XX es que esta es la Era de la Soledad, una especie de Estado post-social, epidemia entre los jóvenes adultos, pero también en los mayores de 50 años, sometidos a una "tristeza extrema". Añade que la soledad y el aislamiento social mata más que el ébola y es el doble de mortal que la obesidad. Dice que detrás hay una ideología que refuerza el aislamiento social porque hay una guerra del hombre contra el hombre (mundo hoobesiano). Se ensalza al emprendedor que se ha hecho a sí mismo, pues lo que importa es ganar y todo lo demás son daños colaterales. Los niños aspiran a ser ricos y el peor insulto es "perdedor", ya no hay personas sino individuos. Añade que la competencia ya no nos hace más ricos. Aunque aumente la renta nacional, no crece la felicidad. En realidad, dice el autor, los salarios han caído pero los jefes ganan más y recuerda que el 1 % de la población, los que están en la cima, posee el 84 % de la riqueza y no está contento. Monbiot concluye: "Para esto hemos destrozado el mundo natural, degradado nuestras condiciones de vida, entregado nuestra libertad, sin alegría...".

El mismo escritor señala que el fundamentalismo de mercado se basa en la cultura de méritos pero nadie cree en ella porque, entonces, nivelarían el punto de partida entre los más pobres que viven en chabolas y los que son multimillonarios porque han heredado millones, gracias a los cuales se han pagado una formidable educación. El mercado en vez de emanciparnos nos ha atomizado y dado soledad.

El autor recalca que el neoliberalismo es identificado con la creencia de que el libre mercado satisfará todas las necesidades pero él recalca que es una "construcción política que a menudo tiene que ser impuesta por la violencia" (pone como ejemplos el golpe de Pinochet, la supresión de las protestas contra el ajuste estructural y la austeridad en todo el mundo). Añade que el mercado está dominado por corporaciones y oligarcas que presionan para lograr contratos, exenciones tributarias, tratados y otros favores políticos. La libertad que piden, añade Monbiot, es una "libertad negativa" que significa estar libre de las interferencias de los demás, de regulaciones medioambientales, negociaciones colectivas o impuestos. "Significa en suma estar libre de democracia", acusa el autor.

El autor es crítico con la prensa británica porque, algunos aceptan dinero de fundaciones neoliberales, pero luego no son transparentes y no quieren rendir cuentas ante el público. Monbiot, en un ejercicio de transparencia, publica en su web lo que gana, las invitaciones que acepta y los regalos que recibe.

Racismo y política internacional
Habla sobre la película Avatar, odiada por los conservadores porque parece un "western" revisionista en el que los vaqueros son los malos y los indios, los buenos. Señala que el Holocausto nazi habría sido minimizado de haber ganado la guerra Hitler, lo mismo que pasó con las atrocidades en América que nadie quiere ver. El autor recuerda las brutalidades de Colón y otros descubridores en América con el genocidio indígena (incluso dice que el misionero franciscano Fray Junípero era el director de un campo de concentración indígena que él llamaba eufemísticamente "la misión", donde los indios eran obligados a trabajar la tierra por un quinto de la ración de comida diaria aconsejada), luego América del Norte atacó a las tribus indias hasta exterminarlas y, por su parte, los británicos sembraron el terror en África (según revelan los archivos secretos) o provocar una hambruna en la India durante la época del Imperio Británico. Sin embargo, solo se ven los genocidios de los otros, no los propios, que se ocultan al público, afirma el autor. Añade que esto fue cosa del racismo colonial europeo del siglo XIX, que defendía que la raza más fuerte tiene derecho a eliminar a la inferior, en referencia a los pueblos primitivos. Los Imperios se insensibilizaron y eso llevó a una paradoja: millones de muertos europeos en la Gran Guerra de 1914, sin que nadie parase la matanza. Los "otros", a los ojos de la élite, añade el autor, también son quienes piden prestaciones sociales, los que buscan asilo y los musulmanes.

El autor también estudia la obstaculización en el envío de remesas de los inmigrantes a Somalia por temor a que las usen los terroristas para financiar la yihad. Pero Monbiot replica que el sistema de giros de envío de dinero "xawala" de Somalia es uno de los más eficientes del mundo y ayuda a mucha gente por sus bajas comisiones. Al suprimir estos envíos, condenó a miles de aldeas a la muerte por hambre. Todo lo contrario, añade el autor, ocurrió respecto al banco HSBC, que pese a transferir dinero de narcos y terroristas, no recibió un castigo judicial porque había en juego demasiados empleos americanos. Monbiot cree que esto tiene un nombre: racismo.

Otra de las críticas de Monbiot es hacia los bombardeos "humanitarios" en Oriente Medio que se justifican para algunos países violentos y no para otros. Al final, hay bombas para todo lo que se mueva. Señala que la venta de armas es un gran negocio en esa zona y que las regiones en las que los Gobiernos occidentales intervienen son las que más sufren esas guerras y su vida empeora. Cree que hay otras soluciones políticas como crear instituciones cívicas, pasos seguros y Gobiernos buenos.

El TTIP y el arbitraje
Monbiot también estudia el ocaso de la política de izquierdas y del TTIP (Transatlantic Trade and Investment Partnership) para eliminar las diferencias regulatorias entre EE.UU. y las naciones europeas. La clave de este acuerdo es que las empresas inversoras podrán poner demandas a los Gobiernos si intentan defender a sus ciudadanos, desprotegiéndolos de sus derechos para eliminar las regulaciones que protegen a las personas y al planeta vivo. Australia y Argentina ya han tenido que pagar indemnizaciones millonarias por poner paquetes feos de tabaco o congelar el recibo del agua y la luz.  El Salvador indemnizó a una empresa canadiense por excavar una mina. Las empresas pueden revisar la ley que no les gusta y revocarla sin que el Parlamento pueda hacer nada. En definitiva, Monbiot ve detrás del sistema de arbitraje de la inversión "un sistema de justicia privatizado para las corporaciones globales", según Democracy Centre. Detrás, la idea, es bloquear cualquier política de izquierdas que pretenda regular los bancos, frenar la codicia de las empresas de energía, renacionalizar los ferrocarriles, etc... Pese a la pérdida de soberanía, la Derecha calla.

En posteriores capítulos, Monbiot habla de la lucha antiterrorista de EE.UU. con ejecuciones extrajudiciales sin el "debido proceso" que no es lo mismo que un "proceso judicial".  Esto afecta especialmente al uso de drones en el extranjero para llevar a cabo la lista de asesinatos del presidente. Lo malo de este sistema es que entres en la lista por meras sospechas sin saber por qué ni de qué sospechan de ti y no puedas ni defenderte. El problema es que los abusos en el extranjero luego se trasvasan a la gente humilde de casa, añade el autor.

Otro caso que estudia es el de las empresas que usan la ley contra el acoso a mujeres para impedir las protestas pacíficas de los conservacionistas medioambientales, inicialmente, y que luego se amplió a cualquier tipo de protesta, con lo que la desobediencia civil fue "criminalizada" con exageraciones  de las empresas afectadas para pedir mano dura. Los que protestan acaban en una lista de "extremistas domésticos" o "ecoextremistas". Pero, en realidad, solo son violentas las campañas en defensa de los animales y contra el aborto, señala el autor.

Monbiot también estudia la debacle de los sindicatos ingleses y de cómo el Gobierno laborista los pone a prueba. Aunque obtuvieron salario mínimo, mejores pensiones, mejoras en el permiso parental y mejores condiciones para los trabajadores a tiempo parcial, el número de derrotas son mayores, según dice, pues el Gobierno bloqueó directivas europeas de protección al trabajador y se negó a revocar las draconianas leyes thatcherianas para los sindicatos. El resultado es que la desigualdad aumenta, la evasión de impuestos es galopante y las viviendas sociales están moribundas. Las promesas más difíciles, como las mejoras del precariado, han sido postergadas. La clave está en el apoyo que dan los sindicatos afiliados al Gobierno laborista, pues este puede apaciguar a los jefes y recibir financiación.

También habla de otro concepto que es la "justificación del sistema" (proceso mediante el cual las disposiciones legales existentes se legitiman, incluso a expensas de los intereses personales y del grupo). Es un deseo de defender el "status quo". Monbiot usó esta definición para calificar a los escoceses que votaron "No" en el referendum de independencia, en el que Escocia cede una soberanía mayor a UK que este reino a la UE y que "mantiene uno de los índices mayores de desigualdad del mundo y un sistema fracturado, corrupto, disfuncional y retentivo". El autor viene a decir que Escocia perdió la oportunidad de escribir una constitución "buena" que promueva la cohesión, la justicia social, la defensa del planeta vivo y poner fin a las guerras elegidas. Por contra, sucumbió a los caprichos de una élite distante y despreocupada.

La conclusión del autor es que en los últimos años ha habido un abandono del universalismo, el desmantelamiento del refugio que el Estado proporciona pero, a parte de algunas protestas, nadie ha salido a luchar. Los trabajadores están aceptado políticas que se oponen a sus intereses. Monbiot menciona el artículo "Causa común" de Tom Croptom (WWF), en el que dice que a la gente se le expone los datos y luego elige racionalmente pero no es así si no que elegimos lo que no contradice nuestra manera de pensar. Hay valores intrínsecos (buenos) y extrínsecos (egoístas). Ahora hay una fascinación por los ricos y poderosos, lo que hace a la gente amiga del dinero menos sensible a la justicia social. El autor señala que en vez de enfrentarnos al cambio de valores "hemos procurado adaptarnos a él". Los progresistas y ecologistas han apaciguado a la gente hablando de su "interés propio", de modo que aliviando la pobreza en el mundo construyen un mercado para los productos de Inglaterra. El artículo "Causa Común" propone como remedio que dejemos de intentar nuestros valores y que los expliquemos y defendamos, explicando cómo cambiaron nuestras mentes mediante la manipulación y desafiar a la publicidad que nos vuelve inseguros y egoístas.

lunes, 25 de septiembre de 2017

"La Era del Consenso", de George Monbiot (2003)

Resumen del libro "La Era del Consenso", de George Monbiot (2003)

Resumen original y actualizado:
https://evpitasociologia.blogspot.com/2017/09/la-era-del-consenso-de-george-monbiot.html

Resumen elaborado por E.V.Pita, doctor en Comunicación Social y licenciado en Derecho y Sociología

Sociología, globalización, relaciones internacionales, consenso, nuevo orden mundial

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Título: "La Era del Consenso"
Subtítulo: Manifiesto para un nuevo orden mundial

Título en inglés: "The Age of Consent"

Autor: George Monbiot

Fecha de publicación en inglés: Londres, 2003

Edición en español: Editorial Anagrama SA, Barcelona, 2003

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Biografía oficial del autor George Monbiot (hasta 2004)

George Monbiot es columnista de The Guardian y autor de Poisoned Arrows, No Man's Land y en especial de Captive State, muy alabada por Noam Chosmky, entre otros, que tuvo una enorme repercusión. Ha sido profesor visitante o becario en las universidades de Oxford, Bristol, Keel y East London, en temas que van de la filosofía a la ciencia medioambiental. En 1995, Nelson Mandela le entregó el Premio Global 500 de las Naciones Unidas por acciones destacadas en el campo medioambiental. También ha ganado el Lloyds National Screenwriting Prize y un Premio Sony por sus emisiones radiofónicas.
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Texto de la contraportada

"Nuestra tarea, ciertamente, no es arrojar la globalización por la borda, sino aprehenderla y utilizarla como vehículo para la primera revolución democrática mundial, afirma George Monbiot en este ensayo-manifiesto: "un libro extremadamente importante" (según dice Michael Meacher, The Guardian)
En todo el planeta, los ricos se hacen más ricos, mientras que los pobres se ven abrumados por las deudas y el desastre. El mundo no es gobernado por su pueblo sino por un puñado de ejecutivos no electos e infraelectos, que toman decisiones de las que dependemos todos en relación con la guerra, la paz, la deuda, el desarrollo y la balanza comercial. Sin democracia a nivel mundial, los demás carecemos de medios para influir en esos hombres y quedamos limitados a denunciar el abuso y lanzarnos contra los frentes policiales que defienden sus reuniones y sus decisiones. ¿Tiene que ser así?
George Monbiot no solo sabe que las cosas deben cambiar, sino también que pueden cambiar. Inspirándose en décadas de pensamiento relativo a la organización y la administración política, fiscal y comercial del mundo, este autor ha desarrollado un conjunto coherente de propuestas, todas ellas propias, que intentan nada menos que una revolución a la manera de gobernar el mundo. Si estas propuestas llegan a hacerse populares, nunca más se podrá decir a los críticos del orden mundial actual: "Sabemos qué es lo que no queréis, pero no qué queréis".

Ferozmente polémico y, sin embargo, persuasivo, lo que Georges Monbiot ofrece en La Era del Consenso es una perspectiva autenticamente global, un sentido de la historia, una defensa de la democracia y una comprensión del poder y de cómo debe ser arrebatado a quienes no son dignos de retenerlo. Las ingeniosas soluciones que sugiere para algunos de los problemas más apremiantes del planeta lo señalan tal vez como el utopista más realista de nuestro tiempo y como hombre de pasión contagiosa y con ideas, como seguramente muchos convendrán, cada vez más irresistibles.

Michael Prowse, del Literary Review, reseña que "el problema no es la globalización per se, sino su naturaleza desigual: el hecho de que se aplique al terreno económico pero no al político... George Monbiot argumenta que la política se puede globalizar de una forma creíble tan solo de un modo: mediante la creación de un parlamento mundial cuyos poderes estén por encima de las naciones y de los organismos internacionales".

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ÍNDICE

Prólogo: Propuestas repulsivas

1. La mutación

2. El sistema menos malo

3. Una revolución democrática global

4. Nosotros los pueblos

5. Algo se mueve

6. La nivelación

7. La naturaleza contingente del poder

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RESUMEN 

El libro plantea cuatro proyectos:

1) un parlamento mundial democráticamente elegido,

2) una Asamblea General de Naciones Unidas democratizada, que capte los poderes de que está hoy revestido el Consejo de Seguridad,

3) una Unión Internacional de Compensación, que enjugue automáticamente los déficits comerciales e impida la acumulación de deudas,

4) y una Organización del Comercio Justo, que limite a los ricos a la vez que emancipe a los pobres.

El autor pide al lector que no rechace estas propuestas mientras no tenga otras con las cuales reemplazarlas.

Monbiot señala que, tras la globalización, es difícil buscar soluciones globales porque cada Estado es soberano y solo aporta soluciones locales. Muchos de los problemas globales se resolverán con la fuerza bruta de los poderosos. Está a favor de instituciones internacionales nuevas y de un sistema político global que pida cuentas al poder.
Sostiene que los activistas deben aprovechar el poder de la globalización y eliminar las actuales instituciones y reemplazarlas por las nuestras. Menciona a la ONU (pensada para traer la paz y controlada por los vencedores de la Segunda Guerra Mundial), el Banco Mundial y el FMI (iban a ayudar a reconstruir las economías pero solo persiguen políticas que beneficien a la economía de USA y los especuladores financieros), la Organización Mundial del Comercio (OMC) (la más democrática pero las decisiones se cuecen en la Sala Verde y el mundo rico se protege mientras que los pobres deben abrir sus economías). El autor señala que quien acepte esta distribución de poder no se presente como un demócrata o tiene que reconocer forzosamente la necesidad de un cambio radical.
El autor habla de una "dictadura de intereses establecidos" junto a la corrupción y el desgobierno, "así como la desigualdad y la destructividad" de un sistema económico que, para su supervivencia, depende de la salida que se dé a la deuda interminable, la materialización de la prosperidad que el mundo rico promete a perpetuidad al mundo pobre fracasa también a perpetuidad". 
Añade que las instituciones que se han fundado para salvar a las generaciones futuras del azote de la guerra [nota del lector: se sobreentiende que también del hambre] han fracasado. 
Añade que la globalización no es el problema. "El problema está en la liberalización de la globalización que sean capaces de negociar tanto los agentes económicos como los Estados nación. Nuestra tarea no es arrojar la globalización por la borda, sino aprehenderla y utlizarla como vehículo para la primera revolución democrática mundial".

En el segundo capítulo, el autor examina tres modelos de soluciones políticas para la globalización: comunismo, anarquismo (fundamentalismo de mercado y radicalismo de izquierdas) y democracia, concluyendo que la democracia es el menos malo.

Respecto al comunismo del siglo XXI, señala que los modernos autores alegan que el programa político marxista era bueno pero que dictadores totalitarios como Stalin o Mao se apoderaron de él, masacraron a sus pueblos y arruinaron el ideal socialista (dice que en Cuba se apostó por algo más comedido). Monbiot replica que la idea original ya era mala por sí misma y que los grandes líderes se limitaron a seguir el manual de instrucciones. Cuenta que el libro El Manifiesto Comunista de Marx y Engels, escrito a mediados del siglo XIX, puso los pilares de un Estado totalitario que eliminase o tratase como parias a los que no fuesen trabajadores, y eso incluía a los agricultores, los burgueses, los mendigos, etc... La sociedad real no coincidía con el libro y que ajustarla requería eliminar de la ecuación al personal sobrante. El autor, en tono irónico, dice que él mismo leyó el Manifiesto y que acto seguido le hirvió la sangre y le entraron unas enormes ganas de salir a pegar tiros a los burgueses opresores, y que como a él, le pasa a casi cualquiera que lea el libro, lo que da una idea de su contenido. Dice que el marxismo nació como una doctrina muy cerrada que ya se veía que no iba a traer nada bueno puesto que, al estilo platónico, Marx asignaba la dirección de esa nueva sociedad a unos políticos-filósofo guardianes del legado. Su punto débil era que nadie vigilaba a los vigilantes y el resultado fue una élite que tenía a su disposición un Estado que controlaba la vida de millones de ciudadanos a los que les decía que debían vestir, leer, comer, etc...

En cuanto al anarquismo, esta corriente ideológica es de dos tipos. El de derechas, es el fundamentalismo de mercado que no quiere que el Estado se entrometa en sus asuntos y quiere que les deje vía libre para hacer sus negocios. El de izquierdas, aboga por la eliminación del Estado como opresor de las libertades pero se preocupa, al menos, por reducir las desigualdades y hacer justicia social. El problema es llevarlo a la práctica porque si una comunidad decide vivir sin Estado siempre se arriesga a ser atacada por el vecino de al lado, que puede ser un país con un Estado militarizado y hambriento de nuevos recursos naturales. Por eso, tendría que ser un cambio global para que todos fuesen anarquistas. Y ni siquiera eso garantiza el éxito ya que el Estado también es útil al cumplir un papel de control de los más poderosos sobre los débiles. Pone como ejemplo de vida anarquista la de las tribus africanas armadas hasta los dientes que carecían de Estado pero eso no impedía atacar a pueblos vecinos si veían síntomas de debilidad y masacrar a su población. Una comunidad anarquista tendría que eliminar todas las armas y cualquier cosa que se pudiese convertir en algo peligroso. Aunque no lo dice, Monbiot viene a indicar que un mundo anarquista sería un completo caos al estilo hobbesiano, donde el hombre es un lobo para otros hombres. Incluso si hubiese reglas que todos los anarquistas acataran para convivir, esta total libertad siempre podría ser aprovechada por los más fuertes para hacer lo que quisieran y aplastar a los más débiles (y añade que, casualmente, es en lo que se basa la libre competencia y la libertad de mercado).

Finalmente, solo ve como solución la democracia en el sentido de que impone un contrapoder al poder, aunque solo sea porque los ciudadanos pueden ir a las elecciones a votar cada cuatro años y echar a un gobernante si abusa o lo hace mal. Los programas políticos más extremos desaparecerían de la agenda pública y se tendería a agradar a la mayoría y respetar a las minorías. Por otra parte, el Estado puede limitar el abuso de superioridad de los más fuertes sobre los débiles en aras de cierta justicia social. Por eso, y con todos sus defectos, el autor considera que la democracia es el sistema político menos malo y que todavía tiene un gran potencial de desarrollo en temas como la globalización.

La idea del libro es que hay que montar una especie de Estado mundial democrático (posiblemente dirigido mediante asamblea general y consorcios formados por oenegés) que resuelva los grandes problemas del mundo (calentamiento, abusos financieros, poder de las multinacionales, pobreza) y, a la vez, eliminar lo que es el Estado-nación por ser obsoleto y por tratarse de un foco continuo de tensiones y guerras. En un único estado global no habría guerras entre estados [nota del lector: pero no excluye que hubiese guerras entre facciones rivales que luchan entre sí para apoderarse del superpoder global].

Una vía rápida para crear ese superEstado global sería reformar las instituciones internacionales ya existentes pero estas, dice el autor, dejan bastante que desear, tanto en calidad democrática como en los fines para los que fueron diseñadas y los intereses a los que sirven.

El autor estudia cómo está organizado el sistema mundial actual y su grado de democracia. Por un lado, la ONU está dominada por los ganadores de la Segunda Guerra Mundial (Estados Unidos, Rusia, China, Francia y Reino Unido), los cuales tienen derecho de veto para paralizar cualquier iniciativa con la idea de enfriar los conflictos entre los viejos aliados. Algunas veces, superpotencias como Estados Unidos ignoran los informes de la ONU y emprenden guerras en el extranjero (Irak) sin contar con la bendición del Consejo de Naciones Unidas. Por otro lado, el voto de las naciones, según Monbiot, no está bien ponderado ya que una isla diminuta del Pacífico puede tener un voto lo mismo que la India, con mil millones de habitantes. Propone pulir un poco los sistema de votación para que países como China tengan más votos, en razón a su población, pero que también se les limite por su grado de democracia (a más autocracia, menos votos).

En su ensayo, Monbiot explica que cambiar el orden mundial para hacer una especie de democracia globalizada es muy difícil debido a cómo está formado actualmente el sistema internacional financiero (FMI, Banco Mundial) y bajo el dominio del dólar y de la única superpotencia global.
El autor señala que los libros de Stiglitz dividieron la historia en una época "antes y otra después de Stiglitz" en el sentido de que el autor destapó la verdad sobre el FMI y el Banco Mundial como dos entidades internacionales que en vez de ayudar a los países pobres con préstamos se dedicaban a servir a los intereses de los países ricos y a hundir a los pobres, incluso a aquellos que seguían fielmente las directrices y recetas (apertura del comercio exterior, privatización) que les marcaban ambos organismos internacionales. Monbiot recuerda que estas entidades surgieron de la Segunda Guerra Mundial y que había alternativas mejores pero se eligió esta porque daba más ventajas comerciales a los ganadores de la guerra y también a los especuladores financieros. Los países de Asia que se enriquecieron desobedeciendo las recetas del FMI lo pasaron bastante mal en los 90 con la llamada crisis asiática con un fuerte castigo de los especuladores.
El autor recuerda que para que un país pueda salir de la pobreza debe haber un comercio justo en el que pueda obtener divisas y no endeudarse demasiado, justo lo que le pasó a los países pobres en los años 60 y 70. Recordó que la moneda más fuerte es el dólar y mientras siga así no hay posibilidades de cambiar el orden mundial dominado por la única superpotencia a la que nadie se atreve a contradecir abiertamente. Para cambiar el orden mundial, el autor cree que una premisa básica es sustituir el dolar por otra moneda mundial como el euro o el yuan pero también es cierto es que Sadam Hussein, el dictador de Irak, se le ocurrió cobrar el petróleo en euros en vez de dólares en el año 2000 y, casualmente, poco después lo defenestraron.