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viernes, 21 de noviembre de 2014

"Comercio justo para todos", de Joseph E. Stiglitz (y Andrew Charlton) (2005)

Resumen: "Comercio justo para todos", de Joseph E. Stiglitz (y Andrew Charlton) (2005)


Ver el resumen original y actualizado en:
http://evpitasociologia.blogspot.com/2014/11/comercio-justo-para-todos-de-joseph-e.html

Resumen y comentarios por E.V.Pita (2014), licenciado en Sociología y Derecho

Sociología, economía internacional, comercio internacional, pobreza

Título: "Comercio justo para todos"
Subtítulo: "¿Cómo el comercio puede promover el desarrollo?"

Título original: Fair trade for All How Trade Can Promote Development

Autores: Joseph E. Stiglitz (y Andrew Charlton)

Fecha de publicación: 2005 (Oxford University Press)

Editorial en español: Santillana Ediciones Generales (2007)

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Biografía oficial de los autores (2007)

Joseph E. Stiglitz
Joseph E. Stiglitz es premio Nobel de Economía en 2001, y en 2007 seguía como catedrático de Economía en la Universidad de Columbia tras una intensa carrera académica como profesor en prestigiosas universidades como Yale, Oxford y Stanford. Además, ha sido asesor económico del Gobierno de Bill Clinton y economista jefe y vicepresidente senior del Banco Mundial. Autor del best seller internacional El malestar de la globalización (Taurus, 2002), también ha publicado Los felices noventa (Taurus, 2003) y Cómo hacer que funcione la globalización (Taurus, 2006).

Andrew Charlton
Es investigador en la London School of Economics

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Texto de la contraportada

"El libro es de lectura obligada para aquellos a los que interese el desarrollo y el comercio internacional.
¿Cómo se puede lograr que los países más pobres del mundo puedan ayudarse a sí mismos por medio de un comercio más libre y más justo? Cada ronda de negociaciones internacionales ha acabado beneficiando a los países ricos y frustrando a las naciones en desarrollo. En este polémico y estimulante libro, el premio Nobel de Economía Joseph E. Stiglitz y su coautor Andrew Charlton presentan un modelo radicalmente nuevo diseñado para abrir los mercados de forma en que todos puedan prosperar".

Comentarios de Bill Clinton:
"Estamos estancados en un sistema económico global que no funciona en la mitad del planeta, pero Stiglitz y Charlton nos proponen un plan para incluir a esa mitad, para avanzar hacia un futuro de beneficios y responsabilidades compartidos".

Comentarios de Jeffrey D. Sachs

"El premio Nobel Joseph Stiglitz y Andrew Charlton nos ofrecen un nuevo y estimulante estudio sobre cómo hacer que el sistema de comercio mundial sea un auténtico apoyo al desarrollo internacional. El liderazgo del profesor Stiglitz en el debate de la globalización refleja su extraordinaria combinación de excelente academicismo, amplia experiencia política y profundo compromiso con la justicia social, que se plasma con fuerza en este accesible y oportuno libro".

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ÍNDICE

Capítulo 1..... Introducción, la historia hasta ahora

Capítulo 2.... El comercio puede ser bueno para el desarrollo

Capítulo 3.... La necesidad de una ronda del desarrollo

Capítulo 4.... ¿Qué ha logrado Doha?

Capítulo 5.... Principios fundacionales: las bases de un acuerdo justo

Capítulo 6.... Trato especial para los países en desarrollo

Capítulo 7.... Prioridades para una ronda del  desarrollo

Capítulo 8... Cómo abrir los mercados

Capítulo 9.... Prioridades tras las fronteras

Capítulo 10... ¿Qué no debería estar en la agenda?

Capítulo 11.... Sumarse al sistema de comercio

Capítulo 12.... Reformas institucionales

Capítulo 13.... La liberalización del comercio y los costes de ajuste

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Resumen y comentarios:

El libro de Stiglitz y Charlton es valioso porque ayuda a comprender cómo funciona el comercio internacional después de la Segunda Guerra Mundial y la creación del GATT (el tratado que funcionó de facto al margen de otros acuerdos) y del Organización Mundial del Comercio (OMC). La tendencia ha sido a liberalizar el comercio, eliminar aranceles.

Hace un repaso por las grandes rondas para liberalizar el comercio internacional como la de Uruguay o la de Doha, que a su vez, se dividen en reuniones como la de Seattle, que supuso el inicio de las protestas contra la globalización. Otro de los tratados que examina es el de Libre Comercio de Norteamérica (Canadá, México y Estados Unidos).

Una de las cosas que detecta Stiglitz es que los acuerdos de estas rondas perjudican especialmente a países pobres que deben abrir sus fronteras a los productos aunque también es cierto que no están obligados a firmar nada y que todos deben perder en algo para que ganen en otras cosas.
Las cuestión se complica cuando se descubre que los países occidentales subvencionan a sus agricultores para hacer más competitivos sus productos y entrar en mercados como el mexicano con alimentos más baratos que arruinan a los granjeros locales.

La opinión de Stiglitz es que, por el momento, todos los acuerdos han beneficiado a los países más ricos, en parte porque disponen de una amplia red global (con tiendas, cadenas de distribucción, sistemas de transporte) en los que pueden colocar rápidamente sus productos [nota del lector: pensemos en los "mainstream" del cine de Hollywood, que se estrenan a la vez en decenas de países] mientras que los países pobres tienen más dificultades de acceder a esos mercados.

Lo que trasciende detrás de esto es que los gobiernos no compiten en igualdad de condiciones porque algunos estados, como los asiáticos, subvencionan sus industrias para conseguir productos más baratos, lo que les hace más competitivos fuera pero también dentro. Es la forma de compensar la entrada de productos extranjeros en sus fronteras. De forma que, aunque formalmente, están abiertos al comercio internacional, solo lo aceptan en la medida en que les permite vender mucho fuera a precios subvencionados mientras que los extranjeros apenas colocan nada en su país. Es una forma de proteccionismo encubierto y que los paises en desarrollo o desarrollados han usado para sacar ventaja.

Lo que viene a decir Stiglitz es que no podemos hablar del concepto ricardiano de "ventaja competitiva" porque muchos países fabrican los mismos productos que otros igual de competitivos sin destacar en nada y a otros les sale mejor fabricarlos que comprarlos debido al coste del transporte o lo que sea.

Es decir, aunque se hayan derribado las barreras arancelarias, hay problemas para disfrutar de una auténtica libre competencia, ya sea por las subvenciones que dan los países desarrollados a sus empresas para que sean más competitivas en el exterior (lo que desvirtúa la libre competencia porque altera el precio de los bienes).


lunes, 15 de julio de 2013

"El optimista racional", de Matt Ridley (2010)

Resumen de "El optimista racional", de Matt Ridley (2010)


Resumido y comentado por E.V.Pita (2013)

Texto original del resumen (libre acceso):
http://evpitasociologia.blogspot.com/2013/07/el-optimista-racional-de-matt-ridley.html


Título: "El optimista racional"

Subtítulo: "¿Tiene límites la capacidad de progreso de la especie humana?"

Título original: "The Rational Optimist. How Prosperity Evolves".

Autor: Matt Ridley

Fecha de publicación: 2010

Editorial en español: Santillana Ediciones Generales

Comentarios previos y notas del lector:

Matt Ridley fue un directivo de un banco británico que quebró en el 2008 por los bonos basura y productos tóxicos, según cuenta él mismo. En los primeros capítulos de su libro cita a tres autores liberales: Adam Smith, Hayek (del que dice errónameante que es australiano y no austríaco; podría ser un gazapo del traductor) y David Ricardo. Es más, su primer capítulo es tan clavado al de Adam Smith sobre el trueque que él mismo admite que sigue su argumentación pero no es una adaptación moderna de su pensamiento. Sin embargo, desarrolla enormemente la importancia del trueque y la especialización del trabajo como factor clave de la evolución y el progreso humano. También hace mención a las excelencias de la ventaja comparativa de David Ricardo, al igual que otros teóricos de la globalización como Thomas Friedman y su "La Tierra es plana". Por tanto, su línea es una defensa fervorosa del libre comercio como modo de prosperidad. Paradójicamente, cita tres veces a Hayek en menos de 80 páginas pese a que Hayek es considerado como un economista tétrico y pesimista frente al optimismo de Keynes (ver el libro "Keynes vs. Hayek"), al que Riddley, que tanto defiende el optimismo, no menciona.Por eso, habría que encuadrar este libro dentro de la escuela neoliberal, no solo al citar repetidamente las ideas de Hayek y por centrarse en atacar los argumentos contra la desigualdad que generan el neoliberalismo y la globalización de otros autores como Krugman o Stiglitz, a los que tampoco menciona. Sin embargo, es cierto lo que dice sobre las constantes trabas al avance cultural y los cambios que generan progreso o mayor eficiencia. Por otra parte, las ideas de progreso parecían desfasadas desde Habermas, por lo que vuelve a reavivar el debate.

Texto oficial de la contraportada:

"El mundo cada vez va mejor. De manera generalizada, el acceso a los alimentos, las rentas y la esperanza de vida han alcanzado niveles muy elevados, mientras que la enfermedad, la mortalidad infantil y la violencia han caído notablemente. Aunque el mundo está lejos de ser perfecto, tanto las necesidades como los lujos son hoy más asequibles; el aumento de la población es más lento; África, siguiendo a Asia, está saliendo de la pobreza; las nuevas tecnologías han enriquecido nuestras vidas de un modo sin precedentes. Los pesimistas, que dominan la opinión pública, auguran que pronto alcanzaremos un punto de inflexión que marcará el desastroso final de los buenos tiempos. Pero llevan anunciándolo 200 años.

Matt Ridley explica cómo y por qué las cosas están mejorando. La prosperidad emana del trabajo de todos para todos. La tendencia al intercambio y a la especialización, iniciada hace 100.000 años, ha forjado una mentalidad colectiva que eleva nuestros estándares de vida. Ridley asegura que, gracias a la ilimitada capacidad de innovación del ser humano, el siglo XXI supondrá progresos desde el punto de vista material pero también respecto a la biodiversidad. Una respuesta universal y sorprendente a los agoreros: el progreso no es posible sino probable.

INDICE

Prólogo: Cuando las ideas se aparean

Capítulo 1

Un mejor hoy: el presente sin precedente

Capítulo 2

El cerebro colectivo: 200.000 años de intercambio y especialización

Capítulo 3

La manufactura de la virtud: trueque, confianza y reglas de hace 50.000 años

Capítulo 4

Alimentar a los 9.000 millones, la agricultura desde hace 10.000 años

Capítulo 5

El triunfo de las ciudades: el comercio desde hace 5.000 años

Capítulo 6

Escape de la trampa de Malthus: la población desde 1200

Capítulo 7

La liberalización de los esclavos: la energía desde 1700

Capítulo 8

La invención de la invención: el rendimiento aumenta desde 1800

Capítulo 9

Los momentos críticos: el pesimismo desde 1900

Capítulo 10

Los dos grandes pesimismos de la actualidad: África y el clima después de 2010

Capítulo 11

La catalaxia: el optimismo racional sobre el año 2100

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Resumen exprés:

El autor Matt Ridey es nieto e hijo de empresarios de minas de carbón y defiende que la huella contaminante de los combustibles fósiles (carbón, petróleo...) es insignificante si se compara con la gran cantidad de energía que producen. Por contra, las energías alternativas (solar, eólica, maremotriz, biomasa...) causan mayores destrozos medioambientales, subvenciones y pérdida de empleos (por ejemplo, al llenar los montes de molinos eólicos u ocupar tierras enteras que debían estar dedicadas a los cultivos de alimentos para destinarlos a biocombustibles, lo que supondría desforestar selvas enteras para cultivar maiz y quemarlo en coches). Dice que los combustibles, sobre todo el carbón, son baratos e "inagotables". Y tiene dudas sobre la futura energía de fusión, no tanto respecto a la de hidrógeno. Habla de maravillas respecto a la nuclear, que, según él, solo produce residuos del tamaño de una lata de refresco fácil de almacenas y que son biodegradables pasados dos siglos. En cambio, dotar a Inglaterra de energías renovables en vez de petróleo y carbón obligaría a ocupar sus mares con molinos y motores de mareas, enormes extensiones de tierra, hidroeléctricas en todos los ríos, 60 nucleares, poner paneles solares en una superficie de una región como Linconshire y llenar todo el campo de tendidos de alta tensión.
Sostiene que la energía fósil ha sustituido a los caballos y a los esclavos y es el sinónimo de progreso y crecimiento económico.

También califica de "apocalípticos" a quienes alertan sobre el cambio climático o el agujero de ozono porque para que la Tierra aumente 3 grados su temperatura media a lo largo del siglo XXI, la actividad empresarial y económica tendría que ir tan bien que los africanos vivirían en chalés adosados con piscina, un crecimiento tan rápido que ni siquiera lo experimentó Japón en el siglo XX. Y en ese caso, a quién le importa que haya un poco más de calor. Por tanto, duda que haya ese calentamiento además de que el clima nunca ha estado estable y que, en el pasado, el hombre sobrevivió a las glaciaciones. Asegura que el hombre solo es culpable del 1% de las emisiones y que en el pasado, la quema de madera, era mucho más contaminante.

Defiende la catalaxia, una idea de Hayek sobre que el progreso funciona con un intercambio de ideas (por ejemplo, en Internet) y la especialización (la división de trabajo).
Sobre crecimiento económico, menciona a Paul Romer, que sería el sucesor de Schumpeter y Solow respecto a sus teorías del crecimiento. Su palabra clave es "chance" (oportunidad).
Ridey se define a si mismo como inspirado en las teorías de Adam Smith y Charles Darwin, en el sentido de que la tecnología y la economía han evolucionado, a veces con pasos atrás, y ha premiado a las sociedades más innovadoras mientras otras (como China o el Islam) quedaban estancadas en el siglo XII por políticas contra el progreso, que floreció en Italia.

En su libro hay ecos de otros autores como los que escribieron "¿Por qué fracasan las naciones?". Dice que a hay que resgularizar muchas trabas burocráticas al comercio para generar intercambio y permitir que, espontáneamente, surja el comercio en los países más atrasados. No cree en los idealistas del libre mercado porque un libre mercado no es algo que se pueda planificar (en relación a las exigencias de FMI y otros para liberar el mercado a cambio de obtener préstamos).

Uno de los capítulos más interesantes es donde hace la historia del progreso económico, que recuerda las primeras páginas de Adam Smith. Dice que un trabajador actual vive mejor que el Rey Sol en el siglo XVIII, comiendo cuanto se le antoje, bien resguardado del frío, con veloces carrozas, sin piojos ni enfermedades y trabajando solo 8 horas al día, lo que un campesino del siglo XIX ni siquiera podía soñar. Y todo ello es gracias a la generación de energía barata, sobre todo con carbón y petróleo que producen electricidad.

En los tiempos prehistóricos, el hombre generaba un cuarto de caballo de vapor, pues era él mismo el que araba los campos.  En los poblados de Asia Menor y Creciente Fértil, o Mesopotomia, surgen las ciudades a la vez que los comerciantes y hay intercambio de productos. Es más barato cultivar un excedente de grano para comprar peces al pescador que ir a pescar uno mismo. La gran potencia comercial fueron los Fenicios que se expandieron por todo el Mediterráneo y hasta Inglaterra sin una sola guerra y nunca ha sido suficientemente reconocida su labor. Allí se descubrió lo importante que era mezclar cobre y estaño para obtener bronce, el gran secreto de los fenicios. Tras la derrota de Cartago, heredera de los fenicios, Roma ocupó esos territorios y los sumó a los suyos. En aquel entonces, la energía ya era de dos o tres caballos de vapor, mediante el uso de bueyes y maquinaria. A ello se sumaban millones de esclavos que, al ser tan baratos, hacían innecesaria la innovación. En la edad media, los caballos sustituyen a los bueyes en los campos y se generalizan los molinos de viento y agua, o la navegación a vela. Esas máquinas ya producían hasta 8 o más caballos de vapor. En el siglo XVIII, Inglaterra dio el gran salto al usar combustibles fósiles para generar energía de vapor que movió trenes y barcos. Fue un gran adelanto, solo superado por el uso de petróleo y la geración de electricidad.

(continuará el resumen)